viernes

La agenda militar de los Estados Unidos

La política exterior de Estados Unidos fue el eje del último debate entre los dos aspirantes a la Casa Blanca. El uno, que busca mantenerse otros cuatro años en el Salón Oval, parece haber ganado la contienda, lo que no implica que vaya a lograr su objetivo final el 6 de noviembre. El republicano, por una rara asimilación, terminó coincidiendo más de lo que se pensaba con los principales planteos de su contendiente. Lo que indica que más allá de las chicanas de los ultras de cada sector, lo que prima en Washington es el reconocimiento de la pérdida de hegemonía de Estados Unidos y la falta de "espaldas" para solventar nuevas guerras en pos de mantener el liderazgo que la sociedad estadounidense cree merecer como faro de la civilización.
Barack Obama es visto por el Tea Party como un debilucho sin coraje para comandar el país. Sin embargo, Mitt Romney estuvo de acuerdo en que diez años de guerra son suficientes. Sobre todo por los pobres resultados obtenidos, teniendo en cuenta que casi ocho fueron con los republicanos en el poder.
Pero el reconocimiento de que Estados Unidos ya no es lo que era no implica de ningún modo que para estas regiones las cosas vayan a ser más fáciles. Porque hay un aparato ideológico-militar-conceptual de intereses que no está dispuesto a dejar así como así sus privilegios. En ningún rincón del mundo.
Como bien señala Raúl Zibechi, analista internacional del semanario uruguayo Brecha, "el mismo día de las cruciales elecciones venezolanas, el secretario de Defensa, León Panetta, emprendió su segunda gira por la región, esta vez viajó a Perú y Uruguay, cargando bajo el brazo un documento de 12 páginas: La política de Defensa para el Hemisferio Occidental".
El dossier fue el eje del debate en la X Conferencia de Ministros de Defensa  que se realizó en Punta del Este. Allí quedaron expuestas algunas diferencias sustanciales en torno de organismos creados desde la Segunda Guerra Mundial al calor de las necesidades geopolíticas de Washington.
El documento lleva la firma del secretario de Defensa y reconoce en varios tramos que Estados Unidos "hace frente a graves desafíos fiscales en el ámbito nacional", por lo tanto lo que busca, y lo dicen con una claridad que asombra, es sostener las directivas del presidente Obama para enfrentar "responsablemente los desafíos actuales", cosa de salir "más fuertes de manera de que se preserve el liderazgo mundial de Estados Unidos". Este concepto ya había sido enunciado por el propio Obama al presentar en junio pasado lo que con pompa se denominó como una nueva doctrina de defensa, bajo el título de "Mantener el liderazgo mundial de EE UU. Prioridades para la Defensa en el siglo XXI".  Se trata de una estrategia que busca conciliar recortes presupuestarios por 400 mil millones de dólares en la próxima década, votados en el Capitolio con las aspiraciones de continuar siendo la potencia preeminente.
Lo más interesante del documento que Panetta mostró en la costa oriental es que pretenden enfrentar "los graves desafíos fiscales en el ámbito nacional" con el simple recurso de "compartir los costos y las responsabilidades de ese liderazgo mundial, incluido nuestro propio hemisferio".
En pocas palabras, queremos seguir siendo los dueños de la pelota, pero desde ahora vamos a ver cómo hacemos para que "colaboren" en pagar los gajos nuevos. Pero hablan de compartir costos a pesar del poco interés de estos gobiernos, y sobre todo porque las perspectivas que plantea el Pentágono están muy alejadas de lo que necesitan y desean los pueblos.
"El país se encuentra en un punto de inflexión estratégico, luego de una década de guerra", dijo Panetta en Uruguay. "No creo que tengamos que escoger entre la responsabilidad fiscal y la seguridad nacional", continuó, como una disculpa. Pero tanto Obama como Panetta resaltan que, a pesar de los recortes, Estados Unidos continúa teniendo el presupuesto en Defensa más grande el mundo.
Es curioso el planteo de los demócratas. Obama asumió hace cuatro años con un discurso que le valió la entrega del Nobel de la Paz en 2009, pero o bien quedó entrampado en los intereses del complejo industrial militar que tanto temía Dwight Eisenhower o en realidad no quería otra cosa que ser el policía bueno para imponer las mismas reglas de siempre por otros métodos.
La otra posibilidad es que, como dice el sociólogo estadounidense James Petras, Obama pretende hacer de la necesidad una virtud. Y ante un escenario económico imprevisible, trata de arreglarse con lo que pueda porque las arcas están exhaustas, pero no lo puede decir de modo más abierto para no alarmar a una población acostumbrada a hacer del armamentismo un culto.
En el último debate quedó claro que el tema de la economía cruza de un modo brutal la política militar de EE UU. Por eso, contra la tradicional idea de expansión territorial que tanto gustan ensalzar los republicanos, ahora entienden que puede más el bolsillo que la cartuchera del cowboy. Lo que contradice la idea que la sociedad tiene de su misión en la Tierra, que los lleva a pensar que el mundo debe agradecerles por su liderazgo. Incluso, que debe pagarles por ello.
Esa cultura les impide aceptar que está surgiendo un mundo multipolar, que también se les manifiesta en el "patio trasero" latinoamericano. Del que mucho no hablan los candidatos pero saben que lo tienen en las narices, al punto que debieron ensayar algunos avisos en un castellano muy trabajoso para ganar al electorado hispano, cada vez más imprescindible para llegar al gobierno. 
Para Zibechi, en la costa uruguaya hubo una derrota para EE UU porque Panetta no logró imponer su agenda. Pero analistas más escépticos piensan que también hubo una derrota para los intereses latinoamericanos, que no lograron imponer la otra agenda regional. Esa que intenta elaborarse desde el Consejo de Defensa Suramericana y que contradice radicalmente al Pentágono.
Para EE UU, los "nuevos desafíos" son la lucha contra la delincuencia organizada, el terrorismo y los ataques desde el ciberespacio, a lo que agregan un nuevo rol para las FF AA ante desastres naturales. Para los suramericanos, una prioridad es la defensa de los recursos naturales, para lo cual los países, en tanto que hermanos en cultura y origen, deben diseñar no una estrategia  de confrontación sino una de cooperación. Sin el tutelaje de ningún hermano mayor.
Esto se da de bruces con los intereses del Complejo Militar de EE UU, que ahora viene por el mercado cibernético, como avanzó Panetta y sin tapujos dicen los gurúes de la inversión más avezados. Es el caso de Keith Fitz-Gerald, jefe de Inversiones Estratégicas de The Money Map Press, en cuyo sitio web colgó un trabajo (http://moneymappress.com/category/trading-services/strike-force/) en el que muestra cómo multiplicar el dinero invirtiendo en lo que llama "el Complejo Ciber Militar". Según el analista económico, uno puede convertirse en magnate apostando por un mercado "explosivo sin final a la vista, con nuevas tecnologías nunca vistas antes, con billones de dólares fluyendo del Pentágono y una demanda increíble desde todos los rincones del planeta".
Son páginas y páginas con cuadros donde se ve lo que implica esa industria que apunta a desarrollos tecnológicos, pero también al control de "incursiones enemigas" en los circuitos digitales. Fitz-Gerald apoya su promesa de ganancias –que superan el 7500%, aunque parezca increíble– en declaraciones de Panetta donde compara los ataques de los hackers al riesgo de un nuevo Pearl Harbour.
El gurú no pierde ocasión de citar a Stanton Sloane, ex presidente de SRA International, una compañía del área de defensa: "El daño económico a partir de una sola ola de ataques cibernéticos en la infraestructura crítica puede exceder $ 700 mil millones. El número acumulado de 50 grandes huracanes a través de la nación al mismo tiempo." Cuando ocurrió el Katrina, murieron más de 1800 pobres de Nueva Orleans. Y no hubo tropas de salvataje.

Tiempo Argentino
Octubre 26 de 2012

Los trabajos y los días

Se venía "el fin del mundo" para la Argentina de los primeros días de este siglo, con una catarata de desocupados que se sumaban día a día al escenario de crisis que la Convertibilidad había fomentado durante una década. Y así como cerraban empresas, también había miles de trabajadores que se aferraban a sus máquinas para reconstruir empresas abandonadas por los patrones, en un intento por no quedarse de brazos cruzados. Fue entonces que el inefable Jorge Asís deslizó en una entrevista con este cronista una frase lapidaria, aunque también certera, hay que decirlo, para describir ese momento del país: "Es increíble, los trabajadores le piden de rodillas a la burguesía que los explote y ellos se niegan."
Ya había pasado la escandalosa "Ley Banelco", una reforma que mediante pagos ilegales logró el apoyo de legisladores que votaron reducir hasta límites insoportables los derechos laborales. Escandalosa, no tanto por los pagos en sí, como por lo que implicó en términos de la pérdida de conquistas sociales conseguidas paso a paso por varias generaciones de argentinos.
La Europa de estos días está en ese momento en que trabajadores desesperados se enfrentan a condiciones injustas y además indignas con tal de conservar su empleo.
Como un modo de intentar oponerse a tanta política de ajuste, las dirigencias sindicales de España, Portugal y Grecia anuncian la posibilidad de un paro general para el 14 de noviembre. Una huelga a la que se plegarían millones de víctimas de los ajustes en el sur europeo pero que se demora en aplicar. En algunos casos, porque se necesitan permisos de las autoridades, en otros por el temor de los que aún tienen trabajo a quedarse sin nada.
Paralelamente, la UE, reciente ganadora del Premio Nobel de la Paz por haber evitado una guerra entre ellos en los últimos 60 años, se reúne en Bruselas para analizar alguna salida a la debacle continental, y principalmente para sostener al euro como moneda común.
Oficialmente, centrarán sus debates en "el largo plazo, dejando para diciembre los asuntos más controvertidos", según reflejan las agencias noticiosas, que añaden que en la capital belga se "explorará en particular un nuevo diseño político, económico y fiscal de la Eurozona, que permita resolver las dificultades que afectan a esos países" (Efe).
Así, en un texto que preparó el titular del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, se habla de rediseñar a la institución a través de una nueva estructura "basada en cuatro pilares: unión bancaria, fiscal, económica y política". Es decir, se habla de cómo resolver el problema de los bancos interviniendo en las finanzas de cada miembro de ese club ahora venido a menos para garantizar el pago de la deuda. De crear empleo, al menos según lo que trascendió, no se dice una palabra. Y eso que hay casi 25 millones de desocupados listos para dejarse explotar, ahora que las leyes laborales en la mayoría de los países, incluso, son tan beneficiosas para los patrones que, por un extraño malabar de la lógica, ahora deberían estar ansiosos por contratar personal porque les cuesta menos deshacerse de ellos. Como si para aumentar la cantidad de matrimonios hubiera que facilitar los divorcios.
Del otro lado del Atlántico, en el segundo debate entre Barack Obama y Mitt Romney, la palabra "trabajo" fue la más recurrente en la hora y media de exposición de los dos aspirantes a ocupar el Salón Oval de la Casa Blanca. Más de un centenar de veces entró en discusión ese drama de la vida moderna, según testimonió el enviado de Tiempo Argentino Javier Borelli.
Así, entre los dardos que se lanzaron ante el estrado de la Universidad Hofstra de Nueva York, Romney dijo que, si Obama logró mejorar algo los índices de desempleo, fue porque mucha gente simplemente ya no busca trabajo. Alguna vez otro inefable, Domingo Cavallo, dijo a fines de los '90 que el índice de desocupación crecía porque los trabajos eran tan buenos que mucha más gente salía a buscar.
Obama, que esta vez salió al ataque, replicó que el republicano tenía cuentas pendientes con su pasado como empleador. Y le recordó que varias de las empresas que estaban a su cargo desde su fondo de inversión Bain Capital fueron trasladadas a China, dejando a miles de personas en la calle, un adelanto de lo que ocurriría si es que ganara en noviembre.
Obama no se quedó en eso y recalcó que Romney tenía inversiones en una compañía que estaba ayudando a las autoridades chinas a espiar a sus ciudadanos.
El presidente se refería a que el mismo fondo Bain, de acuerdo al The New York Times, compró hace poco la División Vigilancia de la empresa china Uniview Technologies, una antigua proveedora del programa Ciudades Seguras del gobierno que según los críticos más feroces es utilizado para vigilar a los campus universitarios, templos y otros lugares públicos. Acotación al margen, nada dijo Obama de la vigilancia sobre los propios ciudadanos estadounidenses que se hace puertas adentro.
Como sea, los contendientes cruzaron críticas sobre la política monetaria de China, que en última instancia afecta al trabajador estadounidense porque quita competitividad a los productos elaborados en Estados Unidos. Según los analistas, Obama tuvo algo más de consistencia en sus planteos para recuperar empleos porque habló específicamente de crear pymes en todo el país, las que como se sabe, son las mayores proveedoras de fuentes laborales. Y también recordó su apuesta por el renacimiento de la industria automotriz, que es otra gran creadora de trabajo indirecto.
El otro tópico relacionado con el empleo fue el de la inmigración. Romney propuso "detener la inmigración ilegal" y prometió endurecer las políticas en tal sentido, pero teniendo en cuenta la opinión de los empresarios. Claro, en Estados Unidos los trabajos peor pagos, esos que nadie querría hacer a menos que no tuviera otra cosa en que emplearse –para ser más claros, esos a los que uno va para lo exploten porque no le queda otra– son hechos por ilegales. Inmigrantes que no pueden darse el lujo de ir a la huelga porque serán expulsados del país y no podrán regresar por varios años. Algo que los patrones no ignoran y recurso usual en zonas fronterizas de América del Norte.
Pero cuando se habla de trabajo y de gente al borde de la desperación, Romney saca a relucir su origen y su ideología. Porque en el momento en que hablaba del impulso que le dio a su gestión cuando fue gobernador de Massachussetts, se mandó otra frase que lo pinta de cuerpo entero (como aquella de que el 47% que vota a Obama esperan que el Estado le resuelva sus problemas).
Romney , que quería mostrar su amplitud de género, dijo en el debate ante el público de Long Island: “Fui a una serie de grupos de mujeres y les dije: '¿Nos pueden ayudar a encontrar gente?', y nos trajeron carpetas enteras llenas de mujeres (binders full of women)”, y para rematarla agregó que las trabajadoras "necesitan ajustar sus horarios laborales para cuidar de los niños y cocinar en casa".
Cientos de tweets pueblan la red con ironías de todo calibre sobre eso de tener carpetas (o archivadores) repletos de mujeres.

Tiempo Argentino
Octubre 19 de 2012

 

 

sábado

A los que miran al “viejo continente”



Como pocas veces, el Nobel de la Paz de este año es antes que un premio, un símbolo de apoyo. Una señal que celebra el intento de un puñado de países de un continente belicoso por demás para encontrar recovecos por donde debatir las diferencias en el plano de la política sin terminar en más tragedias, pero que también pretende fortalecer el frente interno ante los embates de los que el viejo Arturo Jauretche podría llamar "profetas del odio", esos cultores de la guerra, de la "división para reinar" y por qué no, los que apuestan a quebrar a la Unión Europea.
Muchos de los cuales se ocultan ahora detrás del rostro de una crisis económica que está socavando las bases del consenso social en muchos países que adhieren el Grupo de los 27 ahora premiado en Oslo.
No se entiende si no es en este contexto que la organización nacida en Roma en 1957 haya recibido un galardón justo en estos tiempos. Es que no se está hablando de guerras, como lo dejó bien en claro el presidente de la comisión que entrega el premio, Thorbjoern Jagland. "Este es un mensaje para que Europa haga todo lo posible para asegurar lo que ha logrado y siga adelante" dijo, para recordar luego todo lo que se perdería "si se permite que la unión colapse".
Con distinto cariz, hubo adhesiones y rechazos a la decisión del Comité Nobel. Para los sectores cercanos a la izquierda y dentro de los países más acorralados por la crisis, sonó a burla que justo cuando los organismos centrales proponen ajustes monstruosos de la economía, se premie a la organización que no hace sino afilar las tijeras. Para otros, como el ex ministro de Exteriores alemán Hans-Dietrich Genscher, es "una clara señal para aquellos que aludiendo a supuestos intereses nacionales, ponen en peligro el trabajo en pos de la unidad europea". No explicó, claro, si se refería a los "mercados" que vienen acuciando a varios países, o a los grupos financieros que desencadenaron una catástrofe monumental y siguen sacando beneficios de ella, o a quienes expresan políticamente el hartazgo por esta situación sin final previsible.
Pero este premio también tiene una lectura regional, que es la que más interesa en este rincón. Porque muchos dirigentes políticos y comunicadores de la derecha latinoamericana –desde Patricia Bullrich, Federico Pinedo y Elisa Carrió hasta Joaquín Morales Solá, Mariano Grondona y Jorge Lanata–, los mismos que cuestionan la democracia venezolana aún después del triunfo categórico y cristalino de Hugo Chávez, deberían tomar el ejemplo de un continente al que a todas luces admiran y quisieran emular.
Más aún cuando una de las críticas más feroces contra el gobierno nacional que comparten todos los Macris y Aguads que por los medios pululan es que Argentina "debe integrarse al mundo", que la política del gobierno "nos aleja" de la civilización y "nos acerca peligrosamente a gobiernos autoritarios".
Y sí, aceptemos el desafío de mirar hacia Europa. Pero no para copiar modelos económicos que perjudican de manera impiadosa a los que menos tienen, sino para reconocer la construcción de un ámbito de paz interior y –alguna vez– de crecimiento como el que dice premiar ahora la Comisión Nobel.
Luego de siglos de matanzas y genocidios, alemanes y franceses decidieron alguna vez que era hora de juntarse para no terminar devorados en el caldero de la historia. Ya Estados Unidos era la potencia dominante y se trataba, por lo tanto, de una decisión más hija de la necesidad que de la perspicacia. Pero sirvió para que con el tiempo se agregaran naciones que fueron conformando un bloque económico y social que estaría en condiciones de pelearle la supremacía a los estadounidenses. Si no fuera por una crisis que hace temblar las estructuras básicas de la unión continental a tal punto que necesita el espaldarazo que le viene de Noruega –país que no integra la UE– para creer que no está todo perdido.
La elección del domingo pasado en Venezuela mostró el interés masivo de los venezolanos en no cambiar de modelo en mitad del río. No ignoran lo que ocurre del otro lado del Atlántico y Henrique Capriles en cierto modo ofrecía aquel camino. Pero el candidato derechista aceptó las reglas de juego democrático. Y es de esperar que el sector que representa también adopte todo lo que viene adosado a ese juego dentro del marco de la constitución bolivariana. Principalmente, la fuerte apuesta de Hugo Chávez por la integración regional.
No cabe abundar acá en consideraciones sobre la trascendencia que estos comicios tenían para el resto de los gobiernos progresistas regionales. Pero sería bueno que los que no son "de este palo" se dieran cuenta de la importancia que también tenía para ellos apostar por la unidad de estos benditos países. Algo que sobre todo a grupos importantes de la clase media local –esos que tan bien Jauretche definía como "tilingos"– les produce resquemor.
Europa no tiene destino fuera de la integración regional, supieron darse cuenta los líderes continentales a poco de terminada la Segunda Guerra Mundial. Y eso se está recordando en Oslo, en momentos en que la crisis hace dudar a muchos sobre las ventajas de la unidad. Sucede que América Latina tampoco tiene otro destino que la unidad regional. Esto implica que para los argentinos no hay más futuro que unirse con brasileños, uruguayos, paraguayos, bolivianos, chilenos y, claro, venezolanos. Sólo entendiendo este concepto –que así dicho no es de izquierda ni de derecha, como bien supieron los europeos– se podrá aceptar que decir Argenzuela no debería un insulto, sino un motivo de orgullo. Y que sólo así argentos, yoruguas, bolitas, paraguas, brasucas y perucas podrán ser más que la suma de sus partes.
El jueves, el Senado paraguayo rechazó la cláusula democrática de la Unasur. Una señal, dicen los dirigentes políticos que voltearon al presidente constitucional, de que Paraguay es una nación soberana, que no acepta injerencia externa. Los medios concentrados protestan por estos días porque el embajador de Argentina en Venezuela "no defendió" a un periodista vernáculo presuntamente demorado en el aeropuerto de Caracas por agentes venezolanos. Hace no tanto, batían parches por lo que llamaban una "aduana paralela" que manejaría negocios entre ambos países sin pasar por la burocracia diplomática.
Pero esos señores no ignoran que esa Europa a la que quieren parecerse logró –con las críticas que se le puedan hacer desde acá, sobre todo por el rol de potencia imperial que pretenden recrear– algo que cada vez más se parece a una unidad nacional. Allí no hay fronteras interiores, por ejemplo.
Para cruzar los aeropuertos como si se estuviera en casa, entonces, lo mejor no sería reclamar embajadores capaces de plantear demandas diplomáticas a un gobierno considerado como enemigo, sino eliminar las barreras fronterizas.
Como hacen en Europa, ¿viste?

Tiempo Argentino
Octubre 13 de 2012

martes

La democracia y el respeto a las mayorías

Entre todo lo que dijo el presidente Hugo Chávez cuando en la noche del domingo salió al balcón para celebrar el triunfo electoral, hubo una mención mínima pero trascendente para entender el significado que el mandatario venezolano le dio al resultado del domingo.
"Fue una demostración cívica de la oposición, de los que no votaron por nosotros", advirtió Chávez ante cientos de miles de personas agolpadas para el festejo. Era su modo de reconocer el impacto de los más de 6 millones de votos que ponen a Henrique Capriles como líder de la oposición, algo que desde la óptica del bolivariano alienta esperanzas de consolidar un nuevo modelo para la sociedad venezolana. "Porque cada vez más (los opositores) van a estar de acuerdo con la Constitución bolivariana", agregó, para terminar felicitando "a la dirigencia opositora, porque no entró en el juego desestabilizador que algunos estaban acariciando. Han reconocido la victoria del pueblo. Esto es muy importante en la construcción de la paz y de la convivencia en Venezuela".
Fue una sutileza de Chávez que se manifiesta en su profundidad al repasar un par de mensajes enviados por autoridades de Estados Unidos y la Unión Europea, y que también se inscribe en la historia nacional desde mitad del siglo XX a esta parte. Algo que Jorge Lanata no olvidó mencionar, aunque sesgadamente, en un artículo escrito en la tarde del domingo y publicado en la edición de ayer de Clarín.
Los "mensajes", vistos con malicia, muestran un cierto tufillo mafioso. Catherine Ashton, representante de la UE para las Relaciones Exteriores, no tuvo empacho en pedirle a Chávez que aproveche su nuevo mandato para "tender la mano a todos los sectores de la sociedad" y promover "las libertades fundamentales". William Ostick, portavoz para América Latina del Departamento de Estado estadounidense, dijo en un mail enviado a las agencias noticiosas: "Creemos que las posiciones de los más de 6 millones de personas que votaron por la oposición deben ser tenidas en cuenta en el futuro".
El primer director de Página 12 venía insistiendo en su programa de Canal 13 que el final venezolano era reñido y trató sin éxito de demostrar que podía haber fraude. No lo consiguió siquiera cuando sentó en el estudio caraqueño desde el que transmitía a Gabriela Michetti, quien viajó como representante del PRO para apoyar a Capriles y muy entusiasmada dejó de una pieza al conductor al decirle que el sistema electoral venezolano es impecable y que sería muy bueno que la Argentina lo incorporara de inmediato.
En Clarín, Lanata dijo en unas líneas escritas en caliente: "La mitad de Venezuela va a festejar. No importa demasiado cuál mitad. Será la mitad más uno la que festeje". Primer error: terminaron siendo más de un millón de votos, no uno más que la mitad. Luego agrega que la división se asemeja a la que desde los '50 atravesó a la sociedad argentina. "Perón sentó por primera vez a la mesa a la clase obrera argentina y Chávez le dio visibilidad y existencia ciudadana a los pobres de Venezuela. Ambos se excusaron en el fondo para atropellar las formas: persecución a los opositores, prensa controlada, capitalismo de amigos, reescritura de la historia, clientelismo, realidad y relato. Un tajo atraviesa Venezuela y ese tajo no se cura con una elección". Otro gravísimo "error" en el que usualmente eligen caer dirigentes, historiadores y comunicadores vernáculos.
Porque vamos: la Constitución bolivariana fue aprobada en referéndum por el 70% de los votos diez meses después de que Chávez asumiera su primer turno presidencial, en 1999. Es una de las más progresistas del mundo y legisla sobre derechos sociales, de los consumidores y de género, entre otros fundamentales. Siete meses más tarde, el presidente fue nuevamente a elecciones para revalidar su mandato de acuerdo a la nueva Constitución. El bolivariano ganó esa vez por el 56,7 por ciento.
No pasaría mucho tiempo para que la poderosa central empresaria venezolana y los sectores oligárquicos comenzaran un trabajo de zapa para derrocar al mandatario. Cosa que lograron de modo efímero en abril de 2002, cuando colocaron al titular de la patronal, Pedro Carmona, como presidente de facto. Vuelto al poder por un levantamiento de militares afines y sobre todo por la participación del pueblo en las calles en un 17 de Octubre chavista, el mandatario denunció la injerencia de Estados Unidos, que se apresuró a reconocer al gobierno anticonstitucional en otro papelón histórico del gobierno de George Bush, al que acompañó el derechista español José María Aznar.
En diciembre de ese mismo 2002 se inició un paro petrolero organizado por los sectores dirigenciales que desembozadamente buscaba sacar del poder a Chávez y que terminó en febrero de 2003. La oposición propuso entonces utilizar una institución constitucional de la Carta Magna bolivariana como es el referéndum revocatorio, por el cual un mandatario puede ser sometido a consulta popular para sacarlo del poder. Chávez aceptó el desafío y en agosto de 2004 ganó ese plebiscito con el 59 por ciento. El 40% destituyente no se quedó conforme y en 2005 llamó a boicotear las elecciones parlamentarias denunciando el "autoritarismo chavista". En 2006 Chávez volvió a ganar las presidenciales, con más del 62 por ciento.
Luego vendría otra consulta popular para reformar la Constitución, que Chávez perdió en 2007. Se le criticaba que esa enmienda sólo pretendía la reelección permanente. Finalmente, en febrero de 2009, el bolivariano ganó con el 54,36% otra consulta para aprobar la reforma que ahora le permite un nuevo período.
En 1949, el peronismo sancionó una Constitución que incorporaba los derechos sociales y recuperaba la soberanía nacional sobre los recursos naturales. Fue reconocida como de avanzada por juristas de todo pelambre –menos los conservadores, claro– y había sido elaborada por una comisión que integraban miembros de la oposición. No viene a cuento extenderse en detalles –otros lo sabrán hacer mejor–, el caso es que el tema provocó una división interna en el radicalismo, ya que el arco más derechista de la UCR impugnó el llamado a elección de constituyentes alegando que no se habían respetado los pasos previstos por la Carta Magna liberal de 1853.
Como sea, la Constitución de 1949 –que también aceptaba la reelección sin límites, como por otro lado hasta un par de años antes sucedía incluso en Estados Unidos, al punto que Franklin Roosevelt fue elegido cuatro veces– fue derogada por un bando militar tras el golpe de 1955 usando los argumentos del radicalismo más "contrera". En los papeles, la "revolución libertadora” volvió a la Constitución de 1853 pero propuso "adecuarla" a los tiempos que corrían. Así, en 1957 hizo una enmienda para incorporar algunos derechos sociales. Fue ese lamentable artículo 14 Bis, un parrafito con el que esperaban remedar los beneficios justicialistas del '49. Que aprobaron los partidos políticos menos el justicialismo, que estaba "democráticamente" proscripto.
Otra dictadura, la de Alejandro Lanusse, impuso una reforma en 1972 con la que el peronismo –que, proscripto su líder, aceptó como un modo de resolver un entuerto interminable– llevó al poder a Héctor Cámpora en 1973 por un período de cuatro años y no los seis que permitía la del '53. Raúl Alfonsín fue votado con la Constitución del 14 Bis, ya que se había hecho insostenible aquella reforma hecha hace hoy 40 años.
En 1994, la dirigencia política aceptó cerrar el capítulo de la Constitución del '49 en aras de la convivencia democrática. Sin embargo, incorporó a la nueva Constitución muchas de las reformas de los militares setentistas alcanzaron estatus legal en el '94. Esta vez sí, votada libremente por los argentinos, aunque en un tiempo dominado por el neoliberalismo.

Hoy le reclaman convivencia a Chávez. Suena a burla que hablen de tomar en cuenta a las minorías aquellos que no se caracterizaron nunca por respetar a las mayorías. La buena señal es que Capriles insistió en que "para saber ganar hay que saber perder". La incógnita pasa por saber si quienes votaron por él o lo apoyaron desde el resto del mundo, incluida la Argentina, comparten esa visión elemental pero razonable de la democracia. 

Tiempo Argentino
Octubre 9 de 2012

sábado

Las casualidades y la ofensiva por Venezuela


 

Las casualidades, en política, no suelen ocurrir. Tampoco en la prensa. El jueves, alguien que conoce muy bien de estos entresijos consideró como "una deformación muy vergonzosa" a ciertos manejos del periodismo. "Los que estamos de este lado utilizamos a los periodistas para que digan cosas que nosotros pensamos y no queremos decir, y el periodismo estimula esa práctica, en lugar de despreciarla", abundó este personaje que alguna vez sufrió el acoso de ciertos medios locales porque se negaba a dar "exclusivas" y sólo hablaba en conferencias de prensa colectivas.
Luego de afirmar que él nunca había caído en este tipo de operaciones, propuso hablar de lo principal y no de lo secundario. Marcelo Bielsa, que de él se trata, se quejaba porque un medio vasco había difundido la grabación que alguien tomó en el vestuario de una fuerte crítica a sus jugadores, luego de una derrota del Athletic Bilbao. Y lo fundamental era, claro, que el equipo no estaba jugando bien.
En estas horas en Venezuela se juega buena parte del futuro, no sólo de los venezolanos, sino de los latinoamericanos en su conjunto. Y cunden las operaciones de prensa de un modo tan escandaloso que desde este lado cuesta entender el límite, no tanto de las empresas, que después de todo tienen intereses comerciales e ideológicos, como de los periodistas. Y surge la misma pregunta que se hace el ex DT de la Selección Nacional: ¿Cómo es que se naturalizaron algunas prácticas que finalmente resultan obscenas?
Porque el dato concreto es que Hugo Chávez va por una nueva reelección y no hay ninguna encuesta seria que diga que va a perder estrepitosamente. Cierto es que en algunos casos el margen entre uno y otro candidato roza el error técnico de todo sondeo, lo que implicaría que –de cumplirse con esos pronósticos– por primera vez desde que llegó al Palacio Miraflores, en 1999, podría tener una elección reñida. Porque también por primera vez la oposición logró unirse para dar batalla a las transformaciones emprendidas por el militar bolivariano en estos años. Lo demás es hojarasca mediática que sirve para vender, sin dudas, pero también para preparar el camino tendiente a desconocer a un Chávez triunfador.
Chávez es amigo de la Argentina y lo fue de un modo muy profundo de Néstor Kirchner, al punto que lo acompañó hasta su última morada, en Río Gallegos. Fue, también, el motor de una serie de transformaciones en su país que luego cruzaron fronteras cuando Kirchner y Lula de Silva llegaron al poder en 2003. El impulso inicial de Chávez terminó de fructificar en Unasur y la CELAC, los organismos regionales que lograron unir a los gobiernos de toda Latinoamérica –sin Estados Unidos y Canadá– en aras de un proyecto común, más allá de las diferencias ideológicas que van de un Rafael Correa a un Sebastián Piñera, sin ahondar demasiado.
De allí la importancia que tiene el resultado de este domingo. Un triunfo de la derecha puede poner en peligro muchas de las conquistas que tuvieron su mayor expresión en Mar del Plata en 2005 con el fin del ALCA y continuaron en la lucha a favor de la democracia en los intentos destitucionistas en Bolivia y Ecuador, y que se opusieron tenazmente a los golpes en Honduras y Paraguay. Que el presidente paraguayo de facto no vaya a la Cumbre Iberoamericana de Cádiz por exigencia del resto de los países de la región es un dato que refleja la importancia que tomaron estos organismos.
Pero es cierto que, como le pasa al equipo de Bielsa, aún haya debilidades y aparecen derrotas increíbles, como con Zelaya y Lugo.  Es cierto también que esa preocupación de muchos latinoamericanos en estas horas refleja precisamente esas carencias. Lo que se puede perder mañana muestra lo que aún falta. Sobre todo en las mentes de los mejor predispuestos a aceptar el desafío de construir ese mundo mejor  al que aspiran estas sociedades y que –como muestran las cifras incontrastables de la economía– ponen a la región a la cabeza del crecimiento mundial por hacer lo contrario de lo que pide el establishment internacional. Mentes que sufren el embate cada vez más enfurecido de los medios concentrados de todo el continente.
Prueba de ello es el modo acelerado con que Chávez pasó, de ser un excéntrico propenso a las bravuconadas, a aparecer como un enfermo terminal y finalmente un cuco dispuesto a todo con tal de conservar el poder. Es el mismo tipo de manipulación –salvo diferencias mínimas– que padecen todos los gobiernos progresistas, incluso el argentino.
Una revisión de los temas más importantes para la prensa continental en estos días corrobora una serie de casualidades por demás sospechosas. En Brasil, que el domingo enfrenta elecciones municipales, el tema dominante es el último tramo del juicio por corrupción más grave que enfrentan dirigentes del PT. Se trata del mensalao, una causa abierta por presunta compra de voluntades de aliados menores del oficialismo en el Parlamento para aprobar las leyes que enviaba Lula. El principal acusado es el entonces jefe de la Casa Civil, José Dirceu (un histórico del PT, en los '60 miembro de grupos armados, preso político y luego exiliado en Cuba en la dictadura militar) y el ex titular del PT,  José Genoino. Dos de los diez magistrados de la Corte y el juez instructor consideraron culpable a Dirceu, quien hasta ahora cuenta sólo con el voto favorable del juez revisor. Recién después de los comicios se van a expedir los demás magistrados.
En Colombia, el vicepresidente Angelino Garzón salió a desactivar otra operación mediático-política. Habida cuenta de que el presidente Juan Manuel Santos tuvo que ser intervenido de un cáncer, y a pesar de que recibió un tipo de anestesia que le permite seguir gobernando desde la cama del hospital, en el Congreso, y con apoyo de sectores cercanos al belicoso ex presidente Álvaro Uribe, intentaron forzar a un examen médico a Garzón. La ley colombiana prevé que el vice deba mostrar su ficha de salud por cualquier eventualidad, pero el dirigente gremial la desestimó por considerarla una invitación al golpe. "Yo fui elegido para defender la democracia, la Constitución y las instituciones. Estas no pueden ponerse en peligro por el interés de algunas personas", se ofuscó.
En Cuba, el cuco mayor desde hace más de medio siglo comenzaba el juicio al español Ángel Carromero, un oscuro militante del PP que protagonizó un accidente de tránsito en el que murió el disidente Oswaldo Payá (ver aparte). El gobierno de Raúl Castro fue acusado de haber eliminado a un opositor hasta que el propio Carromero y otro tripulante del auto, un sueco, certificaron que no hubo ningún atentado, que había sido un accidente como tantos que ocurren en el mundo. La desmentida en los medios no tuvo el mismo espacio que la acusación. Cuando lo tuvo.
Mientras los medios locales destacan la sublevación de gendarmes y prefectos y la desaparición momentánea de un testigo clave en el juicio por el asesinato del militante del PO, no pierden ocasión de apostar al triunfo en Venezuela de Henrique Capriles, un joven empresario que saltó a la fama en 2002, con el efímero golpe contra Chávez que apoyaron George Bush y el español José María Aznar, también del PP. Esa vez, Capriles y un grupo de opositores al chavismo fueron a la Embajada de Cuba en Caracas y protagonizaron actos de vandalismo penados por la justicia.
Ese mismo personaje es el que ahora promete progresismo y no alejarse de los organismos creados en estos años. Entre ellos seguramente habla del Mercosur. Paradojas de la política, si ganara Capriles, seguramente el Senado paraguayo apoyaría, entonces sí, el ingreso de Venezuela el Mercosur.
Pero sería un precio demasiado oneroso para arreglar el entuerto.

Tiempo Argentino
Octubre 6 de 2012

miércoles

El orden multipolar

Hace algunos años, George Bush padre solía jactarse de encarnar el Nuevo Orden Mundial, en referencia al statu quo universal luego de la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. Era la primera vez que desde la fundación de la Organización de Naciones Unidas, creada a instancias de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, nadie estaba en condiciones de discutirle a Washington la distribución del poder en el planeta. Y Bush jugaba, claro, como los primeros que utilizaron el término, con la ambigüedad de la frase. Por un lado, una nueva ordenación –como sinónimo de ubicación, clasificación– pero también significaba las órdenes dictadas por alguien nuevo que ahora tiene peso político, económico o militar para hacerlo como le venga en gana. A ese concepto con olor a naftalina se refieren todavía hoy los que defienden la prevalencia de Estados Unidos como potencia única y permanente.
La Asamblea General que comenzó el martes en Nueva York muestra, de un modo llamativo, que luego de ese mundo que pintaba para inmutable, gobernado bajo los cánones de la pax americana y las reglas del neoliberalismo, hay otra vida. Que todavía se muestra titubeante, como quien da sus primeros pasos. Pero que lentamente se cuela por los intersticios que dejan filtrar cada vez con mayor frecuencia los centros de ese poder mundial.
A esta altura puede decirse que los temas dominantes de esta 67ª reunión ecuménica anual fueron la situación en Siria, Irán, el conflicto palestino-israelí, la crisis económica global y el planteo de nuevas políticas para el combate del narcotráfico. El orden establecido  para esta mención sigue los lineamientos de las agencias informativas internacionales, no el que podría hacerse si se piensa en los asuntos de mayor interés para los pobladores de los países que integran la ONU.
Porque en este nuevo ordenamiento multipolar que se vislumbra, los problemas más graves que enfrenta en estos días la humanidad pasan por conseguir un trabajo y por el sustento diario. De ahí se encadenan otros problemas globales hasta llegar finalmente a los temas más puntuales, que hacen a la paz en el mundo y a la convivencia entre los pueblos pero que no alcanzarían a cambiarles la perspectiva a las mayorías preocupadas por su futuro y por mantener un lugar bajo el sol.
Esos asuntos fueron precisamente desarrollados por las presidentas de los dos países más grandes de América del Sur, Dilma Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner. La brasileña abrió los debates con una mención clara y contundente a las políticas que el PT viene aplicando desde que Lula da Silva llegó al poder en 2003 y que sacaron de la pobreza a 40 millones de personas y llevaron esperanza a bastantes más en la primera economía de la región.
La mandataria argentina, en cambio, le marcó la cancha al FMI, que con sus políticas atadas a la defensa de los intereses de ese mundo que se cae a pedazos, no hace más que repartir miseria e injusticia a nombre de modelos que ya demostraron su fracaso.
Otras voces del continente se alzaron en el estrado neoyorquino para proponer salidas diferentes para los problemas que se acumulan en el continente. Así, hubo una auspiciosa coincidencia entre las posiciones de los presidentes de Colombia, México y Guatemala en torno de la lucha contra la droga. El mexicano Felipe Calderón, que protagonizó una pelea despiadada contra los cárteles en su sexenio y lo único que consiguió fue elevar hasta niveles demenciales la violencia en su país, se preguntó si no "es el momento de que la ONU encabece un serio y profundo debate internacional que permita hacer un balance de los alcances y limitaciones del actual enfoque prohibicionista".
El guatemalteco Otto Pérez Molina fue derecho al grano y pidió "la revisión internacional de las leyes que actualmente gobiernan nuestra política global de drogas", mientras que el colombiano Juan Manuel Santos, a su turno, propuso discutir si existen mejores opciones "para combatir con más eficacia el flagelo de las drogas".
"El debate sobre las drogas que tanto daño le han hecho al mundo, a mi país, debe ser franco y sin duda también global", señaló Santos, para recordar luego que en la última Cumbre de las Américas, celebrada en Cartagena, los gobiernos regionales se plantearon analizar concienzudamente "la efectividad y perspectivas de la llamada guerra contra las drogas y sobre las posibles alternativas".
El caso de Santos es ilustrativo, porque en ese mismo discurso mostró sus esperanzas en el diálogo de paz que se inicia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un conflicto ligado íntimamente tanto al orden que se termina como al que está naciendo. Porque fue a la caída de la URSS que el narcotráfico y el terrorismo de la noche a la mañana se convirtieron en los nuevos enemigos del Pentágono. Y esos dos demonios han sido desde entonces las justificaciones para que el aparato militar estadounidense se desplegara en zonas hasta entonces fuera de su control. Como el país de García Márquez con el Plan Colombia y México con el Plan Mérida.
Un nuevo modo de enfrentar el problema  de la droga que pase por tomar en cuenta al que consume (mayoritariamente fronteras adentro de Estados Unidos y también del resto de los países desarrollados) y encontrar un cauce de diálogo con la guerrilla –como también reclamaron Dilma y Cristina para todos los problemas internacionales– deja sin argumentos a los cultores de la solución bélica en todos los rincones del globo.
Por eso tampoco fue casual que en esta suerte de conferencia internacional se oyeran más voces que exigen una modificación profunda del Consejo de Seguridad de la ONU, ese órgano compuesto por cinco naciones con el privilegio de poder vetar las decisiones de los otros casi 200 miembros. En este reclamo, que no es nuevo, el más virulento sin dudas fue el boliviano Evo Morales, quien directamente definió a ese selecto estamento como el "Consejo de la Inseguridad".
Pero al pedido de reformar el "club de los cinco" se sumó el representante del Perú y el francés François Hollande, quien sostuvo que el Consejo de Seguridad "debe reflejar mejor el mundo actual". Para lo cual, dijo, habría que permitir el ingreso de Alemania, Japón, India, Brasil y algún país africano que no mencionó pero en su cabeza estaba el nombre de Sudáfrica.
Brasil busca ampliar la base de naciones con un sitial permanente y busca ocupar un puesto en representación de la región. Ambiciona ese lugar desde que en 1942 envió tropas a Europa para combatir al nazismo y fue el primero en anotarse como miembro de la institución que nacía en Nueva York al término de la contienda. Hasta ahora lo único que logró fue inaugurar las sesiones de cada año como reconocimiento a una tradición que por otro lado nadie cuestiona. Argentina desde hace tiempo viene reclamando la eliminación de esa aristocrática figura de los países con derecho a veto. Intenta que en la ONU cada país valga un voto y no haya algunos que valgan un veto, por decirlo fácil.
Mariano Rajoy también habló de ese organismo clave. Mientras en Madrid la policía reprimía las protestas contra los ajustes y los catalanes daban pasos más firmes hacia la independencia, el presidente del gobierno español se acordó de los que no salían a la calle a manifestarse y toleran, según cree, la austeridad perpetua. Y pidió un lugar para España como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad. No sea cosa de desentonar.  
Tiempo Argentino
Septiembre 29 de 2012