sábado

Carta al Juez Thomas Griesa

Su señoría, honorable Thomas Griesa, de mi consideración:
Entiendo perfectamente su voluntad de que los argentinos paguen lo que deben a los fondos de inversión que han comprado bonos de la deuda soberana. Entiendo también que desde que dictó el fallo que obliga a cumplir con esos compromisos, los acreedores han padecido todo tipo de impedimentos para poder hacerse del dinero que, según el dictamen que su señoría emitió oportunamente, les corresponde. Un fallo que el tribunal de alzada y la Corte Suprema avalaron por estar completamente sujeto a derecho. Pero básicamente comprendo su frustración porque hasta ahora no ha logrado que se cumpla con lo que la ley manda y protege. Esto es: no consiguió incautar fondos para cumplir con las obligaciones mencionadas.
Sé que el gobierno ha respondido que no puede violentar cláusulas firmadas con tenedores que aceptaron el canje de deuda y que podrían reclamar un trato similar al que usted intenta proteger desde su despacho. Y sé también que los holdouts afectados en su dictamen intentaron sin éxito embargar fondos en varios lugares del mundo para cumplir con la disposición que nos ocupa.
Por eso, sin querer pecar de imprudente, me tomo el atrevimiento de sugerirle dónde buscar fondos que podrían de servir para remediar esa injusticia que usted percibe en la actuación gubernamental.
Sabrá usted que el monto de la deuda total argentina ha coincidido con la suma de los depósitos de nativos en el exterior. Sabrá también que hay maniobras investigadas por colegas suyos en este país que prueban el modo en que esa fortuna fue a parar a cuevas fiscales y se convirtió en bonos de deuda. Habrá leído incluso en estos días que autoridades francesas entregaron una lista de ahorristas vernáculos que tienen dinero en cuentas suizas. Insisto, sin ánimo de resultar insolente, ¿por qué no embargar esos fondos y cumplir así al menos en parte una obra de justicia?
Sin otro particular, lo saluda atentamente, un ciudadano argentino.

Tiempo Argentino
Setiembre 27 de 2014

viernes

Cruzadas y terrorismo en la era de Obama

El único lenguaje entendido por asesinos como estos (hablaba del grupo extremista Estado Islámico) es el lenguaje de la fuerza. Por eso, Estados Unidos trabajará con una amplia coalición para desmantelar esta red de la muerte." Las palabras de Barack Obama resonaron en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Algunos, como los países que integran esta nueva alianza que el presidente de Estados Unidos armó para combatir a las tropas islamistas que de pronto se apropiaron de parte de Siria y de Irak, aplaudieron.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, se permitió en ese foro privilegiado –y a pocos metros de Obama– la duda sobre no sólo las acciones que emprenden los países occidentales con relación al terrorismo internacional sino incluso sobre el grupo mismo que hoy por hoy aparece como la encarnación del mal.
Es que, sin ir demasiado lejos, allí nomás, en ese mismo escenario, hace once años el entonces secretario de Estado Colin Powell entregó profusa información sobre el arsenal de armas de destrucción masiva que colocaba a Saddam Hussein, el presidente iraquí, como uno de los peores enemigos de la civilización. Algo que no debe haber estado ausente de la percepción de CFK cuando destacó que "desde las grandes potencias se cambia demasiado fácil el concepto de amigo, enemigo o terrorista".
Las críticas por la sinuosa política internacional que desarrolla el gobierno de Obama desde que llegó a la Casa Blanca son a esta altura un clásico entre grupos opositores de toda laya, pero también entre analistas y estudiosos de las temáticas internacionales.
Pero la sinuosidad se extiende a las estrategias que despliega la administración estadounidense en las últimas décadas. Como si encontrarse siendo la gran potencia global a la caída de la Unión Soviética hubiese desplegado ambiciones equiparables a las torpezas para llevarlas a la práctica. Al revés de Midas, aquel rey de Frigia que convertía en oro todo lo que tocaba, parecen trocarlo todo en un desastre, para ser elegantes y si se quiere naïfs.
Porque la guerra desatada por George W. Bush, que acabó con el régimen saddista, al poco tiempo demostró haber partido de una mentira como excusa. En aquel momento, el senador Obama se oponía al despliegue de tropas por las consecuencias que eso podría acarrear al país. Y con ese antecedente se presentó a los comicios de 2008 como una esperanza de cambios. De hecho, hace casi tres años se ufanó de haber retirado los últimos soldados de ese el pensamiento dominante entonces. Ahora, sin que se le moviera un pelo, inició una ofensiva que nadie sabe de qué modo terminará. Y sobre todo, que seguramente será una herencia maldita para quien lo suceda en 2017.
Como será que en su propio territorio, activistas por la paz como David Swanson, sostiene en su web War is a crime (la guerra es un crimen), que "cualquiera que comente el estado actual de Irak podría pensar que George W. Bush hizo algo bien". Ironiza en que un video difundido por ISIS, el anagrama con que todavía se conoce a EI en aquellas regiones, donde muestran las atrocidades cometidas y alguna frase del ex mandatario republicano: "Estás con nosotros o estás contra nosotros". En una esquina de la pantalla se lee "Bush dijo la verdad, a pesar de que es un mentiroso". Una frase que bien le calza a este Obama que echó por tierra con las razones que le permitieron ser coronado en Oslo hace casi cinco años.
Es interesante el ácido artículo de Peter Van Buren, un ex funcionario con 24 años de carrera en el departamento de Estado que fue designado para trabajar con los iraquíes luego de la invasión. Su paso por el país asiático fue entre 2009 y 2010, o sea, cuando el demócrata llegaba a Washington. "Mi función era dirigir dos equipos en la reconstrucción de la nación", señala Van Buren. "Eso significó pagar por escuelas que nunca se terminaron, el establecimiento de pastelerías en calles sin agua ni electricidad, y la realización de eventos de propaganda de temas generados en Washington." Señala el hombre que entre las acciones de acercamiento y seducción de los nativos estaba jugar partidos de fútbol en los que se garantizaba un resultado que permitiera integrar a sunnitas con chiítas.
El problema es que a la caída de Hussein, un sunnita en una población mayoritariamente chiíta, viejas enemistades quedaron a la luz y se manifestaron con toda virulencia en múltiples atentados registrados desde entonces. Para colmo, desde el Pentágono y con anuencia de la CIA se fomentó la creación de un modelo que reparte los poderes en tres: sunnitas en el parlamento, chiítas en el ejecutivo y un presidente de origen kurdo. Agua con aceite que incluso podría haber funcionado si no fuera, piensa Van Buren, que el primer ministro Nuri Al Maliki inició persecuciones y se abrió hacia actos de corrupción que empeoraron la situación. El cambio forzado por el departamento de Estado hace algunos meses ya era una decisión desesperada y tardía.
Van Buren –autor de un libro esclarecedor, Teníamos buenas intenciones: cómo ayudé a perder la batalla por los corazones y las mentes del pueblo iraquí"– reflexiona que un chico que forme parte ahora de ese contingente de 1600 "no botas en el suelo" (Obama prometió que sólo actuarán drones y aviones de combate pero no tropas sobre el terreno) tenía ocho años cuando Bush inició la invasión. "(El muchacho ) probablemente le tuvo que preguntar a su padre de qué se trataba eso". Y el progenitor le podría haber dicho que en 2011, cuando regresó a su casa con la frente bien alta, Obama había asegurado que "estamos dejando atrás un Irak soberano, estable y autosuficiente".
John Taylor anotó en The Unz Review, un foro alternativo estadounidense creado por el dirigente conservador Ron Unz, una lista que debería tenerse en cuenta antes de adherir fácilmente al pedido de Obama para una cruzada en tierras de Irak y Siria. "¿Se ha olvidado que los mujaidin que patrocinamos en Afganistán para luchar contra los soviéticos se transformaron en el Talibán y al-Qaeda? Por el agujero de la memoria, quedó la destrucción del Estado libio, que el propio Obama presidió, y la anarquía que prevalece en la actualidad." Y advierte que en Siria la mayoría sunnita, que está enfrentada al gobierno de Bashar al Assad, alauita y por lo tanto ligado a la vertiente chiíta del Islam, simpatiza con el EI. No porque participe de sus atrocidades, sino porque representan la posibilidad de sacarse de encima un régimen que les resulta opresivo. Esa fue la apuesta de la comunidad occidental cuando decidió apoyar a grupos opositores a Al Assad. Pero algo evidentemente salió mal. O tenía un componente envenenado y nada inocente que sirvió para forzar cualquier política pacifista de Obama.
La situación es tan enrevesada a estas horas que no resulta inaudito que Al Assad y el régimen iraní pasen a ser la mejor opción para combatir a los yihaidistas del EI. Detalla Glenn Greenwald, el periodista británico que publicó la información filtrada por el analista estadounidense Edward Snowden, los nuevos bombardeos sobre objetivos en Siria con apoyo de regímenes como los de Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Jordania. "Eso significa que Siria pasó a ser el séptimo país predominantemente musulmán en ser bombardeado por el Nobel de la Paz 2009, después de Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia, Libia e Irak".
Van Buren destaca que la excusa para abrir la política bélica fue la protección de los yazidis "una secta religiosa de la que nadie en este país habían oído hablar", pero de la que ya no se escucha demasiado. Y compara ese gesto con el del supuesto ataque en el Golfo de Tonkin que justificó la ampliación de la Guerra de Vietnam en 1964. "Esta última guerra en Irak cuenta con entrenadores en Operaciones Especiales y ataques aéreos a combatientes que tienen armas abandonadas por el ejército iraquí, que ahora debe ser reabastecido por Washington". Van Buren –que fue expulsado del gobierno en 2011 y padeció persecución civil– escribió también "Los fantasmas de Tom Joad: la historia del 99%". Una suerte de revival de Viñas de Ira, la novela de John Steinbeck que da cuenta de la crisis del '30 en los sectores más castigados del Estados Unidos. El 99% de los menos favorecidos en la sociedad estadounidense actual también padece una degradación en todos los aspectos en beneficio del 1% más favorecido. Es que una cosa va ligada a la otra. Y la inequidad social junto con la guerra son componentes básicos de este momento del mundo. Componentes tan terroristas como los que cortan cuellos en las arenas de Asia Menor.

Tiempo Argentino
Setiembre 26 de 2014

lunes

La crisis de las nacionalidades

El referéndum escocés y el deseo de consulta catalán son dos de las formas en que se expresa la crisis de del Estado-Nación en Europa. Pero también son un reflejo de la crisis de identidad de muchos pueblos en el marco de la creación de Estados supranacionales que apelan a políticas económicas que resultan difíciles de digerir para grandes capas de la población.
El importante apoyo que recibió el No al separatismo de Escocia, lejos de expresar el fin de reclamos de independencia, debiera ser un dato a analizar. Porque fue conseguido tras promesas y amenazas de última hora y además, si bien deja un diferencia grande sobre el Si de más de diez puntos, revela que casi el 45% de los ciudadanos escoceses prefiere dejar el Reino Unido.
En Cataluña la situación es otra. El gobierno de Mariano Rajoy rechaza la legalidad de cualquier referéndum como el convocado para el 9N. Y por más que el Parlament haya aprobado una ley para regular las consultas populares, resulta una traba difícil de soslayar a la hora de pretender una separación formal. En otras épocas, estas cuestiones se resolvían en el campo de batalla, pero no son estos los tiempos de Europa.
Hay tres posturas que quizás reflejen lo que se juega en los meses que siguen en España. Xosé (Pepe para los íntimos) fue alcalde de un pequeño ayuntamiento en Galicia. Jubilado reciente, el hombre no deja de reconocer la capacidad e industriosidad de los catalanes. Llega a admitir que eso los amerita para merecer la independencia, pero eso es algo que lamentaría porque considera que “debilita aún más a nuestro país para debatir cuestiones económicas en Bruselas”, la sede de las principales instituciones europeas.
Natalia es propietaria de un barcito frente a la playa de Badalona. Ella culpa sin tapujos a Madrid por los males que padecen los catalanes. “Nos quieren hacer pagar por carreteras y por el AVE (el tren de alta velocidad) por más de lo que costaron, nos dan mucho menos de lo que aportamos al fisco”, se queja. Jordi es un profesional que vive a su pesar en Madrid pero añora su pequeño pueblo en el interior de Cataluña. Está particularmente indignado por lo que se vive en su tierra por estos días, una suerte de final de fútbol, dice. “Nadie habla de que hay media España que tiene otra bandera. Y la mía es la tricolor”, la roja, amarilla y violeta de la República.
La UE nació como una construcción diferente a lo que fueron hasta hace un siglo los imperios plurinacionales como los austrohúngaro, otomano o zarista. Incluso se hizo sobre una base distinta a la extinta Unión Soviética, fundada en un régimen anticapitalista. Pero terminó tras la caída de la URSS en un sistema que busca la gobernanza a través de rígidas concepciones económicas de mercado. Para lo cual crearon una moneda común que se pretende como de reserva y comercio internacional en competencia con el dólar. Lo cual creó una guerra de divisas que potenció posiciones neoliberales con consecuencias que están a la vista: la desaparición del estado de bienestar.
Ángela Merkel es el adalid de esta posición extrema y es el centro de todas las críticas. El gobierno de Francois Hollande, que llegó al Eliseo como una esperanza de cambio hacia un socialismo aggiornado, terminó cediendo a esta rigidez y ahora en su propio partido debe enfrentar el rechazo a recortes presupuestarios en nombre de la “razón de Estado”.
Es aquí donde puede entenderse el crecimiento de reclamos secesionistas como los que se agolpan detrás de la puerta en el país Vasco, Bretaña y Occitania en Francia, la Padania, Córcega y Cerdeña en Italia y lo que tal vez sea el más emblemático, Flandes, en la mismísima Bruselas, la “capital” europea.
El líder de la unificación italiana, Giuseppe Mazzini, dijo en ese año de 1860 ante su obra cumbre: “Hemos creado a Italia, ahora deberemos crear a los italianos”. Lo mismo deberían decir los líderes europeos si no estuvieran tan preocupados por cuestiones extramuros.
Una de esas cuestiones fue creada por la misma UE en Ucrania, cuando intento avanzar con proyectos de unión comercial. Rusia se reivindica como nación a partir del Rus de Kiev de fines del siglo IX. Y Crimea es el origen de otra corriente nacionalista durante el zarismo, en la segunda mitad del siglo XIX. Era difícil que no estallara un conflicto de consecuencias impredecibles si se iba por ese camino.
La otra región del mundo inmersa en disputas nacionales es el Asia Menor. Allí la preocupación se centra por estas horas en los grupos yihaidistas que dominan una parte de Siria e Irak con el objetivo manifiesto de formar un Estado Islámico de tinte medieval y represivo. Armados y entrenados por Occidente, como se recuerda, para combatir al régimen de Bashar al Assad, ahora dan muestras cotidianas de barbarie incontrolada. Esto despertó viejas ansias del pueblo kurdo, un nación de unas 25 millones de almas dispersas en territorios de Turquía, Irak, Irán y Siria, que reclaman su derecho a un estado propio. Las fronteras actuales ante la dilución del Imperio Otomano obedece al capricho y el interés del todavía poderoso Imperio Británico, alrededor de 1920, pero no contempló voluntades ni necesidades de la población local.
En Europa crecen también movimientos ultranacionalistas que en muchos casos hacen temer una vuelta de extremismos como el de la Alemania nazi o la Italia fascista. El ejemplo más claro es el de Amanecer Dorado en Gercia, el partido más radical que prospera a medida que la crisis se ensaña con los griegos de a pie.
En Gran Bretaña los conservadores del premier David Cameron deben lidiar contra miembros de su partido que se cruzan al UKIP, el grupo antieuropeo que avanza en las encuestas. Algo similar ocurre en Francia con el Frente Nacional de Marina Le Pen.
¿Qué ocurrirá en Escocia si Londres no cumple con las promesas de última hora para que gane el No? Algunas refriegas producidas en Glasgow muestran alguna de las peores posibilidades. ¿Qué ocurrirá en Cataluña los ciudadanos no pueden elegir si quieren seguir formando parte del reino? ¿Cómo se resolverá la cuestión kurda ahora que los países europeos envían armas para defenderse de los fundamentalistas del EI?
De la crisis del 30, evalúan muchos analistas con bastante criterio, no se salió solamente por las medidas keynesianas que aplicó Franklin D. Roosevelt, sino por la Segunda Guerra Mundial. Las guerras suelen ser un buen vehículo para la unificación nacional ¿Será esta la forma en que se resolverá esta crisis?

Tiempo Argentino
Setiembre 21 de 2014

viernes

Un reino que ni Harry Potter podría mantener unido

http://tiempo.infonews.com/f/IiU0MDYyIT9ibWF6ZnVjfU8zNDgoeGN2ZGsiMDNtZDUjLHl4enB3YA/untitled_2-9.jpg?v1.0No menos de medio millón de catalanes salieron ayer a copar las principales calles de Barcelona en un claro mensaje hacia Madrid, que se niega a autorizar su referéndum independentista para el 9 de noviembre, y con los ojos puestos al otro lado del Cantábrico, donde los escoceses les marcan en cierto modo el camino con su propia consulta el jueves que viene. Desde allí, sin embargo, llega una imagen que no quieren repetir.
Es que una táctica equivocada y la profundización de la política de recortes presupuestarios llevaron a que a seis días del referéndum en Escocia, este territorio históricamente enfrentado con Inglaterra haya producido una crisis política impredecible que se reflejó en lo que se podría llamar el "efecto tartán", con la caída de la libra y el desplome en la bolsa, arrastradas por lo que se juega en la patria de William Wallace, el héroe vestido con el tradicional kilt de tela de entramado de colores tribales –que eso es el tartán– llevado al cine por Mel Gibson en 1995 en Corazón Valiente.
La difusión de encuestas con un final cabeza a cabeza llevó a la desesperación a la dirigencia política británica, que a última hora puso como líder de la campaña por el No a un nativo de Escocia como el laborista Gordon Brown, que fue primer ministro y confían en que podría inclinar la balanza entre los aún indecisos para la consulta del 18 de setiembre. Pero al mismo tiempo desplegaron todo tipo de promesas y amenazas como para que los "scottish" no vayan tranquilos a las urnas.
Cuando en octubre de 2012 los primeros ministros David Cameron y Alex Salmond firmaron el acuerdo para al referéndum el mundo era otro. El inglés miraba sondeos que daban un 60% de escoceses a favor de mantenerse en el Reino Unido y se dio un par de lujos –pecado de soberbia o Hybris, diría algún griego– que ahora lo hacen maldecir la falta de perspicacia personal y de Westmister, la sede del parlamento británico. Y que asustan en La Moncloa, la sede del gobierno español.
En ese momento Londres dejó en manos de la legislatura escocesa la forma en que se iba plantear la cuestión al electorado y aceptó solo dos preguntas, eliminando la posibilidad de que además de decidir por Sí o por No se pudiera proponer mayores poderes para el gobierno local pero dentro del Reino Unido. A la vez, dejó de lado ciertas trabas legales y ya no hace falta la aprobación de Westminster, como pedía una ley de 1998 –que bueno es decirlo, ya había aprobado mayor autonomía a la región– para eventualmente modificar la constitución hacia una separación formal.
Los nacionalistas decidieron entonces que el plebiscito coincidiera con el 700 aniversario de la Batalla de Bannockburn, cuando las fuerzas escocesas lideradas por Robert the Bruce –Wallace ya había sido bárbaramente torturado hasta la muerte en un tenebroso espectáculo público– derrotaron a los invasores ingleses. En pueblos tan tradicionales como los de esta isla, el dato es otra señal para arrastrar voluntades tras de un símbolo del orgullo nacional.
Cameron había llegado al gobierno mediante una alianza de los conservadores con los demócratas liberales de Nick Clegg para derrotar al laborismo, desgastado tras la gestión de Brown. Ahora, esos mismos personajes se agarran la cabeza tratando de "salvar la Unión". Es así que el ex líder laborista se apersonó a prometer a sus connacionales que Londres está dispuesto a brindar más libertades para que los escoceses sigan "perteneciendo", la opción descartada dos años atrás. Y a abrir la mano para mantener lo que queda del "Estado de bienestar".
Lo que está en juego no es apenas la tradicional disputa entre ingleses y escoceses que la vestimenta de tartán recuerda a cada paso. En los finales de los 70 y los inicios de los 80 el thatcherismo arrasó con las industrias británicas tras doblegar a los mineros del carbón. Muchas de las minas estaban en Escocia, que al igual que las acerías de Glasgow, cerraron por la política económica neoliberal. Los más viejos recuerdan aún que nunca los escoceses votaron a favor de esas decisiones. Siempre en el norte ganaba el laborismo. Los diputados escoceses a Westminster son poco más de medio centenar, acompañados de un solo torie. Pero ni antes ni ahora pudieron mucho contra las mayorías de otras regiones, atadas a políticas de ajuste con gobiernos de derecha como laboristas desde Tony Blair en adelante.
Eso creó resquemores y en la última década los laboristas fueron perdiendo credibilidad hasta que en 2007 por primera vez el Partido Nacional Escocés (PNE) llegó a la Casa de Saint Andrews, la sede del gobierno local en Edinburgo. Las cartas que mostraba Salmond eran claras pero era difícil que las vieran en Londres.
El ministro principal planteó el rechazo a los recortes y trató de mantener como pudo el servicio de salud y de educación. No se puede decir que sea de izquierda, pero no duda en apoyar el "welfare state", un dato clave en estas circunstancias. Los estudiantes, por ejemplo, no pagan para graduarse, con lo que tras los "hachazos" presupuestarios, muchos ingleses cruzan hacia el norte para estudiar en universidades escocesas. Igualmente ocurre con la salud: no son pocos los que emprenden el viaje en los excelentes trenes británicos para curarse en el país celta.
A favor de la independencia de Escocia fueron apareciendo luego otras motivaciones de peso. El Mar del Norte guarda una fortuna en barriles de petróleo y una cantidad inestimada aún de gas en sus entrañas que serían el principal ingreso del nuevo país y lo catapultarían a convertirse, el menos en producto per cápita, en uno de los más ricos de Europa.
El ingreso petrolero serviría, según los promotores del Sí, para paliar los recortes votados en Londres y construir un país diferente. Por eso los unionistas y sus medios afines –que son todos, incluso los del polémico Rupert Murdoch, que solía apoyar antes a Salmond– lanzaron una verdadera guerra contra la secesión. Y acusan al ministro principal escocés de mentir en casi todo, incluso en la cantidad de oro negro que queda en el mar.
Desde la capital británica ahora doblan la apuesta. Por un lado aseguran que los escoceses deberán hacerse cargo de pagar servicios de defensa para pertenecer a la OTAN y otros gastos burocráticos por una suma que supera los 30 mil millones de libras al año. Además deberían ver qué hacen con la moneda, porque no están dispuestos a compartir la libra con ciudadanos tan esquivos.
No fue casual que la última cumbre de la OTAN se hubiese realizado la semana anterior en Gales. El tema a tratar era la conformación de una alianza para combatir a los extremistas del Estado Islámico. El mensaje del presidente estadounidense Barack Obama y del propio Cameron fue claro: "¿Cómo piensan defenderse los escoceses de las amenazas del terrorismo islámico si quedan fuera de Gran Bretaña?" ¿Será casual también que Obama haya anunciado la ofensiva contra los yihaidistas del Estado Islámico este martes? Tampoco resulta casual que las mayores empresas con sede en Escocia hayan anunciado cierres y despidos masivos si se aprueba el Sí.
Los sondeos dan un final electrizante. Por eso las amenazas desembozadas y las promesas de última hora. Perdidos por perdidos, ricos y famosos dieron también la cara en la campaña por el "No tanks". Es el caso de la escritora J.W Rowling, la célebre autora de la saga de Harry Potter, que propone mantenerse unidos al reino. No pudieron revivir a otros famosos escoceses como Arthur Conan Doyle y Robert Louis Stevenson, creadores de Sherlock Holmes y del Doctor Jekyll y su contracara, Mister Hyde. Pero apelan al recuerdo de 300 años de unidad y la construcción conjunta del imperio para mantenerse en la Unión.
Lo que no queda claro es como quedaría Escocia con la independencia. En todo caso es una respuesta que, como la catalana reflejada ayer en la Diada –300 aniversario de la caída de Barcelona ante las tropas borbónicas– se expresa ante decisiones impuestas en los centros de poder a espaldas de la ciudadanía.
El resultado, en todo sentido, es incierto ¿Qué pasa si la diferencia es mínima, o si hay empate? Tal vez Harry Potter pueda hacer algo al respecto. La reina Isabel II, por ahora, se mantiene en silencio. Después de todo, nadie habla de abandonar la monarquía ni dejar a los miembros de la casa Windsor en la calle. Pero no sólo en Cataluña miran hacia la tierra del tartán con expectación.

Tiempo Argentino
Setiembre 12 de 2014

jueves

Europa se revoluciona con las ansias independentistas de Escocia y Cataluña

La autonomía que tiene Escocia bien se la podrían envidiar otras regiones que buscan la independencia, como es el caso de Cataluña sin ir más lejos. Tiene su propia bandera, su sistema legal y en los certámenes deportivos sale a la cancha con sus propios equipos. Podría pensarse que ahora va por más y desde el continente americano se le podría decir para cuándo la república. Pero este no es el caso. Lo que buscan los escoceses –al menos por ahora– es quizás un lugar en las Naciones Unidas y la Unión Europea y dejar de responder a las órdenes de Westminster. Pero ni hablar de salirse de la monarquía. "Es una costumbre milenaria", se justifican incluso los más adelantados ideológicamente. "Sería algo así como Canadá o Australia", explican.
El Acta de Unión de 1707 fue el acuerdo por el que ambas monarquías decidieron marchar juntas a la construcción de un imperio, como se encargó de formar la reina Victoria en el siglo XIX. Pero las dos naciones ya compartían monarcas desde un siglo antes. De manera que Isabel II y la dinastía Windsor pueden respirar tranquilos.
Británicos al fin, los escoceses no parecen estar en un clima preindependentista como se solía hacer en otras épocas no tan lejanas. Épocas que incluso acostumbraban terminar en guerras feroces. Nada que ver con la historia de William Wallace: las calles siguen tan despejadas y las paredes tan limpias como antes. Apenas algún que otro sticker en las ventanas. Un "Sí" en medio de la cruz de San Andrés blanca sobre fondo celeste de la bandera escocesa. O un simple "No thanks" (No, gracias) en rojo. En las plazas y parques más céntricos algúna mesa con folletos y un puñado de jóvenes con una bocina amplificadora que vocean su oferta.
El partido del primer ministro Alex Salmond no llega a ser de esa derecha que se podría identificar con el nacionalismo, pero tampoco de izquierda. Defiende el estado de bienestar (un concepto muy en disputa por estos días en las tenidas que hay en los medios) pero no habla de otros planes para el reparto de la fortuna derivada de un control total de los hidrocarburos. Tampoco dice cómo se haría. Sí plantean que en una Escocia independiente no habría lugar para armamento nuclear, como pretende mantener la OTAN.
En la derecha tradicional, que se encuentra contenida en los conservadores, la opción es clara por el No. Pero también adhiere a esta propuesta el Partido Comunista, que no es muy grande, pero tiene su influencia. Su posición es que para la clase obrera británica, es mejor dar pelea desde un país unido como hasta ahora, que la división no es beneficiosa para el movimiento obrero.
Los movimientos socialistas, enrolados en el Partido Socialista, también de escasa adhesión, proponen en cambio el voto por el Sí. Dicen que es clave para ellos el modelo de ajuste que Londres decide desde Margaret Thatcher y que Westminster aprueba sin importar el partido con el que se llegue a Downing Street 10, la residencia del primer ministro. De hecho, este partido es un desprendimiento del laborismo de los inicios del gobierno del laborista Tony Blair.
A la visita a Edimburgo para hacer campaña por el No del líder laborista Ed Milliband, que sucede a la del ex premier Gordon Brown, se le suma la de Nick Clegg, demócrata liberal y aliado del gobierno, y del conservador primer ministro David Cameron. Llegan justo para la Diada catalana, la celebración de la caída de Barcelona ante las tropas borbónicas tras 14 meses de sitio durante la guerra de la Secesión española, el 11 de septiembre de 1714. Desde Escocia ese acto que se supone multitudinario, es visto con mucha atención. Ni qué decir de lo que esperan los catalanes del 18 de setiembre, teniendo en cuenta el rechazo de Madrid a aceptar al referéndum anunciado para el 9 de noviembre.

Tiempo Argentino (desde Edinburgo)
Setiembre 9 de 2014