viernes

El espejismo de los pactos y modelos exitosos

Desde los originarios "pactos preexistentes" de la vieja Constitución de 1853 hasta el del Bicentenario que propuso el recién asumido gobierno de Cristina Fernández en 2008 –pasando por el Gran Acuerdo Nacional que la dictadura de Alejandro Lanusse quiso imponer al peronismo en los 70– mucha agua corrió bajo los puentes. Sin embargo, para grandes sectores de la dirigencia política y empresarial, la panacea para todos los males sigue estando en los míticos Pactos de La Moncloa, al que ahora agregan el promovido por el mexicano Enrique Peña Nieto hace un par de años.
Para agregar algo de "achuras" a este asado, tanto dirigentes como comunicadores sociales suelen incorporar el ejemplo de modelos económicos que figuran como exitosos en el prospecto de recomendaciones para los gobiernos de turno y los que puedan venir. El problema es que la realidad raras veces es como quisieran esos cultores del espejismo y con frecuencia, incluso, es totalmente opuesta al discurso de cúpulas más habituadas a manipular datos que a responder a problemáticas concretas.
Muchos de esos temas volvieron a estar en el tapete a raíz del documento que el llamado Foro de Convergencia empresarial presentó como plataforma para la futura gestión presidencial. Más allá de reclamos puntuales y la perspectiva desde la que se analiza este momento del país, se destacan los comentarios ad hoc tanto de dirigentes como de periodistas afines. Que los hubo en abundancia.
"Este documento no da detalles de las medidas. Proponemos que nuestros equipos técnicos trabajen con los equipos técnicos de los partidos políticos y así se definan las propuestas. Necesitamos pactos como el de México o el de La Moncloa", señaló en conferencia de prensa Miguel Blanco, presidente de IDEA, una de las instituciones que adhirió a la propuesta con más fervor.
Ricardo Romano –subsecretario general de la Presidencia en el segundo mandato de Carlos Menem, (1995 -1999) y ex vicepresidente de la Internacional Demócrata de Centro (IDC)– escribió en una columna en Infobae que "los Pactos de La Moncloa consagraron la supremacía del conjunto respecto de los intereses de la parte. El punto de partida fue la coincidencia en el diagnóstico respecto de la situación del país".
El Pacto de La Moncloa –por el palacio madrileño donde atiende el presidente del gobierno español– fue un compromiso multipartidario de la dirigencia peninsular en un momento clave de su historia moderna. La muerte del dictador Francisco Franco implicaba que desaparecía el hombre que por 39 años había gobernado con mano de hierro tras haber ganado la Guerra Civil. Por tal razón, firmaron el Partido Comunista, el PSOE, el franquismo y el centrista Adolfo Suárez "recientemente fallecido y muy homenajeado por su contribución a estos entendimientos (…que comprendieron…) que no había futuro sin unidad", acota Romero. Parte central del Pacto es que no se volvería a un proyecto republicano sino a una monarquía, la de Juan Carlos de Borbón.
Es por lo menos extraño que sigan vendiéndolo como un "modelo", cuando es evidente que desde hace tiempo el Pacto ya no es garante del progreso económico que durante un cuarto de siglo vino a representar para los españoles, algo evidente desde la crisis de 2008. Pero sobre todo resulta increíble que sus propagandistas escamoteen que también trastabilla en su intento de mantener la unidad nacional. Basta decir que en Madrid se discute por estas horas cómo enfrentar el referéndum independentista que los catalanes convocaron para el 9 de noviembre próximo. Cómo mantener la unidad de la nación, claro.
A diferencia del de La Moncloa –que "aguantó" algo más de 40 años– el Pacto por México fue firmado ni bien el PRI volvió a poder con Peña Nieto, en diciembre de 2012. Propone también una hoja de ruta tanto en lo económico como en lo social y político que la dirigencia debe apoyar más allá de cambios electorales. Pero a un año de andar, el PRD, el movimiento de izquierda liderado por Cuauhtemoc Cárdenas y el ex jefe de gobierno del DF, Marcelo Ebrard, decidió dar un portazo en protesta por un proyecto de reforma política que, dicen, no cumple con las condiciones consensuadas y sobre todo contra una ley energética que amenaza a la propiedad pública de la petrolera estatal Pemex. El espejo que devuelve el pacto mexicano tampoco resulta tan alentador.
Otro gran ejemplo para latinoamericanos desprevenidos es el de países con "una gran solidez institucional", como Costa Rica y Chile, lo que según esta visión idílica, asegura per se inversiones y prosperidad.
El país centroamericano tuvo una corta guerra civil que en 1949 culminó con la firma de otro pacto, el Ulate–Figueres, por Otilio Ulate Blanco y José Figueres Ferrer, los dirigentes que acordaron resolver los conflictos mediante la lucha política y se repartieron la presidencia alternativamente hasta 1974. 
Curiosidades del caso: Figueres Ferrer era hijo de catalanes y su lengua materna fue el catalán. A pesar de haber sido militar y protagonista del golpe que devino en la contienda, fue luego el responsable de haber abolido el ejército en ese país. Casado en dos ocasiones –ambas con norteamericanas– uno de sus hijos, José Figueres Olsen, también llegaría a ser presidente, entre 1994 y 1998.
Una de sus mayores "obras" fue su participación para introducir a Costa Rica en el exclusivo club de los elaboradores de microchips. Fue así que logró que en diciembre de 1996 Intel anunciara la radicación de una planta de Ensamble y Prueba. Eran los tiempos del Pentium II y la localización fue motivo de debate en todo el continente.
En Argentina, muchos dirigentes lamentaban semejante pérdida para el país, que iba ingresando en lo peor del proceso neoliberal, mientras Domingo Cavallo dejaba el gobierno de Menem y crecía exponencialmente la desocupación al ritmo de las empresas que se deslocalizaban hacia otros horizontes. Pero donde más "castigó" aquella decisión empresarial fue en Chile, que había estado compitiendo por esa bendita planta. Así lo cuenta Daniel Vásquez Barría, asesor en Tecnologías de la Información y Comunicación del gobierno chileno: "Corría el gobierno de Eduardo Freí Ruiz Tagle, en la época de los 90 éramos los jaguares de Latinoamérica (cuando) Intel decidió crear una planta de procesadores en Latinoamérica, y los dos países candidatos eran Chile y Costa Rica (…); por el lado chileno jamás nadie aceptó la culpa por la pésima negociación del país, pero en Costa Rica las negociaciones las hizo personalmente el presidente del país, en una visión que marcó la productividad y economía del país para siempre".
Tanto la empresa, con base en Santa Clara, en California, como analistas de toda laya, coincidieron en que Costa Rica entraba a jugar en las grandes ligas y dieron sus explicaciones para el milagro. Mike Forrest, el gerente general de la firma en ese pequeño país, dio sus razones para explicar la presencia la nación centroamericana: "Hay cosas básicas que buscamos para fabricar. Una de ellas es la educación, que es un componente clave. Además, se trata de la democracia más longeva de la región y cuenta con una adecuada legislación fiscal."
"¿Por qué escogió Intel a Costa Rica para construir su primera planta en América Latina?", se preguntaba en enero de 1997 Rigoberto Stewart, presidente del Instituto para la Libertad, una ONG de corte liberal. "Algunos dicen que se debe a la alta calificación de nuestra mano de obra, la estabilidad social del país, las favorables condiciones de vida y la cercanía a Norte América.”
Costa Rica, que en 2007 aprobó un TLC con Estados Unidos en referéndum y mantiene como estatales a las empresas de telecomunicaciones y proveedoras de electricidad, pasó a ser centro de inversiones tecnológicas, con Hewlett Packard a la cabeza. Y fue la envidia de sus vecinos, a pesar de que, como Stewart señalaba hace 17 años, "Intel ingresará al país bajo el régimen de Zona Franca, lo que implica que operará como si no estuviera en Costa Rica: no pagará impuestos ni aranceles y gozará de otros beneficios. Además, el gobierno le otorgó un nivel tarifario preferencial, mediante el cual el monopolio estatal le venderá el servicio eléctrico a un costo de 0,05 dólares por kilovatio, a pesar de que el costo real es de 0,069 dólares, situación que representará un subsidio anual de unos 3,8 millones de dólares".
Tanto no estaba ubicada en el país que hace unos días confirmó que se va de Costa Rica. No por problemas internos del país, según aclararon los voceros de Intel. Sucede que la empresa viene con un par de ejercicios a pérdida y encuentra más conveniente trasladar su planta costarricense a Vietnam. Intel representaba casi el 6 % del PBI "tico" y el 20% de sus exportaciones. Deja en la calle a 1500 trabajadores especializados. Detrás de ella también se va el Bank of América, que expulsará a 1500 personas de su sede de servicios, también en la zona franca.
Luis Guillermo Solís, un historiador y docente universitario  –que quebró el bipartidismo iniciado con Figueres padre con un sorpresivo triunfo y asumirá la presidencia de Costa Rica el próximo 8 de mayo–  es considerado un progresista "moderado". Comienza su gestión con un problema que ningún nuevo pacto va a solucionar.
En Chile, el otro "modelo" exitoso, Michelle Bachelet volvió al gobierno con la promesa de cambiar un sistema educativo privatista, para lo cual deberá hacer una reforma impositiva. Ya envió al Congreso un proyecto para cambiar la ley electoral que diseñó Pinochet. Debería celebrar que el país se salvó de la planta de Intel. 

Tiempo Argentino
Abril 25 de 2014

domingo

El genocidio armenio y las tecnologías para matar

El 24 de abril se cumplen 99 años del inicio del genocidio armenio, cuando al menos un millón y medio de seres humanos fueron asesinados a lo largo de ocho años por el gobierno de los "jóvenes turcos", en el ocaso del Imperio Otomano. Claire Mouradian visitó Buenos Aires invitada al congreso llamado precisamente "En vísperas del centenario", que organizó el Centro de Estudios de Genocidio de la Universidad Tres de Febrero con la Fundación Memoria del Genocidio Armenio, en el Centro Cultural Borges. La académica franco-armenia es directora de investigación en el CNRS, el centro de estudios científicos francés, y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS). Autora de Cáucaso, tierra de imperios y De Stalin a Gorbachev, historia de una república soviética, Armenia, era una buena oportunidad para que Tiempo Argentino mantuviera una charla en relación con la conflictiva actualidad de la región.
–Llama la atención el título de la conferencia que dio, "El telegrama como herramienta de genocidio".
–La idea era demostrar que el telegrama que hoy es considerado como medio de comunicación de la modernidad, de un tipo de sociedad que avanza, de un tipo de administración, de organización del país, fue también el centro de la organización del genocidio armenio, lo que demuestra la modernidad del genocidio. Es una pieza que demuestra un proceso industrial en que se desarrolló esa matanza. No había cámaras de gas pero sí a través del telégrafo se transmitían órdenes y también fue un elemento útil para la desinformación.
–¿Cómo es eso?
–Había telegramas secretos, reales, encriptados, pero también otros que eran totalmente contradictorios y diferentes. Talaat Pashá, el ministro del interior turco, que dio la orden de exterminio y dirigía todo, mandaba una serie de órdenes verdaderas que luego se destruían. Y otra serie de telegramas camuflados o con desinformación. Eso es utilizado por el negacionismo para decir que no es verdad que se hubieran dado las órdenes. Sin embargo, se sabe que tanto Talaat como Enver Pashá, el ministro de Guerra, y Said Halim Pashá, el primer ministro, tenían un telégrafo en sus despachos y el sultán Abdul Hamid tenía en el palacio su propio telégrafo. 
–¿Fue la primera vez que la tecnología sirvió para la muerte masiva?
–Cada época tiene su propia tecnología disponible para la muerte. Toda tecnología puede servir para el bien o para el mal, depende de cómo se use y quién la use. Lo que muestra la historia del genocidio es que esa tecnología sirvió para ese momento en la administración del genocidio y para el ocultamiento.
–¿Cómo está hoy la situación del revisionismo en Turquía?
–Existe más bien el negacionismo. Aunque con las nuevas tecnologías, antes las autoridades podrían decir lo que querían, pero ahora está Internet y los medios masivos, y ya no es tan fácil.
–No debe ser casualidad que el premier Erdogan desdeñe y prohiba Twitter y YouTube…
–De hecho, Turquía tiene toda una serie de problemas entre los que el genocidio armenio ocupa un lugar más. Ellos tienen que resolver cuestiones con los kurdos, los drusos, los alevíes, los musulmanes, los griegos. Pero las capas intelectuales y gran parte de la sociedad civil comprendieron que hay temas de los que deben hacerse cargo. No por los armenios sino por ellos mismos, porque son temas que atañen a la democracia, es una cuestión que hace a la paz. Hay una lucha entre ellos a raíz de esa lucha y se ven progresos en la sociedad civil pero no en las instituciones. Porque el Estado gasta millones en el negacionismo, sobre todo en Estados Unidos, Francia, Argentina y la sociedad se radicaliza, por un lado muy a favor y otros muy en contra de admitir el tema.
–Pero Turquía quiere entrar en la Unión Europea.
–(Ríe) En ese caso yo pediría asilo en Argentina.
–Es que toda esa parte del Cáucaso cada tanto reaparece como un lugar inestable. Basta pensar en las implicancias de la crisis que se viene desarrolando en Ucrania.
–Esa región, así como el Medio Oriente y los Balcanes, están sufriendo las consecuencias del fin de los imperios. Al desaparecer los imperios coloniales (por el Imperio Otomano y el Zarista) y la Unión Soviética, cada uno de estos pueblos trata de encontrar su lugar bajo el sol, sus derechos. Los que perdieron, ahora quieren recuperar sus zonas de influencia. Rusia llegó al Cáucaso hace cinco siglos, desde la conquista de Kazan y Astrakán, en la desembocadura del río Volga en el mar Caspio.  Después de haberse tomado cinco siglos para conquistar esa región, no la va a abandonar en pocos años.
–Turquía fue tradicionalmente un freno para los zares.
–Sí, pero también era un imperio conquistador. Están allí los que son conquistadores con los conquistados y los que miran de afuera. Es una zona donde se cruzan muchas tensiones, entre antiguos imperios y los imperios actuales, las religiones –musulmanes, cristianos, judíos–, el Este y el Oeste, la Guerra Fría. Es una zona de identidades múltiples, no hay una identidad clara.
–Como quien dice, una suerte de choque de civilizaciones.
–Un choque contradictorio. Hay armenios de Armenia, hay armenios del Cáucaso, conquistados por Moscú en la época soviética. De hecho, hoy en Moscú hay dos millones de trabajadores armenios, pero también azeríes, los llamados "piel negra", que cuando están en Occidente se los considera rusos o soviéticos. Es una región inestable por los juegos de guerra, el ajedrez que continúa de otra manera la Guerra Fría. 
–¿Habrá alguna solución sin una guerra devastadora?
–(Ríe) Yo soy sólo historiadora, no política ni vidente. Como ciudadana, pienso que la mejor solución sería una federación, porque son pueblos complementarios con una historia en común. Pero nadie quiere una federación, tienen malos recuerdos de la época zarista, la época estalinista. La federación se asocia a la Unión Soviética y tiene terribles recuerdos. Karabagh (un enclave de mayoría armenia en Azerbaiyán) es un problema para nosotros los armenios, pero ¿quién quiere realmente la paz en Karabagh? El gobierno utiliza la cuestión armenia y azerí como un tema de la seguridad antes de las elecciones, pero no como una cuestión democrática. Los oligarcas del comercio prefieren una situación inestable por cuestión de "business", los mercaderes de armas prefieren la guerra para vender armas. Los diplomáticos prefieren un conflicto para hacer diplomacia. Los grandes poderes prefieren la inestabilidad porque hacen gerencia.
–La paz no resulta sexy.
–No les sirve ni a los comerciantes del tráfico, ni a los mercaderes, ni a los diplomáticos porque pierden su trabajo, ni los grandes políticos ni los grandes poderes. A ninguna persona le conviene, salvo al pueblo común. En la Turquía de hoy día, las jóvenes generaciones y las generaciones medias no han visto armenios. Hay 80 millones de habitantes allí y unos 50 mil criptoarmenios. En Azerbaiyán tampoco han visto armenios, y antes vivían juntos. Le cuento una historia: en 2004, mientras participaban en un curso patrocinado por la OTAN en Budapest, un oficial azerí, Ramil Safarov, asesinó con un hacha mientras dormía a Gurgen Margaryan, un teniente del ejército armenio. Fue condenado a cadena perpetua pero en virtud de convenios internacionales, Safarov fue extraditado a Azerbaiyán en 2012. Allí fue recibido como un héroe, fue indultado por al presidente Ilham Aliyev, y ascendido de grado. ¿Cómo se puede restablecer la confianza para lograr la paz de ese modo? Y la comunidad internacional es ambigua en esto. En Europa había un proyecto de Partenariado Oriental del Cáucaso, una especie de asociación económica y cultural para acercar a los países caucásicos a la Unión Europea. El plan para Azerbayán era que se convirtiera en una especie de Suiza, un país ideal. Ellos les dijeron que para resolver el conflicto con Armenia debería apelarse al derecho a la integridad territorial. Pero a Armenia le pide resolver los conflictos de acuerdo a la autodeterminación de los pueblos, ¿entonces? Armenia tiene un problema con la energía eléctrica, porque hay una central, Medzamor, cerca de la frontera con Turquía, que sufrió las consecuencias de un terremoto en 1988. Producía el 40% de la electricidad del país. Armenia está bloqueada y no consigue recibir energía pero tampoco quieren que se abra la central. Rusia ayudó a abrirla. Ahora (en diciembre pasado, al mismo tiempo que el presidente Vladimir Putin apuraba la firma de un convenio con Viktor Yanukovich lo hacía con el gobierno armenio) se cerró un acuerdo aduanero con Moscú. Iba en paralelo con el que ofrecía la Unión Europea también a Ucrania. Pero la UE no ofrecía ni dinero ni apoyo. Por otro lado, la UE, 40 años después, todavía no logró que Turquía se vaya de Chipre, y Chipre está en Europa. Y además, Armenia no tiene ni gas, ni petróleo, ni riquezas. Armenia hoy no confía ni en Turquía ni en Azerbaiyán, ¿Qué otro camino tiene?
–¿Cuál es el futuro del pueblo armenio, entonces?
–Le cuento cuál es la diferencia entre optimista y pesimista: el optimista dice "qué terrible, no podemos estar peor". El pesimista dice "pero sí, pero sí". En Armenia el pesimista aprende el turco, el optimista aprende el inglés y el realista aprende la kalashnikov (juego de palabras entre aprender y a prender, a tomar, por el fusil). Otras personas dicen que cambiarían una historia gloriosa por un mejor emplazamiento geográfico. Los armenios se mantuvieron cristianos y soportaron las invasiones de persas, medos, azeríes, bizantinos, árabes, selyúcidas, otomanos, drusos, soviéticos, y estamos ahí. A través de la historia vemos que el país se ha reducido pero la población se ha dispersado por todo el mundo. Si Armenia ha sobrevivido es porque eran pequeños reinos y no un Estado nación. Cuando cayó Nínive, el imperio asirio desapareció, mientras que Armenia, cuando caía un centro resurgía otro. Y la diáspora por un lado puede ser una perdición, porque  muchos se van asimilando y las nuevas generaciones devienen franceses o argentinos o estadounidenses. Pero también es una fuerza, porque los partidos políticos armenios se crearon en la diáspora, al igual que el primer diario armenio, que se editó en la India. «
"La idea de patria sin patria"
Oficialmente, dice Mouradian, en Armenia viven 3 millones de personas, "pero la cifra real es menor, quizás de 2,5 millones". La diáspora es, sin dudas, mayor. Hay unos 2 millones en Rusia, 400 mil en Francia, algo más de 100 mil en Argentina. 
–¿Cuál es el secreto de la sobrevivencia del pueblo armenio?
–Buena pregunta. Por un lado la religión nacional y el alfabeto y una idea nacional temprana. La fuerza que tiene la lengua es llamativa, la idea de patria sin patria. Hay gente que en lugar de la cruz colgada al cuello tiene un alfabeto. Y yo creo que la fuerza de los voluntarios es mayor que la fuerza de los mercenarios. Subsiste la idea de que hay una patria, más allá de que hayan ido alguna vez. Es más la fuerza del pensamiento que la fuerza material.  Honestamente yo no sé si el armenio va a sobrevivir, pienso que la situación es muy difícil porque es muy débil frente a los imperios. 
–¿Hay una idea de volver a la tierra prometida?
–Los que volvieron alguna vez se encontraron con que el país ideal era una cosa y el real, otra.Y muchos se van asimilando a donde nacieron.

Tiempo argentino
Abril 20 de 2014

sábado

Europa en la trampa del escepticismo


Comienza otra etapa para la institucionalización en la Europa comunitaria, y muchos temen que no sea un inicio demasiado auspicioso. El 25 de mayo, los ciudadanos de los 28 países de la Unión Europea votan en elecciones parlamentarias. La futura Eurocámara será el colectivo legislativo con las mayoras atribuciones desde que en el Viejo Continente se decidió dirimir las cuestiones entre las naciones por vías civilizadas. Pero entre los ultraderechistas que abrirán las sesiones en el edificio Louise Weiss, en Estrasburgo, habrá un conglomerado tan disperso como rebelde, conformado por ultraderechistas, independentistas y descontentos que genéricamente pueden ser catalogados como «euroescépticos». El crecimiento del Frente Nacional de Marine Le Pen en las municipales francesas y de grupos xenófobos en Holanda o en Gran Bretaña terminó de levantar las alertas. Pero la cosa no es nueva.
El Tratado de Lisboa, que prevé entre sus fundamentos darle más atribuciones al Parlamento Europeo, nació como un desesperado plan B luego del fracaso en el intento de aprobar una Constitución Europea una década atrás. El proyecto original consistía en que la Carta Magna continental se votara en referendo en cada uno de los estados miembros y que la aceptación fuera unánime. Todo iba bien hasta que franceses y holandeses rechazaron masivamente la Constitución (69 y 63% en contra respectivamente) entre mayo y junio de 2005. De nada valió el voto en el resto de las naciones.
Fue entonces que los líderes comunitarios decidieron encarar otro camino, menos democrático pero más efectivo: imponer las mismas normativas de una ley fundamental para regir los destinos de los 500 millones de habitantes de la Unión Europea, pero aprobada sólo por los gobiernos, cosa de garantizar que no hubiera incómodas fisuras ciudadanas.
Así fue que en el impresionante Monasterio de los Jerónimos de Belem, en la capital lusitana, en diciembre de 2007 se firmó el Tratado que, en cierto modo, ahora se ve sometido a escrutinio parlamentario. Porque el actual Congreso Europeo, elegido en 2009, tenía la mitad de las responsabilidades legislativas que tendrá el que se vote en algunas semanas. Además, la crisis económica y social que atraviesa a la región no hizo más que profundizar las desconfianzas y el rechazo en grandes capas de la población hacia un organismo que en teoría nació para sumar voluntades detrás de un objetivo común desde fines del siglo XX.
La futura Eurocámara tendrá más prerrogativas para cuestiones legales y aspectos de la vida común de las personas, pero hay un dato que es clave: también se pondrá en vigencia por primera vez la elección del presidente de la Comisión Europea –una suerte de gabinete de ministros que detenta el poder ejecutivo continental–, facultad hasta ahora reservada a los estamentos palaciegos. Esta asamblea elegirá al jefe de Gobierno como se suele hacer en los estados parlamentarios, por acuerdos políticos en la legislatura.  De allí que las encuestadoras vengan trabajando a full desde hace meses en cada uno de los actuales 28 países integrantes de la UE para detectar el mínimo cambio de tendencia que oriente o tranquilice espíritus, y que muchos analistas digan este es el «el adiós a la peor generación de directivos europeos, y el primer paso inequívoco hacia la Europa parlamentaria», como sostiene el «europeísta» e investigador en la Universidad de Londres Dídac Gutiérrez.
Conviene decir, también, que los partidos políticos que participan de esta puja son conglomerados a nivel regional que nuclean a las principales líneas políticas. Así es que hay un Partido Popular Europeo (PPE) que, a la manera del conservadurismo español, representa a la derecha institucional; y un Partido Socialista Europeo (PSE), de tendencia socialdemócrata, más partidos de izquierda más radicalizada y agrupaciones «verdes». Actualmente hay una mayoría «popular» en el congreso continental, aunque el presidente de la Comisión Europea es el socialista alemán Martin Schultz.
Los sondeos de las principales agencias encuestadoras –es el caso de PollWatch– dan un empate técnico entre el PPE y el PSE, con 212 escaños para cada uno en el futuro congreso, que contará con 751 miembros. Los partidos «escépticos» serían la tercera fuerza, si es que deciden juntar posiciones, y podrían sumar cerca de 150 bancas; un peso no desdeñable y suficiente para dificultar la aprobación de cuestiones clave en medio de una crisis que no parece tener fin. No obstante, no es nada que una alianza razonable de europeístas de los diferentes pelajes no pueda enfrentar.

Xenófobos
Cuando los análisis van a la sintonía fina aparecen algunos datos que preocupan hacia adentro de cada país y al conjunto en cuanto a la presión que los grupos menos integracionistas puedan ejercer hacia cada ciudadanía. Por ejemplo, en Francia, donde el socialismo recibió una dura derrota en las municipales, crece el movimiento xenófobo encarnado por Le Pen, que puertas adentro sumó cerca de un 7%, pero de cara a las europeas tiene un porcentaje de adhesión del 22%, apenas un punto y medio menos que el derechista UMP, del ex presidente Nicolas Sarkozy y tres más que el PS, por lo que ya es la segunda fuerza electoral del país galo.
En Gran Bretaña pasa algo similar. El laborismo, enrolado  en el PSE, obtendría 30% de los votos, pero el UKIP, Partido por la Independencia del Reino Unido, sumaría 25 puntos, lo mismo que los «tories». Su líder, Nigel Farage, es un furibundo antieuropeo que reclama alejarse definitivamente de la UE en pos de «independizarse» de utopías que sólo perjudican a Gran Bretaña. Propone, sin ambages, un plebiscito que obviamente ningún gobierno a esta altura desea implementar.  «La UE es un viejo sombrero raído; una solución de 1970 para un problema de 1940 que ha sobrepasado su fecha de caducidad», dice Farage.
El Partido por la Libertad de Holanda, el otro país díscolo en los referendos de 2005, marcha primero en las encuestas en ese país, con 17%, y muy cerca está el centroizquierdista Demócratas 66, con el  16% de las simpatías. El mentor del PL (PVV, su siglas en neerlandés) es Geert Wilders, un  xenófobo que propone prohibir el Corán y el uso del burka, cerrar las escuelas islámicas y, de ser posible, deportar a islamistas «peligrosos».
La situación en Alemania, que aparece en el centro de las protestas tanto de los grupos de izquierda como del nacionalismo más rancio en virtud de su rol en la crisis económica que afecta a los países del sur, ofrece aristas para el análisis. Lo más probable, de acuerdo con los sondeos previos, es que la mayoría de los 96 curules que tiene asignada la «locomotora de Europa» se repartan entre el PPE y el PSE (40 y 26% respectivamente), pero viene en crecimiento un grupo menos propenso a la integración, Alternativa para Alemania, que no concitó más del 4,7% de los sufragios en los últimos comicios internos –que no le permitieron lograr una banca en el Bundestag por muy poco–, pero podría llegar al 7% en las continentales.
La APA (AfD en alemán), fundada por Bernd Lucke, profesor de macroeconomía de la Universidad de Hamburgo, representa a todos aquellos quejosos de los millonarios rescates a los países en quiebra. Consideran que Alemania es un país ordenado y eficiente que finalmente se tiene que hacer cargo de salvar la ropa de los menos competitivos. Por eso, directamente propone expulsar a las naciones en crisis de la eurozona para que no «contaminen» al resto, y, de paso, volver al marco y enterrar al euro, acusado de los males que preocupan a los germanos.
El Partido de la Libertad de Austria (FPO en el original) es otro de los euroescépticos, desde la extrema derecha xenófoba y al borde varias veces de que algunos de sus miembros fueran acusados de pronazis. Ahora está en tercer lugar, con 21% de los votos, pero muy cerca de populares y socialistas.

Decisiones apuradas
En Grecia, seguramente el país más devastado por una crisis a la que no son ajenos bancos y organismos alemanes, marcha primera en las pesquisas la coalición de izquierda Syriza, que tiene a la cabeza a Alexis Tsipras. Fuerte crítico de la política de socialistas y conservadores, Tsipras fue moderando su discurso y, de una posición proclive a abandonar el euro como única forma de resolver el problema de la deuda pública, ahora propone anular el memorando firmado con la troika y negociar en mejores condiciones de pagos, como hizo Argentina desde 2004.
En tercer lugar marcha en España la alianza Izquierda Unida, que también proponía una salida del euro, aunque ahora reclama negociar la pertenencia en condiciones menos onerosas para la población española.  IU tiene un 14% de votos, por debajo de populares y socialistas. El problema con España viene de sus propias entrañas: los catalanes plantearon un plebiscito independentista para el 9 de noviembre que, por lo pronto, la UE ya dijo que será considerado ilegal; esto es, que no reconocerá como miembro a Cataluña si el resultado es positivo. Escocia también tiene agendada una consulta independentista para el 18 de setiembre, pero esa cuestión también deberá dirimirse puertas adentro, porque ni catalanes ni escoceses  pretenden salirse del paraguas paneuropeo.
Como sea, en vista del clima inestable que avizoran los estrategas políticos de la UE, las actuales autoridades ejecutivas y parlamentarias aceleran decisiones consideradas clave para el futuro de la integración regional, pero que podrían resultar trabadas ante una asamblea hostil. Así es que la dirigencia apuró la firma de un acuerdo para acelerar el mecanismo de resolución bancaria que disponga los recursos nacionales en un fondo único. Al mismo tiempo, urge al Mercosur para la firma de un tratado de libre comercio que se viene demorando por la reticencia argentina a aceptar que Europa mantenga subsidios a la producción agrícola
Representantes de la UE recorrieron los países sudamericanos para concretar ese convenio fundamental, como dijeron sin tapujos, para sentarse en otras condiciones frente a Estados Unidos por el denominado Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) que, según se entusiasman en Washington, significará unir los centros económicos y comerciales más poderosos del mundo en un solo mercado. Organizaciones sociales y políticas europeas vienen denunciando los riesgos para la UE de aceptar las condiciones que fija la Casa Blanca. Se parece mucho a los cuestionamientos que recibió en su momento el ALCA en esta parte del mundo.

Ronda de candidatos
Uno de los problemas «colaterales» que preocupan a la dirigencia europea es el de la participación en los comicios. Normalmente, las elecciones no concitan mayor atención y la asistencia no suele llegar ni al 50% de los ciudadanos en condiciones de votar. Esta vez se conformarían con un 40%.
De todas maneras, la ronda de candidatos está a pleno, por más que falten pequeños detalles en cada país. Así, el Partido Popular Europeo ofrece como aspirante a la presidencia de la Comisión Europea a Jean-Claude Juncker. El luxemburgués fue presidente del Eurogrupo entre 2005 y 2013 y es una de las figuras de la centroderecha continental.
Los socialistas llevan como representante a la CE al actual presidente, Martin Schulz, quien es eurodiputado desde hace 20 años. La Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa, un sector de la derecha federalista –que impulsaría de buena gana la creación de los Estados Unidos de Europa–, se encolumna detrás del belga Guy Verhofstadt. El hombre tiene en su CV un libro publicado, Por Europa, escrito junto con el «verde» y ex líder estudiantil del Mayo del 68 Daniel Cohn-Bendit.
El Partido Verde Europeo, en tanto, lleva a Ska Keller y José Bové. Reconocido activista de la llamada «antiglobalización» y con inserción en los sectores agrarios franceses, Bové comparte preferencias con Keller, que ganó las primarias con un récord de votos.
La Izquierda Europea encontró en el griego Alexis Tsipras al candidato ideal para representar un europeísmo de corte solidario, un sitial al que la socialdemocracia renunció hace tiempo a un costo que en cada país se cuenta en millones de votos, que peligrosamente se acercaron al extremismo derechista y no al progresismo.

Revista Acción
Abril 15 de 2014
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viernes

El Vaticano otra vez en el centro del ring

El jesuita holandés Frans van der Lugt tenía 75 años y hacía 48 que ejercía el sacerdocio en Siria. Residía en Homs, una de las ciudades que más sufren la guerra civil en ese país. Jan Stuyt, secretario de la Orden de los Jesuitas de los Países Bajos, confirmó este lunes  que "un hombre vino a buscarlo, lo sacó de la casa y le disparó dos balazos en la cabeza, en la calle, frente a su casa".  Francisco, el primer jesuita en dos milenios de cristianismo en coronarse Papa, expresó de inmediato su "profundo dolor" por el brutal asesinato del misionero y rezó por que "callen las armas y se ponga fin a la violencia" para llegar "a la paz a través del diálogo".
Van der Lugt fue uno de los más fieles seguidores del precepto de "meter los pies en el barro" que desde que llegó a la Santa Sede pretende imponer el pontífice argentino. La muerte del cura holandés, aunque no están claras las circunstancias, ocurre en un momento en que la Iglesia pelea nuevamente un rol de liderazgo mundial, algo que hasta el 13 de marzo de 2013, cuando hubo fumata blanca en Roma por Jorge Bergoglio, nadie en su sano juicio podría haber imaginado.
Porque la catarata de denuncias de pedofilia y los sucesivos escándalos con la llamada Banca de Dios, el Instituto de Obra Religiosa, habían dejado a la imagen vaticana en su peor momento en siglos. No por nada había renunciado Joseph Ratzinger.
El papado de Bergoglio de entrada se centró en una operación de cambio de una imagen de Iglesia corrupta, cerrada en sí misma y alejada de los fieles. Las sospechas de los sectores más progresistas de la región era que Francisco, a pesar del nombre elegido –tan ligado a la versión más "populista" del cristianismo romano– podría encubrir un papel similar al que el polaco Karol Wojtyla realizó con total éxito para ayudar a demoler el régimen soviético, primero en su patria –con la ayuda invalorable de la CIA y del gobierno de EE UU-–y luego en la propia Unión Soviética.
De acuerdo a esta interpretación del asenso del hincha de San Lorenzo al trono de San Pedro, Francisco llegó para poner freno y limar poco a poco a los gobiernos progresistas que en los últimos diez años llegaron al poder en América Latina. De la mano de ONG y servicios secretos apoyados por Washington, por supuesto. Pero también de los millones de católicos que pueblan esta región y no ven con buenos ojos ciertos cambios inspirados en las ideas cristianas incluso, pero que obligan a limitar privilegios en muchos casos ancestrales.
De un modo que, hay que admitir, es magistral, Bergoglio supo dar vuelta la percepción social de la Iglesia y poco a poco fue haciendo movidas que la muestran nuevamente si no en el centro de las discusiones, al menos sentada en la mesa chica. Que con pocas horas de diferencia hayan visitado el Vaticano el presidente de Estados Unidos y la reina de Gran Bretaña es todo un símbolo del lugar que los líderes tradicionales le dan a la más vieja institución de Occidente.
Como el gran "tiempista" que es, el Papa también cambió a algunos de los personajes más cercanos a Benedicto XVI, que habían sido protagonistas de los escándalos o los habían ocultado con fruición.  En el IOR terminó casi dejando las cosas como estaban, aunque con algunas variantes que tienden a un cierto grado de transparencia. Pero como secretario de Estado de la Santa Sede, el segundo de la Curia, su brazo derecho y con un grado de importancia similar a un primer ministro en un país democrático –o más bien canciller– decidió llamar al que por cinco años fuera Nuncio en Venezuela, el italiano Pietro Parolin. Sorprendió por varias razones y una de ellas es por la edad  del elegido, 58 años, un joven para los cánones eclesiásticos.
La explicación que esgrimieron analistas de todo el mundo fue que tradicionalmente si el Papa no es italiano, debe serlo el jefe de su gobierno. Y que además, Parolin es uno de los hombres mejor preparados para el manejo de las relaciones internacionales del Vaticano. Como que desde que se ordenó sacerdote, en 1980, se puso a estudiar diplomacia y seis años después, cuando tenía 31, comenzó una brillante carrera en la Santa Sede. Se ocupó de las relaciones con Nigeria y México y abrió canales de diálogo con Vietnam. El canciller papal, que faltó a su propia asunción el 15 de octubre pasado porque tuvieron que hacerle una intervención quirúrgica menor –de la que no se dijo mucho– habla italiano, inglés, francés y español. Más aún, desde que el argentino está en el Vaticano asegura que el castellano es el idioma del momento a nivel internacional.
Pero fue Ratzinger quien lo había nombrado Nuncio en Caracas. El cargo es el equivalente a embajador del Papa ante el presidente. Era la época de Hugo Chávez y según lo recuerdan, nunca comulgó del todo con el líder bolivariano, pero tampoco se colocó al lado de sus enemigos. Después de todo, Chávez nunca se declaró ateo e incluso en sus últimos tiempos se acercó cada vez más a la fe. Parolin estaría, a la muerte del mandatario venezolano, destinado a un papel más importante en ese país al que llegó como un desconocido y se fue como un especialista en sus luchas internas.
Ayer comenzaba la ronda de diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y los sectores de la oposición venezolana más amistosos con una solución pacífica a la crisis. Luego de más de un mes de violencia callejera, con un saldo de 40 muertos, una fuerte intervención de una comisión de Cancilleres de la Unasur finalmente logró un acuerdo de los opositores para sentarse a buscar líneas de salida civilizada junto con el presidente bolivariano.
Los tiempos no dan ya para que la OEA sea el organismo rector de las políticas latinoamericanas. Esa fue la primera mala noticia que se vieron obligados a aceptar los representantes del antichavismo. Y que tampoco está el horno para pedir "un mediador". Pero por eso de que negociar implica también conceder, el gobierno venezolano debió admitir que estos encuentros se hagan en presencia de un "testigo de buena fe" como se lo denominó. Cumplen esa tarea tres ministros de Relaciones Exteriores latinoamericanos –Colombia, Ecuador y Brasil– y un representante del Vaticano. El gobierno y la oposición acordaron la figura de Parolin como a alguien potable. Componedor, según piden los antichavistas, un tercero privilegiado para el oficialismo.
El Vaticano aceptó de inmediato la oferta que lo pone nuevamente como eje de la política internacional. La Santa Sede, desde las bulas papales que repartieron el continente americano entre españoles y portugueses a fines del siglo XV, siempre ocupó un estrado central en la región, que se conquistó con una mano en la Biblia y otra en la espada. Siglos más tarde,  Juan Pablo II se apersonó para evitar una guerra entre Argentina y Chile por el canal de Beagle, en 1978.
Al primer encuentro en Venezuela no fue Parolin, quizás porque se reserva la llegada para cuando haya algo que firmar, si es que lo hay. Sí estaba anunciada, en cambio, la presencia de su remplazante en la nunciatura, el también italiano Aldo Giordano. El hombre tiene 60 años –otro "pibe" en términos vaticanos– con experiencia diplomática como observador en el Consejo de Europa, en Estrasburgo. Dato a tener en cuenta: Giordano tiene un doctorado en el pensamiento de Friedrich Nietzche, el filósofo alemán que anunció la muerte de Dios. Chávez, así como se acercó al cristianismo visceral se había hecho un ávido lector de Nietzche, según confesó varias veces.
Otro antecedente de Giordano es que el año pasado, estando en Venezuela, publicó el libro Otra Europa es posible, los cristianos y las perspectivas para el Viejo Continente Ideal.  Señal que es capaz de entender de qué viene la mano de la integración regional.
Es de esperar que todos cumplan su cuota parte en la pacificación de Venezuela.  Propios y ajenos, componedores y nietzcheanos. Y que Bergoglio, ahora que logró readaptar a la Iglesia que dirige, no falte al desafío histórico que se le presenta.
Y que en lugar de ser un Juan Pablo Tercero se ponga el humilde sayo de Francisco para no contrariar a los millones de latinoamericanos que aspiran a una Iglesia comprometida con los pobres y en contra de los privilegios. ¿Lo hará?

Tiempo Argentino
Abril 11 de 2014

El Tea Party recorre el mundo

Leonarda Dibrani es una adolescente gitana de origen kosovar de 15 años que estudiaba en Doubs, cerca de la frontera con Suiza. Su caso trascendió porque fue expulsada del país en setiembre pasado junto con su familia por no tener los papeles de residencia en regla. Sus compañeros de estudios organizaron ruidosas marchas y concitaron la adhesión de alumnos de escuelas de todo el país reclamando que le permitieran regresar al colegio.
La presión se hizo sentir y finalmente el presidente François Hollande aceptó que volviera para retomar sus estudios. Pero insistió en que no dejaría que los cinco hermanos Dibrani y su padre cruzaran la frontera en sentido inverso. Obviamente, era una solución traída de los pelos que no podría resultar. "No abandonaré a mi familia, el presidente no tiene corazón, no ha comprendido para nada la situación", se quejó la chica.
El entonces ministro del Interior, Manuel Valls, responsable de la medida, no quería aflojar un tranco. Y en un documento de 24 páginas que colgó de la Web de la dependencia, señaló que la expulsión de los Dibrani estaba justificada porque estaban afincados de manera ilegal y ninguno de los recursos que presentó Resat, el padre, habían sido considerados como admisibles.
En una entrevista a radio France Inter, Valls no dudó en asociar a los gitanos con "la mendicidad y la delincuencia", y propuso como solución el desmantelamiento de sus campamentos y la expulsión. Valls, curiosamente, no es nacido en Francia sino en Cataluña y es un reconocido hincha del Barça y de los toros. Pero se ve que a él la legalidad le vino más fácil.
Por varios días, el caso se mantuvo en los medios, luego fue decayendo. No es para menos: las encuestas probaban que el 74% –si, tres de cada cuatro ciudadanos, como se lee– aprobaba la postura del ministro Valls y un 65% rechazaba la posibilidad de que el gobierno dejara volver a la familia gitana. El dato fue tenido en cuenta por todos los sectores políticos y principalmente por Hollande.
El corrimiento a la derecha del electorado francés fue agua para el molino de Marine Le Pen, del Frente Nacional. Hija del polémico fundador del partido, Jean-Marie, alguna vez condenado por negacionista del Holocausto y por decir que la ocupación nazi de Francia no había sido "particularmente inhumana", Le Pen padre llegó a disputar la segunda vuelta presidencial de 2002 contra Jacques Chirac.
Su hija se metió en política con intenciones de aggiornar al partido ("desdiabolizar", en sus términos) y ganó puntos haciendo expulsar del FN a un dirigente que apareció en una foto haciendo el saludo nazi. En las municipales de la semana anterior el partido de Le Pen ganó en once grandes ciudades, algunas de ellas tradicionales bastiones del socialismo, y arañó el 7 % de los sufragios. Su discurso proponía, entre otras cosas, una consulta para una reforma del Código Penal. Los ciudadanos deberían decidir entre una cadena perpetua de cumplimiento efectivo y la pena de muerte para los delitos más graves.
Hollande, que ya venía dejando en el camino sus promesas electorales en el campo económico –está cada vez más parecido a Nicolás Sarkozy– convocó a Valls para el cargo de primer ministro en lugar del más progre Jean-Marc Ayrault. No se decidió por la docencia para explicar a la población que hay valores que debieran honrar a una sociedad como la francesa, por haber sido precursora. Pudo más el resultado del comicio pero sobre todo escudarse en que se pueden perder votos si no se hace lo que la sociedad reclama. A partir de valores propagados por los medios, aunque tengan escaso rasgo humanitario.
Esta forma de hacer política es la que llevó poco a poco a que los republicanos estadounidenses y esa sociedad en general se hayan corrido más a la derecha, si cabe. Apurados por el grupo Tea Party, ese sector anárquico pero poderoso al que no le tiembla la pera a la hora de proponer las ideas más retrógradas, no tuvieron empacho en poner freno a las iniciativas más progresistas de Barack Obama. Jugaron fuerte con el rechazo a la ley de salud y llegaron al bloqueo financiero del Estado, acompañados por el resto de los republicanos que no quisieron arriesgarse a ir contra el supuesto electorado. Un electorado presuntamente nacido de los medios de comunicación derechizados, que también ofrecen solo eso que se supone que el público quiere, sin pensar demasiado en las consecuencias.
Dos multimillonarios, David y Charles Koch, suelen financiar iniciativas como las de Tea Party, un conglomerado de militantes sin líderes aparentes pero con poder de fuego para limar el prestigio de cualquier dirigente con medio gramo de sensatez. Es cierto que son los tiempos que corren, pero son tiempos peligrosos. Y para el Tea Party una de las cuestiones fundamentales es que los ricos paguen cada vez menos impuestos, bajo el argumento de que con el dinero de los contribuyentes los populistas "financian a gente que no quiere trabajar".
El plan de salud, en este contexto, es malo porque beneficia a personas que debieran haberse preocupado por conseguir los fondos que le permitieran tener un plan adecuado. El Estado, para esta derecha ultra-individualista, es el socio molesto que derrama la plata del ciudadano demagógicamente en los bolsillos de los que menos tienen cuando "Hombre, cada uno tiene lo que se merece porque así lo establece el plan de Dios". Palabras más, palabras menos.
EN ARGENTINA. Por esos lugares, la discusión por el rol del Estado va por caminos paralelos, con las diferencias del caso. La última "moda" resulta ser la justificación del linchamiento. El argumento es que quien salió a robar debió prever las consecuencias, la gente honesta está harta y el Estado está ausente. Más sencillo imposible.
El Estado del que hablan es un Estado al que sólo atribuyen un rol punitivo. Y lo dicen dirigentes que mucho tienen que ver con la desaparición de ese otro Estado, orientado a la financiación de la salud o la educación o el desarrollo de los sectores más vulnerables. Con lo que resulta que entienden al Estado como simple garante de la seguridad y la vigilancia de los bienes habidos más que en la resolución de las inequidades o simplemente de la creación y mantenimiento de las fuentes de trabajo. Sin ir más lejos.
Un par de preguntas: ¿Cuándo está ausente el Estado, cuando no vigila en la calle o cuando no garantiza techo, salud, educación y trabajo para los habitantes? Si se tiene en cuenta que más del 60% de los crímenes se producen entre personas que se conocen o familiares y no en ocasión de robo ¿El Estado también debe vigilar en cada casa, en cada habitación? ¿Y cuando el Estado es el criminal, como pasó en la dictadura?
Por eso no llama la atención que el diputado Sergio Massa hubiera hecho coincidir una gira por Estados Unidos con el aniversario del golpe más sangriento en la Historia argentina. Y mucho menos que entre las personas a las que entrevistó hayan estado funcionarios del Banco Mundial, el departamento de Estado, la OEA y hasta el ex alcalde neoyorquino Rudolf Giuliani –cultor de la tolerancia cero en materia penal– o algún miembro del grupo Tea Party como el representante de Arizona Mat Salmon. Tampoco que el ex intendente de Tigre haya publicado fotos con cada uno de ellos, orgulloso, en su cuenta de Tweeter.
También estuvo en algunos think tanks de la derecha mundial, como el Council on Foreign Relations (CFR) tal vez la organización estadounidense no partidista, dedicada a la política exterior, más influyente tanto en Estados Unidos como en los sectores conservadores del continente.
Algunas visitas pueden entenderse como protocolares y para mostrarse aupado por los centros del poder, la política es así. Pero otras, realmente, ¿qué necesidad? A menos que sea una muestra más de que estamos en presencia de un candidato que forma parte de ese selecto grupo que sigue al pie de la letra los dictados de las encuestas. Las que por otro lado reflejan fielmente el run run de los medios, sin filtro, cortapisas ni intervención docente alguna. No sea cosa de remover las olas y se pierda audiencia. O votos.
Dicen por allí que el Tea Party ya se instaló en Francia y podría afirmarse que avanza en Argentina. Amparados en que, parafraseando un término muy común en televisión, los rasgos humanitarios "no garpan" en estos días.
Pregunta final: ¿No será que necesitan forzar un Estado punitivo porque el juego es eliminar todo resquicio de Estado protector?

Tempo Argentino
Abril 4 de 2014