jueves

El gran paradigma nacional

El 1 de enero de 1869, tropas brasileñas al mando del coronel Hermes Fonseca ocuparon y saquearon Asunción, capital de la República del Paraguay. El mariscal Francisco Solano López hacía tiempo que estaba en el frente de batalla, comandando ejércitos que, en el más completo aislamiento, se enfrentaban a efectivos de tres naciones sudamericanas. Faltaba poco para el fin de la guerra de la Triple Infamia, como la llamaron los historiadores revisionistas.

Mucho se escribió sobre las razones y los objetivos reales de esa confrontación. Viene a cuento ahora desmenuzar algunos detalles de esos meses finales, por su fuerte vinculación con la situación que se vive en estos tiempos en relación con la prensa y la empresa productora del papel de diario argentina.
Porque cuando se desató esa terrible guerra, en 1865, el primer jefe militar de aquella nefasta alianza fue el entonces presidente Bartolomé Mitre. Hasta que en una sumatoria de contradicciones dentro de la conducción tripartita y rebeliones en el interior argentino en rechazo a la masacre contra un país hermano –uno de ellos, Felipe Varela, ya había lanzado su Proclama a los Pueblos Americanos–, en 1967 Mitre volvió a Buenos Aires y dejó la comandancia en manos de Luis Alves de Lima e Silva, el duque de Caxias. Un año más tarde, “Bartolo” terminaría su mandato presidencial pero no se retiraría de la vida política, ni mucho menos.
A principios de enero de 1870, Solano López emprendió su última campaña, seguido por un puñado de soldados fieles, muchos de ellos casi niños. En busca de un milagro que le permitiera dar un vuelco a la desigual contienda, el 29 de diciembre de 1869 había cruzado el paso del Aguaray Guazú y atravesado la cordillera de Mbaracayú, una zona hoy limítrofe con Brasil, desde donde pensaba tomar por detrás a las guarniciones imperiales.
Mitre ya había conseguido el dinero para montar el proyecto que le permitiría dotar de contenido ideológico a la clase dominante que quería representar. Una clase nacida de la Revolución de Mayo que con esta guerra fratricida abandonaba definitivamente la utopía regionalista plasmada en el Plan de Operaciones.
El primer número del diario de Mitre vio la luz el 4 de enero de 1870, con mil ejemplares y una consigna que perdura hasta hoy, en la página de editoriales. “La Nación será tribuna de doctrina.”
No mentía. Nunca se propuso como un medio periodístico para defender la verdad, sino como un canal donde expresar un dogma, un paradigma. Librecambista, sin industria, ligado al capital extranjero, para pocos, como el que se estaba imponiendo en las selvas paraguayas.
El 16 de enero de 1870, Solano López cruzó el Río Ygatimí y se instaló en el cuartel general de Aquidabán-nigüí, donde el 25 de febrero entregó la Medalla de Amambay a los bravos paraguayos que con “abnegación ejemplar y patriótica actitud cruzaron dos veces la sierra de Mbaracayú”. Una semana más tarde, el 1 de marzo, un cabo brasileño lo atravesó con una lanza en la batalla de Cerro Corá.
Con él murió no sólo su patria –tal cual dijo en su último aliento–, sino un proyecto de desarrollo diferente al que imponían británicos y sus agentes locales a sangre y fuego. Unos meses después, el 4 de junio, enfermo de tisis y carente de apoyo, Varela moría cerca de Copiapó, en Chile, donde ahora un puñado de mineros cuenta las horas para volver a ver la luz del sol.
El proyecto de Mitre, sin embargo, seguiría creciendo a paso firme. Y a su biografía de Belgrano, le agregó luego la de San Martín “y de la independencia sudamericana”. Con este corpus historiográfico construyó el Gran Paradigma Nacional. Que implicó, además, la creación no de una sino de cuatro naciones. Con límites precisos e infranqueables donde quedarían enterrados, por décadas, intentos integradores como los que soñaron Artigas, Dorrego, y hasta la República Farropilla de 1835 en Rio Grande do Sul, bendecida por Alberdi, o la quimera sarmientina de Argirópolis.
El epistemólogo estadounidense Thomas Kuhn basó su estudio de las revoluciones científicas en el análisis de los grandes cambios en el paradigma con que la ciencia da cuenta de los fenómenos que ocurren en el mundo. Y en uno de sus libros muestra de qué modo hacia el siglo XV el paradigma astronómico de Ptolomeo era ya un engendro de arreglos y “parches” pergeñados para explicar los nuevos descubrimientos que iban permitiendo la observación y la aplicación de aparatos ópticos.
Hasta que Copérnico dio un giro sustancial a la forma de pararse para interpretar los datos. Si en lugar de tomar a la Tierra como centro del universo se considera al Sol en esa posición, los movimientos celestes se pueden explicar de manera mucho más sencilla y razonable, corroboró el matemático polaco. Pero debió pasar bastante tiempo hasta que esta concepción del mundo se impusiera al sistema de Ptolomeo. También debió enfrentar una violenta resistencia, como lo comprobaron en carne propia Galileo y muchos otros.
Una oposición similar encuentran los que se ubican en la vereda de enfrente de Clarín y La Nación. Y se entienden las razones. No sólo hay enormes intereses económicos y políticos en juego. Hay dos paradigmas enfrentados. Dos paradigmas que vienen en pugna a lo largo de la Historia argentina y continental desde hace más de 200 años. De mucho antes que la disputa entre Moreno y Saavedra en el Buenos Aires de 1810. Se sugirió desde las páginas de Tiempo Argentino que la entrega de la empresa de Papel Prensa fue un negocio creado para beneficiar a tres diarios porteños, que por eso silenciaron delitos de lesa humanidad que cometían las fuerzas armadas a nombre de un paradigma occidental y cristiano. Esta interpretación supone que la avidez fue el motor fundamental de esos diarios para el silencio. Pero esa no es la única interpretación.
¿A quién otro que no fuera al diario de los Mitre, la “tribuna de doctrina”, le iban a entregar el control del papel de diario y por tanto de la información? ¿Quién otro le iba a garantizar al establishment la “defensa del ser nacional” como quienes lo habían diseñado un siglo antes? Después de todo, esos son los mismos que apoyaron fraudes patrióticos, golpes de estado, o genocidios como el de Roca contra los indios, para no profundizar más. ¿Podría haber mejor candidato para cubrir las espaldas de los militares asesinos? ¿Será casualidad que en 1982 los últimos desarrollistas fueron expulsados del Gran Diario Argentino? Más aun, ¿qué otro remedio tienen, quienes necesitan que Clarín sea el centro del Universo, que defenderlo como un último bastión?
Y sí, ellos son último bastión del mitrismo. Reformado, retocado, remendado como una expresión caduca del ser argentino, del ser latinoamericano. Un paradigma que ya no puede dar cuenta ni de las nuevas instituciones regionales ni de viejas teorías económicas que sólo conducen a la injusticia social y la violencia, como lo probó 2001.
Que la entrega de Papel Prensa se hizo sobre el genocidio de 30 mil personas no es un dato que vaya a alarmar a los mitristas. ¿Cuántos cayeron en el Paraguay de Solano López? Si La Nación se fundó para interpretar, traducir, disimular, ocultar, el genocidio de 300 mil, quizás un millón de paraguayos, los crímenes de la dictadura no deben haberles parecido tantos.
Es bueno recordar aquí las razones que Thomas Kuhn ofrece para entender por qué un paradigma científico se impone sobre otro. Una, ya fue dicha, es que es más sencillo. Pero además, el universo heliocéntrico es más armonioso que las siete esferas concéntricas sobre las que terminaron descansando los cuerpos celestes ptolomeicos.
Es un universo más elegante, más bello. Como el país que podemos construir entre todos cuando la verdad circula sin ataduras.

Tiempo Argentino
26 Setiembre 2010

El pequeño Sarkó ilustrado

Las muestras de xenofobia de Sarkozy no deberían sorprender a nadie que recordara las promesas de mano dura y orden surgidas cuando ocurrieron los levantamientos en los suburbios de París, hace justo cinco años.

No hay suficiente trabajo ni viviendas para regularizar la situación de todos los inmigrantes indocumentados. Por lo tanto, haré que los acompañen de regreso a sus países.” La frase salió de la boca de Nicolas Sarkozy, pero no en el marco del enfrentamiento con la Unión Europea por la expulsión de gitanos. Fue en junio de 2006, cuando era ministro del Interior de Jacques Chirac.
“No aceptaré a los clandestinos y haré que los envíen de vuelta a sus países”, prometió entonces, cuando ya estaba de lleno en la candidatura para llegar al Palacio del Elíseo. Y con muy poco más como propuesta, ganaría un año después, con el 53% de los votos.
Las posteriores muestras de xenofobia de Sarkozy no deberían sorprender a nadie que recordara esos compromisos de mano dura y orden surgidos en un momento crucial para la Francia del siglo XXI, como lo fueron los levantamientos en los suburbios empobrecidos y el rechazo a la Constitución europea, hace justo cinco años. Más si se registra la forma en que resolvió ambas cuestiones este pequeño hijo de un aristócrata húngaro exiliado de la persecución nazi.
Sarkó, como se lo conoce en su tierra, desde muy joven mostró dos virtudes que lo llevaron a los más altos cargos dirigenciales: la voluntad de poder y la grandilocuencia. Virtudes ambas que lo muestran como un hiperactivo y poco escrupuloso líder de la derecha democrática de Europa.
Protegido de Chirac, entonces líder de la Unión por un Movimiento Popular (UMP ), Sarkozy fue ministro de Presupuesto y vocero del premier Edouard Balladur. Fruto de su inexperiencia o de una mala evaluación política, en 1995 apoyó la candidatura de Balladur a la presidencia, pero el elegido resultó Chirac, que pasó a considerarlo un traidor sin moral.
Como en política nada es para siempre, en 2002 volvió al calor del poder, para el segundo mandato de Chirac, esta vez como ministro del Interior y posteriormente titular de la cartera de Economía, Finanzas e Industria. En ambos lugares mostró su hilacha de inflexible libremercadista.
Hasta que en 2005, dos hechos relacionados y casi simultáneos pusieron nuevamente a Sarkozy en las marquesinas, esta vez como protagonista destacado. En el referéndum del 29 de mayo de ese año la ciudadanía rechazó la Constitución de la Unión Europea y el 27 de octubre estallaron las graves revueltas en los banlieues parisinos.
Los franceses rechazaron un proyecto constitucional que ponía en negro sobre blanco algunas de las reglas básicas del neoliberalismo, entre ellas la baja en los beneficios sociales y laborales. Unos días más tarde, también los holandeses se mostraron contrarios a la Carta Magna continental y a los dirigentes paneuropeos les temblaron las piernas.
En este contexto, Chirac modificó el gabinete y llamó al moderado aristócrata Dominique de Villepin como premier. Para equilibrar la balanza, convocó a Sarkozy al Ministerio del Interior. Eran dos rivales implacables en busca de la sucesión y no se dieron tregua. Pero el pulcro y atildado Villepin no estaba hecho para disputar batallas como las que se le presentaban, y al día de hoy debe enfrentar cargos en la justicia por zancadillas que le tendió su impiadoso antagonista.
“Minucias” aparte, Sarkó comenzó a tejer alianzas con la derecha europea (la alemana Angela Merkel y el entonces presidente de gobierno español José María Aznar, entre otros) para sacar a la Unión Europea del atolladero legal.
Hasta que dos jóvenes musulmanes de origen africano murieron mientras escapaban de la policía en Clichy-sous-Bois, una comuna pobre al este de París, y durante varios días, literalmente, ardió Francia.
Lejos de poner paños fríos a la situación, el ministro Sarkozy prometió solucionar la cuestión “aunque sea a golpe de manguera”. Así, tildó a los jóvenes de racaille (gentuza) y agregó que iba a “limpiarlos con Karcher” (una conocida marca de aspiradoras francesa). Lo que exasperó aun más a multitudes indignadas por la desocupación y la falta de oportunidades.
Sin embargo, los sondeos demostraron que con ese perverso expediente, Sarkozy podía soñar con algo más grande. Así fue que en julio de 2006 envió una segunda ley “relativa a la inmigración y a la integración”, según la denominación oficial, que complementa la dureza de la de 2003.
Fue por estos meses que su situación matrimonial mostró signos de crisis terminal. La estocada final fue la foto de su esposa, Cécilia, en la tapa de Paris Match, muy de romance con Richard Attias, ejecutivo de una agencia de comunicación responsable de acontecimientos como el Foro de Davos. En su descargo podría decirse que ni Cécilia María Sara Isabel Ciganer Albéniz, nieta del músico español Isaac Albéniz, ni el propio Sarkozy, se habían caracterizado por respetar los votos maritales.
Al mismo tiempo, los principales líderes de la UE fueron pergeñando una salida a la demorada ley fundamental. Y la respuesta ostenta el sello del francés: el Tratado de Lisboa, aprobado por los representantes de cada país y votado en los parlamentos, tiene fuerza de ley y obliga a los estados miembros en los mismos términos que la fallida Constitución, pero sin que los habitantes del continente –y sobre todo los más rebeldes, como los franceses, holandeses o irlandeses– hubieran podido expresarse.
El tratado, sobre todo, institucionalizó las metas que lograr y elevó a la categoría de institución supranacional las leyes de mercado y el neoliberalismo. Desde la independencia del Banco Central hasta un juramento solemne por la libertad de competencia y de circulación de capitales.
Con ese perfil, Sarkozy llegó a la presidencia. La frutilla del postre fue su romance con la cantante y modelo italiana Carla Bruni, hija del compositor Alberto Bruni-Tedeschi. La prensa del corazón dijo que fue un flechazo, que el jefe de gobierno es un picaflor incorregible. Los analistas políticos la vieron como una estrategia para no poner a un flamante jefe de gobierno en la categoría de cornudo. Pero la pareja subsiste, a pesar de los dolores de cabeza mutuos de estas últimas semanas.
El Tratado de Lisboa entró en vigencia el 1 de diciembre de 2009 y, a poco de andar, estalló la crisis en Grecia y España. ¿Casualidades? Sarkozy y Merkel apelaron a recetas neoliberales. Recortes en los planes de salud y aumento en la edad jubilatoria, lo de siempre.
El francés, fiel a sus antecedentes, inició la expulsión de gitanos, primer paso en una escalada que incomoda a sus aliados allende las fronteras. Pero por eso de que quien avisa no es traidor, nadie puede decir que el exiguo presidente galo –1,65 m con tacos– haya sido una sorpresa para la orgullosa Francia y la no menos arrogante Europa.

Tiempo Argentino
18 Setiembre 2010

Las madres de Obama

Si es verdad que una imagen vale por mil palabras, también lo es que algunas imágenes muestran mucho más de lo que los ojos dejan ver.

En la foto que ilustra esta página aparece la familia de sangre de Barack Hussein Obama II, el 44º presidente de los Estados Unidos. Y fue obtenida mediante una gestión del Centro de Estudios Americanos. Era la mejor manera, coincidieron los responsables del número 17 de la publicación Multiculturalismo: e pluribus unum, para reflejar en tapa la tarea que habían emprendido: un análisis sobre el proceso cultural estadounidense y sus consecuencias al sur del Río Bravo, con especialistas de todo el continente.
No hace falta ser muy ducho para darse cuenta de que es una “de entre casa”. Como la que cualquier hijo de vecino sacaría en una fiesta íntima. Y efectivamente, corresponde al casamiento de la media hermana de Barack, Maya Soetoro (es la mujer que abraza el actual presidente) con el canadiense de ascendencia china Konrad Ng (el tercero desde la derecha). Fue tomada en Hawaii en 2003 y acompañan a los casales las hijas de Obama (Sasha y Malia), su abuela Madelyn Lee Dunham, los padres del novio, el medio cuñado presidencial y la ahora primera dama de los Estados Unidos, Michelle.
Esta toma personal, cedida por Maya Soetoro Ng y Konrad Ng a la ONG dirigida por Luis María Savino, es llamativa por lo que muestra, pero también por la ausencia de quien la hizo posible: Stanley Ann Dunham, la madre del primer mandatario estadounidense, que había muerto de cáncer ocho años antes.
La mujer, con un doctorado en antropología, había nacido en plena guerra, en 1942, en Wichita, Kansas. El abuelo materno de Obama, un trabajador curtido en la adversidad, dejó bien en claro que esperaba un varón, por eso no tuvo empacho en bautizarla con su propio nombre, aunque ella a partir del secundario se hizo llamar Anna. El caso es que ni bien estalló la guerra, don Stanley Armour Dunham se alistó en el Ejército y partió para Europa. La madre, que aparece en silla de ruedas en la foto en cuestión, fue a trabajar en una planta de la Boeing, donde armaban los bombarderos B-29.
Al fin de la contienda, y luego de varias mudanzas, los Dunham se instalaron en Honolulu. El archipiélago acababa de convertirse en el 50º estado de la Unión y la joven Anna, influida por la época, estaba interesada en las culturas no occidentales. De modo que fue a estudiar antropología a la Universidad local. Allí, en una clase de idioma ruso, esta mujer blanca conoció a un joven alumno negro, Barack Obama I, nacido en Kenia. Dos años más tarde, en 1961, cuando ella tenía 18, nacía el pequeño Barack II. Pero la pareja no prosperó. Entre otras cosas porque el economista inició el retorno a su patria, donde según dicen las malas lenguas, el hombre tenía otra esposa. Hasta allí no llegaba la amplitud cultural de la mujer, a pesar del flower power y la moral hippie y pacifista de los sesenta.
Anna volvió entonces a sus estudios universitarios en Hawaii, donde trabó relación con el indonesio Lolo Soetoro. Se mudó a Yakarta, y en 1967 nació Maya. Cuenta la leyenda familiar que en la capital indonesia los Soetoro-Dunham vivieron en una casa sin luz eléctrica y sin pavimento en las calles. Más allá de la anécdota, se terminaron separando, y Anna volvió a quedar sola y con hijos. Lo que no impidió que hiciera una maestría en antropología indonesia y se convirtiera en investigadora del desarrollo rural en ese país asiático.
Con apoyo de un banco indonesio, de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y de la Fundación Ford –entidades no del todo bien vistas en el resto del mundo– promovió el microcrédito entre los sectores más pobres de la sociedad, principalmente mujeres. Hasta que en 1992 le detectaron cáncer de útero y ovario, y regresó a HawaiI, con su madre, Madelyn.
Barack II vio por última vez a su padre cuando tenía diez años. Barack I murió en 1983. A mediados de 1995, el inquieto hijo mestizo del economista keniano, ya recibido en Harvard y haciendo sus primeros pasos en algunas ONG de corte liberal de Chicago, publicó Sueños de mi padre, el libro autobiográfico en que cuenta sus primeros años de vida. Meses más tarde, en noviembre, moriría Stanley Anna Dunham.
La carrera política de Obama fue creciendo a partir de ese año. Fueron duros sus inicios, por tratarse de un hombre que no era del todo negro, pero que para los cánones conservadores tampoco es blanco. Y que por mestizo, es también un marginal. Lo demás es la historia conocida de su ascenso hasta la Casa Blanca.
Cuando consiguió aprobar la Ley de Salud, en la ceremonia de firma estuvo rodeado de las principales espadas demócratas junto con un niño negro al que muchos confundieron con el actor Gary Coleman, el pequeño Arnold de la serie Blanco y Negro de finales de los ’70. Se trataba, en realidad, de Marcelas Owens, un chico de diez años que había perdido a la madre cuando tenía siete porque el servicio de salud no la había atendido por falta de dinero.
“Esta ley es un homenaje a mi madre, que peleaba contra las compañías de seguros mientras moría de cáncer”, dijo entonces el mandatario. La Ley de Salud era una vieja reclamación de los sectores progresistas de los Estados Unidos. En la película Sicko, de Michael Moore, se ve claramente por qué. Un sistema en que la salud es mercancía más allá de los valores humanos, es útil para disciplinar a la sociedad. Modificar esa ley no sólo significa poner límites a un formidable negocio. Es también dejar abierta la posibilidad de que la población de menores recursos pueda escapar de esta nueva esclavitud, que consiste en saber que para tener un servicio de salud hay que sacrificar cualquier lucha reivindicativa de otros derechos esenciales.
Obama declaró alguna vez que había escrito su primer libro para cubrir la ausencia de su padre en su niñez. Pero que cuando murió su madre se había dado cuenta de que debería haber escrito otro muy distinto, pensado por ella.
Otras madres estuvieron presentes en el discurso que el presidente estadounidense dio el jueves en la ONU. Madres comprometidas en otras luchas contra genocidas entrenados por expertos del país de Obama.
Podría interpretarse que este homenaje tardío a las Madres de Plaza de Mayo se inscribe en un momento muy particular de la campaña electoral de noviembre, donde según los sondeos, el Tea Party amenaza con llenar el Capitolio de ultraconservadores que seguramente no harán más que poner trabas en el último tramo de la gestión demócrata. Y que entonces, Obama saca a relucir esas promesas de cambio que lo llevaron al gobierno hace dos años. Entre las cuales, la defensa de los Derechos Humanos en todo el mundo fue sin dudas la principal, al punto que recibió un Premio Nobel de la Paz antes de haberse ganado el mérito.
Pero también podría ser que, después de todo, se mantuviera esa fuerte presencia de aquella foto del casamiento de su media hermana. La de Stlaney Ann Dunham, contribuyendo con su rebeldía juvenil a esa alianza de razas y genes que son un reflejo de los Estados Unidos de hoy, mal que le pese a la derecha más retrógrada de ese país. Y que ese espíritu finalmente florezca en el actual ocupante de la Casa Blanca.

Tiempo Argentino
25 setiembre 2010

Economías de guerra

A menos de dos meses de las elecciones legislativas, el presidente Barack Obama parece haber tomado conciencia de que, si no patea el hormiguero, las va a tener difíciles con los republicanos en noviembre.

"La guerra es padre de todos, el rey de todos”, decía Heráclito de Éfeso, según la mejor traducción de una de las pocas frases que se conservan de aquel misterioso filósofo presocrático que, a casi 25 siglos de su muerte, todavía cautiva a los jóvenes estudiantes de periodismo.
A menos de dos meses de las elecciones legislativas, el presidente Barack Obama parece haber tomado conciencia de que, si no patea el hormiguero, las va a tener difíciles con los republicanos, que vienen montándose en un discurso sinuoso y muy inclinado a la derecha, pero contundente detrás de errores, inconsistencias y limitaciones de su gestión.
Por supuesto que siempre es más fácil ser opositor, porque desde la vereda de enfrente basta contar costillas ajenas para encontrar audiencia. No por eso deben minimizarse gruesas fallas de los demócratas en esta primera parte del mandato de un presidente no blanco en la historia estadounidense. Porque justamente el principal déficit, de cara a la ciudadanía, pasa por la cuestión económica.
Tiene razón Obama en culpar a su antecesor George W. Bush y a los republicanos en general por la formación de la crisis y sus consecuencias actuales. Pero en política no basta con tener razón. También se necesita que los votantes estén de acuerdo con esa versión de los hechos.
Ese es uno de los motivos para que el inquilino de la Casa Blanca se haya puesto la ropa de candidato, y con la camisa arremangada (como correspondía al ámbito) diera un discurso de corte populista en Milwaukee, ante trabajadores y sindicalistas sorprendidos.
El Premio Nobel Paul Krugman, en su habitual columna para The New York Times y un sinfín de diarios internacionales, comentó entonces que este momento político podría ser asimilado al año 1938 de Franklin Roosevelt. Para el economista, el presidente Obama repitió el error que ya había cometido Roosevelt en 1937, “cuando retiró demasiado pronto los estímulos fiscales”. Y recalcó que en 2009 el gobierno federal alentó el crecimiento para salir de la crisis, pero que al dejar de lado demasiado pronto esa política, el país volvió a estancarse ni bien los actores económicos notaron que el viento de Washington dejaba de soplar. Por lo tanto, aplaudió este regreso a las fuentes keynesianas.
En aquel 1938, también de año de elecciones legislativas, habían prosperado cuestionamientos contra el New Deal y se generó un consenso importante como para sostener medidas en sentido contrario, a pesar de que ese acuerdo social había sacado a la Nación de una crisis terminal. Algunos biógrafos de Roosevelt –el único presidente reelecto cuatro veces en la historia de ese país– señalan que la decisión de volver a los estímulos económicos se basó en la evaluación de que la guerra europea era inminente. Y la guerra, padre de todas las cosas, fue “un arrebato de gasto gubernamental financiado con déficit, a una escala que en otras circunstancias jamás se habría aprobado. En el transcurso de la guerra, el gobierno federal pidió prestada una cantidad equivalente a aproximadamente el doble del valor de PBI en 1940”, explica Krugman.
No lo dice el Nobel, por políticamente incorrecto, pero también la economía de guerra había logrado terminar con la depresión y el estancamiento en la Alemania nazi, en el Japón, en Italia y en general en el resto de Europa, que encontró en la salida militar la forma de activar las economías sin sentir las culpas por los déficits presupuestarios y las críticas de los teóricos monetaristas.
Por estos días, Obama anunció un plan de construcción de infraestructuras ferroviarias y viales por 50 mil millones de dólares, un programa de incentivos fiscales por 100 mil millones a empresas que inviertan en investigación y desarrollo, otra tanda de beneficios impositivos para compañías que lo hagan en nuevos equipamientos y recortes en beneficios a los más ricos.
La semana estuvo cruzada por la amenaza de un cazador de spots televisivos, Terry Jones, el pastor radical de Florida que prometió quemar ejemplares del libro sagrado musulmán como un provocativo homenaje a las víctimas de los atentados a las Torres Gemelas, de los que hoy se cumplen 9 años. Jones se convirtió, con ese gesto amenazante, en la expresión pública de miles y miles de fanáticos en los Estados Unidos que manifestaron su rechazo a la construcción de una mezquita cerca del Ground Zero, el hueco que dejaron los edificios destruidos ese 11-S. Que alimentan el deseo de un combate final contra el Islam.
Luego de una alarma internacional por las presumibles repercusiones y dramáticas respuestas ante la incendiaria manifestación de intolerancia religiosa, y después de llamadas y presiones del gobierno federal, Terry decidió que era hora de guardar los fósforos, al menos por esta vez. Para los que lo tildaron de “cobarde”, dijo que le habían jurado que no se construiría el edificio sagrado en una zona no menos sagrada para el orgullo estadounidense, y que con eso se daba por satisfecho.
Esta noticia, en otro contexto, no pasaría de una boutade, una anécdota sin relevancia periodística. No más de un recuadrito mínimo en alguna columna de Breves, que sin embargo recibió una amplia cobertura en la gran mayoría de los medios de todo el mundo por sus implicaciones, aunque planteó cuestiones éticas para el periodismo. La agencia AP y la cadena Fox, de la derecha yanki, propiedad del magnate australiano Rupert Murdoch, por ejemplo, dijeron que si la quema se produjera no difundirían imágenes, para no hacerse eco de una provocación innecesaria.
En contraposición, a pocos días de que las últimas tropas de combate cruzaran la frontera de Irak, se conoció también un nuevo escándalo que involucra a efectivos militares estadounidenses, esta vez en Afganistán, aunque la noticia no recibió la misma difusión masiva que la posible quema del Corán. Y eso que se trata de un escándalo que no por repetido debe ser escamoteado. Según la información difundida por una revista que circula entre familiares de soldados estadounidenses, Army Times, un grupo de militares había armado un equipo que se dedicaba a matar civiles, a los que hacían pasar por talibanes, y que luego se quedaban con partes de los cuerpos como trofeos de guerra.
Si es verdad que, como decía el viejo Heráclito, la guerra es padre de todos, y que, “a unos ha acreditado como dioses, a otros como hombres; a unos ha hecho esclavos, a otros libres”, es posible que el estadounidense promedio y los académicos conservadores, para aceptar medidas de reanimación económica, necesiten de una guerra que logre unificar a toda la sociedad detrás del esfuerzo bélico, como ocurrió en los años cuarenta.
Pero desde Vietnam a esta parte, cada nueva incursión de tropas estadounidenses no deja más que un reguero de atrocidades, desde la masacre de la aldea de My Lay, en 1968, hasta las cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo, pasando por otros “daños colaterales” registrados en estos años. Tal vez sea buen momento, entonces, para que la gran guerra, el padre de todos los combates, no consista en recurrir a la épica para poner en marcha las economías, sino en aplicar las energías de la sociedad en construir una ética. Una ética de justicia y de igualdad social.

Tiempo Argentino
11 Setiembre 2010

Los catalanes quieren su independencia

Comenzó la campaña proselitista para las elecciones regionales por Buenos Aires. Y ante la prensa Joan Puigcercós detalló cómo se fue endureciendo el enfrentamiento con Madrid, que podría llegar al nacimiento de un nuevo miembro de la UE.

Puigcercós es presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, el partido más antiguo de la región, fundado en 1931, que fue prácticamente devastado en la Guerra Civil, y luego “el último en ser legalizado cuando empezó la democracia, recién en 1979”, recuerda.
Muchos de aquellos catalanes republicanos tuvieron que exiliarse, en su mayor parte en la Argentina y México. Fieles a su tradición, los republicanos de izquierda retomaron la senda progresista y ahora, cuando son el tercer partido político catalán y forman parte de la coalición gobernante, plantean sin tapujos la independencia de Cataluña. “No va a ser sencillo, nada lo es, pero todo indica que es el único camino que nos queda”, dijo Puigcercós en una ronda de prensa ante varios medios gráficos porteños.
El hombre de ERC visitó Buenos Aires como parte de su campaña electoral para los comicios de noviembre, y aquí deslizó sus argumentos en favor del separatismo de una de las regiones más ricas de España. “Por las vías democráticas”, insiste.
“El debate por la relación de Cataluña y España fue empujado por el proceso de reforma de nuestro estatuto”, explica Puigcercós. Y pasa a detallar: “En el año 2003 se creyó que luego de 25 años hacía falta un nuevo código de leyes para regir la comunidad catalana. La idea era ganar más competencias para el gobierno de la región. La reforma del estatuto catalán fue aprobada por el 89 % de los diputados. Era una reforma ambiciosa que se basaba en tres grandes ejes.”
El primero de esos ejes, detalla, es “un tema que siempre está latente entre el centro y la periferia, como es el de al recaudación”.
−Nosotros somos partidarios de aplicar lo mismo que tiene el País Vasco, que es recaudar la administración básica y luego renegociar con el Estado la parte a distribuir. El segundo eje es que pasen al control catalán las grandes infraestructuras, como el aeropuerto de Barcelona, porque creemos que bajo tutela catalana puede convertirse en un aeropuerto de transferencia para el resto de Europa. Ahora todo eso está gestionado desde Madrid y eso nos impide tener un plan de desarrollo propio. El tercer eje es delimitar las competencias de cada uno, lo que es catalán y lo que es español.
−No debe ser algo fácil.
−Hasta ahora hay un conflicto permanente que nos está desangrando ante la opinión pública, porque cada ley que hace el parlamento catalán es recurrida por el gobierno español y viceversa. Hay un solapamiento entre las competencias de cada uno. A grandes trechos, ese es el panorama, esos son los tres ejes, más un cuarto que es más simbólico, como es el reconocimiento de Cataluña como nación. Esto parece algo semántico, nominalista sobre qué cosa es una nación y qué cosa no. Nosotros decimos que no hace falta entrar en el debate, pero se puso en el estatuto la necesidad de reconocer a Cataluña como nación. Tiene un gran valor simbólico que las cortes españolas reconozcan el sentido nacional de Cataluña.
−Y no lo hicieron.
−Este fue el inicio de un conflicto en que estamos desde el 2003, porque el gobierno español y sobre todo el Partido Popular han sido muy duros con Cataluña. Han hecho incluso campañas de boicot contra productos hechos en la región, una campaña permanente en medios de comunicación de Madrid, y se fueron recortando cuestiones esenciales del estatuto. Pero la cuña entre Cataluña y Madrid ha tenido su capítulo final con la sentencia del Tribunal Constitucional tras una serie de enmiendas presentadas por el PP por el reconocimiento de la nacionalidad. Eso echó a la calle a 1 millón y medio de personas, la mayor manifestación en Barcelona, protestando contra lo que consideramos un avasallo del tribunal.
−¿Incide ese tema en las elecciones?
−Hasta esa fecha se iban a dirimir cuestiones normales sobre la gestión de gobierno, pero ahora el debate es cada vez más entre la región de Cataluña y España. La cuestión es que si después de siete años de proceso para la reforma estatutaria el mensaje que nos dan desde Madrid es que no hay nada que reformar y cualquier ley del parlamento de Cataluña sistemáticamente lleva al tribunal constitucional. Nosotros decimos que cualquier pacto debe implicar un cambio en el marco político de Cataluña. Defendemos un referéndum para saber si la gente quiere continuar igual o si quiere una nueva legalidad. Que se vote si se quiere ser un país independiente separado de España.
−¿Hay aprobación a esta medida?
−Una parte importante de la ciudadanía que no era separatista, no era independentista, ahora piensa que la creación de un nuevo Estado libre dentro de la Unión Europea es un objetivo deseable, necesario y lo mejor que le puede pasar a Cataluña. Históricamente estábamos en 10 o 20% de aprobación al separatismo, ahora estamos superando el 45%. Gente de izquierda, de derecha, incluso abstencionistas que ahora deciden dar un paso en un proceso democrático, en un referéndum. Una situación que Madrid está viviendo como un trauma.
−¿Los partidos políticos presentan este tipo de plataformas?
−Todos menos el PP proponen un escenario de futuro diferente para Cataluña. Las corridas de toros se han convertido en un problema nacional, llevaron a un debate histérico de quienes pensaban que fue una estrategia de los catalanes para borrar los símbolos de identidad nacional y cultural de España. Todo se contamina de estos debates.
−¿No acarrearía problemas económicos la independencia?
−Siempre hay consecuencias. Pero con la globalización han cambiado mucho las cosas. Antes, de cada 100 productos hechos en Cataluña, 60 iban al mercado español. Hoy, de cada 100, 25 quedan en el mercado catalán, 25 van a España, 25 a la UE y 25 fuera de la UE.
−¿Qué pasa si gana el referéndum?
−Deberemos sentarnos a negociar con Madrid, que no va a ser fácil, y buscar el apoyo y el reconocimiento de las instituciones europeas, que tampoco va a ser fácil. Somos concientes de que no va a ser un camino llano. Pero allá nadie quiere entender que cuando se quisieron hacer las cosas bien, permanecer dentro de España con un texto estatutario con más poder para Cataluña, se cerraron las puertas.

Tiempo Argentino
27 Agosto 2010

El enemigo que viene de afuera

Los gestos de racismo son cada vez más evidentes en ese conglomerado de naciones que, aún en tiempos de vacas flacas, necesita de la inmigración para contrarrestar su baja tasa de natalidad y su necesidad de mano de obra barata.

La decisión del gobierno de Nicolás Sarkozy de expulsar de Francia a los gitanos no fue más que el último eslabón de una cadena que se había iniciado con el debate por el uso del velo islámico en los colegios, en 2004, y tuvo un fuerte impulso el año pasado, con una campaña implementada desde el gobierno para que los ciudadanos determinen cómo es la identidad francesa. Extraña iniciativa en manos de un presidente con apellido tan poco francés, hijo de un aristócrata húngaro exiliado.
Ya en ese momento, las voces más sensatas de la sociedad gala advertían sobre el peligro de una escalada racista en un país que ya tiene el 13% de la población de inmigrantes, algo fácil de advertir en los equipos nacionales de fútbol. Pero a fines de julio Sarkozy, que venía en picada en los sondeos de popularidad, decidió deportar a gens du voyage, comunidades nómades, muchas de ellas de origen gitano, pero con un 95% de nativos franceses. Los que figuran como extranjeros, rumanos o búlgaros, son sin embargo ciudadanos de la Unión Europea (UE), lo que los habilita para entrar y salir sin problemas de Francia, de donde en teoría sólo pueden ser echados si cometen delitos.
La experiencia indica que, en momentos de crisis, suele ser más fácil encontrar enemigos entre los diferentes que buscar razones en raíces más profundas relacionadas con un sistema básicamente injusto. De este modo, a medida que en Europa se extendió el riesgo de debacle económica, fueron apareciendo expresiones de rechazo hacia emigrantes de todos los rincones del mundo. Lo padecieron incluso miles de argentinos y latinoamericanos en la madre patria.
Los gestos de racismo son cada vez más evidentes en ese conglomerado de naciones que, aún en tiempos de vacas flacas, necesita de la inmigración para contrarrestar su baja tasa de natalidad y su necesidad de mano de obra barata. En primer lugar para realizar las tareas que los oriundos no harían ni por todo el oro del mundo y, además, para competir con la industria china.
El caso es que, tras las primeras repatriaciones de gitanos, se alzaron voces críticas en el mismo seno de un continente con un pasado nefasto en cuestiones raciales. A las marchas como la coordinada para hoy en Bruselas por la Red Europea contra el Racismo (ENAR) que representa a más de 700 ONG que luchan contra la discriminación en la UE, se suman partidos políticos, en su mayoría del centro hacia la izquierda, que convocan al mismo tiempo a la movilización en Francia.
El martes, el Parlamento europeo debatirá el tema en una sesión extraordinaria. La institución comunitaria, se hizo eco de voces como las del socialdemócrata rumano Ioan Enciu, quien pidió actuar ante lo que calificó de “deportaciones masivas”, y la también socialdemócrata española Carmen Romero López, quien denunció violaciones de los derechos fundamentales de ese pueblo milenario, y señaló que Francia “no hace una revisión de caso por caso antes de la repatriación, a pesar de la exigencia legal”.
Pero la Comisión Europea –el órgano ejecutivo del Parlamento- no quiso todavía echar culpas sobre el gobierno de Sarkozy. “Necesitamos más información”, coincidieron la directora general de la sección de derechos fundamentales, la francesa Françoise Le Bail, y la comisaria de Justicia de la UE , Viviane Reding.
Varios hechos registrados en estos días, sin embargo, deberían ser un aviso de que es necesario fijar desde las instituciones políticas posiciones más contundentes. De esto se hacen eco las ONG antirracistas, que meten el dedo en la llaga al recordar el caso del hombre que en Bratislava, la capital eslovaca, disparó contra una familia gitana y mató a siete personas para luego, según la información oficial, acabar con su propia vida. Para los voceros policiales fue un simple desquiciado que discutió con un vecino. Para la ENAR, el hombre en cierto modo también fue una víctima, pero “de un clima” en que se crean “estereotipos negativos” dirigidos contra las minorías étnicas en toda Europa.
Por estos días, en Alemania, un miembro del consejo directivo del Bundesbank, el Banco Central germano, desató un escándalo al presentar un libro, Alemania se disuelve, en el que echa pestes sobre los inmigrantes turcos y el riesgo que, según él, entraña el islamismo para la civilización occidental. Otro caso que podría encuadrarse como de travestismo racial, dado el apellido tan poco alemán del autor, Thilo Sarrazin, sin dudas originario de Oriente –como sugiere el término sarraceno– con el que la mayoría de las lenguas europeas identifican a los árabes desde la Edad Media.
No es que al banquero racista, con un frondoso curriculum como economista doctorado en la universidad de Bonn, se le haya soltado el lazo, porque ya había sido amonestado varias veces por su ímpetu intolerante. Pero ahora, como bien señaló el vicepresidente del Consejo Central de los Judíos en Alemania, Dieter Graumann, “definitivamente ha sobrepasado la línea roja.” El presidente alemán, Christian Wulff, analiza por estas horas el pedido de la comisión directiva del banco de exonerar a Sarrazin. Pero su prédica tiene seguidores.
En Holanda, una figura controvertida como la de Geert Wilders también despierta temores por su extremismo racial. Creador del Partido para la Libertad (PVV), propugna ponerle límites a la inmigración de países musulmanes, la prohibición del velo, el recorte de ayuda a los ciudadanos islámicos y el cierre de mezquitas. No hace falta recorrer muchos kilómetros para encontrar más muestras de “incomodidad” ante el extraño, el diferente. Incluso entre simpatizantes de corrientes políticas de mayor contenido social. Hace pocos días, en Buenos Aires, el presidente del partido de la independentista Esquerra Republicana de Catalunya manifestaba su preocupación ante Tiempo Argentino, porque en pocos años el 15% de la población en esa región española será musulmana.
La inquietud, como en el resto de Europa, pasa por las manifestaciones más evidentes, desde el uso de la burka y la construcción de mezquitas, hasta los cambios que registran en las costumbres, muchas de ellas nacidas, paradójicamente, al calor de la ocupación de la mayor parte del territorio peninsular durante ocho siglos, hasta 1492.
Una intranquilidad similar muestran en los Estados Unidos los grupos más radicalizados de la derecha, que intentan trabar la construcción de una mezquita cerca del Ground Zero, el hueco que dejó la caída de las torres gemelas. Son los mismos sectores que “acusan” al presidente Barack Obama de ser musulmán.
Muchos de ellos estuvieron en el mitín de la semana pasada en Washington, organizado por el también controvertido Glenn Beck junto con la ex candidata a vicepresidenta republicana, Sarah Palin. El mediático presentador de la cadena Fox, convertido en emblema del movimiento ultraconservador Tea Party, aseguró que el encuentro se proponía “restaurar el honor” en los Estados Unidos y que no tenía nada de racismo. Como prueba, llevaron a Alveda Celeste King, sobrina del legendario pastor bautista Martin Luther King. Sucede que en ese mismo lugar, exactamente 47 años antes, el líder religioso había dado su famoso discurso Tengo un sueño. Casualidades, dijo Beck con cara de asombro, como si fuera un personaje de Peter Capusotto.
Lo preocupante es que Beck y Palin juntaron 400 mil personas frente al Lincoln Memorial, y que más de un millón y medio de holandeses –el 10% de la población– votaron en junio a Geert Wilders, colocando a su partido en el tercer lugar en el Parlamento local. Además, el 48% de los franceses está de acuerdo con la expulsión de los gitanos, según un estudio realizado por la empresa Csa. Y de acuerdo a un sondeo del Instituto Emnid, de Alemania, el 51% de los consultados piensa que Sarrazin debe conservar su cargo.

Tiempo Argentino
4 Setiembre 2010

La furia de los elementos

Nunca en la historia de la humanidad hubo semejante desarrollo tecnológico, ni tanta devastación ambiental. Nunca hubo tanto progreso intelectual, ni desprejuicio en la explotación de la tierra y de sus habitantes.

El 2 de mayo de 1999, en Pizotla, un pueblito del estado mexicano de Guerrero, tropas del Ejército detuvieron a Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, dirigentes agrarios que meses antes habían fundado la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petetlán y Coyuca de Catalán (Ocesp), una zona a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, con imponentes bosques y mucha pobreza.
Montiel, Cabrera y muchos otros campesinos vieron amenazada su existencia por la tala indiscriminada iniciada por empresas locales y multinacionales, y organizaron un paro. Se habían convertido en un problema a eliminar. Presos sin orden judicial, luego de unos días les hicieron firmar confesiones de que eran cultivadores de marihuana, que tenían relaciones con grupos guerrilleros y que estaban relacionados con el crimen de un cacique. Los dos eran analfabetos. El caso trascendió cuando Amnistía Internacional los declaró presos de conciencia. Dos años más tarde, el gobierno de Vicente Fox los liberó por “incompatibilidad del encierro con su estado de salud y condición física”, pero debieron exiliarse y cruzaron la frontera hacia los Estados Unidos.
Montiel expuso ayer su caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con sede en Costa Rica, donde no pidió leyes para proteger el medio ambiente, sino para controlar las actividades del ejército mexicano. Quieren volver a su país donde, se sabe, mantenerse con vida se hace difícil, como lo prueban cada día las crónicas policiales.
Mientras tanto, los medios de todo el mundo se conmovieron cuando los rescatistas trabaron contacto con 33 mineros que permanecen atrapados desde el 5 de agosto, en una mina de la región de Atacama. Deberán esperar hasta fin de año para volver a la superficie. El ministro chileno de Salud, que seguramente nunca bajó hasta los 700 metros de profundidad, declaró que “ellos entendieron” la situación. Distinto fue el tono que se escuchó cuando los trabajadores hablaron por teléfono con el presidente Sebastián Piñera: “Bajo un mar de rocas, estamos esperando que todo Chile haga fuerza para que nos puedan sacar de este infierno”, dijo Luis Urzúa.
Nunca en la historia de la humanidad hubo semejante desarrollo tecnológico, pero tampoco tanta devastación ambiental. Nunca hubo tanto progreso intelectual ni desprejuicio en la explotación de la tierra y de sus habitantes. Nunca antes, los cuatro elementos –agua, tierra, aire, fuego– habían dado tantas muestras de estar cada vez más cerca del colapso.
Algo de esto se percibió en el fabuloso embotellamiento registrado en la autopista que une Pekín con el norte de China, donde por 11 días, miles de vehículos quedaron atascados a lo largo de 100 kilómetros de un modo que sólo Julio Cortázar pudo haber imaginado. La cuestión sería determinar cuál fue la razón de semejante trabazón: para las autoridades, todo comenzó cuando se decidió repavimentar parte de la capa asfáltica de la autovía.
La explicación de los cientos de choferes de camión atascados fue radicalmente diferente. El carbón representa el 70% de la energía que mueve el impresionante coloso chino. Hasta no hace mucho, el mineral se obtenía en la provincia de Shanxi. Pero eran explotaciones tan precarias que llegaron a provocar unas 1600 muertes en un año por desmoronamientos, explosiones o incendios. Ahora se explotan las minas de la lejana región de Mongolia Interior.
Los camioneros dicen que prefieren llegar a la capital a través de la Autopista 110, que en algunos tramos tiene un sólo carril, porque hay menos controles y no se ven obligados a sobornar a los policías para que no les secuestre la carga. Como dato anecdótico, durante el embotellamiento prosperó, inesperadamente, la economía del lugar: a lo largo de esos 100 kilómetros surgieron kioscos donde se vendían alimentos, medicamentos, ropa y revistas.
A medida que fueron pasando los días y el tedio se hacía más insoportable –otro verdadero infierno en superficie– se armaron partidas de naipes, y músicos locales y bailarinas mostraron sus virtudes al aburrido público. Algo similar está ocurriendo en el poblado de Atacama, donde cientos de periodistas de todo el mundo llevaron un oasis de prosperidad momentánea a los vecinos, para nada habituados a tanto visitante con recursos económicos merodeando por la zona.
Mientras tanto, en Pakistán, 20 millones de personas –la mitad de la población argentina– resultaron afectadas por los ríos desmadrados, que causaron el mayor desastre ambiental en la historia de ese país. La ONU lanzó varias peticiones de ayuda urgente. La cantidad de muertos supera los 1600 y, todavía ayer, las autoridades ordenaron la evacuación de 400 mil habitantes de tres ciudades sureñas, en el Valle del Indo.
Al menos 253.500 personas fueron simultáneamente evacuadas en la provincia de Liaoning, en el noreste de China, por el desborde del Río Yalu, frontera natural con Corea del Norte. Las lluvias torrenciales provocaron una subida inusitada del curso de agua, que derrumbó un dique de contención y arrasó centenares de viviendas. Algo más al sur, Nueva Delhi decretó el estado de alerta por las precipitaciones extremas que elevaron el Río Jamuna a niveles dramáticos. En el área urbana de la capital india viven cerca de 20 millones de personas. Las lluvias torrenciales también causaron 21 muertos en Afganistán, 8 en Turquía y 28 en la más lejana Nicaragua.
El otro elemento, el fuego, destruyó millones de hectáreas de bosque en Rusia y hasta amenazó plantas nucleares, arrasó cultivos y puso en riesgo a millones de vidas. El daño podría haber sido “de tres a diez veces mayor” que lo indicado por las autoridades de ese país, según evaluó Greenpeace en Moscú. Para la ONG, las llamas afectaron al menos 12 millones de hectáreas, y provocaron perdidas por unos 255 mil millones de dólares, cifra equivalente a los gastos presupuestarios anuales de Rusia.
Pero no es el único lugar de riesgo. Más de 30 mil incendios se registran en todo Brasil, especialmente en la región amazónica. Algunos focos están cerca del Palacio del Planalto, la casa de gobierno brasileña, según indicó un vocero del Instituto Brasileño del Medio Ambiente a la agencia italiana Ansa. “Los productores queman indiscriminadamente para abrir nuevas explotaciones agrícolas, el fuego es más barato que usar maquinaria, se economiza en tractores, pero con un gran costo ambiental”, señaló el especialista.
Las mismas razones se invocan para explicar los incendios que se registran en Bolivia, donde, como cada año, se produce el “chaqueo”, la quema de rastrojos y zonas boscosas para ampliar las áreas de cultivo. Allí, el director general de Gestión y Desarrollo Forestal boliviano, Weimar Becerra, sostuvo que se necesitarán unos 200 millones de dólares para reforestar las zonas arrasadas por el fuego. “Los latinos tienen un 83,3% más de probabilidades de estar expuestos a contaminación industrial que un estadounidense promedio”, dice un estudio de la Universidad de California en Irving. La explicación es que “son inmigrantes con poco o ningún conocimiento del inglés, con lo que quedan al margen de información crucial para protegerse”. Además, no están en condiciones de elegir mucho, aunque entiendan el idioma.
Hace cinco años, el 29 de agosto de 2005, el huracán Katrina destruyó el 80% de la ciudad de Nueva Orleans. Los fuertes vientos y la tormenta provocaron la ruptura de los diques de contención, 1800 personas murieron y 134 mil viviendas terminaron destruidas, entre la población pobre de la capital del jazz.
Felipe Arriaga era otro campesino de la Sierra de Petatlán. Al igual que Montiel, había sido detenido en forma ilegal por un crimen que no había cometido, y fue finalmente liberado por la presión internacional. Recibió en 2005 el Premio Chico Mendes, del Sierra Club, la organización ambientalista más antigua de los EE UU. En septiembre de 2009, una combi lo atropelló cuando iba a cruzar una ruta. Murió pocas horas después. El conductor del vehículo huyó.
Chico Mendes es aquel trabajador de las plantaciones de caucho que luchó contra la deforestación del Matto Grosso. “No firmen nada”, les decía Chico a los seringueiros, cuando eran presionados por los hacendados, para comprarles los terrenos. “Esta tierra es de ustedes. Cuando la transforman en dinero, pierden la posibilidad de sobrevivir. La tierra es la vida.” Mendes recibió el Premio Global 500 de la ONU, en 1987. Fue asesinado por dos fazendeiros el 22 de diciembre de 1988.
Como los campesinos mexicanos, los brasileños son gente sin instrucción. Pero saben del valor de la Tierra.

Tiempo Argentino
28 Agosto 2010