sábado

Diez años pasan rápido

En la mira de los especuladores, Italia tuvo que pagar unas tasas de interés fuera del límite de lo razonable para colocar bonos por poco más de 12 mil millones de dólares. Duro estreno del gobierno tecnócrata de Mario Monti, quien hasta hace unos días era la promesa de consolidación de la esquiva realidad económica que dejó el inefable Silvio Berlusconi.
Para poner esta aseveración en números, Italia tuvo que pagar un promedio de 7,814% para conseguir 2000 millones de euros en bonos a dos años, casi el doble de los 4,628% que debió pagar en la anterior subasta, el 26 de octubre.
Por los otros 8000 millones de euros que emitió ayer, pagarán a seis meses el 6,504%, que también duplica una colocación anterior, de 3,535%. El rendimiento de los bonos italianos a diez años subió a 7,30%, una cifra que está por encima del margen de 7% que se considera el tope de sustentabilidad, en vista de lo que se vivió en los momentos previos a los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal. Estos números incluso podrían ser mayores si no fuera porque el Banco Central Europeo salió a comprar deuda italiana en el mercado secundario, según revela la agencia Bloomberg de fuentes reservadas.
Pero los mercados especulativos no solo afilan sus dientes sobre Italia. Portugal padece un nuevo embate sobre sus devaluados papeles y la prima de riesgo país trepó por encima de los 1000 puntos básicos (curiosamente muy similar a la que la Argentina de 2001 padecía hace una década). Las agencias de evaluación habían bajado la calificación de su deuda a cuasi basura, ahora las obligaciones lusitanas a diez años en el mercado secundario cotizan al 12,3% de interés. En el caso de los títulos portugueses a dos años, la prima pasó del 16,2%.
Por las obligaciones a cinco años, los inversores se plantaban en el 15,4%. También Bélgica apareció en el ojo de la tormenta, y los papeles belgas para el término de diez años superaban por primera vez los 350 puntos básicos (3,5%) sobre la deuda alemana.
El índice país en esos territorios es el diferencial por sobre lo que pagan los inversores por el bono alemán. Y precisamente estos títulos, medida de todas las cosas en el mundo económico financiero de la Europa de estos tiempos, están mostrando también señales de que ya no son el refugio que supieron ser hasta no hace mucho. Así, el Euro-Bund-Future –instrumento de referencia– cayó un 0,53%, hasta los 134,33 puntos, y el rendimiento a diez años volvió a subir hasta 2,235 %. Es más, el miércoles Berlín sólo pudo colocar el 62% de los papeles que sacó a oferta pública, lo que expresa para los analistas del Commerzbank el miedo de los inversores a la solidez que pueda mostrar la primera potencia europea cuando todos alrededor –incluido su principal socio, Francia– están en zona crítica.
El nivel de descrédito sobre la consistencia europea llevó a que el presidente de la Comisión Europea (CE), el portugués José Manuel Durão Barroso, volviera a lanzar un pedido desesperado a las naciones más poderosas del continente para que den muestras indubitables de que apoyarán al euro “sin reservas” en este momento “preocupante” para la Unión Europea. Desde Estoril, Durão Barroso consideró que el reto de la zona euro es ver si “hay la solidaridad necesaria para sustentar una moneda única”.
Por ahora, la solución que aceptarían los alemanes pasa por modificar el Tratado de Lisboa, el documento que oficia de Carta Magna para el bloque regional. No se sabe mucho de los detalles de lo que pretenden Nicolás Sarkozy y fundamentalmente Angela Merkel, pero todo indica que irá en la línea de las modificaciones que debieron aceptar españoles e italianos, que incluyeron una cláusula para que el desborde fiscal sea un delito de lesa constitución. En el caso de la UE, además del compromiso económico, cada país debería aceptar la intervención de los organismos supranacionales para comandar los barcos que caigan en avería financiera a “buen puerto”.
Habría que mencionar que no sólo el ataque especulativo se ensaña con los países del euro, ya que las agencias también devaluaron los bonos húngaros, ante la protesta del gobierno magyar, que desplegó buenas razones para considerarlo un ataque meramente especulativo: Hungría, en la UE pero con moneda propia, subió su nivel de endeudamiento hasta el 82% del PBI, similar al de Francia y Alemania, contra el 180 % de Grecia y el 120 % de Italia. Hay que señalar que, además, no se pueden dar el lujo de devaluar porque eso significaría abandonar el euro. O sea, Hungría no está peor, pero la califican peor.
Ante esta situación, algunos especialistas europeos ya hablan de que se está produciendo una verdadera fuga de capitales. Hacia América Latina, en forma de financiación de proyectos mineros o industriales. O en busca de menos riesgo bancario, aunque parezca extraño.
“América Latina es uno de los nuevos centros de poder en el mundo”, se encargó de registrar el ministro alemán del Exterior, Guido Westerwelle, durante una conferencia en una cumbre a la que asistieron representantes latinoamericanos. “Europa tiene que reformular su postura” sobre esa región del mundo, destacó el alemán.
“Una Europa en crisis y una América Latina emergente tienen buenos motivos para reenamorarse”, replicó la Secretaria General de la Unasur, María Emma Mejía. La diplomática colombiana, quien sucedió al ex presidente Néstor Kirchner al frente de la institución regional, abundó luego en detalles sobre los recursos que tiene la región.
“En una época de crisis como esta podemos decir que hoy somos parte de la solución y no parte del problema, como nos ocurría antes”, añadió Mejía, quien destacó además que América Latina vive un “renacimiento político, económico y cultural sin precedentes”.
Hace unos días, en un encuentro informal, el analista internacional Carlos Escudé recordaba con ironía el grave error que suelen cometer los evaluadores de riesgo internacionales. Porque, insitía, “durante el siglo XX cualquiera que apostó a mantener sus riquezas en Europa padeció una infinidad de crisis económicas pero básicamente lo perdió todo en dos cruentas guerras mundiales”. Cierto que América Latina es un territorio de paz sin conflictos entre los países y con una uniformidad destacable que permite que casi 600 millones de personas esparcidas en 21 millones de kilómetros cuadrados puedan hablar prácticamente un mismo idioma.
Pero, como recuerda elípticamente Emma Mejía, el continente siempre ha padecido en mayor medida las crisis europeas. Sin embargo, ahora, por alguna inédita alquimia, los países centrales no han podido trasladar sus desbarajustes y sufren las consecuencias de sus errores en carne propia.
La medida del riesgo es sobre bonos a una década. ¿Quién hubiera apostado a este presente de América Latina y principalmente de la Argentina hace diez años? ¿Quién se atrevería a apostar por el futuro de Europa hacia 2021?

Tiempo Argentino
Noviembre 26 de 2011

Jugada democrática

La última sorpresa griega fue el intento de referéndum anunciado por Georgios Papandreu que, ante las nada diplomáticas presiones de franceses y alemanes, tuvo que retirar de la escena. “Teníamos tres alternativas: la primera era catastrófica, convocar elecciones; la otra era el referéndum, y la tercera solución era lograr un consenso más amplio para sacar adelante el plan de salvamento”, explicó en una nerviosa jornada en que terminó por pedir un voto de confianza ante el revuelo de su anuncio. “El referéndum no era un fin en sí mismo. El fracaso a la hora de aprobar el rescate hubiera supuesto nuestra salida del euro. Pero si hay consenso no hace falta un referéndum”, se explayó.
Los aprietes del francés Nicolas Sarkozy y de la alemana Angela Merkel fueron feroces pero ponían sobre el tapete la cuestión de fondo que se dirime en la Eurozona. Las reglas de juego las dictan Francia y Alemania, mal que les pese a sus socios regionales. Y entre ellas no figura que uno de sus países miembros decida cortarse solo y decidir si un acuerdo como el alcanzado a los tirones para reducir la deuda a la mitad a cambio de ajustes brutales –y que compromete el futuro de un par de generaciones– debe ser o no sometido a la voluntad popular.
Porque ¿qué ocurriría de triunfar el rechazo, como se puede prever sin ser ducho en sondeos preelectorales? ¿Qué salida podría ofrecer Atenas que no fuera abandonar el euro y forzar una quita aún mayor o directamente ir a un default total? Esa posibilidad no cabe en los cálculos de los dirigentes paneuropeos, porque cualquier abandono sería un golpe mortal para la moneda común y seguramente la extremaunción para la economía continental.
Bueno es recordar ahora que la crisis se ensañó sobre todo en países que ya venían algo escorados en 2008 y que terminaron de darles la razón a los gurúes que, ante la primera señal de que el sistema financiero comenzaba a mostrar grietas, anotó con un acrónimo despiadado la inicial de las primeras posibles víctimas. Portugal, Italia (al principio era Irlanda), Grecia y España (Spain) da como resultado Pigs (cerdos, en inglés).
Así se sienten los ciudadanos de esas naciones, que reclaman soluciones a una situación que se traduce en la pérdida de beneficios sociales, baja de salarios, desocupación, inestabilidad y desesperación y que terminaron convertidos en espectadores de medidas que no aceptarían jamás por las buenas.
En el caso de Grecia, una decena de huelgas generales sirvieron para mostrar mucha fuerza pero poca efectividad práctica. En España, salvo el movimiento 15-M, que no se plantea opciones de política electoral, todo parece centrado en esperar el resultado de las elecciones del 20 de noviembre, con el prácticamente seguro triunfo del derechista Partido Popular, que cortará allá donde el Socialismo Obrero Español no se atrevió aun a hincar las tijeras. Que a esa altura ya no será tanto.
Italia ve tambalearse nuevamente al gobierno de Silvio Berlusconi. Pero a lo largo de su carrera política Il Cavaliere atravesó tantos trances en contra que para él no pasaría de ser otro embate contra su persona. Sólo que esta vez los planes de austeridad que le exige la Unión Europea no vienen solos sino que incluyen la instalación de un equipo de inspectores del FMI en territorio italiano para vigilar de cerca que se cumplan las promesas de reducir el presupuesto. Portugal, que en junio cambió gobierno, no por eso dejó de adecuarse al Diktat de Bruselas.
El embate final, sin embargo, es en la cuna de la democracia, el territorio donde el tercer Papandreu que llega a primer ministro (su abuelo lo fue en los ’60, su padre en los ’90), luchó por meses como gato entre la leña para darle largas al asunto y conseguir en tanto una quita del 50% en la deuda.
Hasta que anunció un referéndum que hizo temblar a Merkel y Sarkozy, y tiró un escalón más abajo todas las bolsas. Sucede que a la solución democrática no le fue muy bien para respaldar las decisiones del sistema de gobernanza común. Dinamarca y Suecia, por ejemplo, forman parte de la Unión Europea pero rechazaron en sendas consultas populares adherir a la moneda común, en 2002 y 2003. El año pasado, los islandeses también votaron en contra de los acuerdos de su gobierno para reparar las pérdidas sufridas por los bancos británicos y holandeses con el derrumbe de su sistema financiero de 2008.
Pero el antecedente más dramático se produjo en 2005, cuando se estaban dando las puntadas finales para la aprobación de la Constitución de la Unión Europea, el corpus legal que debía institucionalizar a la comunidad de naciones.
Algunos miembros de la UE aprobaron el texto en el Parlamento, pero otros decidieron someter la Constitución a una consulta popular, como para darle mayor entidad democrática. El problema fue que Holanda y Francia la rechazaron abrumadoramente. Para no arriesgarse a otro fracaso, la dirigencia comunitaria apostó a un documento que contuviera las mismas prerrogativas y características de una Ley de Leyes, pero sin el problemita de que pudiera ser denegado. Fue así que se elaboró el Tratado de Lisboa, finalmente aprobado por representantes de la población a través de cada uno de los congresos sin pasar por el veredicto de las urnas.
El Tratado de Lisboa fue firmado por los representantes de todos los miembros de la UE en diciembre de 2007 en la capital portuguesa. De la Constitución ya nadie habla fuera de las academias de estudio o los libros escolares.
Destino de olvido tendrá también el proyecto de referéndum de Papandreu. No así los acuerdos económicos que la UE obliga a cumplir sin la posibilidad de salirse del juego ni de debatir en un comicio.

Tiempo Argentino
Noviembre 5 de 2011