domingo

Ferguson en llamas



El suburbio de Saint Louis, de población mayoritariamente negra pero con una policía mayoritariamente blanca, se levantó por el asesinato de un chico de 18 años a manos de un agente policial.
“La nuestra es una nación de leyes: tanto para los ciudadanos que viven bajo ellas como para los ciudadanos que las hacen cumplir, (por eso digo) a la comunidad de Ferguson que está haciendo daño y buscando respuestas, que debemos procurar un entendimiento en lugar de simplemente gritar el uno contra el otro. Debemos curar en lugar de herir a los otros».
Parece la homilía de algún obispo compungido por el levantamiento de la población negra de ese pequeño suburbio de Saint Louis, Missouri, Estados Unidos. Pero no, es una de las primeras frases que pronunció el presidente Barack Obama cuando interrumpió brevemente sus vacaciones en la isla de Martha’s Vineyard, en Massachusetts. Suspendidas en parte para dar algún tipo de respuesta a los incidentes generados por el asesinato de un adolescente negro a manos de un policía blanco en un caso difícil de catalogar de otra forma que no sea «gatillo fácil racial». Un descanso básicamente interrumpido también para resolver cuestiones logísticas en torno de la nueva incursión aérea estadounidense en Irak, pero que necesariamente debió enfocarse en ese espinoso tema.
«Nunca se puede excusar la violencia contra la policía o los que se ocultan tras esta tragedia para vandalizar o robar», abundó Obama. El centro de las quejas radica en que, siendo el primer presidente afroamericano en ocupar la Casa Blanca, poco hizo por limar las diferencias que permanecen en la sociedad entre los WASP (blanco americano sajón protestante, como se autodenomina la mayoría dirigente del país) y los afrodescendientes.
En tren de aquietar las aguas luego de varios días de protestas, saqueos y detenciones masivas, el gobierno federal decidió enviar al fiscal general, Eric Holder, también el primer afroamericano en ocupar un cargo semejante. El gobernador del estado de Missouri, el demócrata Jay Nixon –sin parentesco alguno con el protagonista del Watergate, el republicano Richard Nixon– pidió la intervención de la Guardia Nacional, la milicia estatal conformada por voluntarios que suele movilizarse en catástrofes naturales y también para afrontar situaciones de desorden público.
Pero hay coincidencia en organismos de derechos civiles acerca de que esto es más bien agregar combustible al incendio. Por si hiciera falta, el fósforo para acelerar el estallido viene de la mano de grupos supremacistas xenófobos de vieja data, como el Ku Klux Klan, que ya avisó que está juntando dinero para solventar los gastos que demande la defensa del policía implicado en el crimen.

 Seis balazos
Ferguson es un distrito de la principal ciudad de Missouri, con un 67% de población negra y un 29% de blancos, pero cuya policía está integrada por 50 blancos y sólo tres negros. Las tensiones eran palpables y si ahora salieron a la luz fue porque el pueblo se rebeló contra al asesinato a mansalva de Michael Brown, de 18 años, cuando caminaba por una de las calles del poblado, Canfield Drive, el 9 de agosto pasado el mediodía junto con un amigo.
Según los datos más certeros, desde un patrullero el agente Darren Wilson le exigió al dúo que caminaran por la vereda y no por el pavimento. Una tontería irritativa en cualquier distrito del planeta con una mínima circulación de autos como ese. Lo que sigue es difícil de reconstruir, pero según una pericia encargada en forma particular por la madre de Brown, Lesley McSpadden, el chico recibió seis disparos, todos de frente. Dos de ellos fueron en la cabeza, de arriba hacia abajo, lo que indicaría que sea lo que fuera que hubiera ocurrido, el muchacho estaba arrodillado frente al autor de los disparos. Es decir, estaba literalmente entregado. Y para colmo, no tenía armas en su poder.
Tras las primeras manifestaciones de indignación por las calles de Ferguson, la revuelta comenzó a tomar peso en otras comunidades estadounidenses. Recién cuando habló Obama y Jay Nixon pidió la Guardia Nacional, la policía local aceptó dar el nombre del agente que había disparado. Lo hizo con una pequeña trampa: difundió al mismo tiempo un video de un local cercano donde presuntamente se demostraría que los adolescentes habían robado cigarrillos. De ser cierto, se trataría de un delito menor, pero el agente Wilson no tenía ese dato cuando interceptó a los muchachos, según atestigua un vecino que colgó en Twitter el relato de la matanza.
Al cierre de esta edición, las autoridades aún no habían difundido el resultado de la autopsia oficial al cuerpo de Brown. Y Holder –autor por otro lado de un memo que justifica constitucionalmente el asesinato selectivo de ciudadanos en cualquier parte del mundo, que se difundió a pedido de una ONG de derechos civiles tras el homicidio en Irak de un estadounidense que adhería a Al Qaeda, en 2011– dijo que comprometía al gobierno federal para realizar una investigación independiente. Enseguida los sabuesos del FBI se desplegaron sobre el terreno.

 Mala imagen
El asesinato de Brown no hizo más que destapar las hondas diferencias que se mantienen entre dos poblaciones íntimamente vinculadas desde el nacimiento de la nación. Es que, como decía el actor Denzel Washington, los negros fueron el único pueblo que fue a Estados Unidos para estar peor que en sus países de origen. Fueron llevados a la fuerza para convertirse en esclavos y acrecentar así la riqueza de los WASP. Según estudios de una entidad de respeto como el Centro de Investigaciones PEW, con base en Washington, el 65% de los negros del país acusa de excesos a la policía de Ferguson, mientras que un tercio de los blancos dicen que actuó como corresponde.
Gallup, una encuestadora privada muy activa en cuestiones de imagen política, señala a su vez que entre 2012 y 2014, el 64% de los encuestados sin distinción de etnias tenían poca, muy poca o ninguna confianza en la policía, en tanto el 58% de los blancos tenían mucha o muchísima confianza en los uniformados. Un estudio previo, realizado entre 2009 y 2011, revelaba que el 61% de los negros tenían poca o ninguna confianza en la policía, mientras el 62% de los blancos tenía mucha confianza en las fuerzas de vigilancia. Lo que implica decir que desde la gestión de Obama las cosas empeoraron.
Por un lado ocurre que desde las grandes revueltas de los 60, que llevaron la firma de la Ley de Derechos Civiles dictada por Lyndon Johnson –precisamente el 2 de julio se cumplieron 50 años de ese acontecimiento– se fueron registrando cambios demográficos profundos en muchos lugares de Estados Unidos que ahora generan nuevas complicaciones, porque el racismo sigue vigente, sólo que es políticamente incorrecto mencionar ese detalle.
Ferguson es un ejemplo de estos cambios. Ubicada a unos 15 kilómetros del centro de Saint Louis, esta localidad que ahora tiene 21.000 habitantes era hasta hace medio siglo un poblado mayoritariamente blanco. Pero luego de las leyes antisegregacionistas en las escuelas, hubo un éxodo hacia otras regiones. Hacia el inicio de este siglo, los blancos dejaron de ser mayoría y desde entonces la diferencia se acrecentó hasta los niveles actuales, cuando representan un cuarto de la población total. Dice Joan Faus en un artículo del diario español El Pais que «Saint Louis es la gran urbe de EEUU que ha experimentado una mayor pérdida de población desde 1950, del 62%». Elizabeth Kneebone, de la Brookings Institution, agregó a la agencia alemana DPA que el desempleo en Ferguson pasó de menos del 5% en 2000 a más del 13% en 2012 y que además, uno de cada cuatro habitentes vive por debajo de la línea de pobreza. En este contexto de una isla de dirigencia blanca en un mar de población negra, no extraña que según datos oficiales del fiscal general de Missouri, Bob McCulloch, la policía de Ferguson haya arrestado casi dos veces más a conductores negros que a blancos en iguales circunstancias.

 Principales víctimas
«Más afroestadounidenses y latinos que estadounidenses blancos creen que la policía detiene sin causa, emplea fuerza excesiva y comete abusos verbales», corroboró a la agencia The Associated Press Ronald Weitzer, sociólogo especialista en cuestiones raciales. Los ejemplos que recuerda el periodista Jesse Holland en ese despacho de la agencia son ilustrativos: en 1992 cuatro agentes de Los Angeles fueron absueltos tras el juicio por una terrible golpiza a Rodney King que desató los más graves incidentes raciales en décadas. En 1967 hubo un caso similar con una paliza al taxista John Smith en Newark, Nueva Jersey. Seis uniformados fueron absueltos en Miami en 1980 a pesar de haberse comprobado que mataron a palos al motociclista negro Arthur McDuffie. La muerte en Cincinnati en 2001 de Timothy Thomas, de 19 años, también quedó impune.
«Nos encaminamos hacia un período de creciente protesta social», pronostica Lawrence Hamm, presidente de la Organización para el Progreso del Pueblo (POP, por sus siglas en inglés), con sede en Newark, que nuclea aproximadamente a 10.000 miembros en todo el país. Entrevistado por el periodista Chris Hedges para el sitio Truthdig (algo así como «extraer la verdad»), Hamm, que viene de aquellas luchas de hace 50 años y por lo tanto lo ha visto todo o poco menos, es muy claro sobre lo que ocurre. «El péndulo se balanceó demasiado hacia la derecha después del 11 de setiembre de 2001. El miedo y la parálisis se apoderaron del país y crearon nuestro Estado policial autoritario. Estamos superando ese miedo, la rebelión de Ferguson no fue planeada, fue espontánea. La gente dijo “basta” y estalló de la única forma que sabía. Vamos a tener otras rebeliones pero con los cambios demográficos serán en lugares donde previamente hubo incidentes».
Pero Hamm dice más. El hombre, protagonista de mil batallas, señala que «la policía es el instrumento de control social primario», pero que tras las rebeliones de los 60, Nixon –el presidente que debió renunciar en 1974– se dio cuenta de que no resultaría suficiente y comenzó entonces a responder con la Guardia Nacional y la policía estatal e incluso con las Fuerzas Armadas. Recuerda Hamm que en 1967 Richard Nixon envió a la 82ª División Aerotransportada para controlar un levantamiento en Detroit y que en 1999 tropas SWAT con pertrecho bélico de última generación intervinieron para sofocar protestas en Orange, Nueva Jersey. La manifestación, de la que participó el activista de los derechos civiles, se produjo contra la muerte en una sesión de tortura de Earl Faison. Hamm cuenta que los reprimieron «y éramos los manifestantes no violentos. Los verdaderos criminales –quienes mataron Faison– estaban dentro de las filas de la policía».

Silencio presidencial
En 2009, Obama se había corrido del protocolo de la Casa Blanca cuando afirmó que la policía había actuado «estúpidamente» al arrestar a Henry Louis Gates, un profesor negro de la Universidad de Harvard, en su propia casa al confundirlo con un ladrón. Esa vez el incidente terminó con un par de cervezas entre los protagonistas con el presidente.
En febrero de 2012 otro joven negro, Trayvon Martin, fue asesinado por George Zimmerman, quien vigilaba un suburbio de Orlando, en Florida, tras una serie de robos, lo que provocó protestas en toda Florida. En ese momento Obama declaró que se sentía muy ligado con el caso porque el muchacho le hacía acordar a él mismo 35 años antes.
Pero no abrió la boca en julio pasado, cuando George Zimmerman fue declarado «no culpable» porque un jurado determinó que había actuado en defensa propia ante un ataque –no probado– de Trayvon Martin. Salió libre tres días después del homicidio de Michael Brown.

Revista Acción
Agosto 15 de 2014

viernes

La maquinaria de sangre no se detiene

Paul Craig Roberts es un viejo conocido de esta columna. El hombre, que ya pasa los 75 años, es un liberal de los que ya casi no quedan. Es decir, es de derechas, pero cree firmemente en las libertades individuales. Vale la pena leer las reflexiones de este republicano que formó parte de la administración de Ronald Reagan como subsecretario del Tesoro y algunos lo consideran como uno de los creadores de la desregulación a ultranza de la economía, lo que se llamaría "reaganomics". Porque allí despliega su recelo sobre la tendencia que Estados Unidos mantiene en la última década, más precisamente desde los atentados a las Torres Gemelas, de cercenar derechos que para los "padres fundadores" de la nación eran sacrosantos. Sin dejar de ser un anticomunista convencido por ello.
Por eso Roberts titula el más reciente artículo en su sitio web http://www.paulcraigroberts.org/ como "Los leninistas en la Casa Blanca", en referencia al líder de la revolución soviética Vladimir Illich Lenin, quien instauró la dictadura del proletariado –mediante "el uso ilimitado de la fuerza y sin regla alguna", considera– en la Rusia zarista hace casi un siglo. Pero en el fondo no es sino una forma irónica de dar cuenta de la realidad actual de este Estados Unidos que Barack Obama gobierna desde 2009.
La última manifestación de este "leninismo", para Roberts, sería "el anuncio de Washington de que no ha planeado coordinar los ataques de EE UU al grupo yihadista en territorio sirio con el gobierno de Damasco: Washington reconoce no tener limitaciones para el uso de la fuerza, y que la soberanía de los países no le provoca inhibiciones". Y añade que en Washington "la coerción ha suplantado las reglas de la ley".
Los ejemplos que anota el economista son conocidos para cualquiera que lea lo que ocurre en el cercano Oriente con cierta asiduidad. La invención del ahora llamado Estado Islámico (EI) es obra de Estados Unidos, que armó a grupos extremistas islámicos para combatir contra el gobierno de Bachar al Assad y ahora, según su interpretación, se le dieron vuelta. A esta altura de Obama en el Salón Oval, es difícil creer que se trata de errores en continuado como los que habrían cometido en su momento sus antecesores cuando apoyaron a los talibanes contra los soviéticos en Afganistán y luego tuvieron que elevar el cuco de Al Qaeda a la categoría del mayor mal para la civilización occidental.
Ese es el mismo lugar que ahora ocupan los yihadistas de Siria e Irak, en una jugada geopolítica que convierte en accesible a una región hasta no hace tanto vedada a las aspiraciones intervencionistas del Pentágono por la fuerte resistencia de Vladimir Putin a abandonar a su socio estratégico. Pero que ahora encontró la excusa ideal en las brutalidades que los extremistas muestran en los medios. Pero hay al menos tres preguntas por hacerse: ¿antes no eran tan brutales?, ¿no será que fueron entrenados para serlo?, ¿quién puede constatar fehacientemente qué tan inhumanos son?
Cierto, hace unos días se reveló un video que exhibe de un modo especialmente horroroso la decapitación del periodista estadounidense James Foley. El gobierno de Al Assad salió a decir que Foley, que desde 2012 estaba en manos de los grupos islámicos que combatían inicialmente en su contra, había sido asesinado el año pasado. El periodista era un free lance, o sea que trabajaba por las suyas, aunque antes de ese menester había colaborado con organizaciones no gubernamentales, entre ellas Teach For América y la conocida USAID. Pero también había colaborado con publicaciones militares.
Foley podría haber proporcionado al resto del mundo información de primera mano sobre lo que ocurría en ese andurrial del mundo que ahora preocupa a los líderes de Europa y de Estados Unidos. Su muerte podría interpretarse entonces como una pérdida para tener buena información, que es lo que no abunda en ninguna de las nuevas guerras imperiales. ¿Por qué creer a los informes oficiales, que hasta no hace tanto hablaban loas de los "luchadores por la libertad" que peleaban por la democracia conculcada por Al Assad y que repentinamente se convirtieron en la encarnación del diablo?
En estas semanas, el pueblo de Ferguson se levantó contra un caso de gatillo fácil racial de un policía blanco en contra de un chico de 18 años, Michael Brown. Luego de medio siglo de aplicación de las leyes antidiscriminatorias y de la elección del primer presidente de origen afro en Estados Unidos, no es mucho lo que se avanzó en ese tan sensible tema. De hecho, en los años '60 Ferguson, un suburbio de Saint Louis, Missouri, tenía más de un 70% de población negra. Pero ante el cambio de paradigma, hubo emigraciones masivas para no compartir los mismos colegios y establecimientos sanitarios. Ahora la proporción se invirtió con el agregado de que ese casi 70% de negros debe convivir con policías que en abrumadora mayoría son blancos.
Los negros en ese país pueblan las cárceles y resultan víctimas de más procesos judiciales que cualquier blanco. Además, tienen menores oportunidades de trabajo y cuando lo consiguen suelen ganar menos. Los latinoamericanos se están convirtiendo en la minoría étnica más populosa y padecen muchos de esos mismos problemas o más aún. Pero además, suelen ser inmigrantes ilegales, con lo cual sus padecimientos se incrementan.
El ya mencionado Roberts aporta datos espeluznantes sobre el funcionamiento de la justicia estadounidense. Sólo el 4% de los casos de delitos llegan a juicio, señala el economista. La razón es que el 96% de los imputados prefiere negociar un arreglo con la fiscalía para no llegar al estrado judicial. Lo que los convierte en los culpables adecuados cuando su único delito es la portación de piel. "Una vez que se le provee de un abogado, el acusado aprende que su letrado no tiene la menor intención de defenderlo ante un jury. El abogado sabe que las chances de que el tribunal lo encuentre inocente van de escasas a nulas. Y los fiscales, con el consentimiento de los jueces, inducen a los testigos a dar falso testimonio, tienen permitido pagar con dinero y dejar caer pruebas contra los reales criminales y extravían evidencia favorable al acusado." ¿Las razones? Hay una burocracia judicial que necesita funcionar con rapidez y mostrar una eficiencia que tranquilice a la población. La solución fiscal apura resultados –más allá de la verdad verdadera– y al fin del día cada delito encuentra un culpable. Por otro lado, los fiscales, que son cargos electivos, pueden ostentar records que a la hora de los votos, "garpan".
La maquinaria legal tiene otra pata no menos siniestra: las cárceles privadas, que necesitan estar llenas para ser rentables. Como será de brutal ese sistema penal-judicial-empresarial que en febrero de 2009 dos jueces de Pensilvania, Mark A. Ciavarella Jr. y Michael T. Conahan, fueron encontrados culpables de haber recibido 2,6 millones de dólares en sobornos para enviar a prisión casi 5000 niños que, en la mayoría de los casos, reveló entonces la periodista Amy Goodman, nunca habían tenido acceso a un abogado. "El caso ofrece una mirada extraordinaria a la vergonzosa industria de las cárceles privadas que está floreciendo en Estados Unidos", escribió entonces Goodman, conductora del programa Democracy now!
David Stockman, otro ex miembro del gabinete Reagan, trajo a colación días pasados en su sitio Contracorner que "hace exactamente un año, Obama propuso darle una paliza a Al Assad porque supuestamente había desencadenado un feroz ataque químico sobre sus propios ciudadanos". Ahora, señala el ex director de la Oficina de Presupuesto de los republicanos, "la Casa Blanca está amenazando nuevamente con bombardear Siria, pero esta vez el objetivo de "cambio de régimen" se amplió e incluye "a ambos lados", esto es, al gobierno y a los yihadistas. Días pares uno, días impares otro, ironiza.
La maquinaria del horror necesita alimentarse de sangre. Y así como las camas de una prisión deben estar ocupadas para hacer rentable al negocio, la industria de la guerra no puede detenerse para que Estados Unidos no caiga en la recesión.
Ese es el país excepcional con el que Obama intenta justificar las intervenciones bélicas y las acciones judiciales. Y esas son las instituciones por las que en la Argentina muchos dirigentes y medios de comunicación suspiran embelesados.

Tiempo Argentino
Agosto 29 de 2014

Argentina en el escenario de otra guerra mundial

Peter Koenig fue funcionario del Banco Mundial durante tres décadas. Especializado en medio ambiente y recursos hídricos, es autor de varias publicaciones, entre ellas "Implosión" y una más reciente, "Treinta mentiras acerca del dinero". Suele publicar en su blog y le reproducen medios de todo el mundo. A principios de agosto, Koenig había recomendado a la Argentina directamente desobedecer los fallos del juez Griesa, a los que calificó de desmesurados pero sobre todo inscriptos en el marco de una condena política hacia el país. Se preguntaba si este entuerto con los fondos buitre y el fallo judicial ocurre porque "Argentina no se alinea con la política exterior estadounidense, (o) no suscribe a la excepcionalidad de Washington (ni) se somete a las ilusiones de la supremacía de Obama".
Duro, el economista tilda de "Rey desnudo" al mandatario estadounidense y de "muñecos sin alma" a los dirigentes de la Unión Europea. Dice más Koenig. Dice que "la Casa Blanca está siempre inmersa en una cegadora miopía de sanciones y castigos". El miércoles, el ex Banco Mundial vuelve a tomar en cuenta la situación argentina, a la que conoce al dedillo por lo que se ve. En este nuevo artículo analiza un pedido de Bruselas para que los países latinoamericanos no le vendan alimentos a Rusia, que decidió no comprar en Europa a raíz de las sanciones impuestas bajo presión del gobierno de Barack Obama. "Argentina se reirá de dicha solicitud ridículamente estúpida de la UE –escribe Koenig– (y esto es) bueno para Rusia –y bueno para Argentina, Brasil, Chile, Perú y otros– para finalmente escapar de las garras del imperio depredador de Washington y seguir el camino de la independencia, es decir, hacia una nueva área de la soberanía económica y sistema monetario mundial."
El planteo es que Estados Unidos está intentando salvar a como dé lugar el imperio del dólar, recurriendo a todo tipo de artimañas. Y que en este contexto, los europeos se comportan de un modo mezquino, porque metidos como están en una solapada guerra para defender el euro, sacrifican cualquier respuesta digna con tal de no incomodar a Washington.
"¿No pueden ellos –la UE– ver la luz después de que Xi Jinping, el presidente de China, viajó a Alemania para ofrecer a (Angela) Merkel  facilidades para una nueva Ruta de la Seda entre Berlín con Shanghai? Un extraordinario potencial para el desarrollo económico a través de Asia, lejos de la guerra en descomposición impulsada por la economía de Washington, el Pentágono y el sistema financiero ultracorrupto dominado por Wall Street, la FED y el BIS (Banco de Pagos Internacionales)?" Según Koenig, los BRICS podrían ofrecer como nueva moneda de reserva y comercio internacional a una divisa combinada, el Ruyuan o el Yuanru, por el rublo y el yuan. Y se entusiasma con que "Argentina podría convertirse en el primer país en liberarse del mazazo económico de la inmoral Estados Unidos y al mismo tiempo celebrar acuerdos comerciales con Rusia y China (ya que) en la actualidad el 90% del comercio exterior de Argentina se lleva a cabo fuera de la esfera del dólar estadounidense".
Recuerda el analista como antecedente que cuando un tribunal estadounidense castigó al banco francés BNP Paribás con una multa de 9000 millones de dólares por comerciar con Irán, el Banco Central galo comenzó a negociar con el Banco Central chino para establecer swaps euro-yuan, "dejando de lado el dólar y los bancos de Nueva York",  como Argentina hizo hace poco con el gobierno de Beijing.
El tema del comercio con Irán y con Irak es central para entender lo que ocurre en esa región del mundo desde hace un cuarto de siglo al menos. Pero para hablar del rol del dólar como moneda internacional hay que retrotraerse a unos años antes, cuando a principios de los '70 el gobierno de Richard Nixon tomó dos medidas que perfilarían el mundo que hoy conocemos y que se resiste a morir.
Señala el especialista en temas energéticos Marin Katusa en el sitio (refugio seguro)  que una de esas medidas fue eliminar la convertibilidad del dólar con el oro. Desde entonces la moneda estadounidense dejó de tener el respaldo del dorado metal. La otra decisión fue consolidar al dólar para la compra-venta internacional del crudo. Con "ese monopolio sobre el importantísimo comercio petrolífero el dólar estadounidense se convirtió, lenta pero firmemente, en la moneda de reserva para el comercio mundial de la mayor parte de bienes y servicios. Luego, vino la demanda masiva de dólares estadounidenses, lo que impulsó el valor del dólar al alza, hasta que se disparó."
Fue en este contexto que la maquinita de imprimir dólares se disparó y comenzaron a "sobrar" en el mercado financiero, al punto que forzó la toma de crédito en varios países, entre ellos Argentina, lo que generó parte de la crisis que ahora se padecen en tribunales neoyorquinos.
"Fue el principio de algo magnífico para Estados Unidos, aun cuando el resultado fuera tan artificial como la burbuja inmobiliaria estadounidense, y en todo caso constituye el pilar fundamental de la apreciación del dólar estadounidense", reseña Katusa. Hasta que al final "del año 2000, Francia y otros miembros de la UE convencieron a Saddam Hussein de que desafiara el mecanismo del petrodólar y pasara (los fondos del plan de la ONU) Petróleo por Alimentos a euros, no en dólares".
Por entonces, la moneda europea estaba de estreno y se proponía convertirse en la nueva estrella para el comercio internacional. "Es más que probable que Estados Unidos hará uso de los numerosos medios de que dispone, incluidos los extraeconómicos, para impedir un paso masivo de la utilización del dólar a favor del euro", advirtió sin embargo Olga Butorina, del Instituto de Europa de la Academia de Ciencias, al periodista español Rafel Poch en La Vanguardia, en enero de 2003. “El 'debilitamiento de la Eurozona', sin reparar en medios, va a ser una de las líneas maestras de la política americana, e, incluso, 'la condición estratégica para la supervivencia de Estados Unidos como líder geopolítico mundial', pronostica Mijail Deliaguin, director del Instituto de problemas de la globalización de Moscú", agregaba Poch.
Mauro Casadio, James Petras y Luciano Vasapollo publicaron en 2006 "Potencias en conflicto: la pugna por la hegemonía mundial" donde resaltaron que "a través de la guerra del dólar contra el euro, las crisis locales dirigidas por los norteamericanos y la administración de la New y Net Economy en el contexto general de la financiación de la economía es como los EE UU buscan esconder su crisis y jugar en estos últimos años sus cartas para sofocar los objetivos de afirmación y expansión del nuevo polo de la UE".
En todos estos casos el escollo era Hussein, donde –decían los mencionados– "los dos mayores polos imperialistas que buscan extender su dominio al mundo entero, desestabilizando en particular aquellas aéreas de interés estratégico como la Europa centro-oriental y el área asiática de la ex Unión Soviética, ampliando su ámbito de intervención hacia el Asia Central".
Lo que vino a posteriori fue la invasión de Irak, con las consecuencias que ahora se ven en toda su magnitud. Y luego, la fiebre de las hipotecas devino  en la caída de grandes bancos estadounidenses y la crisis más fenomenal desde los años '30, con secuelas catastróficas en los países del sur europeo. Lo peor es que en Ucrania, Medio Oriente, Siria, Irak y hasta Libia –donde también Muammar Khadafi cayó luego de haber pretendido pasar su comercio de crudo a euros– se cumplió la profecía anunciada diez años antes.
Por eso Koenig se muestra preocupado de que la UE siga a Estados Unidos hacia una Tercera Guerra Mundial con Rusia. Sobre todo por la gran cantidad de bases de la OTAN desplegadas en territorio europeo, el objetivo de defensa de Moscú en caso de un estallido bélico. "¿Podrán los pueblos de Europa ponerse de pie y deshacerse de los feudos neoliberales impuestos por Washington, tomar el soplo de aire fresco que viene del Este, buscar una alianza saludable, y luchar por  la paz y los Derechos Humanos? Nunca es demasiado tarde. Argentina bien podría convertirse en la piedra angular para una nueva era", culmina.
¿Mucha responsabilidad, no?


Tiempo Argentino
Agosto 22 de 2014 
 

Obama en la trampa de la guerra

Barack Obama apareció con una oferta razonable para terminar con las incursiones bélicas de Estados Unidos en los rincones más alejados del mundo. Empantanado en Afganistán y en Irak, el gobierno de George W. Bush enfrentaba en sus horas póstumas de 2008 una grave crisis económica que amenazaba la estabilidad del sistema financiero internacional. Además, los sectores progresistas o simplemente liberales le imputaban los ataques contra las garantías individuales a partir de las leyes "patrióticas" dictadas tras el 11S.
El "Yes, we can" (Sí, podemos) fue todo un símbolo para una sociedad que, hastiada de las gestiones republicanas y sobre todo de décadas de neoliberalismo, soñó con un giro hacia aquellos ideales representados por el partido demócrata desde el cuatro veces electo presidente Franklin Roosevelt en adelante.
Pero luego de cinco años en la Casa Blanca, hay poco espacio para malos entendidos. Obama es lo que mostró hasta ahora, más allá de que aparezca incómodo dando la orden de volver a los bombardeos en Irak. A tres meses de los cruciales comicios de medio término, ahora enfrenta en el oficialismo a alguien que aspira a sucederlo y se quiere ofrecer como su contracara: Hillary Clinton.
La ex primera dama y ex secretaria de Estado del propio Obama salió a la palestra como precandidata para 2017 con un libro, Decisiones difíciles, donde critica la política exterior del actual inquilino de la Casa Blanca. Claro que, como se usa por estas costas, le cuestiona las iniciativas que tomó desde que ella dejó el cargo, en febrero de 2013. Así, en un reportaje a la revista The Atlantic le recrimina a su ex jefe haber dejado un vacío en Siria "que fue llenado por los yihadistas".  Luego buscó despegarse del gobierno sumándose a la acidez que los republicanos suelen dedicarle a Obama. La oposición ironiza que la toda política del demócrata consiste en "no hacer idioteces", y Hillary replica que "las grandes naciones necesitan principios rectores, y 'no hacer idioteces' no es un principio rector".
Hay un economista y docente de la Universidad de Quebec, Rodrigue Tremblay, autor entre otros libros de El nuevo imperio americano, que en un texto que tituló "Las decisiones inspiradas por los neoconservadores que gatillaron las mayores crisis de nuestro tiempo", anota algunos puntos que pueden servir para clarificar la responsabilidad de demócratas y republicanos en el mundo que nos toca padecer.
Recuerda Tremblay tres hechos fundamentales que tuvieron lugar durante la gestión de Bill Clinton, el esposo de la ahora crítica precandidata: la justificación de las guerras por razones humanitarias, la derogación de la ley Glass-Steagall en 1999 y la cancelación de la promesa de Bush padre y de Baker al presidente Mijail Gorbachov de que la OTAN no avanzaría sobre Europa oriental y la frontera rusa.
William Jefferson Clinton hizo uso –y abuso– del salón Oval entre 1993 y 2001. Poco antes la Unión Soviética se había diluido en una implosión inimaginable. George Herbert Walker Bush fue vicepresidente de Ronald Reagan entre 1981 y 1989 y luego presidente hasta 1993. Fue, por tanto, testigo y protagonista clave en el lento derrumbe del bloque socialista. James Baker fue su secretario de Estado. En un momento de esta historia, ambos se habían comprometido a mantener un status quo en el continente que contemplaba sorprendido la reunificación de Alemania y el avance del capitalismo en lo que fuera la "Cortina de Hierro". Mijail Gorbachov necesitaba ciertas garantías para tranquilizar a su frente  militar interno, que el dúo Bush-Baker mantuvo mientras permaneció en el gobierno.
La guerra civil en Yugoslavia, que terminó con el desmembramiento del país en los inicios de los '90, sirvió de excusa para la expansión de aquella Europa en crecimiento que enfrentaba el desafío de una moneda común. Azuzada como estaba por un gobierno como el de Clinton, que veía "el campo orégano" para avanzar sobre las fronteras rusas.
En 1998 el Senado de EE UU aprobó la extensión de la OTAN a Polonia, Hungría y la República Checa. Poco después, en la primavera del '99, y luego de ocho años de guerras genocidas entre los pueblos balcánicos, se inició una intervención humanitaria "para proteger al pueblo kosovar".
En ese mismo fin de siglo XX el gobierno demócrata liberalizó el mercado financiero. La Ley Glass-Steagal, promulgada durante el primer mandato de Roosevelt, estableció en 1933 medidas tendientes a evitar la especulación financiera como la que había llevado a la crisis del treinta. Tremblay pone en su artículo una frase de un libro de Luigi Zingales, Un capitalismo para el pueblo: "La belleza de la Ley Glass-Steagall, después de todo, era su simplicidad: los bancos no deben apostar con dinero asegurado por el gobierno, hasta un chico de seis años puede entender eso."
Un especialista en relaciones diplomáticas con Rusia, George F. Kennan –que no era precisamente un amigo del comunismo ni de la URSS–, escribió para la misma época que con la ampliación de la OTAN comenzaba una nueva Guerra Fría. "Creo que los rusos gradualmente reaccionarán muy negativamente. Creo que es un error trágico (...este acto) demuestra muy poca comprensión de la historia rusa y soviética. Por supuesto, va a haber una mala reacción de Rusia, y luego dirán que siempre dijimos que (los culpables) son los rusos, pero esto está mal."
Estados Unidos siempre osciló entre la voluntad de tomar al mundo por asalto y el debate de las ideas más sublimes de la humanidad. Fueron república antes que la revolución francesa, pero una república conservadora, lo que no impidió que las ideas liberales calaran hondo en la sociedad. Luego sería una república imperial, como registró el francés Jean-Jacques Servan-Schreiber.
Hace un par de años el cineasta Oliver Stone filmó el documental La historia no contada de Estados Unidos. Comienza por la segunda guerra mundial, que es cuando el país abandonó su aislacionismo para lanzarse a la conquista del planeta. Stone muestra con sólida documentación una posición si se quiere romántica de Roosevelt sobre el mundo que estaban diseñando con Stalin y Winston Churchill.
Pero poco antes de que terminara la contienda, Roosevelt murió y quedó a cargo su vicepresidente, Harry Truman. Demócratas ambos, representaban visiones totalmente diferentes sobre el rol que debería desempeñar Estados Unidos en el futuro. Con mencionar que –prueba Stone– Truman ordenó arrojar dos bombas atómicas sobre Japón cuando el Imperio del Sol Naciente estaba a punto de rendirse está todo dicho.
Desde entonces, la industria bélica condiciona a cuanto gobierno se instaló en Washington. Ya lo sabía el general Dwight Eisenhower, triunfador en la batalla por Europa contra los nazis, que en el discurso de despedida de su presidencia, en 1960, pronunció la célebre frase: "Nunca debemos permitir que el peso del complejo militar industrial ponga en peligro nuestras libertades ni nuestros procesos democráticos."
Obama ganó en 2008 en medio de una crisis financiera provocada por haber abandonado las regulaciones del '33 y un descrédito fenomenal por esas guerras de las que no resulta fácil salirse. Prometió y se convirtió en promesa. Pero ni bien se instaló en la Casa Blanca fue virando hacia lo que juraba que no debía de hacerse. No supo, no pudo o no quiso enfrentarse con el complejo militar-industrial ni con su socio no menos despiadado: el complejo financiero.
Poco queda de aquel senador que en 2002 tildó a la aventura en Irak de una "guerra tonta, una guerra precipitada, una guerra no basada en la razón sino en la pasión, no basada en principios sino en la política". Una guerra, puede agregarse, que sumió al país asiático en un infierno.
Que Obama no haya cerrado la cárcel de Guantánamo es casi lo menos que le reprochan. Porque además profundizó el estado vigilante heredado y buscó rendijas constitucionales para legalizar los asesinatos selectivos en cualquier parte del mundo.
El tránsito hacia el belicismo fue profusamente fundamentado por el periodista Bob Woodward –uno de los investigadores del escándalo Watergate en 1972– en Las guerras de Obama. Como no había versión en castellano, Fidel Castro lo hizo traducir y lo fue resumiendo en una serie de artículos publicados en octubre de 2010. Se lo puede consultar en: www.cubadebate.cu/?s=el+imperio+por+dentro. Vale la pena.

Tiempo Argentino
Agosto 15 de 2014

Ilustró Sócrates


lunes

Brasil: la pelea por el modelo

Los candidatos opositores van dejando cada día más en claro lo que se juega en la campaña para las elecciones brasileñas de octubre: la continuidad no sólo de un modelo político y económico sino de la unidad regional. Así lo dejaron en claro los principales postulantes a la renovación de mandato de Dilma Rousseff, Aecio Neves y Eduardo Campos, quienes adelantaron que en caso de desplazar al partido de los Trabajadores (PT) luego de 12 años de gestión, dejarán de tener en sus oraciones al «eje Mercosur-Unasur» para inclinarse hacia conversaciones directas con Estados Unidos y la Alianza del Pacífico. Si no bastara con esto, deslizaron señales claras en un encuentro con la poderosa Confederación Nacional de la Industria donde endulzaron los oídos de las patronales con promesas de bajas de impuestos y de una mayor independencia del Banco Central.
El Brasil que encuentra esta renovación presidencial es bien diferente del que tomó el líder sindical Luiz Inazio Lula da Silva cuando ganó por primera vez, en 2002. Este Brasil se sienta en la mesa de las grandes discusiones, integra la selecta lista de los que suelen figurar en el podio en todos los foros y sueña con una banca en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No es casual que a la final del Mundial de Fútbol hayan acudido los principales mandatarios internacionales y que algunos de ellos se hayan quedado para la Cumbre de los BRiCS, el clan de los mayores emergentes que tiene al país sudamericano como uno de sus pilares.
Pero si estos comicios hasta no hace tanto podrían haber sido considerados como un mero trámite para la reelección –así lo reflejaban las encuestas, que daban ganadora a Dilma en primera vuelta– la expectativa se fue empañando lentamente.  Las protestas por el aumento del boleto de transporte en San Pablo generaron las primeras movilizaciones masivas en décadas. A estas demandas se sumaron grupos que pusieron en las calles el debate, que no se había dado en otros estamentos  políticos, sobre los gastos de la realización de la máxima competencia futbolística. Más violentas que las anteriores y más extendidas en el país al punto que hicieron repensar la relación del partido creado por Lula en los 80 con los jóvenes de Brasil, esos que habían crecido al amparo de las políticas de inclusión que se desplegaron desde el Palacio del Planalto, la sede del gobierno federal en Brasilia, a la llegada del metalúrgico aquel primero de enero de 2003.
Pero cuando comenzó a «rodar la bola» en el Maracaná esos fuegos se fueron apagando. Ni el catastrófico resultado ante Alemania en semifinales alcanzó para que se repitieran. Lo que queda de ahora en más es campaña electoral hecha y derecha.

Cuestiones económicas
Luego del Mundial volvieron a la luz algunos problemas que el gobierno debe atender. Entre ellos la inflación y una baja en el crecimiento económico que preocupa al gobierno tanto como deja flancos abiertos para la oposición. Rousseff se entusiasma mostrando un dato: que Brasil figura entre una media docena de países del G20 –el otro foro que lo cuenta como protagonista– que más crecieron el año pasado, con un 2,3%. Los analistas del mercado que suelen aparecer en los grandes medios señalaron que el incremento de precios rondará el 6,4%, poco menos del  6,5% que se establece como límite para la meta anotada a inicios de año, que fue de un 4,5% más un 2% de tolerancia. «La cifra está en el techo de la meta. Vamos a quedarnos en ese techo», puntualizó la presidenta.
Pero la cuestión de la desaceleración de la economía venía siendo tema de inquietud desde fines del año pasado y no sólo fronteras adentro, puesto que una parte sustancial de la caída en la producción industrial argentina se explica por el declive en la economía brasileña, destino del grueso de las exportaciones automotrices, por ejemplo. Se supone que el PBI de Brasil de este año crecerá apenas 1%, lo que, contrastado con el índice de crecimiento demográfico, muestra una baja real en el ingreso promedio de la población.
Por supuesto que estos datos engolosinan a los gurúes comunicacionales de la oposición, pero mucho más tela le dieron para cortar a  una analista del Banco Santander brasileño, la que provocó la tirria tanto de Dilma como de Lula. Un informe elaborado por un departamento de la entidad de capitales españoles, que se envió a los clientes que cuentan con ingresos mensuales superiores a 4.500 dólares, afirma que si Dilma resulta electa en octubre, la situación se agravará y el país caerá en recesión.
En un envenado texto titulado Usted y su dinero, el banco de la familia Botin, que es el quinto de Brasil, el primero entre los extranjeros, y además obtiene el 20% de sus ingresos globales de los negocios que maneja en el gigante sudamericano, dice que son un grave problema «el bajo crecimiento, la inflación alta, el déficit en cuenta corriente y la inseguridad jurídica». Añade también que si el Bovespa, el indicador de la Bolsa de San Pablo tomado como referencia para los inversores, tuvo un alza en los últimos meses es sólo porque cayó la popularidad de las encuestas.
«Si la presidenta se estabiliza o vuelve a subir en las encuestas –alerta el informe– un escenario de recesión puede surgir. La moneda se volverá a desvalorizar, los intereses subirán de nuevo, el índice Bovespa caerá, dejando atrás las subas recientes. Este último escenario estaría de acuerdo con el deterioro de nuestros fundamentos macroeconómicos. En función de este panorama, converse con su gerente de Relacionamento Select para colocar sus inversiones de la manera más adecuada a su perfil».
Una evaluación semejante no podía recibir otra respuesta que la proporcionada por el gobierno. «Es lamentable lo que sucedió, es inadmisible, ningún país debe aceptar una intromisión de ninguna institución financiera de ningún nivel», retrucó la presidenta. «La ejecutiva que escribió el informe no entiende nada de Brasil ni del gobierno de Dilma Rousseff», sentenció Lula, para pedir luego que la despidieran. Rui Falcao, integrante del equipo de campaña del PT, fue más lejos y catalogó al fúnebre análisis como «terrorismo electoral».  El banco se limitó a pedir disculpas oficialmente y señalar que ignoraba el contenido de ese informe.

Liderazgo mundial
No es la única pelea que llevaba adelante Dilma Rousseff desde que Alemania obtuvo la última copa mundial de fútbol en tierras cariocas. Para entonces los ataques israelíes en la Franja de Gaza habían generado más de un millar de muertos en la población palestina y protestas por doquier. El gobierno de Brasil fue particularmente duro con la política belicista seguida por el derechista primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. «Lo que está ocurriendo en Gaza es peligroso. No creo que se le pueda llamar genocidio, pero estoy segura de que esto es una masacre. Se produce un uso desproporcionado de la fuerza», publicó el Folha de São Paulo, uno se los medios más influyentes de Brasil, citando a Dilma.
Ni lerdo ni perezoso, el vocero de la cancillería de Israel, Yigal Palmor, tildó a Brasil, ante los medios escritos en Tel Aviv, de ser un gran país pero un «enano diplomático». Más tarde, y frente a un micrófono radial, fue más agrio: «Dicen que es desproporcionada la respuesta contra Hamas. Desproporcionado es el 7 a 1 (del seleccionado brasileño contra Alemania en el Mundial)». A esta altura, Brasil había llamado en consulta a su embajador en Tel Aviv y forzaba una declaración del Mercosur contra la escalada militar en Oriente Medio en la cumbre que se desarrolló en Caracas.
No era la primera vez que Dilma mostraba los dientes ante un gobierno extranjero en una actitud propia de una potencia que quiere dar cuenta de su importancia. Ante las revelaciones del espía estadounidense Edward Snowden sobre el espionaje de la agencia NSA al gobierno brasileño y a la propia mandataria, Dilma Rousseff impulsó la creación de alternativas tecnológicas para la circulación de información por Internet.
Los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) estudian una conexión desde Fortaleza a Ciudad del Cabo que lleve hasta Vladiovostok el flujo de la red sin pasar por Estados Unidos. Al mismo tiempo, se acordó con la Unión Europea tender un cable de fibra óptica a Lisboa con el mismo objetivo. Ya se había plantado frente a Barack Obama al cancelar en octubre pasado una entrevista programada en la Casa Blanca. Un desplante que muestra no tanto un enojo personal como el rol que juega Brasil en este momento de la historia internacional. Un papel que el oficialismo busca mantener y profundizar, pero que desde la oposición intentan cuestionar animando las posibles ventajas de otras alianzas.

Los opositores

Según los últimos sondeos, Dilma Rousseff ganaría la primera vuelta con un margen considerable sobre su inmediato perseguidor, el senador del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) Aécio Neves. Pero todo indica que habrá un balotaje donde el PSDB se tiene confianza. El principal apoyo político de Neves –el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, quien gobernó entre 1995 y 2002– dijo en un reportaje a la revista Istoé que hace dos años «no creía en la posibilidad de una derrota electoral del gobierno», pero que las multitudinarias protestas previas al Mundial le fueron haciendo cambiar de idea. Para Cardoso, que le entregó la banda presidencial a Lula, las aspiraciones insatisfechas de los brasileños de mejoras en la educación, la seguridad y el transporte muestran «un malestar que se puede reflejar en las urnas». Claro que no lo recomienda como tema de campaña porque, evalúa, el electorado lo podría interpretar como un oportunismo político.
Neves fue gobernador del estado de Minas Gerais entre 2003 y el 2010 y asumió una banca en el Senado en 2011. La revista guía del establishment financiero internacional The Economist tiene en Neves a su preferido y resalta la «gestión de shock» que desarrolló cuando llegó a la gobernación, con recortes de gastos, impulso a los ingresos tributarios y «racionalización de las compras». Destacan que, por ejemplo, se bajó su salario en un 45%.
Aecio es nieto de Tancredo Neves, un socialdemócrata que llegó a ser primer ministro de João Goulart entre 1961 y 1962 y tras el golpe del 64 se unió a la oposición permitida del Movimiento Democrático Brasileño en aquel remedo de Congreso que sostuvo el andamiaje legal de la dictadura. En 1985 resultó elegido presidente en una fórmula con José Sarney, pero no llegó a asumir porque cayó gravemente enfermo y murió a poco de que su vicepresidente se calzara la banda presidencial. Sarney todavía ejerce, como presidente casi vitalicio del Senado, y es un fuerte aliado del PT en el Congreso.
El otro rival, que se ofrece, como para captar votos de centroizquierda, es Eduardo Campos, hijo del periodista y escritor Maximiano Campos y de la actual ministra del Tribunal de Cuentas, Ana Arraes. Campos es miembro del Partido Socialista Brasileño (PSB) y en 2004 ocupó el cargo de ministro de Ciencia y Tecnología en el primer mandato de  Lula. Era el más joven del gabinete –ahora tiene 48 años– y se jacta de haber elaborado la planificación estratégica y el programa espacial y nuclear de Brasil. Fue gobernador de Pernambuco en 2006 y en 2010 obtuvo  para la reelección un 80% de los votos, un verdadero récord. Lleva como compañera de fórmula a la ecologista Marina Silva, quien también acompañó a Lula en su primera gestión como ministra de Medio Ambiente, y alcanzó casi el 20% de votos en 2010.

Revista Acción
Agosto 1 de 2014

viernes

El trabajoso camino hacia la paz

El presidente Juan Manuel Santos asumió su segundo mandato con la expectativa de lograr el supremo anhelo de la mayoría de los colombianos: sellar una paz definitiva con los grupos guerrilleros. Con ese objetivo y principal oferta de campaña, Santos ganó la segunda vuelta y aceleró  las negociaciones con las FARC en La Habana, que comenzaron en 2012 en Oslo, para terminar con las últimas puntadas de un acuerdo sostenible en el tiempo.
Es que hubo otros acuerdos con la guerrilla en el medio siglo que pasó que terminaron en verdaderas cacerías humanas. La derecha más cerrada de Colombia necesita del estado de guerra permanente para mantenerse en el poder. El Pentágono necesitó el conflicto para extender sus tentáculos a América del Sur a través de sus  bases militares. Los intentos de personajes como Álvaro Uribe por petardear cualquier acercamiento han sido ostensibles y hasta descarados. Pero por sobre el discurso del miedo y el militarismo que proponía el candidato uribista, en la sociedad primó la promesa de un futuro de armonía para todos.
Como regalo para el nuevo mandato, ayer la Corte Constitucional de Colombia le aprobó a Santos el proyecto que autoriza la participación política de los guerrilleros que se desmovilicen para incorporarse en la vida democrática. La reinserción de los rebeldes es un tramo tan espinoso de resolver como imprescindible para lograr un marco de convivencia civilizada en un país atravesado por décadas de violencia. Por eso, los jueces se apuraron a aclarar que el beneficio será para quienes no hayan cometido delitos de lesa humanidad.
Según cifras oficiales del Centro Nacional de Memoria Histórica publicado en 2013, la guerra civil dejó desde 1958 más de 220 mil muertos y produjo casi 6 millones de desplazados. "El reloj de la violencia no letal registra, según datos acumulados, que entre 1985 y 2012 fueron desplazadas 26 personas cada hora como consecuencia del conflicto armado, mientras que cada 12 horas fue secuestrada una persona. El período 1996-2005 fue más crítico: una persona fue secuestrada cada ocho horas, y un civil o un militar cayeron cada día en una mina antipersonal", señalaba el voluminoso informe de 400 páginas titulado Basta Ya. La coordinadora del estudio, Martha Nubia Bello, explicó las razones por las cuales resultaba imposible determinar exactamente la cantidad total de víctimas. "Uno de los objetivos principales de los actores armados es el de invisibilizar. Que no se vea, que no se noten los muertos", dijo.
Contra la conocida sentencia del teórico alemán Carl von Clausewitz de que "la guerra es la continuación de la política por otros medios", el filósofo francés Michel Foucault deslizó en un curso que dio en 1975 que "la política es la continuación de la guerra por otros medios".  Es cierto que una de las condiciones para desatar una guerra es que la política no esté en condiciones de resolver un conflicto. Otra es que los dos bandos estén de acuerdo en batallar. "Se necesitan dos para bailar un tango", resumía Perón.  Una guerra, finalmente, es la forma violenta de obligar a que el enemigo acepte las condiciones del ganador.
Sin embargo, ninguna guerra puede ser eterna. Y es aquí donde por fatalidad de los hechos se debe retornar a la política como forma de canalizar las divergencias. El grueso de la dirigencia colombiana, al igual que los líderes guerrilleros, se fueron encaminando hacia la mesa de negociaciones cuando percibieron que la guerra no llevaba hacia ningún lado. Que nadie la podía ganar en un tiempo razonable. Que es mejor negocio la paz.
En estas horas, negociadores de Israel y Palestina intentan prolongar un alto el fuego que evite nuevas matanzas en la Franja de Gaza. El conflicto en Medio Oriente no es mucho más antiguo que el de Colombia, porque el nacimiento del Estado de Israel –14 de mayo de 1948– coincide casi exactamente con el asesinato del candidato a la presidencia Jorge Eliécer Gaitán –9 de abril de 1948– que dio origen a levantamientos armados que algunos años más tarde resultaron en las FARC.
Las cifras de víctimas en Palestina también son escalofriantes: se estima que desde ese 1948 se registraron al menos 51 mil muertos y un total de desplazados que supera a los 700 mil palestinos que aún se reclama en los foros internacionales. Sólo en los últimos dos grandes operativos israelíes, Plomo Fundido de 2009 y el actual Borde Protector, hubo un total de 3200 palestinos muertos y 80 israelíes.
Uno de los puntos para cumplir con la Resolución 181 de Naciones Unidas que repartió el territorio de Palestina en dos estados, es el reconocimiento de las naciones árabes al Estado judío. Lo que a su vez derivó en el no reconocimiento de las fronteras palestinas. La guerra de los Seis Días no hizo sino profundizar el antagonismo, ya que las tropas israelíes ocuparon territorios asignados para la creación de un Estado árabe. La construcción de asentamientos en esos territorios fue, con el tiempo, otro punto de choque. En ambos casos hay resoluciones de la ONU y del tribunal de La Haya que especifican la ilegalidad de la ocupación.
Para los sucesivos gobiernos israelíes, es crucial el reconocimiento del Estado judío y el fin de atentados cometidos por grupos extremistas, como es el caso de Hamas, que ganó la elección en Gaza en 2005 desafiando el poder de Mahmud Abbas en Cisjordania.
Para lograr acuerdos duraderos y sostenibles es indispensable una firme voluntad política y el apoyo mayoritario de la sociedad. Algo que se logra con fuertes liderazgos en cada uno de los sectores en pugna. El primer ministro Benjamín Netanyahu se puso a la cabeza de este operativo, luego un par de hechos relevantes: en abril Al Fatah, el grupo moderado que gobierna Cisjordania, acordó la formación de un gobierno de unidad con Hamas. Luego vendría el asesinato de tres jóvenes israelíes y la represalia contra un muchacho palestino. Después, un planteo del canciller Avigdor Lieberman acusando de tibieza al premier ante un clima agravado por el lanzamiento de cohetes desde la Franja de Gaza. No hace falta abundar en detalles del operativo militar.
¿Qué pasó luego? Para el escritor estadounidense Norman Finkelstein, un conocedor del tema: "Netanyahu, básicamente opera bajo dos limitaciones: la restricción internacional –es decir, hay límites a las muerte y destrucción que se puede infligir en Gaza– y luego la restricción interna. La sociedad israelí no tolera un gran número de combatientes muertos". ¿Por qué no hubo un freno antes? Otra vez conviene escuchar a Finkelstein: "Cada vez que Obama dijo que Israel tiene derecho a defenderse, fue la luz verde para continuar con el bombardeo en Gaza (…) El límite fue cuando Israel empezó a concentrarse en los refugios de la ONU y la presión comenzó a acumularse." Fue entonces que Ban Ki-moon tildó a esos hechos de acto criminal y Obama de "deplorables".
¿Hay alguna vía de solución? Sería difícil dar una respuesta concluyente. Por lo pronto, el ex presidente Jimmy Carter –que en 1979 logró el acuerdo entre Egipto e Israel que firmaron Anwar el-Sadat y Menahem Begin– escribió un artículo con la ex presidenta de Irlanda y luchadora por los Derechos Humanos Mary Robinson donde dan una posibilidad, que por ahora suena horrorosa a los oídos de la extrema derecha israelí. Carter y Robinson, miembros de la ONG The Elders (Los Ancianos), creada por el fallecido líder sudafricano Nelson Mandela, recomiendan reconocer a Hamas como actor político en Palestina. La alianza de abril con Al Fatah, considera el dúo de ex mandatarios, "fue una concesión importante de Hamas hacia la apertura de Gaza al control conjunto bajo un gobierno tecnocrático que no incluyó a ningún miembro de Hamas. El nuevo gobierno también se comprometía a adoptar los tres principios básicos exigidos por el cuarteto de Medio Oriente –Naciones Unidas, Estados Unidos, Unión Europea y Rusia–: la no violencia, el reconocimiento de Israel y la adhesión a los acuerdos de paz."
Los israelíes, por lo pronto, reclaman en esta ronda de El Cairo la desmilitarización de Hamas, mientras que los representantes palestinos exigen el levantamiento del bloqueo sobre Gaza y la creación de un puerto. Si bien no se habían visto cara a cara, había una delegación de Hamas en la ronda de diálogo. Una forma indirecta de reconocimientos mutuos de resultado incierto.

Tiempo Argentino
Agosto 8 de 2014

lunes

Nueva escalada bélica en Gaza

Si la visita del Papa para orar con los presidentes Shimon Peres y Mahmud Abbas pudo generar alguna esperanza de paz, la nueva escalada bélica en la Franja de Gaza demuestra que para lograr un marco de convivencia sostenible en Oriente Medio se necesita algo más que una invocación a Dios; sobre todo cuando el telón de fondo es el desarrollo de los conflictos en Siria y la avanzada de los grupos islamistas radicales de Irak.
En este contexto, las razones que esgrime el gobierno de Benjamín Netanyahu para responder ante ataques con cohetes desde Gaza se confunden con un historial que no hace sino probar las dificultades para navegar en estas aguas turbulentas luego de casi 70 años de guerra entre palestinos e israelíes.
Porque este conflicto, que ya dejó miles de muertos y desplazados, provocó daños incontables en ambas sociedades y creó divisiones muy difíciles de reparar si es que la propuesta más razonable para la dirigencia de ambos sectores en pugna es una paz seria y perdurable. Hay varias generaciones, tanto israelíes como palestinas, que detectan mejor el humo de la metralla que el perfume de las flores, en términos –si se los puede tildar así– poéticos. Algo como esto perciben los sectores más progresistas dentro de Israel, país que, ante el cariz que fueron tomando los acontecimientos, aparece como el malo de la película en virtud de las cifras que arroja su respuesta ante los ataques desde Gaza: más de 500 palestinos muertos, en su abrumadora mayoría civiles y con un 25% de niños, 3.000 heridos y cientos de miles de refugiados ante la orden del Ejército israelí de abandonar sus casas por nuevos ataques desde el aire. Del otro lado se computaban unos 15 muertos al cierre de esta edición. Un grupo de 62 intelectuales y 7 Premios Nobel de la Paz –entre los que figuran Adolfo Pérez Esquivel, Desmond Tutu, Rigoberta Menchú y Noam Chomski– reclamó un embargo de armas a Israel. El gobierno argentino, en tanto, condenó la respuesta israelí por los ataques de Gaza, que también repudió. Al mismo tiempo, rindió homenaje a «los niños asesinados en las últimas semanas». Pero muchos israelíes se suman a las críticas contra el gobierno derechista. David Grossman, un escritor y ensayista israelí, señaló hace unos días su perplejidad por el clima de desesperanza que nota entre la población judía más proclive a la convivencia con los vecinos. Dijo que siente «como si se estuviera hablando en nombre de una ley de la naturaleza, un axioma que afirma que entre estos dos pueblos nunca podrá haber paz, que la guerra entre ellos es un decreto divino, y que, en definitiva, todo será siempre malo aquí, nada más que malo».

Ingenuos o traidores
En un artículo que dedicó a Ron Pundak, uno de los impulsores de los acuerdos de Oslo de 1993, Grossman lamenta que, para el pensamiento imperante, quien no siga la corriente de respuestas militares cada vez más duras es considerado, en el mejor de los casos, un ingenuo o un soñador iluso, «y en el peor, un traidor que debilita los recursos de Israel, alentando a dejarse seducir por falsas visiones».
Grossman califica como integrante de la izquierda israelí, sector que fue perdiendo influencia desde la llegada al gobierno del derechista Netanyahu. Pero no se puede decir que Yuval Diskin siga ese camino. El hombre fue durante 6 años jefe del Shin Bet, el servicio de inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel y tuvo a su cargo la misión de ponerle fin a la segunda Intifada Palestina. Por lo tanto, no es un soñador iluso sino un estratega que desde hace tiempo viene reclamando que el gobierno israelí negocie con mayor razonabilidad con el presidente Abbas para llegar a un acuerdo perdurable.
En una de sus últimas publicaciones de su página de Facebook, reproducida por el periodista Ezequiel Kopel, de la Agencia Paco Urondo, Diskin sugiere desconfiar de la realidad que pinta la administración Netanyahu. «Este es el resultado de la política llevada a cabo por el actual gobierno israelí cuya esencia es: “Vamos a asustar al pueblo sobre todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor en el Oriente Medio, vamos a demostrar que no hay interlocutor palestino, vamos a construir más y más asentamientos y crear una realidad que no se puede cambiar, vamos a continuar sin tratar los graves problemas del sector árabe en Israel, vamos a continuar sin resolver las carencias sociales graves en la sociedad israelí”».
En sus palabras, la ilusión no es creer que una paz es posible, sino sostener que «todo se puede resolver con un poco más de fuerza, la ilusión de que los palestinos van a aceptar todo lo que se hace en Cisjordania y que no responderán a pesar de la rabia, de la frustración y del deterioro de la situación económica; la ilusión de que la comunidad internacional no va a imponer sanciones contra nosotros, de que los ciudadanos árabes de Israel finalmente no saldrán a las calles debido a la falta de atención a sus problemas, y que el pueblo israelí continuará, sumiso, aceptando la impotencia de su gobierno para hacer frente las brechas sociales que sus políticas han creado y continúan empeorando mientras la corrupción sigue envenenando todo lo bueno». Es una frase dura para alguien que no es un revolucionario y se enfrentó a los palestinos por años.

Malestar creciente
Es que en sectores cada vez más amplios de la sociedad israelí crece el malestar por la situación económica interna y los recortes presupuestarios que afectan a los que menos tienen. También porque la militarización genera resquemor e inseguridad en el hombre común, que ve pocas posibilidades de desarrollar un proyecto de vida en un clima de inseguridad cotidiana. Por otro lado, también se suman voces de rechazo moral a las acciones que los soldados desarrollan en los frentes abiertos dentro de Cisjordania y la propia Gaza.
El psiquiatra israelí Carlo Strenger cuenta en una columna al diario Haaretz –el tribunal donde se están expresado masivamente estas críticas– que le toca atender en su clínica casos de soldados que cuentan los padecimientos por los horrores que viven y que cometen en sus intervenciones. Como especialista en cuestiones psicológicas, pero también como pacifista, el también profesor en la Universidad de Tel Aviv entiende que el miedo de la población a lo que pueda ocurrir en un entorno político enrevesado en el mundo árabe debe ser comprendido no sólo desde el punto de vista de la psicología.
Hay, sostiene Strenger, una responsabilidad de los sectores de izquierda en sostener ideológicamente respuestas adecuadas ante el peligro real y los peligros que el gobierno pueda agregar en el camino. «Con demasiada frecuencia hemos dicho a los israelíes que necesitamos poner fin a la ocupación por el bien del carácter democrático de Israel. Hemos señalado cuán racista Israel se está tornando como resultado de la ocupación, y seguimos advirtiendo que Israel va a terminar siendo un Estado paria si la ocupación no termina». Pero, aclara, «la izquierda ha perdido progresivamente terreno en Israel, ya que no se ha ocupado de estos temores con valentía y claridad suficiente».
Nir Baram es un joven escritor que publica sus reflexiones en un blog que se llama +972, por el prefijo telefónico que corresponde a Israel. Baram señaló que «mientras hacemos duelo por el horrible asesinato de los tres niños israelíes en manos de asesinos despreciables, una vez más se escucha en Israel que en momentos así no hay izquierda y derecha, que estamos todos juntos», algo que rechaza desde la izquierda, para agregar, dramático: «Se ha formado una sociedad violenta y ocupadora en Israel, una sociedad que está en una posición de constante victimización: vemos los resultados ahora y los veremos en los tiempos por venir».
Otra israelí crítica, Amira Hass, explica parte de la situación en Gaza y Palestina usando precisamente el prefijo que les corresponde como país, pero agregando información clave para entender lo que está en juego. «El código separado, +970, es un gesto vacío que queda del período de Oslo. Pero el sistema telefónico palestino es una rama del israelí. Cuando el servicio de inteligencia Shin Bet llama a una casa en Gaza para anunciar que la fuerza aérea va a bombardear, el Shin Bet no tiene que marcar 970». El título del artículo en Haaretz señala un punto contundente: «Gaza no es un Estado independiente». Hass admite que parte de la situación en Palestina tiene que ver con la lucha entre facciones de Hamas y de Al Fatah, que controlan efectivamente Gaza y Cisjordania. Pero «Israel sigue controlando el registro de la población. Cada recién nacido palestino en Gaza o en Cisjordania debe estar registrado en el Ministerio del Interior de Israel (a través de la Coordinación y Administración de Enlace) para poder obtener una tarjeta de identificación a los 16 años. La información escrita en las tarjetas es también en hebreo. ¿Alguna vez has oído hablar de un estado independiente cuya población deba inscribirse en el “vecino” Estado (que ocupa y ataca), o de lo contrario no van a tener los documentos y no existirán oficialmente?».
Eso, sin contar con las consecuencias del bloqueo a Gaza, incluso la provisión de energía eléctrica y agua, y los permisos de pesca en el Mediterráneo y para cultivar la tierra cerca de la frontera. Por eso Hass agrega que los residentes en Gaza deben recurrir a sí mismos para conseguir, por ejemplo, el vital elemento, pero ocurre que «la demanda supera la oferta y no hay exceso de bombeo. El agua de mar se filtra en las aguas subterráneas, al igual que las aguas residuales de tuberías decrépitas. El 95% del agua de Gaza no es potable. Y en base a los acuerdos pasados, Israel vende 5 millones de metros cúbicos de agua a Gaza (una gota en el océano)».

Visita sin resultados


El 25 de mayo pasado, en coincidencia con la celebración del aniversario del primer gobierno patrio en su tierra natal, el Papa Francisco llegó a Jerusalén con el objetivo de lograr un acercamiento entre los líderes israelí y palestino, luego de los infructuosos intentos del estadounidense Barack Obama, que comenzó su gestión con el famoso discurso de El Cairo, en Egipto, en junio de 2009.
Mucha agua corrió bajo los puentes desde entonces: la Primavera Árabe expulsó a varios gobiernos autocráticos; entre ellos, el del propio anfitrión Hosni Mubarak, quien representaba al gobierno que durante décadas había garantizado moderación dentro de la región. Lo sucedió, tras las primeras elecciones libres en ese país, el islamista Mohamed Mursi, de la organización Hermanos Musulmanes (HM). Mursi tenía buena llegada con Hamas y en 2012, ante otra escalada bélica, logró una tregua que a duras penas se mantuvo hasta mediados de junio pasado. Mientras tanto, fue creciendo el conflicto en Siria y la situación en Irak y el norte de África se fue enrareciendo. Pero Mursi fue derrocado por un golpe de estado que persiguió a los HM y, tras otra ronda electoral, dejó en el poder al que lo derrocó, el general Abdelfatah al Sis. La llegada de Jorge Bergoglio podía implicar el ingreso de otro liderazgo para comandar un posible proceso de paz en Oriente Medio, ante las dificultades de la Casa Blanca. Pero ocurrió cuando Shimon Peres, que participó de aquellas conversaciones en Oslo y es un pacifista –bien que moderado– estaba terminando su gestión en un cargo que, además, es más bien honorífico. En abril, Abbas llegó a un acuerdo con Hamas para formar un gobierno de coalición para unificar los dos sectores palestinos. El 10 de junio, el parlamento israelí eligió como sucesor de Peres a Reuven Rivlin, un conservador más intransigente. El 30 aparecieron los cuerpos de tres adolescentes que habían sido secuestrados 18 días antes en Cisjordania. La ola de indignación fue creciendo entre los sectores más extremos y unos días más tarde fue encontrado el cuerpo de un chico palestino quemado vivo. El gobierno israelí encontró a los culpables de la venganza y acusó de los crímenes de Cisjordania a Hamas. A los pocos días denunció que el grupo islamista que gobierna Gaza desde 2006 había iniciado otra andanada de cohetes contra la población civil. Y el canciller Avigdor Lieberman, un fundamentalista, dijo que abandonaría la alianza gobernante por la timidez de la respuesta de Netanyahu ante los ataques. El resto es historia más reciente.

Revista Acción
Julio 15 de 2014

sábado

Mantener la calma con una pistola en la nuca



Lo que tienen algunos opinólogos de la derecha es que, como se sienten dueños, no tienen empacho en decir ciertas cosas sin aditamentos. Es lo que ocurre con Carlos Pagni, uno de los estrellas de La Nación, furioso antiK y sin dudas del lado menos amigable para hablar del manejo de la controversia con los fondos buitre. En una columna de este  viernes  que tituló “El alto costo de un capricho”, Pagni sostiene que “Acusar a los holdouts porque «quieren más» es ignorar que la justicia a la que las partes se sometieron les dio derecho a más”.
Luego cuestiona el argumento oficial de que no se conformaban con el 300% que se les ofrecía porque “no se está debatiendo un contrato entre un país y sus acreedores, sino la determinación del capitalismo de «tumbar» a un «modelo» impertinente, que no se sometió a las exigencias del sistema financiero” (Pagni dixit). La crítica es que la postura gubernamental es inocente. “Era natural que esos acreedores no iban a aceptar los términos de los canjes. Por eso fueron a juicio”.
Cristina Kirchner y Kicillof siguieron acusando a Griesa de coincidir con los «buitres». Tienen razón –destaca- . Griesa, como la mayoría de los jueces neoyorquinos, suele ser más sensible al derecho de propiedad de los acreedores que al «interés general». Más: identifican el interés general con el derecho de propiedad de los acreedores. Y suelen provenir, como Griesa, de estudios jurídicos que defienden a los bancos. Pero la Presidenta y el ministro olvidan que la Argentina se sometió a esa justicia por esas razones. Es decir, porque cuando intervienen magistrados que sacralizan la letra de los contratos los que prestan su dinero cobran una tasa de interés inferior. En otras palabras: la afinidad de los Griesa con los acreedores fue, en su momento, un subsidio para los deudores”.
Se puede agregar que los bonos en cuestión no fueron  emitidos por este gobierno. Y que la sociedad y la dirigencia política no mostraron en su momento ninguna oposición al tribunal porque las crisis de la deuda implicaban dar respuesta urgente con una pistola en la nuca. Los medios cacarearon entonces- La Nación, entre ellos- sobre la necesidad imperiosa de aceptar ese tribunal o perecer. Pero las políticas de shock, que abrieron las puertas a la entrega del patrimonio nacional, llevaron indefectiblemente a la crisis del 2001.
Ahora la sociedad aprendió. Se nota en las calles que no quiere comprar el discurso de apurar definiciones bajo amenaza de las peores consecuencias. Y está bien. Ni en la vida cotidiana es bueno negociar bajo presión.
Es cierto que una pistola en la nuca es peligrosa. Depende de la pericia de quien la empuñe que no se dispare el tiro fatal. Y de que quien padece el frío caño en la piel no haga un movimiento que desencadene la matanza.
Pero es bueno recordar aquella idea de Néstor Kirchner de que nadie le puede cobrar a un muerto. Sigue siendo una carta ganadora. Los buitres quieren castigo, si, pero sobre todo aprecian el dinero. Y si aprietan el gatillo no tendrán quién les pague. Esa es una ventaja para cualquier deudor. Solo hace falta mantener la calma.

Agosto 2 de 2014