sábado

Manual de zonceras europeas

Extraña interpretación sobre la propiedad curativa de los fármacos, la de Guido Westerwelle, ministro de Asuntos Exteriores alemán. “Las medicinas tienen algunas veces sabor amargo, pero, justamente por ello, resultan eficaces”, fue la forma de explicarles a los griegos por qué deberían digerir los planes de ajuste y privatizaciones que proponen la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Planes que, como se dijo hasta el hartazgo, tienen como objetivo que Grecia pague puntualmente y en moneda dura sus deudas con los bancos, pero, fundamentalmente, que no siga el ejemplo perverso de los malos de la cuadra. Es decir, los argentinos, que no sólo se salieron del corset de una moneda que no emitía su banco central, sino que hizo severos recortes en el monto de su deuda externa.
Fue el Nobel de Economía Paul Krugman quien salió en defensa de estas pampas, ante los ataques que todavía algunos destilan contra el tupé de los sudamericanos para plantarse frente a los organismos internacionales. “Me sorprende que digan que Argentina no es un país serio. No veo cómo el default argentino puede ser presentado, entre todos los ejemplos posibles, como una advertencia para Grecia”, escribió en su blog del New York Times.
Pero el que coronó esta semana de reivindicaciones a la “salida argentina” fue el ex director del FMI, el francés Michel Camdessus. “Hicimos probablemente muchas tonterías, muchos errores con la Argentina”, afirmó en un encuentro con empresarios católicos en Buenos Aires el hombre al mando del Fondo durante el período de las privatizaciones y los ajustes perpetuos vernáculos.
Si Arturo Jauretche estuviera vivo, le hubiera recordado que esos “errores” no fueron fruto de tonterías sino de las zonceras que rigen en la inteligentzia económico-financiera desde hace décadas y que la crisis desatada en 2008 no hizo más que poner de relieve, mal que les pese a los “expertos” que confían en la utilidad de los remedios amargos.
Fue este criollo nacido hace un siglo en Lincoln, provincia de Buenos Aires –que de puro patriota se murió un 25 de mayo de 1974– el que explicó como nadie en qué consisten esas zonceras y a qué conducen. Tanto que con sólo releer esos textos fervorosos que escribió a lo largo de su vida cualquier mortal aprende lo que hace falta saber de economía política y hasta puede pasar por augur.
La primera de las zonceras que desarrolló en su ahora arquetípico manual –publicado en 1968– es la que él llama La madre que las parió a todas, la de Civilización y Barbarie, que explica una de las razones que justifican los usuales ataques contra los argentinos desde ambos lados de la frontera. Esta zoncera “intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo para su crecimiento según Europa y no según América”.
Esa misma sensación queda cuando se escuchan críticas contra los griegos y en modo admonitor se les habla del valor de los contratos, de la confianza en la palabra dada y de la importancia de pertenecer al primer mundo. No se les dice, en cambio, que no podrían tolerar verlos convertidos en incivilizados que osan desconocer reglas establecidas, como hicieron los rioplatenses. Y para peor, que les fuera bien.
“Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar”, anotó Jauretche, en un texto que bien podía hablar de la época en que el peronismo estaba prohibido, o del de 2001, o de esas naciones maliciosamente llamadas PIGS (cerdos) por Portugal, Irlanda, Grecia y España. Los malos de esta película que fallaron en cumplir las reglas neoliberales.
Prolífico, frontal e incisivo analista en sus últimos años, Jauretche –que venía del radicalismo yrigoyenista y adhirió al movimiento peronista el 17 de octubre– advirtió sobre las consecuencias del ingreso de la Argentina al FMI cuando la dictadura de Aramburu llamó a los técnicos de ese organismo para “sanear” la economía que había dejado Perón. “Asesorarse con los técnicos del Fondo Monetario Internacional es lo mismo que ir al almacén con el manual del comprador escrito por el almacenero”, escribió certeramente en noviembre de 1955, a dos meses del derrocamiento del gobierno peronista. Y señaló punto por punto en El Plan Prebisch: retorno al coloniaje, título premonitor si los hay, lo que habría de ocurrir de aplicarse esas medicinas.
El lector que conoce el texto sabe de lo que se habla, y el que no, reciba el buen desafío de comprobar la exactitud de lo que Jauretche vaticinaba con lo que se vivió en los años del menemismo y sobre todo en el último gobierno radical, el de Fernando de la Rúa.
“La mayor parte de nuestra industria, que se sustentaba en el fuerte poder de compra de las masas populares, no tardará en entrar en liquidación. Los argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida de todos los días. Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada...”, escribió. Hace 56 años.
Jauretche, presidente del Banco Provincia entre 1946 y 1951, describió también el rol de la banca en el esquema neoliberal. “El que maneja el crédito maneja más la moneda que el que la emite... El que maneja el crédito maneja más el comercio de exportación e importación que el que compra y el que vende... estimula determinadas formas de producción y debilita otras; establece qué es lo que se ha de producir y qué es lo que no; determina lo que puede y lo que no puede llegar al mercado con facilidades de venta, y maneja por consecuencia el consumo. El que maneja el crédito crea moneda de pago y poder adquisitivo... decide qué se produce en el país y qué no se produce, quién lo produce, cómo lo produce, cómo lo vende y cómo lo acapara, adónde lo exporta y en qué condiciones; determina las condiciones de la plaza, incide en la bolsa, todo, en una palabra”, añadió en otro jugoso tramo de ese libro.
Este apasionado polemista publicó un puñado abundante de libros que desde el título son como un guante arrojado en el rostro: Los profetas del odio; El medio pelo en la sociedad argentina; Filo, contrafilo y punta; Prosas de hacha y tiza.
“El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”, dijo alguna vez, como alentando a las tropas.
Pero también, luego de un fallido intento por reponer en el gobierno a Hipólito Yrigoyen en 1933, escribió un poema gauchesco que en su traducción al griego podría agotarse en pocos días, El Paso de los Libres, deliciosamente ambigua referencia al sitio por el que los revolucionarios radicales tuvieron que escapar de los dictadores de la primera Década Infame, prologado por Borges. Allí explica su medicina para terminar con los penares de trabajadores y de las clases marginales:

Hasta que un día el paisano
cansado ya de este infierno,
haciendo suyo el gobierno,
con solo esta ley se rija:
es pa’ todos la cobija,
o es pa’ todos el invierno.

Tiempo Argentino
Junio 25 de 2011

Los platos rotos de la boda

La premura del presidente francés Nicolas Sarkozy para designar al frente del FMI a su ministra de Finanzas obedece más a la desesperación por salvar la ropa que a un crudo nacionalismo. Un dato para apuntalar esta conjetura es que el interino del FMI, el estadounidense John Lipsky, está mostrando las garras en Europa. En concreto, según revela el diario británico The Guardian, presionó fuertemente para que Alemania alcanzara un acuerdo para rescatar a Grecia por segunda vez en un año, ante el peligro de que la crisis contagie al resto del continente y cruce el Atlántico. El otro es que los bancos franceses son los más expuestos ante un posible default helénico.
En este marco, España suda la gota gorda por las amenazas de que “los mercados” pongan contra las cuerdas definitivamente al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Por ahora, la dirigencia política y empresarial se mantiene en sus trece de que en la península todo está bien, salvo ese pequeño detalle de la explosiva situación griega, que castiga a los hispanos aumentando las tasas para nueva deuda.
En un editorial del diario El País, titulado sin tapujos “Para salvar el euro”, se insiste en que “la estabilidad política y económica europea depende de un pacto urgente sobre Grecia”. Para el matutino, todavía cercano al oficialismo y fuerte defensor del expansionismo español sobre América Latina en los ’90 –de la mano de las privatizaciones de empresas públicas impulsadas por el FMI en esos años de fulgor neoliberal– la indecisión europea “está poniendo en peligro la estabilidad financiera de la Eurozona y, como un efecto secundario grave, la solvencia de otros países europeos, como es el caso de España, que se enfrentan a un nuevo episodio de crisis de deuda.” La línea argumental es: las cosas tienden a mejorar y “casi todo el problema se resume en un nombre: Grecia”.
Sin embargo, va quedando al desnudo hasta qué punto España está en bancarrota desde que estalló la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, en 2008. Ahora se supo que la deuda de las comunidades autónomas y los municipios es mucho mayor de lo que inicialmente se había establecido. Para lo cual los ajustes diseñados hasta ahora resultarán insuficientes.
Por eso los ministros de Trabajo de la UE le piden que complete la reforma del sistema de negociación colectiva y que apure una nueva reforma laboral que, bajo la excusa de reducir la desocupación –del 20,7%, la más alta de la UE y el doble de la media comunitaria– y generar empleo para los más jóvenes, modifique a la baja los derechos de los trabajadores. El objetivo, dice el organismo supranacional, debe ser “garantizar que el crecimiento salarial refleje mejor la evolución de la productividad, así como las condiciones a nivel local y de empresa y dar a las compañías suficiente flexibilidad para adaptar internamente las condiciones de trabajo a los cambios en la situación económica.”
Para los argentinos, es música conocida con un final predecible. El problema es que todas las medidas que aprueban los líderes de la UE (lo que digan Sarkozy y la alemana Angela Merkel, en la práctica) junto con el provisorio mandamás del FMI, apuntan no sólo en una dirección que en estas costas se probó equivocada, sino que se disponen con el deliberado propósito de impedir en la península griega una solución a la argentina. Por eso tratan por todos los medios de que Atenas no provoque un default de la deuda y se salga del euro.
De todas maneras, según un trabajo de la cadena británica BBC, son muchos los analistas advertidos que de hecho la deuda griega es impagable, más allá de los nuevos paquetes de rescate. “Los mercados ya dan por descontado una dura suspensión de pagos. Para ellos, del 50% al 70% del dinero ya está prácticamente perdido”, dice el estudio.
El periódico madrileño, en tanto, explica en otro artículo las razones que llevaron a la crisis en la cuna de la civilización occidental. “La banca europea dispone del 81% de la deuda pública griega, y en especial las entidades francesas y alemanas tienen una mayor exposición”, un dato que no es nuevo. Pero a continuación agrega que “Standard & Poor’s ha rebajado la nota de solvencia de Grecia hasta CCC, dejándola ligeramente por encima de la calificación de impago efectivo”. En esta ubicación destaca, “la calificación de Grecia pasa a ser la peor de todos los países del mundo examinados” por la evaluadora de riesgos estadounidense.
Lo que no explica tanto el presuntuoso informe es que S&P nada dijo en su momento de las oscuras maniobras del banco Goldman Sachs, la entidad que, según reveló en su momento el estadounidense The New York Times, ayudó desde 2001, mediante una complicada ingeniería financiera, a que Grecia –que recién se incorporaba a la zona euro– pudiera burlar la disciplina económica de la Eurozona dibujando impúdicamente los balances presupuestarios. Y con el aval del banco – socio en Argentina del Grupo Clarín– pudo endeudarse hasta niveles disparatados, con entidades que creen a rajatabla en la mano invisible de los mercados y confían en ese puntal de Wall Street que es el Goldman.
Entre las maniobras detectadas en un informe que ahora investiga un fiscal de Nueva York, Grecia pactó con el GS alterar el tipo de cambio al que se firmaban los préstamos de modo que, en realidad, recibía más dinero para gastar –una lluvia de millones de euros– del que nominalmente figuraba como deuda emitida. La UE no detectó el desfase porque no fiscalizaba esos contratos. También creía en la mano invisible.
Ayer, el primer ministro socialista, Georgios Papandreu, modifico su gabinete con la esperanza de calmar las aguas, en vista de que el Parlamento se le pone reacio para aprobar la venta total de lo que queda del país para pagar deudas. Como nadie quería agarrar la papa caliente de la cartera de Economía, puso en ese lugar uno de los últimos soldados fieles que le van quedando, Evangelos Venizelos, hasta ahora titular de Defensa. Un abogado constitucionalista que gusta de la buena mesa y que, dicen, “hará lo que tiene que hacer”.
Enfrente tendrá que vérselas con los indignados griegos, los aganaktismenoi, que hace semanas vienen reuniéndose en la Plaza Syntagma (de la Constitución) para buscar salidas algo más democráticas a la crisis. Según Yorgos Mitralias, fundador del Comité Griego contra la Deuda (www.contra-xreos.gr) que se propone investigar el origen de la deuda, la venta masiva de empresas y propiedades públicas no reducirá la exposición del país, pero además será algo así como “vender la platería de la familia sólo para tener que alquilarla nuevamente a la hora de la cena”. Por eso, no se extraña de que los jóvenes, que rechazan toda cercanía con los partidos políticos –y con razón, dadas las circunstancias– gritan cosas como “No debemos nada, no vendemos nada, no pagamos nada”, pero también “Na figoun oloi”. Que se vayan todos.
Según la tradición, en las fiestas de casamiento griego se rompían platos en señal de alegría y desprendimiento. La costumbre se mantiene en los restaurantes de la diáspora griega. Allí aseguran que esta ceremonia, el kefi, es un homenaje al que baila zebékiko o el tsamiko.
Se ve que los aganaktismenoi no quieren pagar los platos de un baile al que no fueron invitados.

Tiempo Argentino
Junio 18 de 2011

La educación presidencial

El 22 de octubre de 1970, un grupo armado abrió fuego en Santiago contra el comandante del Ejército chileno René Schneider. El militar, líder del grupo legalista dentro de las Fuerzas Armadas, murió tres días más tarde en un hospital. No fue un ataque atribuible a grupúsculos terroristas ni a la inseguridad ciudadana. Fue un atentado perpetrado por la derecha más recalcitrante de ese país, alentado y financiado por la CIA y el presidente Richard Nixon, para evitar que Salvador Allende asumiera la primera magistratura y desde allí concretara sus promesas electorales.
La Doctrina Schneider fue la respuesta de militares que, respetuosos de la democracia, no aceptaron el convite de bloquear la llegada de Allende que otro general, Roberto Viaux, el instigador del asesinato, aceptó gustoso. “Nuestra doctrina y misión es de respaldo y respeto a la Constitución Política del Estado”, resumía Schneider. Allende fue derrocado tras meses de acoso político y económico, y ese detalle, que no se ignoraba, fue confirmado en 1998, cuando los Estados Unidos desclasificaron los documentos oficiales sobre aquel oscuro período de la historia latinoamericana.
Probablemente las intentonas de los carapintadas de tiempos de Raúl Alfonsín fueran el último estertor de esos ejércitos imbuidos de la Doctrina de la Seguridad Nacional para imponer democracias controladas en la región. Pero el establishment demostró que tiene recursos para sostenerse más allá de la voluntad de los pueblos.
Así fue que el propio Alfonsín padeció la última estocada a su gestión de manos del poder financiero. Y la Argentina, que había popularizado trágicamente la palabra “desaparecidos”, bautizó también otro término, “golpe de mercado”, para referirse a esa variante antipopular de guante blanco. Con corridas bancarias, escasez de alimentos, hiperinflación, descontento social. El periodista Horacio Verbitsky llamó a este período de “Educación Presidencial”. Los dueños del poder real, ya sea con amenazas uniformadas o desestabilizaciones financieras, dictaban a los dirigentes políticos lo que debían hacer para mantenerse en el sillón.
Lo que vino luego fue el más crudo neoliberalismo (“un salto sin paracaídas”, según el adalid de este proceso, Carlos Saúl Menem). Y al fin de toda esta época nefasta, Néstor Kirchner llegó al gobierno con el índice más bajo de aprobación y sin posibilidades de fortalecerse en el ballottage, porque Menem se bajó antes. Fue entonces que, sin espacio para intentonas armadas, y luego del desastre del sistema financiero en 2001, tomaron la posta los grandes medios.
Se recuerda aún el planteo que un alto directivo de La Nación al futuro gobernante. El plan que le proponía a Kirchner el centenario matutino de los Mitre consistía en un pliego de condiciones, pautas de “sobrevivencia” para una gestión que de otro modo, intimidaba el periódico, no llegaría ni a cumplir un año.
1- El país debe alinearse con los Estados Unidos.
2- No se debe revisar la lucha contra la subversión.
3- El presidente debe recibir en forma urgente a los empresarios.
4- Deben revisarse las relaciones con Cuba.
5- Debe generarse un mejor sistema de control del delito.
El lunes pasado, a pocas horas del triunfo de Ollanta Humala en Perú, el diario El Comercio, la versión andina de La Nación, publicó un severo editorial con un planteo similar hacia el ex militar, “acusado” de querer imponer un “régimen” como el que en Venezuela estableció Hugo Chávez. “Lo que debe y no debe hacer en economía el nuevo gobierno”, amenaza el título. “Lo que hay que hacer”, subraya un subtítulo del texto. Para reducir la pobreza le señala que el mejor camino “es aquel que convierte en empresarios a los pobres, esto es, dar a las personas más necesitadas capacidad para vender (y obtener ingresos) los recursos que tenga”. Y, cosa de que ni piense en cambiar lo que hay, esto es, el país con mayor índice de crecimiento en la década y el de peor distribución de esa riqueza del continente, le dice que para generar inversión es necesario mantener la confianza de los empresarios, “lo que incluye el respeto de las reglas de juego ya establecidas”.
Otro subtítulo, revelador también, explica “lo que no se quiere”. Y claro, no SE quiere la nacionalización de las actividades estratégicas, la creación de una empresa de telecomunicaciones del Estado y de una línea aérea de bandera. “Otra gran preocupación es la idea de reformar el sistema de pensiones, de modo que aumente el aporte al sistema estatal (para financiar una pensión a los mayores de 65 años), dejando como voluntario el aporte a una AFP”, finaliza el ultimátum.
El Comercio es el mismo diario al que renunció el escritor Mario Vargas Llosa días antes de los comicios, porque tenía una posición demasiado sesgada en contra de Humala. Una posición de rechazo lesiva de los elementales cánones del periodismo que horrorizó hasta al Nobel, al que no podría acusarse de populista ni de estatista.
Un ataque similar sufrió durante su campaña la brasileña Dilma Rousseff. Que, por traer un ejemplo, obligó a que Lula da Silva arremetiera contra ese puñado de familias que mantienen el control de los medios en el país más extenso y poderoso de Sudamérica. Algunas de esas familias se reunieron durante ese período de 2010 en un seminario para Democracia y Libertad de Expresión en San Pablo, del que participaron los mandamases de O Globo, Abril, de la revista Veja y de Folha do São Paulo, junto con un grupo de académicos afines.
“Tenemos que ser ofensivos y agresivos, no sirve reclamar después”, sentenció el periodista Arnaldo Jabor. “El PT es un partido contrario a la libertad de expresión. No hay dudas en relación a eso”, declaró suelto de cuerpo el filósofo Denis Rosenfield. “La idea de control social de los medios es oficial en los programas del PT. El partido podría haberse vuelto socialdemócrata, pero decidió que su camino sería el de la restauración stalinista. Y no casualmente el centro de esta restauración stalinista es el ataque verbal a la libertad de prensa y expresión”, completó el sociólogo Demétrio Magnoli.
Leonardo Boff, el legendario ideólogo de la Teología de la Liberación, expulsado de la Iglesia Católica por el todavía cardenal Joseph Ratzinger durante la gestión de Juan Pablo II, resumió aquellos golpes mediáticos contra la candidata petista: “En esta guerra vale todo lo factible, la ocultación de hechos, la distorsión y la mentira directa”, y definió a ese grupete de propietarios de medios como “familias que, cuando ven contrariados sus intereses comerciales e ideológicos, se comportan como “familia” mafiosa. “Son dueños privados que pretenden hablar para todo Brasil y mantener bajo tutela a la llamada opinión pública.”
Esa prensa que no toleró en Brasil el triunfo de Dilma, encontró un resquicio donde colar su agenda desestabilizadora en su jefe del gabinete, Antonio Palocci. Que sin dudas se benefició con la asesoría a empresas privadas –legal, quizás, pero moralmente cuestionable– pero también colaboró para que esas firmas acrecentaran sus propios beneficios. Por eso tal vez el costo que paga la presidencia es sólo político y no padeció un embate de eso que genéricamente se llama mercados.
El que sí los debe enfrentar, aun antes de probarse la banda presidencial, es Humala, quien el mismo lunes en que El Comercio le indicaba una hoja de ruta vio caer la Bolsa limeña más de un 12%. Una caída sin dudas “educativa”.

Tiempo Argentino
Junio 11 de 2011

Real Politik latinoamericana

Mañana seguramente el presidente Porfirio Lobo ocupará el lugar que corresponde a Honduras en la Asamblea General de la OEA en El Salvador. Y hablará loas de los pactos que permitieron el retorno de Manuel Zelaya a su país, luego de 23 meses de exilio, de la vuelta al redil continental, y de la construcción de la democracia en Honduras.
Pero son más que dudas las que persisten luego del inesperado Acuerdo de Cartagena, que lograron congeniar los presidentes de Colombia y Venezuela con el mandatario surgido de las cuestionadas elecciones hondureñas de 2009 y su derrocado antecesor. Un documento con un puñado de cláusulas sobre cómo manejar una situación explosiva que creció en la Nación centroamericana desde que un grupo de militares digitados por una de las oligarquías más retrógradas del continente emprendió una nueva aventura golpista con la excusa de salvar una Constitución que, parafraseando un viejo chiste de los hermanos Marx, en uno de sus artículos prohíbe modificar los demás.
La cronología que devino en aquel domingo en que Zelaya fue sacado en pijamas de su dormitorio y puesto de patitas en la frontera revela la profundidad de una crisis institucional que habrá que ver si se puede resolver sin más derramamiento de sangre.
El mandato del presidente –nacido en las filas liberales pero que a esa altura mantenía una estrecha relación con el progresismo sudamericano, y sobre todo con Hugo Chávez– finalizaba en enero de 2010, y las elecciones generales estaban convocadas para noviembre de 2009, sin posibilidad de reelección. En ese contexto, Zelaya impulsaba un plebiscito para aprobar la posibilidad de colocar una urna complementaria, destinada a consensuar un llamado a una Constituyente que modificara la Carta Magna.
Nada iba a cambiar en el corto plazo, era un voto para decidir si se votaba una convocatoria. Más complicado que explicar este galimatías sería contar cómo los acontecimientos derivaron en que el entonces jefe de las Fuerzas Armadas, Romeo Vásquez, se fuera convirtiendo en un hombre clave. Tanto que se negó a que sus tropas repartieran las urnas para el referéndum que se iba a hacer el 28 de junio de 2009. El presidente le pidió la renuncia –el 24 de junio– el mismo día en que el Tribunal Supremo de Justicia, de rancio conservadurismo, declaró la anticonstitucionalidad del llamamiento, en virtud de las cláusulas “pétreas” que impiden reformar así como así la ley fundamental, ni aunque fuera con el apoyo mayoritario de la ciudadanía.
La acusación contra Zelaya es que pretendía modificar los artículos que le impedían ser reelegido. Él argumentó que su intención era adecuar la normativa a las necesidades de cambio que expresaba la sociedad y los nuevos tiempos en el mundo. Honduras es uno de los estados bananeros eternamente víctimas de la codicia estadounidense. Luego de una seguidilla de gobiernos de facto, y bajo el impulso del presidente Jimmy Carter, en 1980 retornó a prácticas democráticas, aunque bajo seguridades de que el poder real siempre quedaría en los mismos grupos económicos, que casualmente son los más vinculados con Estados Unidos. La Constitución en vigencia data de 1982.
En otro escenario, las modificaciones que planteaba Zelaya hubieran pasado sin pena ni gloria, porque después de todo es miembro de esa clase dominante. Pero en algún momento de su presidencia se cruzó con Chávez y decidió apostar por nuevas relaciones internacionales. Conviene tener en cuenta que la crisis económica se extendía en el mundo desarrollado y Honduras es un pequeño país donde la pobreza estructural supera el 75 % y la expectativa de vida se ve reducida cotidianamente por una tasa de homicidios que sobrepasa los 67 por cada 100 mil habitantes por año.
Zelaya adhirió al ALBA, el organismo que el venezolano inventó para contrarrestar el ALCA, y también se sumó a Petrocaribe, una institución que le permitía acceder a petróleo de PDVSA a precio conveniente. Pecado mortal en una Nación donde el discurso dominante está alineado sin fisuras con la doctrina de la Defensa Nacional. Zelaya + Venezuela = Cuba fue la ecuación para que la propuesta fuera estigmatizada sin más.
El resto es otra historia. Los países latinoamericanos mostraron los dientes en forma casi unánime, mientras el recién asumido Barack Obama juraba que su administración era diferente, que venía a expresar el rostro amable de la civilización, que no tenía nada que ver con el putsch, pero negándose a tildarlo de golpe de Estado. El resultado fue que los EE UU siguieron brindando “ayuda” a Honduras, mientras que el resto del continente expulsaba al país de todos los foros regionales.
Porfirio Lobo resultó ungido presidente en unas elecciones que se parecieron mucho a las que se celebraban en la Argentina cuando el peronismo estuvo proscripto. Pero como las razones de Estado nutren la real politik, poco a poco los países que le cerraron la puerta por más de un año y medio fueron entreviendo que la situación se hacía insostenible. Y la asombrosa alianza entre Juan Manuel Santos y Chávez, que desde Buenos Aires pergeñara Néstor Kirchner para poner punto final a una chicana filobélica de Álvaro Uribe, fue dando frutos.
En estas crisis el organismo regional fue consolidando su perfil y justificando la necesidad de su existencia. Y aceptó que para tener continuidad es preciso sumar a todos los gobiernos sin distingos. Cosa de que incluso la derecha se vea en la obligación de sostener la institucionalidad y sea funcional a un proceso de integración entre los pueblos. Por eso el periodista de derecha y el militar socialista impulsaron, a la muerte de Kirchner, un esquema de remplazo en la Secretaría de la Unasur entre una colombiana y un venezolano. Toda una demostración de confianza y pragmatismo.
Pero nada es gratis, y esta real politik le cuesta a Chávez fuertes críticas por izquierda, a raíz de la extradición del periodista Joaquín Pérez Becerra y la captura de Guillermo Torres Cueter, acusados por Colombia de pertenecer a las FARC. El Acuerdo de Cartagena también recibió cuestionamientos de militantes del Frente Nacional de Resistencia Popular hondureño y de organismos de Derechos Humanos, que se niegan a olvidar los cientos de muertes desde que Zelaya fue expulsado del poder, entre ellos once periodistas.
Y razones no les faltan, porque si bien finalmente la Constitución podrá tocarse –lo que podría permitir la reelección de Lobo, vaya paradoja– y hay plafond para otras demandas zelayistas, deja impunes a los autores del golpe. Entre ellos el general Romeo Vásquez, hoy retirado y con un suculento sueldo como gerente de la empresa estatal Hondureña de Telecomunicaciones (Hondutel). Y sobre todo, no castiga a los medios golpistas, que ahora acusan a Lobo de haberse vendido a Chávez, que le vuelve a vender petróleo subsidiado a Honduras.
El ex secretario de Asuntos Hemisféricos estadounidense, el ultramontano Roger Noriega, fue muy claro desde las páginas de La Prensa, de Tegucigalpa: “El gobierno de Venezuela está dispuesto a invertir cantidades millonarias con tal de ampliar sus influencias en Honduras, y una de sus tácticas para lograrlo es promover una Asamblea Constituyente para convertir a ese país en el nuevo bastión del socialismo del siglo XXI y poner en marcha su modelo autoritario populista.”

Tiempo Argentino
Junio 4 de 2011

Se acerca el Día E

Hace un par de semanas, Barack Hussein Obama se sintió obligado a mostrar su partida de nacimiento para probar que realmente vino al mundo en Honolulu, el 4 de agosto de 1961. Por si quedaban dudas, a los pocos días ordenó a una tropa de élite que acabara con el peor de los males de los últimos diez años en la vida de los estadounidenses, según la óptica imperante. Así fue que mataron al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden. Este lunes dio otra vuelta de tuerca, y se dio el gusto de visitar la localidad irlandesa de Moneygall, donde nació un tartarabuelo por parte de madre. Para dejar constancia de que también tiene algo de europeo.
La visita del 44º presidente de los Estados Unidos al Viejo Continente le sirvió para exponer ante el mundo esa voluntad de dominio que ya había ostentado cuando, a pocas horas del anuncio del operativo contra Bin Laden, declaró muy suelto de cuerpo: “Hemos vuelto. América probó que puede hacer lo que se proponga (“América can do whatever we set our mind to”, literalmente que “los Estados Unidos pueden hacer lo que nos pongamos en la mente”, o, diríamos en estas costas, “lo que se nos cante”).
Por supuesto que lo más fácil es interpretar esa frase como una bravuconada, una amenaza imperial al viejo cuño. Pero también puede ser la manifestación de debilidad. De una fragilidad que se puede entender en el marco de la crisis económica que taladra la base de la sociedad estadounidense y europea como no hay memoria en décadas y que amenaza a trabajadores estadounidenses tanto como a griegos, portugueses, españoles e italianos.
No es casual que el miércoles, en el Westminster Hall, el sector más antiguo del Palacio de Westminster, Obama reafirmara los fuertes lazos que unen a la corona británica con su antigua colonia como pretendidos defensores de la civilización y gendarmes del sistema capitalista. “La relación entre los Estados Unidos y el Reino Unido es el eje central de la seguridad para ambas naciones”, coincidió con el primer ministro David Cameron.
El Palacio tiene 900 años y apenas tres dignatarios extranjeros habían obtenido la gracia de dirigirse a las dos cámaras del Parlamento desde ese magno sitio desde fines de la Segunda Guerra Mundial: el francés Charles de Gaulle, el sudafricano Nelson Mandela y el Papa Benedicto XVI. Nunca un “americano”.
Obama resaltó la alianza, que se consolidó en la Primera Guerra –cuando el viejo imperio logró derrotar a sus enemigos continentales con la ayuda de Washington– y viró desde 1945, cuando el Reino Unido estuvo entre los ganadores de la Segunda, pero perdió definitivamente su influencia mundial y antes que salirse del escenario aceptó compartir el liderazgo como socio menor.
“Hoy, tras una década difícil que comenzó con guerra y terminó con recesión, nuestras naciones han llegado a un momento crucial una vez más. Una economía mundial que estuvo al borde de la depresión es ahora estable y se está recuperando”, se explayó Obama. Pero la frutilla del postre fue su caracterización de estos tiempos decisorios. “Quizás se argumenta que China, India, Brasil representan el futuro y que el momento de nuestro liderazgo ha pasado. Pero ese argumento es falso. La hora de nuestro liderazgo es ahora”, alardeó Obama ante políticos, representantes de la jerarquía eclesiástica y funcionarios gubernamentales.
Horas más tarde emprendió camino hacia Deauville, una pequeña localidad francesa en la Normandía donde se desarrollaría la Cumbre del G-8, que no es otro que el grupo de los siete países más industrializados del mundo –los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Canadá y Japón– más Rusia desde hace una docena de años. El dato no es trivial, porque Moscú, que acompaña a los países ricos como nación europea, también tiene puestos algunos huevos en la canasta de los BRICS, precisamente los países ninguneados por Obama en el Westminster Hall.
Tampoco es trivial el dato de que en las costas de Normandía se produjo, el 6 de junio de 1944, la Operación Overlord, el desembarco de 150 mil soldados aliados –73 mil estadounidenses y 83 mil británicos y canadienses– que pondría fin al avance de las tropas alemanas y decidiría el resultado de la guerra.
“Mordisqueado por los emergentes, el G8 resiste”, titulaba el diario Le Monde. Y The International Herald Tribune se preguntaba por cuánto tiempo más ese club de potentados en desgracia iba a poder manifestar alguna influencia. Por eso el “dueño de casa”, el presidente Nicolas Sarkozy, fue también explícito en su interpretación de lo que se decidía en esa cumbre. Y pretendieron marcar agenda con propuestas que no se parecieran a las del G-20, el grupo de los emergentes que tanto están desvelando a los dueños de la pelota. Así se explica que hayan llegado a hablar de la gobernanza de Internet. De tal manera que, aún en medio de la crisis del euro, se permitieron lujos de otras épocas, como anunciar una línea de crédito de 20 mil millones de euros para fomentar la democracia en Egipto y Túnez. Y volvieron a prometer que los días de Mummar Khadafi están contados.
Como era inevitable, el tema de un remplazo para el fervoroso ex director del FMI se coló en la cumbre. Y aunque el propio Sarkozy argumentó que no era potestad del G-8 nominarlo, el lobby de los ricos le dio vía libre a la candidatura de la ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, una ahijada del establishment financiero mundial que vivió por 25 años en los Estados Unidos y garantiza las mayores seguridades a Wall Street.
Pero, claro, acá es donde se ve que los emergentes, si bien pueden no asustar todavía, si les da el cuero para preocupar. Porque ya anunciaron que no van a aprobar así como así lo que digan los poderosos. México ya anotó un candidato, mientras que Brasil dijo que hay que estudiar las cosas un poco más de tiempo y China propuso una votación abierta y que gane el mejor. En este marco podría entenderse la propuesta negociadora de Sarkozy de que sería bueno tener a un país latinoamericano como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Celso Amorim, el canciller de Lula da Silva, explicó cuál fue la estrategia de estos países que aspiran a desarrollarse y por los que ahora ponen las barbas en remojo en el norte: “Intentamos trabajar dentro de las Naciones Unidas, pero al mismo tiempo impulsamos reformas desde el exterior.” Y las evidencias de que así lograron cosas, según el ex funcionario brasileño, son que hubo algunas leves, tímidas reformas en el Fondo con DSK. “Nunca hubiera habido cambios en el sistema de cuotas si la presión llegaba sólo desde adentro del FMI; es realmente el empuje del G-20 el que provocó el cambio.”
Mientras tanto, en Buenos Aires un puñado de ministros de Defensa sudamericanos comienza a analizar nuevas formas de apoyo y seguridad comunes, sin injerencia de las potencias dominantes. Y en Honduras se logra el retorno del derrocado presidente Manuel Zelaya. No será la mejor solución para un golpe institucional, pero es una salida que permite dar cuenta de que ya no hay espacio para los viejos modelos antidemocráticos, impulsada por la Unasur.
Aquel 6 de junio fue conocido como el Día D, por el desembarco, pero podría asimilarse a los países desarrollados que intervinieron en la contienda. No falta mucho para el Día E, en que los emergentes –entre los que está la Argentina– recuperen definitivamente las riendas de su destino.

Tiempo Argentino
Mayo 28 de 2011