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El poder de los medios

Vincent Cable es un economista británico recibido en Cambridge, que supo hacer carrera en la empresa privada –ocupó altos cargos en la Shell– y tuvo participación importante en la fundación del partido Liberal Demócrata. Integra en este espacio que forma parte de la coalición gobernante en Gran Bretaña, lo que podría llamarse el ala liberal, en el mejor sentido sajón del término. Esto es: cree en las leyes del mercado pero también en las regulaciones. Considera que la empresa privada es un pilar en la sociedad, pero a la vez entiende que la política impositiva sirve para guiar la mano invisible de los mercados. Es autor de un libro revelador, The Storm (La Tormenta) donde analiza la crisis económica que se desató en Gran Bretaña a partir del estallido del modelo especulativo inmobiliario en los Estados Unidos y Europa. Allí habla del rol de los créditos basura en el trasfondo de esa crisis, y desliza su pretensión de mayores controles sobre los bancos y el sistema financiero.
No es que The Storm revele algo demasiado novedoso. El tema es que lo dice uno de los líderes intelectuales de los liberal- demócratas británicos, que cogobiernan desde mediados de 2010, tras desplazar al laborismo del poder. Cable –apellido significativo si los hay en esta trama– fue uno de los operadores políticos del encuentro entre Nick Clegg y el conservador David Cameron, ahora primer ministro.
Desde ese lugar aspiró primero al Ministerio de Finanzas, para poner en práctica sus ideas sobre el modo de recuperar la economía de su país. Pero se tuvo que conformar con el de Negocios, Innovación y Oficios. Una dependencia para la pequeña y mediana empresa desde la que, hace unos días, presionó a los grandes bancos. “Aplicaremos un impuesto a las inversiones para los que no den créditos adecuados a las pymes”, amenazó.
Pero el salto a la fama de Cable se produjo a mediados de diciembre del año pasado, cuando trascendió una conversación que había mantenido con las que creyó dos militantes de su partido y resultaron ser periodistas del Daily Telegraph. Por esos días, la cartera a su cargo tenía que aprobar la compra del 61% de la empresa British Sky Broadcasting (BSkyB), el mayor proveedor de televisión por cable británico. El comprador era el dueño del 39% restante de las acciones, el magnate australiano Rupert Murdoch.
En aquella controvertida charla, Cable dijo algo políticamente incorrecto: “He declarado la guerra al señor Murdoch. Creo que ganaré. No lo he politizado porque es una situación legal. Está intentado tomar el control de BSkyB. Es un accionista minoritario y quiere ser mayoritario. Lo he bloqueado usando los poderes que tengo.”
Las damas también anotaron otra frase de esas que sólo deberían susurrarse en la intimidad: “Tengo una bomba, una opción nuclear que puede hacer caer al primer ministro.” Claro que, aclaró, activaría el detonador sólo si se sentía muy apurado por los compañeros de ruta conservadores. La publicación mostró a la flamante coalición en medio de una guerra constante de posiciones por el control ideológico de este proceso. Pero desató una crisis que sólo se calmó cuando Cameron negoció un sutil enroque con los liberal-demócratas. Así, el tema medios salió del área de Vincent Cable y pasó al Ministerio de Cultura, Medios y Deportes, a cargo del conservador Jeremy Hunt. La batalla parecía haberla ganado Murdoch, pero la bomba con la que amenazaba el economista de Cambridge finalmente explotó, unos días antes de que Hunt estampara su rúbrica en el acuerdo de BSkyB. Curiosa coincidencia.
Porque las escandalosas operaciones de espionaje del legendario News of the World (NOTW) se difundieron en un nuevo contexto y con nuevos agregados. Y la prensa mundial reflejó el horror de periodistas que aplicaban técnicas reñidas con la ética profesional y no tenían empacho en violar la ley con tal de obtener primicias.
El caso más emblemático es el de la familia de Milly Dowler, la chica de 13 años, a la que el semanario pinchó el celular mientras estaba secuestrada y fue encontrada muerta seis meses después, aunque la familia y la policía creían que continuaba con vida porque el diario seguía publicando información que dio lugar a falsas esperanzas. Sin embargo, el caso es de marzo de 2002. The Guardian insistió con estos fantasmas del pasado.
La lista de teléfonos pinchados podría sumar hasta 4000. La técnica es de una sencillez que abruma: las empresas telefónicas suelen dar un número clave para la casilla de correo de voz que consiste en cuatro dígitos (1234, o 1111, por ejemplo) que el usuario debería cambiar y normalmente pocos hacen. Sólo les hizo falta hallar las claves de los más preocupados por su seguridad, para lo cual contrataron detectives privados o pagaron sobornos a empleados desleales o policías no menos infieles.
La que parece haber pergeñado el método –según todas las sospechas y acusaciones– es la actual número dos del emporio Murdoch, Rebekah Brooks, quien llegó a dirigir el NOTW entre 2000 y 2003. La mujer no es querida en el ambiente. La catalogan cuando menos de ser una trepadora sin escrúpulos. Al punto que el anunciado cierre del periódico, fundado en 1843 para ser leído por la incipiente clase trabajadora británica, fue entendido como una concesión para no entregar la pelirroja cabellera de la dama.
Entre los que cayeron en esta rodada está también quien dirigió el NOTW entre 2003 y 2007. Andy Coulson tuvo que dejar el cargo cuando el redactor encargado de la familia real, Clive Goodman, y el detective privado Glenn Mulcaire fueron encarcelados tras las primeras denuncias por las escuchas. Pero fue “rescatado” del olvido por Cameron, que lo contrató como vocero ni bien llegó al cargo. Lo que generó críticas de la peor especie y finalmente, a medida que el escándalo iba tomando espesor, dimitió en enero pasado, un par de semanas después del enroque que corrió a Cable del caso BSkyB.
El ex director del FMI, Dominque Strauss-Kahn renunció por un escándalo sexual profusamente aprovechado en sus aspectos más escabrosos por el New York Post, también propiedad de Murdoch, que en los Estados Unidos posee el ariete más poderoso de la derecha a través de la cadena Fox, odiada con prolijidad por el presidente Barack Obama. La camarera del caso DSK terminó demandando al diario neoyorquino por haber publicado que es prostituta en el hotel donde se produjo la presunta violación.
Varias demandas contra el NOTW culminaron en arreglos extrajudiciales. Sucedió con la actriz Sienna Milles, hackeada cuando era novia de Jude Law, a la que la corporación de Murdoch pagó 100 mil libras esterlinas para que se olvidara del entredicho.
Cameron llegó al poder tras un acuerdo no escrito con el Grupo Murdoch, el mismo que acosa al actual ocupante de la Casa Blanca. Pero ahora enfrenta las consecuencias de una alianza mediática que en la búsqueda de poder e influencia no reparó en medios, precisamente.
El premier conservador dijo que enviará al Parlamento un proyecto para regular los medios. Y mientras tanto su gobierno pateó para adelante la venta de BSkyB. Pero el poder de News Corporation no caerá por esto. Sólo está esperando la oportunidad de volver.

Tiempo Argentino
Julio 9 de 2011

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