martes

Israel Palestina parte III: La paz esquiva



Intentos de acuerdos duraderos y efectivos en Medio Oriente hubo varios desde la Guerra de los Seis Días en adelante. La fórmula Tierra por paz representa una de esas variantes y ya se había utilizado desde 1977 cuando Israel daba las últimas puntadas para el tratado que desde un año más tarde le garantizó la frontera sur.  Egipto reconoció al Estado de Israel, que se retiró de Sinaí. A cambio ambos estados recibieron asistencia económica de los Estados Unidos, algo de mucho peso en El Cairo como se ve desde entonces. 
Los documentos fueron rubricados por el líder egipcio Anuar el Sadat y el primer ministro israelí Menajem Beguin ante el presidente estadounidense Jimmy Carter en la residencia de Camp David. Por este logro Sadat y Beguin fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz de 1978. Tres años más tarde, Sadat sería asesinado por un grupo de soldados durante una parada militar en El Cairo en conmemoración de la guerra de 1973 contra el vecino del norte. La paz es un reclamo masivo, pero son muchos los que prefieren la guerra.
Esta misma fórmula de Tierra por paz, que implicaría el reconocimiento mutuo de la existencia de dos estados y también un arreglo definitivo para la situación en Cisjordania y Gaza, sufrió varios  vaivenes desde entonces. Quizás el momento culminante de todo este proceso fueran los llamados Acuerdos de Oslo, firmados en Washington en setiembre de 1993 por Abu Mazen (el actual presidente palestino Mahmud Abbas), en representación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el canciller israelí Shimon Peres, el Secretario de Estado Warren Christopher y el titular de Relaciones Exteriores ruso, Andréi Kozyrev, ante la atenta mirada del líder de la OLP, Yasser Arafat, el Primer Ministro israelí, Yitzhak Rabin y el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.
Como fruto de este acuerdo, Arafat se convirtió en jefe de un gobierno autónomo con autoridad sobre la Franja de Gaza y Cisjordania. Rabin firmó también un tratado de paz con el rey de Jordania en 1994. El frente oriental del Jordan, desde entonces, también quedaría protegido bajo este paraguas diplomático. Arafat, Peres y Rabin recibieron el Nobel de la Paz en 1994. Sin embargo, como ya se dijo, los halcones no se llevan bien con las palomas y en 1995 Rabin murió asesinado por integrante de la derecha radical israelí y estudiante de la Universidad Bar Ilán, ferviente opositor  la propuesta de ceder territorios a cambio de paz.
En julio de 2000, otro demócrata, Bill Clinton, convocó a una nueva cumbre en Camp David, la residencia veraniega de la presidencia estadounidense, a la que asistieron  Arafat y el primer ministro israelí, Ehud Barak, quien había servido en las Fuerzas de Defensa de Israel (la denominación de las Fuerzas Armadas) durante 35 años. Fueron 15 días de conversaciones secretas de las que trascendieron detalles contrapuestos según las fuentes. Puede afirmarse que el gobierno israelí ofreció entonces la devolución de la mayor parte de los territorios de Cisjordania y de Gaza al igual que la soberanía de Jerusalén Este. Circuló entonces una frase que Barak le habría deslizado a Arafat: “nunca recibirás algo mejor de Israel”. 
Como sea, el premier fue duramente criticado dentro de Israel por apostar a decisiones y promesas para las que no tenía espaldas políticas (como quien dice, por ofrecer más de lo que podría en realidad concretar) y Arafat, que ya había reconocido formalmente la existencia del Estado de Israel, rechazó la propuesta porque, según entendió leyendo la letra chica del contrato, lo que le ofrecían era menos de lo que se anunciaba.
Si no fue la mejor oferta para Palestina, posiblemente esa fuera la mejor que podía entregar un mandatario israelí. Tan es así que desde que se conocieron los entretelones de aquella oferta, la sociedad israelí vivió en permanente debate. Las calles se poblaron por meses, según reflejaban las crónicas, con carteles que decían "Barak destruye Israel" o "Barak lleva a Israel al suicidio y a la perdición". Desde la otra vereda respondían con "Busca la paz y persíguela" o "La mayoría ha optado por la paz", en referencia a los 12 puntos Barak había sacado sobre el candidato de la derecha, Benjamín Netanyahu. Sin embargo, la controversia le costaría el gobierno en marzo del 2001.
El escritor israelí Amos Oz decía entonces que "ahora está claro incluso para los extremistas de ambos bandos que la cuestión no es quién desaparece primero de aquí, sino cuánto recibirá cada uno. Y ese cuánto ya se ha reducido a unos pocos kilómetros e incluso varios cientos de metros de Jerusalén". Oz agregaba en agosto del 2000 –citado por el diario español El País- que "como es natural, esos últimos metros son los más difíciles y amargos, porque todos los campos de minas de cien años de guerras, campos de minas físicos y psicológicos, se concentran ahora en la última porción de tierra en litigio".
La reflexión  final tiene una vigencia que asombra: "Entre el Mediterráneo y el río Jordán viven ahora más de ocho millones de seres humanos, y casi todos saben que esta tierra se va a repartir entre sus dos pueblos. E incluso se va a convertir en una casa bifamiliar. No hay otro camino ni vuelta atrás". Otro escritor del que se habló en esta serie de artículos, David Grossman, decía en aquel momento crucial que "estos días, Israel se dirige desde la parálisis y la desesperación a lo que tal vez sea su gran oportunidad de salvarse a sí mismo (…) Si los dos líderes (por Barak y Arafat) reunieran valor y dieran el último paso -el más difícil de todos- para superar las divergencias, quizá podríamos empezar a vivir una nueva vida aquí".
Hubo nuevos intentos desde entonces, pero todos con resultado nulo. Incluso el plan de la Liga Árabe de 2002 que ofrecía reconocimientos mutuos con Israel y la construcción de relaciones comerciales y diplomáticas normales entre estados a cambio de “una completa retirada de todos los territorios ocupados desde 1967, incluyendo los Altos del Golan Sirio hasta la línea del 4 de Junio de 1967, así como los territorios en el sur del Líbano que permanecen ocupados; una solución justa al problema de los refugiados Palestinos de acuerdo con la Resolución 194 de la Asamblea General de las Naciones Unidas y la aceptación del establecimiento de un Estado Soberano Independiente Palestino en los territorios palestinos ocupados desde el 4 de Junio de 1967 en la franja de Gaza y Cisjordania, con Jerusalén Oriental como capital”.
Lo que siguió fue otra historia en que las diferencias se fueron profundizando a medida que se radicalizaron las posiciones. Israel se retiro de Gaza en 2005. El pequeño territorio gazatí está virtualmente cercado por tierra y por mar tanto por Israel como por Egipto. Es conocido que se construyeron túneles por donde traspasan mercaderías que de otro modo deben atravesar los pasos controlados por Israel. Por otro lado, Israel autoriza la construcción de nuevas viviendas en asentamientos en los territorios ocupados. Hamas tomó el poder en 2007 y eso fue suficiente argumento para que desde el otro lado agudizaran los resquemores: Hamas arroja cohetes y en Israel construyeron un formidable sistema de intercepción que evita que lleguen a su objetivo. Las desventuras del millón y medio de pobladores de Gaza escandalizó hasta un acérrimo representante de la derecha más furiosa como el escritor peruano Vargas Llosa, sin mencionar a una gran cantidad de israelíes que apuestan por la paz.
El argentino Patricio Brodsky, sociólogo y docente en la UBA, computa en un trabajo reciente publicado en el sitio Pagina Popular que desde 1948 “la cantidad total de víctimas del conflicto son unos 15.000 israelíes y 105.000 árabes (árabes de distintas nacionalidades caídos en guerras, muertos por bombardeos israelíes …) una relación de 7 árabes por cada israelí muerto”. Las cifras de los últimos operativos son dramáticamente superiores y durante la operación "Plomo fundido", que pretendía terminar definitivamente con el lanzamiento de cohetes desde Gaza, entre diciembre de 2008 y enero de 2009, el número de muertos fue 1.400 palestinos (en su mayoría civiles) y 13 israelíes. Esa misma desproporción es la que cuestionan en este nuevo operativo tanto organismos internacionales como distintos gobiernos, que rechazan todo tipo de acciones terroristas pero al mismo tiempo señalan la diferencia entre un grupos como Hamas y el poderío del ejercito tal vez mejor entrenado y pertrechado del mundo.

Continuará con los siguientes temas:

- La vida en Gaza

-¿Es aceptable el argumento de los escudos humanos?

-El modelo boliviano y Nelson Mandela como ejemplos de integración



Julio 29 de 2014

lunes

Israel-Palestina parte II: La ONU mete baza



Fueron cientos de miles de desesperados que buscaron un hogar en Israel en sucesivas oleadas inmigratorias. Entre 1892 y 1948 se estima que llegaron a la región hasta 475 mil personas. Al principio por las persecuciones en Rusia (Tormentas del Neguev y Pogroms de Kishinev entre ellos) y luego por el advenimiento del nazismo. Pero no solamente emigraban hacia la Tierra Prometida.
Entre 1900 y 1924, llegaron a Estados Unidos alrededor 1.750.000 judíos de Europa oriental, según estimaciones oficiales.  Para la misma época llegaban a Argentina a razón de unos 13 mil por año, provenientes de las mismas áreas de Europa y hacia 1920 se supone que había unos 150 mil viviendo en distintos puntos del país. Los Gauchos Judíos de Entre Ríos son unos de los mayores exponentes de este pueblo que en el país encontraron refugio y se fueron integrando aceleradamente. 
No se puede entender el siglo XX en América sin la contribución de creadores de cultura judía, desde Saul Bellow, Isaac Bashevis Singer, Noam Chomsky, Woody Allen, Jerry Seinfeld, solo por mencionar a algunos de Estados Unidos. O Alberto Gerchunof, Samuel Eichelmabum, León Rozitchner, Juan Gelman, Jorge Guinzbug o Tato Bores entre algunos de los locales que vienen a la memoria.
El avance del capitalismo más salvaje provocó que otros millones de pobres y desesperados de todas las etnias y religiones del mundo emprendieran viaje en busca de mejores horizontes. Así, en el censo de 1914 se computaron en Argentina poco más de 900 mil emigrantes italianos, 829 mil españoles y 93.701 “rusos”. Eran judíos que habían venido huyendo de los pogroms. También había “turcos”, que llegaban desde las actuales Siria, Líbano y Palestina , en lo que era el imperio Otomano. Entre 1897 y 1913 se radicaron casi 104 mil “siriolibaneses”, principalmente en las provincias del Noroeste, donde abundan descendientes e instituciones formadas por los primeros emigrantes. Y donde, al igual que en Buenos Aires, “turcos” y “rusos” convivieron –y hasta compitieron comercialmente- sin mayores inconvenientes desde entonces. Acotación al margen: es bien conocido el hecho de que el principal destino de exportación de yerba mate fuera del continente es Siria. Segunda acotación: también los “turcos” influyeron en la cultura vernácula, aunque son más visibles en la política: las familias Saadi, Menem, Sapag y Aguad son algunos ejemplos.
Volviendo a Israel, desde la Primera Guerra Mundial las entidades judías fueron creciendo en el marco del Protectorado Británico. Con un ideario universalista y socialista. Prueba de ellos son los kibutz, modelo de explotación cooperativa única. Como anota el ya mencionado Zeev Sternhell en “Los Orígenes De Israel”, en algún momento esa historia reciente, la dirigencia asentada en la región –encolumnada detrás de Ben Gurión- tuvo que optar por la creación de un estado o mantener los valores del socialismo universalista y, se entiende, no tuvo alternativas en el contexto que les tocó vivir. Si algunos años antes el georgiano Josif Stalin apostó al socialismo en un solo país en la Unión Soviética, el Eretz Israel habría de ir dejando de lado la inicial utopía en aras de un proyecto posible para los judíos que escapaban en oleadas de la maquinaria criminal nazi.
Gran Bretaña, que soñó con quedarse con el control de parte del imperio turco tras los acuerdos secretos de Sykes Picot con Francia, comprobó al fin de la Segunda Guerra que acababa de perder su propio imperio y, con el nacimiento de Naciones Unidas como una institución destinada a servir de foro internacional donde debatir las diferencias sin llegar a la destrucción de la humanidad, se fue quedando al margen de las decisiones individuales.
Fue así que el 29 de noviembre de 1947 de la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la resolución 181 que planteaba específicamente y con todas las letras la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado árabe. Establecía, además, una unión económica, aduanera y monetaria. La resolución fue aprobada por 33 votos (entre ellos Estados Unidos y la Unión Soviética), con 13 votos en contra (entre ellos los países árabes y Turquía) y 10 abstenciones (incluido el Reino Unido, que pretendía aún no perder influencia, y la Argentina).
El dibujo de las fronteras es muy particular y asemeja al símbolo del Yin y el Yan, ese concepto taoísta que describe a las dos fuerzas opuestas y complementarias que rigen el universo y sus circunstancias.
Más allá de las razones para un trazado como el que se ve en el mapa original -que deja a Jerusalén, Belén y los Santos Lugares bajo un régimen internacional particular por tratarse de sitios sagrados para tres religiones- el rechazo de las naciones vecinas fue clave entonces para que la resolución nunca entrara en vigencia. No hubo la armonía reflejada en el mapa que podía prever la sabiduría china y el 15 de mayo de 1948, el mismo día en que vencía el mandato británico, se proclamaba el Estado de Israel y estalló la primera guerra árabe-israelí cuando tropas de Egipto, Siria, Jordania, Irak y el Líbano se desplegaron sobre el territorio del nuevo estado, al que se habían comprometido a no reconocer.
El 20 de julio de 1949 se firmó el último de los armisticios que pusieron fin a lo que llama las Guerras de la Independencia israelí. Como resultado, Israel ocupó partes de territorios que no habían sido asignados en la resolución 181. Al mismo tiempo, alrededor de 750 mil palestinos quedaron en situación de refugiados. Este es un punto clave en los intentos pacificadores que se ensayaron a continuación.
La mayoría de esos refugiados se habían ido de sus viviendas bajo la amenaza de la guerra pero tenían títulos de propiedad desde varias generaciones. Rodolfo Walsh contó en aquella producción para el diario Noticias escenas de violencia inusitada para expulsarlos de sus propiedades. Desde el lado israelí se argumenta que los dirigentes árabes les habían recomendado que huyeran para salvar sus vidas y que pronto acudirían en su ayuda, algo que no sucedió. Desde entonces la llave de la casa que tuvieron sus ancestros y un hato de viejos papeles amarillentos con las escrituras originales  simbolizan para los palestinos el deseo de retorno a su tierra de origen.
No es intención aquí describir en detalle la historia que se vivió a posteriori. Si se podrá decir que en diciembre de 1948 la Asamblea General de la ONU emitió otra resolución, la 194, que decidió "que hay lugar para permitir a los refugiados que lo deseen regresar a sus hogares lo más pronto posible y vivir en paz con sus vecinos, y que se deben pagar indemnizaciones a título de compensación por los bienes de aquellos que decidan no regresar a sus hogares y por todos los bienes que hayan sido perdidos o dañado, en virtud de los principios del derecho internacional o en equidad, esta pérdida o este daño debe ser reparado por los gobiernos o autoridades responsables". Esta vez Argentina estuvo a favor y la Unión Soviética, junto con los países árabes, en contra.
La ONU intervino nuevamente en 1967, luego de la Guerra de los Seis Días contra tropas de Egipto, Jordania, Irak y Siria. Los ejércitos israelíes volvieron a salir victoriosas y ocuparon territorios por fuera de las fronteras establecidas veinte años antes. La resolución 242, votada por unanimidad en el Consejo de Seguridad seis meses después de finalizada la contienda, insiste en un punto clave para lo que se debatiría luego, como es el de “la inadmisibilidad de la adquisición de territorios por medio de la guerra”, y en que los estados miembro ,“al aceptar la Carta de las Naciones Unidas, han contraído el compromiso de actuar de conformidad con el artículo 2 de la Carta”, que entre otras cuestiones exige a los integrantes del organismo “el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos”. Por lo tanto pide la “retirada de las fuerzas armadas israelíes de territorios que ocuparon durante el reciente conflicto; la terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de su existencia, y respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de todos los Estados de la zona y de su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas y libres de amenaza o actos de fuerza”.
La resolución, además, insiste con la necesidad de “lograr una solución justa del problema de los refugiados”. Cuestiones estas que conformarán la base de todo reclamo posterior de los palestinos y también de los grupos pacifistas dentro del propio Estado de Israel y de la comunidad internacional. Un debate que no perderá vigencia hasta tanto no se llegue a un acuerdo definitivo.

Continuará con los siguientes temas prometidos:
-Fronteras seguras y la solución de los dos estados.
-Bloqueo a Gaza y túneles. ¿Es aceptable el argumento de los escudos humanos?
-El modelo boliviano y Nelson Mandela como ejemplos de integración.

Julio 28 de 2014

sábado

Israel-Palestina: ¿dos estados imposibles?



Norman Finkelstein nació en Nueva York, hijo de sobrevivientes del gueto de Varsovia  de campos de concentración nazis.  Daniel Baremboim nació en Buenos Aires, donde sus padres buscaron refugio de las persecuciones en Rusia. David Grossman nació en Jerusalén y perdió un hijo, soldado, en un ataque de Hizbullah en el sur del Líbano en 2006. Carlos Escudé nació en Buenos Aires y se convirtió al judaísmo cuando ya había pasado largamente el medio siglo de vida. Son cuatro casos apenas que a su modo reflejan posturas tan claras como diferenciadas en relación con el conflicto en Medio Oriente.
Para Finkelstein, entender la cuestión es sencillo: las relaciones internacionales se ordenan de acuerdo a legislaciones más o menos consensuadas en la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el Tribunal de La Haya y a esta altura Israel lleva desoídas varias de sus resoluciones, con lo que cualquier solución debe ser política. Baremboim, que tiene pasaportes como argentino, español, israelí y también palestino, piensa que "no es un conflicto político, sino uno humano entre dos pueblos que comparten la profunda y aparentemente incompatible creencia de que tienen un derecho sobre el mismo pequeño pedazo de tierra".
Grossman lamenta que vayan creciendo los israelíes que en su país ahora descreen de una solución posible para un conflicto que ya se llevó miles de vidas y lo sigue haciendo de un modo brutal con regularidad escandalosa. Escudé, en cambio, dijo alguna vez que “no todos los problemas humanos tienen solución, y el de Medio Oriente es un conflicto que tal vez no la tiene”.
Como en todo análisis que intente no caer en el pesimismo, es bueno partir desde algún punto para desmenuzar las divergencias en torno de esta delicada cuestión. Delicada por las consecuencias humanas y políticas que acarrea y por las pasiones que despierta en sectores de lo más disímiles.
Es bueno entonces recordar que árabes y judíos no han sido a lo largo de la historia enemigos irreconciliables. Más aún, los períodos de oro de la cultura árabe coincidieron en Al Ándalus, la región del sur de España más cercana al África, con la era dorada de la cultura judía.
Moros y sefaradíes convivieron durante ocho siglos en la península ibérica y pudieron alumbrar a pensadores de la talla del árabe Abū l-Walīd Muhammad ibn Ahmad ibn Muhammad ibn Rushd (más conocido en su versión castellana de  Averroes) con el judío Moshé ben Maimón (Maimónides), nativos los dos de Córdoba. Salvo aislados incidentes, la coexistencia fue pacífica y ambos pueblos –ambas culturas- tuvieron destino de exilio cuando los reyes católicos lograron derrotar al Reino musulmán de Granada. Justo en ese 1492 cuando la España imperial también llegaba a América, de la mano del navegante genovés Cristóforo Colombo.
La expulsión de islamitas y judíos privó a España de los dos pilares más desarrollados de la cultura ibérica. Recién hace un par de meses el gobierno de Mariano Rajoy aceptó un reconocimiento histórico al aprobar una ley que permite a los descendientes de sefaradíes obtener la ciudadanía española, donde quiera que hayan terminado sus ancestros. Muchos otros tuvieron que convertirse al catolicismo o padecer el fanatismo criminal de la Inquisición, al igual que los creyentes de Alá.
Los judíos sufrieron persecuciones en el resto de los países de Europa, sobre todo en las regiones del este. “Pogrom” es una palabra que se traduce como devastación o disturbio y se aplicó a los violentos ataques contra poblaciones judías. La palabra es rusa y las persecuciones eran en la época zarista. “Ghetto” es un término que remite a los barrios cercados durante el nazismo, pero es una palabra en italiano que se relaciona con los vecindarios judíos de Venecia, desde donde el vocablo se trasladó al resto de la  Europa central y  oriental. Ninguno de los dos términos se relaciona con la cultura árabe.
El sionismo, por otro lado, es un movimiento político desarrollado por el húngaro Teodoro Hertzl tras el llamado Caso Dreyfuss, por el capitán del ejército francés que terminó condenado por un delito que no había cometido, víctima de un clima antisemita creciente en la Francia de fines del siglo XIX.
Fue entonces que los judíos europeos tomaron conciencia de que en un contexto de avance de los nacionalismos –era el período de las formaciones nacionales modernas, tras la unificación de Italia y Alemania fundamentalmente – había pocas esperanzas de que pudieron desarrollarse en un espacio de libertad y seguridad personal. Era una época de oro para la cultura europea  -¿o habría que hablar de cultura judía?- con el florecimiento de figuras de la talla de Einstein, Freud, Marx, Buber por citar solamente a algunos.
Los judíos europeos, según el historiador israelí Zeev Sternhell,  tenían en ese momento dos opciones: integrarse a sus países de nacimiento o fundar su propio estado. Bloqueada la posibilidad de integrarse como consecuencia de los pogromos y de la suerte corrida por el militar francés, quedaba la respuesta de un Estado Nacional, ¿pero dónde?  La elección fue volver a la Tierra Prometida, el Eretz Israel. Fue así que comienzan a llegar a Palestina las primeras oleadas de inmigrantes durante la llamada Primera Aliyá, en 1882.
No es que en Palestina no hubiera judíos, pero la mayoría de la población era musulmana. En ese momento el territorio formaba parte del Imperio Otomano. No había mayores conflictos ni raciales ni religiosos, al punto que la guerra de Crimea de 1854 se comenzó a gestar en el plano ideológico –toda guerra es económica y geopolítica en primer término pero se fundamenta en cuestiones culturales- a partir del reclamo que hacían los zares de protección a los peregrinos cristianos ortodoxos que querían visitar los Santos Lugares.
Pero la Gran Guerra se llevó puesto al último sultán otomano y para el fin de la contienda, los británicos habían logrado repartirse con los franceses el control de la región. La Declaración de Balfour de 1917 prometía “los mejores esfuerzos” para apoyar la creación de un “hogar nacional para el pueblo Judío” en Palestina. Pero casi en simultáneo el alto comisionado británico para Egipto, Henry McMahon, con el fin de que los árabes se rebelaran contra el Imperio Otomano para apoyar a los Aliados en la Primera Guerra Mundial, también le había prometido el control de la región al Sharif de la Meca, Hussein.
Como sea, siguieron llegando inmigrantes judíos cuando el territorio quedó como Protectorado británico, al fin de la guerra. Y los nuevos pobladores fueron creando instituciones que cumplían funciones estatales, como la Histadrut. Las oleadas de perseguidos que se fueron sumando, sobre todo desde que el nazismo tomó el poder en Alemania, fue cada vez mayor.
La segunda guerra dejó como saldo horroroso el Holocausto de seis millones de judíos. Fue la prueba más contundente de que quienes pensaban que Europa no era un lugar seguro tenían razón. Fue, también, el momento en que la dirigencia del Eretz Israel –encolumnada detrás de Ben Gurión-decidió dar la última puntada para la creación del estado judío.
Como recordaba Rodolfo Walsh en una serie de artículos escritos en 1973 para el diario Noticias, los que llegaban a Medio Oriente eran los judíos pobres, que habían sido los que pudieron sobrevivir a los campos de concentración y vagaban sin rumbo porque lo habían perdido todo. Eran masas de desesperados en busca de un lugar donde poder soñar con un futuro de paz.
La visión para los palestinos era bien otra. Los que llegaban no lo hacían a un territorio vacío. Podrían considerarse, siguiendo a la Biblia, que eran un pueblo originario. Pero eso también podría argumentar los árabes nativos, que por otro lado comparten raíces semíticas. Suele decirse que así como los mexicanos, peruanos o bolivianos descienden de los pueblos originarios, los argentinos descienden de los barcos. Algo similar podrían sostener los palestinos de entonces: los israelitas también descendían de los barcos.
Hay muchas semejanzas entre la forma en que Palestina fue recibiendo nuevas oleadas de población venida de otros lares y el modo en que españoles pobres y luego italianos y anglosajones míseros vinieron a América en busca de un destino mejor. Porque una cosa es el trabajador que emigró para huir de la miseria y otra los imperios lanzados a la conquista de las riquezas sin la menor consideración humana.  Esos imperios invasores destruyeron culturas, se apropiaron de recursos incalculables pero sobre todo asesinaron y sometieron a los peores vejámenes a millones de indígenas desde casi ese mismo año de 1492 en lo fue que uno de los mayores genocidios en la historia de la humanidad. ¿Se los debería poner en la misma lista que la de los que vinieron a ganarse la vida?
También el África negra sufrió y sufre las consecuencias de la codicia y la barbarie. Dos “virtudes” bien occidentales que los europeos suelen enmascarar de progreso civilizador. La Biblia y el garrote, dos instrumentos de sometimiento brutal que provocaron otro genocidio imposible de estimar en términos matemáticos. Es que los pueblos donde se produjeron las sangrías no tenían posibilidad de dejar registro porque eran ágrafos.

Continuará con los siguientes temas:
-La construcción del Estado y el abandono del universalismo.
-Las resoluciones de la ONU y las guerras árabe-israelíes.
-Fronteras seguras y la solución de los dos estados.
-Bloqueo a Gaza y túneles. ¿Es aceptable el argumento de los escudos humanos?
-El modelo boliviano y Nelson Mandela como ejemplos de integración.

Julio 26 de 2014