sábado

Las artes oscuras

Distraído, abatido, como un hombre con el corazón destrozado (…) salió de su casa a las tres de la tarde del 17 de julio y fue a dar un paseo bajo la lluvia. Se cruzó con una vecina, charló brevemente con ella, dijo “adiós, nos veremos” y siguió andando, adentrándose en los bosques que rodeaban su casa (…). En un lugar apartado debajo de un árbol, uno de esos sitios en los que quedan los enamorados, abrió una botella de Evian y se tragó nueve analgésicos. Se sentó al pie del árbol, se quitó el reloj y se hizo un pequeño corte en la muñeca izquierda con un cuchillo de jardinero. Pero no brotó sangre. Lo intentó una segunda vez, con el mismo efecto; como si temiera al dolor, o quizás no estuviera todavía totalmente convencido de la medida que había decidido tomar. En el quinto intento no titubeó y se seccionó del todo una arteria. Bebió uno o dos tragos más de agua mineral mientras se desangraba suavemente hasta morir.”
Podría ser el inicio de una novela de suspenso. Algún apresurado podría incluso tomarlo como la posible descripción de los últimos momentos de vida del periodista británico Sean Hoare, encontrado muerto el 18 de julio pasado. Pero es la crónica que desde Londres escribió para el diario español El País John Carlin sobre la muerte del científico David Kelly, otro 18 de julio, pero del año 2003.
Las similitudes entre ambos casos fueron traídas a la luz cuando el ex cronista de espectáculos del desaparecido News of the World fue encontrado muerto en su casa de Watford, en el condado de Hertfordshire, en las afueras de Londres. Kelly era un biólogo de prestigio, que por esas cosas de la vida, terminó como asesor del Ministerio de Defensa e inspector militar de Naciones Unidas. Solía decir que cuando conoció a Saddam Hussein, supo que los próximos diez años de su vida estarían relacionados con el líder iraquí. Kelly había sido convocado durante la primera guerra contra Irak, luego de su invasión a Kuwait en 1991, para estudiar qué era eso de las armas biológicas de los iraquíes.
Sus informes sirvieron luego como fundamento para que en 2003 George W. Bush completara la tarea iniciada por su padre: la invasión plena. Para lo cual aprovechó la colaboración de dos líderes “occidentales” que sintonizaban su misma onda. El entonces primer ministro británico Tony Blair (laborista) y el jefe del gobierno español, José María Aznar (conservador, y miembro del directorio del holding Murdoch).
Blair le acercó a Bush los informes de Kelly, aunque un poquitín retocados. A raíz de lo cual, el científico aceptó ser informante para un reportaje difundido por la BBC, en el que aseguraba que se había exagerado la importancia de las supuestas armas químicas en poder de Hussein. En definitiva, que Blair había manipulado información para congraciarse con Bush en la aventura invasora.
Sucede que Kelly fue una fuente anónima, pero el periodista de la BBC dio suficientes pistas como para que el gobierno lo identificara y lo “quemara” ante la opinión pública. Kelly fue sometido al escarnio y aparecía como una especie de traidor al país que le pagaba sus salarios.
Casi para la misma fecha –14 de julio del 2003, otra casualidad– la esposa de un diplomático estadounidense, Valerie Palme, también era “quemada” como agente encubierta de la CIA por el Washington Post. El marido, el ex embajador Joseph Wilson, también había investigado un tema relacionado con las armas para Hussein, y encontró que no había evidencias de que tuviera un plan para construir una bomba nuclear. Los detalles pueden verse en el film Fair Game, protagonizado por Sean Penn y Naomi Watts, del año 2010.
Palme y Wilson pudieron rehacer sus vidas. Kelly apareció muerto en un bosque de Oxfordshire. Y provocó un escándalo del que le costó volver al entonces primer ministro y a la cadena BBC. Incluso recibió críticas el periodista que hizo la nota, Andrew Gilligan. La investigación judicial determinó que el biólogo se había suicidado, que la causa de la muerte fue por una “hemorragia por heridas incisas de la muñeca izquierda” en combinación con la “ingestión de coproxamol y una aterosclerosis coronaria”. El juez, aunque considerado un hombre serio e intachable, clasificó como ultrasecretos el informe de la autopsia y las fotografías del cuerpo por el término de 70 años, según señaló, “para proteger a la esposa e hijas de Kelly de la angustia de los informes de los medios de comunicación acerca de la muerte”.
“Estar en el ojo de la tormenta es una experiencia horrible. No creo que (Kelly y Hoare) hayan sido asesinados porque nadie estaba interesado en hacerlo, cualquiera que tenga por lo menos una partícula de sensatez en el gobierno no lo haría, porque son conscientes de que el hecho de matarlos sólo daría más envergadura a la historia. Ambos estuvieron bajo una tremenda presión como personas que poseían información y no pudieron hacer frente a la situación”, comentó el mismo Gilligan, ahora editor en el Daily Telegraph de Londres.
Tal vez tenga razón, pero desde que el cuerpo de Hoares apareció sin vida muy poco se avanzó en la investigación. Que no había evidencias de homicidio, dijo al policía. Que había sido despedido de los medios Murdoch por sus adicciones. Deslizando la sospecha de que se pasó de la medida. Pero Scotland Yard está en el centro de las acusaciones por el escándalo Murdoch, y precisamente Hoares había denunciado la corruptela armada desde el ya desaparecido News of the World para pinchar teléfonos y hacer seguimientos a estrellas mediáticas y a políticos.
El problema es que ni siquiera los medios le dan mucha relevancia al hecho puntual de la muerte. Uno de los pocos que recordó su figura fue Nick Davies, desde las páginas del The Guardian, el diario que batió parches por meses con los oscuros procedimientos de los Murdoch. Davies, que lo tuvo como fuente, describió a Hoare como un hombre amable y sencillo. Quizás arrepentido del daño que había hecho mientras trabajó para el multimedio. Y convencido de que debería haber alguna forma de reparar ese mal.
“Contó que comenzaba el día con un desayuno de estrella de rock: una línea de cocaína y una botella de Jack Daniel’s; después seguía bebiendo todo el día mientras recababa chismes y enviaba sus textos”, escribió Davies.
“Venía de la clase trabajadora, fanático del Arsenal, siempre votó por el laborismo y se definía como un Cláusula IV”, como se llama dentro del partido a los que todavía se consideran socialistas y creen en la propiedad pública de los medios de producción. “Pero, al trabajar como reportero, de repente se encontró hasta los codos en las drogas y el delirio”, dice Davies.
“Se me pagaba por ir con las estrellas de rock a meternos droga, pastillas, cocaína. Era un mundo muy competitivo”, le dijo, y agregó que “por lograr la exclusiva tenías que estar dispuesto a hacer cosas que ninguna persona en su sano juicio haría”. El caso es que se fue desbarrancando y dejó de ser útil para una maquinaria perversa a la que llamó “las artes oscuras del periodista”.
En septiembre del año pasado habló con The New York Times y acusó al entonces asesor en medios del primer ministro David Cameron, Andy Coulson, de haber obligado a sus periodistas a utilizar estas prácticas perversas para incrementar las ventas del NOTW. Y describió en detalle las distintas modalidades de las que también participaban agentes de Scotland Yard.
Un amigo de Hoare dijo que en estas últimas semanas “se volvió paranoico”, y decía que desde el gobierno lo estaban persiguiendo. “Si alguien pregunta por mí, di que no estoy”, dice que le dijo. “Luchaba una batalla constante contra el alcohol”, agregó.
La investigación sobre el escándalo Murdoch debería continuar, según pide la oposición, con las relaciones del multimedios, el gobierno y la policía. Pero también comienzan a revelarse las vinculaciones del magnate australiano con el laborismo.

Tiempo Argentino
Julio 23 de 2011

El poder de los medios

Vincent Cable es un economista británico recibido en Cambridge, que supo hacer carrera en la empresa privada –ocupó altos cargos en la Shell– y tuvo participación importante en la fundación del partido Liberal Demócrata. Integra en este espacio que forma parte de la coalición gobernante en Gran Bretaña, lo que podría llamarse el ala liberal, en el mejor sentido sajón del término. Esto es: cree en las leyes del mercado pero también en las regulaciones. Considera que la empresa privada es un pilar en la sociedad, pero a la vez entiende que la política impositiva sirve para guiar la mano invisible de los mercados. Es autor de un libro revelador, The Storm (La Tormenta) donde analiza la crisis económica que se desató en Gran Bretaña a partir del estallido del modelo especulativo inmobiliario en los Estados Unidos y Europa. Allí habla del rol de los créditos basura en el trasfondo de esa crisis, y desliza su pretensión de mayores controles sobre los bancos y el sistema financiero.
No es que The Storm revele algo demasiado novedoso. El tema es que lo dice uno de los líderes intelectuales de los liberal- demócratas británicos, que cogobiernan desde mediados de 2010, tras desplazar al laborismo del poder. Cable –apellido significativo si los hay en esta trama– fue uno de los operadores políticos del encuentro entre Nick Clegg y el conservador David Cameron, ahora primer ministro.
Desde ese lugar aspiró primero al Ministerio de Finanzas, para poner en práctica sus ideas sobre el modo de recuperar la economía de su país. Pero se tuvo que conformar con el de Negocios, Innovación y Oficios. Una dependencia para la pequeña y mediana empresa desde la que, hace unos días, presionó a los grandes bancos. “Aplicaremos un impuesto a las inversiones para los que no den créditos adecuados a las pymes”, amenazó.
Pero el salto a la fama de Cable se produjo a mediados de diciembre del año pasado, cuando trascendió una conversación que había mantenido con las que creyó dos militantes de su partido y resultaron ser periodistas del Daily Telegraph. Por esos días, la cartera a su cargo tenía que aprobar la compra del 61% de la empresa British Sky Broadcasting (BSkyB), el mayor proveedor de televisión por cable británico. El comprador era el dueño del 39% restante de las acciones, el magnate australiano Rupert Murdoch.
En aquella controvertida charla, Cable dijo algo políticamente incorrecto: “He declarado la guerra al señor Murdoch. Creo que ganaré. No lo he politizado porque es una situación legal. Está intentado tomar el control de BSkyB. Es un accionista minoritario y quiere ser mayoritario. Lo he bloqueado usando los poderes que tengo.”
Las damas también anotaron otra frase de esas que sólo deberían susurrarse en la intimidad: “Tengo una bomba, una opción nuclear que puede hacer caer al primer ministro.” Claro que, aclaró, activaría el detonador sólo si se sentía muy apurado por los compañeros de ruta conservadores. La publicación mostró a la flamante coalición en medio de una guerra constante de posiciones por el control ideológico de este proceso. Pero desató una crisis que sólo se calmó cuando Cameron negoció un sutil enroque con los liberal-demócratas. Así, el tema medios salió del área de Vincent Cable y pasó al Ministerio de Cultura, Medios y Deportes, a cargo del conservador Jeremy Hunt. La batalla parecía haberla ganado Murdoch, pero la bomba con la que amenazaba el economista de Cambridge finalmente explotó, unos días antes de que Hunt estampara su rúbrica en el acuerdo de BSkyB. Curiosa coincidencia.
Porque las escandalosas operaciones de espionaje del legendario News of the World (NOTW) se difundieron en un nuevo contexto y con nuevos agregados. Y la prensa mundial reflejó el horror de periodistas que aplicaban técnicas reñidas con la ética profesional y no tenían empacho en violar la ley con tal de obtener primicias.
El caso más emblemático es el de la familia de Milly Dowler, la chica de 13 años, a la que el semanario pinchó el celular mientras estaba secuestrada y fue encontrada muerta seis meses después, aunque la familia y la policía creían que continuaba con vida porque el diario seguía publicando información que dio lugar a falsas esperanzas. Sin embargo, el caso es de marzo de 2002. The Guardian insistió con estos fantasmas del pasado.
La lista de teléfonos pinchados podría sumar hasta 4000. La técnica es de una sencillez que abruma: las empresas telefónicas suelen dar un número clave para la casilla de correo de voz que consiste en cuatro dígitos (1234, o 1111, por ejemplo) que el usuario debería cambiar y normalmente pocos hacen. Sólo les hizo falta hallar las claves de los más preocupados por su seguridad, para lo cual contrataron detectives privados o pagaron sobornos a empleados desleales o policías no menos infieles.
La que parece haber pergeñado el método –según todas las sospechas y acusaciones– es la actual número dos del emporio Murdoch, Rebekah Brooks, quien llegó a dirigir el NOTW entre 2000 y 2003. La mujer no es querida en el ambiente. La catalogan cuando menos de ser una trepadora sin escrúpulos. Al punto que el anunciado cierre del periódico, fundado en 1843 para ser leído por la incipiente clase trabajadora británica, fue entendido como una concesión para no entregar la pelirroja cabellera de la dama.
Entre los que cayeron en esta rodada está también quien dirigió el NOTW entre 2003 y 2007. Andy Coulson tuvo que dejar el cargo cuando el redactor encargado de la familia real, Clive Goodman, y el detective privado Glenn Mulcaire fueron encarcelados tras las primeras denuncias por las escuchas. Pero fue “rescatado” del olvido por Cameron, que lo contrató como vocero ni bien llegó al cargo. Lo que generó críticas de la peor especie y finalmente, a medida que el escándalo iba tomando espesor, dimitió en enero pasado, un par de semanas después del enroque que corrió a Cable del caso BSkyB.
El ex director del FMI, Dominque Strauss-Kahn renunció por un escándalo sexual profusamente aprovechado en sus aspectos más escabrosos por el New York Post, también propiedad de Murdoch, que en los Estados Unidos posee el ariete más poderoso de la derecha a través de la cadena Fox, odiada con prolijidad por el presidente Barack Obama. La camarera del caso DSK terminó demandando al diario neoyorquino por haber publicado que es prostituta en el hotel donde se produjo la presunta violación.
Varias demandas contra el NOTW culminaron en arreglos extrajudiciales. Sucedió con la actriz Sienna Milles, hackeada cuando era novia de Jude Law, a la que la corporación de Murdoch pagó 100 mil libras esterlinas para que se olvidara del entredicho.
Cameron llegó al poder tras un acuerdo no escrito con el Grupo Murdoch, el mismo que acosa al actual ocupante de la Casa Blanca. Pero ahora enfrenta las consecuencias de una alianza mediática que en la búsqueda de poder e influencia no reparó en medios, precisamente.
El premier conservador dijo que enviará al Parlamento un proyecto para regular los medios. Y mientras tanto su gobierno pateó para adelante la venta de BSkyB. Pero el poder de News Corporation no caerá por esto. Sólo está esperando la oportunidad de volver.

Tiempo Argentino
Julio 9 de 2011

La organización vence al tiempo

Qué error tan fundamental! Y sobre todo en un revolucionario con algunas modestas responsabilidades como las que la revolución me vino imponiendo desde hace más de 30 años”, se lamentó el presidente venezolano Hugo Chávez al anunciar públicamente que el mal que lo mantiene internado en La Habana desde principios de julio tiene mayor gravedad de la que se sospechaba. El mandatario atribuye su situación a descuidos en su salud, quizás por los masculinos temores a consultar un médico, a hacerse chequeos regulares. Pero el error que percibe el bolivariano no es tanto por su propio estado –al fin de cuentas reconoció que está en las mejores manos posibles, ya que si algo puede mostrar Cuba es la calidad de su medicina– sino por las consecuencias políticas de la ausencia obligada hasta que se reponga totalmente.
No por nada en un discurso de menos de 15 minutos que, fuera de su costumbre, leyó ante las cámaras de la televisión, recordó la forma en que le detectaron que algo andaba mal en su organismo. “Me interrogó casi como un médico, me confesé casi como un paciente”, dijo, para desgranar luego una serie de metáforas sobre el delicado momento que vive. Al mismo tiempo, deslizó algunas menciones que quizás para el gran público rioplatense suenen lejanas, sin olvidarse del Libertador caraqueño, fuente constante de inspiración de Chávez.
El venezolano relató que desde que el mismo Castro le dio la noticia sobre el resultado de los análisis, “comencé a pedirle a mi señor Jesús, al Dios de mis padres, diría Simón Bolívar; al manto de la Virgen, diría mi madre Elena; a los espíritus de la sabana, diría Florentino Coronado; para que me concedieran la posibilidad de hablarles, no desde otro sendero abismal, no desde una oscura caverna o una noche sin estrellas. Ahora quería hablarles desde este camino empinado por donde siento que voy saliendo ya de otro abismo. Ahora quería hablarles con el sol del amanecer que siento me ilumina. Creo que lo hemos logrado. ¡Gracias, Dios mío!”
Florentino Coronado es un personaje de Cantaclaro, una de las novelas de Rómulo Gallegos, ambientada en los llanos del Guárico, con similitudes tan fuertes con el Martín Fierro que la explicación de Chávez suena pertinente: el espíritu de la llanura, de la sabana, guió su pluma. Porque Gallegos fue uno de los escritores más impactantes del continente y a la vez fue todo un ejemplo de compromiso político al que suele recurrir Chávez.
Florentino, un coplero que recorre la sabana recogiendo historias de perseguidos y humillados, es el paradigma de la lucha que Gallegos y muchos otros venezolanos de la década de 1930 mantenían contra una dictadura retrógrada como la de Juan Vicente Gómez. Tras el golpe de Estado de 1945 que llevó al poder a Rómulo Betancourt, Gallegos fue ungido candidato por todas esas fuerzas progresistas en la primera elección verdaderamente libre en la historia de ese país, con voto secreto, universal y sin fraudes. Asumió con una abrumadora mayoría de votos (nada menos que el 80%) en febrero de 1948, pero en noviembre de ese mismo año el ejército lo expulsó del poder y el novelista tuvo que exiliarse, hasta que en 1958 volvió a su patria, donde moriría en 1969.
El Chávez de estos días también tiene en mente el derrotero de Bolívar, que en su intención de crear la Patria Grande latinoamericana tuvo que dejar el poder en Bogotá y Caracas a dos personajes que finalmente pasarían a la historia como traidores a su causa, Francisco de Paula Santander y José Antonio Páez. Ese espíritu de traición no se percibe en su gobierno, pero sin dudas será azuzado por los grandes medios de comunicación, que vienen disputando una fuerte lucha contra el líder de la revolución bolivariana, principalmente desde el intento de golpe de 2002.
Sólo en ese contexto se entiende que la cadena CNN se haya permitido sugerir que ese hombre de campera con los colores de la bandera bolivariana que hablaba –firme pero con huellas de haber acusado el magullón sobre su salud– bien podría ser un doble y no el original. No es la primera vez que ante la demostración de que los líderes de procesos de cambio genuino en una sociedad también se enferman y son mortales, salen a relucir ese tipo de miserias.
Tal vez el antecedente más siniestro sea el de aquel lejano 1951, cuando a Eva Perón le encontraron un tumor en el cuello del útero.
“¡Viva el cáncer!, escribió alguna mano enemiga en un muro de Buenos Aires. La odiaban, la odian los biencomidos: por pobre, por mujer, por insolente”, describió el uruguayo Eduardo Galeano en Memorias del Fuego. “Suspiran aliviados los usureros, los mercaderes, los señores de la tierra”, continuaba en uno de los textos más reveladores del autor de Las venas abiertas de América Latina.
También padecieron estos ataques infrahumanos la por entonces aspirante a la presidencia de Brasil, Dilma Rousseff, cuando en abril de 2009 anunció que comenzaba un tratamiento contra un cáncer linfático en una clínica de San Pablo. La derecha utilizó la enfermedad para cuestionar la elección de Lula de Silva como sucesora, a pesar de que Dilma presentó un año más tarde certificados de su recuperación.
Algo más complicada la tuvo el paraguayo Fernando Lugo, que también se atendió en la clínica paulista, pero además de luchar contra un cáncer que tratado a tiempo es curable, tuvo que hacerlo contra un vicepresidente como Federico Franco, finalmente un rival político que no habría tenido empacho en gritar “Viva el cáncer”. También se repuso el ex obispo, y si bien no habla del asunto, muchos de sus seguidores fomentan un cambio en la constitución para que pueda acceder a un nuevo mandato.
“Mi único heredero es el pueblo”, dijo Juan Domingo Perón, cuando ya sus días se estaban apagando. Precisamente ayer se recordó el aniversario de la muerte de ese estadista que marcó toda una época. El mismo que luego de 18 años de exilio volvió con todos los honores y dejó otra frase reveladora: “Sólo la organización vence al tiempo.”
Cuando murió Néstor Kirchner, fronteras adentro quedó marcado a fuego el “Nunca menos”. Nunca la sociedad habrá de aceptar menos de lo que viene construyendo desde 2003 hasta ahora. Hacia el exterior, a Kirchner lo sucedió una institución como la Unasur, capaz de lidiar en momentos de crisis contra los enemigos de la integración y de la democracia en Sudamérica.
Si Chávez no estuviera enfermo, este martes iba a nacer una organización teñida con el mismo espíritu de la Unasur, en ocasión de celebrar el Bicentenario de Venezuela: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de la que forman parte todos los países del continente, salvo los Estados Unidos y Canadá. Ambos países quedaron deliberadamente fuera de una entidad destinada a integrar a los iguales, a los más débiles, a los que han padecido injusticias, como los personajes de José Hernández o de Rómulo Gallegos.
En la tradición de unidad continental que no pudo concretar Bolívar, tempranamente muerto en 1830, y que otros latinoamericanos vienen impulsando desde diversos ámbitos con suerte esquiva. Como marcan los tiempos y las experiencias, una organización que trascienda la humana finitud de sus creadores.

Tiempo Argentino
Julio 2 de 2011