Cerca de 2600 personajes de todo el mundo participan en Davos del encuentro que cada año convoca a lo más granado de la dirigencia planetaria y a algunas de sus estrellas empresariales más fulgurantes, como ahora Bill Gates. Allí, donde alguna vez se floreó Carlos Menem y donde Mauricio Macri quiso mostrarse como opción neoliberal para la Argentina, fue elegido Estadista del Año el mexicano Felipe Calderón.
Cualquiera podría inferir que el Foro Económico Mundial –que esta vez convocó bajo el lema: “La gran transformación: la creación de nuevos modelos”– está inmiscuyéndose en los asuntos internos aztecas, toda vez que en julio, Calderón termina su mandato. Pero en el país norteamericano nadie parece incomodarse. Tan es así que el favorito para llegar al Palacio de los Pinos, el priísta Enrique Peña Nieto, también acudió al llamado de los líderes globales, a quienes pidió “que vean en el futuro del país una garantía de estabilidad y crecimiento que se traducirá en resultados que beneficiarán a todos los mexicanos”. Incluso Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del DF, se paseó por las pasarelas de esa meca suiza del esquí para demostrar que estará a la izquierda en su país, pero no tiene inquina contra los mercados globales.
Otra presencia mexicana de fuste es la del ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León. Hombre muy apreciado entre los que mandan, padeció al principio de su gestión, en 1994, el Efecto Tequila, del que zafó luego de un crédito de 20 mil millones de dólares que le otorgó generosamente el gobierno de Bill Clinton. Hacía apenas meses que México había ingresado en el Nafta, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y era preciso demostrar que la alianza económica iba a ser un éxito.
Tanto fue el empeño de Zedillo que al término de su gestión –entregó el mando a Vicente Fox, ex gerente de Coca-Cola, primera vez que el Partido Revolucionario Institucional dejaba el poder en 70 años– ingresó en el directorio de Procter and Gamble, Alcoa y Union Pacific, la empresa ferroviaria a la que había entregado en concesión los ferrocarriles mexicanos. Para que no se piense que sólo trabajaría en emprendimientos con fines de lucro, asesora a la Fundación Melinda y Bill Gates. Y por si alguien cree que sólo se ocupa de empresas yanquis, desde diciembre de 2010 integra el Consejo Asesor del Grupo Prisa, la editora del diario El País de España.
Calderón le dio una manito en Davos para sus asuntos hispanos cuando dijo que “Europa debe sacar su bazuca de inmediato, antes de que se humedezca la munición, para prevenir el hundimiento de España e Italia”. El ministro de Economía del nuevo gobierno español, Luis de Guindos, prometió a su turno “poner la casa orden”. Y pontificó que las autoridades deben “atajar las causas de la crisis y los estados miembros deben emprender ajustes y reformas” sin esperar ayuda del Banco Central Europeo. De Guindos apuntó aun más lejos que la bazuca de Calderón: “Vengo de un país en el que se hizo el mayor estímulo presupuestario para intentar frenar la crisis, pero el resultado ha sido una enorme tasa de paro (desocupados). Aquel estímulo (del gobierno del PSOE) fue un error.”
Del otro lado del globo terráqueo, en Porto Alegre, unas 30 mil personas asistían al Foro Social Temático, que bajo la férula del Foro Social Mundial, creado en 2001 en la capital gaúcha para mostrar que “Otro mundo es posible”, nuclea a sectores que luchan contra el neoliberalismo, livianamente catalogados en su hora como “antiglobalizadores”. El lema en la ciudad brasileña es “Crisis capitalista, justicia social y ambiental” y se presenta como antesala de la cumbre de desarrollo sustentable Río+20, convocada por la ONU para junio en la antigua capital brasileña.
Al encuentro en Porto Alegre acudieron representantes de los Indignados de Europa y de Ocupa Wall Street de Estados Unidos. Allí, se espera, tendrán una mirada más realista de lo que ocurre en esta parte del planeta, tantas veces descalificada por los poderes centrales, pero que esta vez marca el rumbo para ese nuevo modelo que juran buscar en Davos. Así lo señaló la presidenta Dilma Rousseff en su discurso ante fervorosos militantes sociales en el Gigantinho, el gimnasio cubierto del popular Club Inter.
Dilma no fue a Davos. Tampoco había ido el año pasado, cuando recién asumía su mandato. Una ausencia que en la nevada ciudad europea se sintió fuerte, dicen. Porque Lula da Silva era un habitué y en 2010 fue el Personaje del Año. Juan Arias, corresponsal en Río de Janeiro del diario español al que asesora Zedillo, ensayó algunas razones para esta decisión. “Brasil, con Lula, necesitaba estar presente en Suiza para convencer al mundo de las finanzas y de las mayores empresas mundiales de que Brasil ya era otro Brasil, que había cambiado y que él mismo había abandonado las veleidades anticapitalistas de sus tiempos de sindicalista radical.” Luego de los dos mandatos del metalúrgico, nada quedaría por demostrar ante los poderosos.
La otra razón, según el periodista de El País, sería que “la presidenta brasileña fue toda su vida declaradamente comprometida con la izquierda e, incluso, en sus tiempos juveniles, con la izquierda más radical y extremista que en aquellos años predicaba la dictadura del proletariado, lo que le valió la cárcel y la tortura durante la dictadura militar brasileña (…)La ex guerrillera, convertida a demócrata, se encontrará mejor entre los movimientos sociales progresistas de Porto Alegre, que de alguna manera le recordarán sus luchas juveniles a favor de un mundo alternativo, capaz de soñar la utopía de un mundo mejor”, concluye Arias.
Puede ser, habida cuenta de que algunos de los presentes en Porto Alegre, como el portugués Boaventura Sousa Santos, le recordaron que Brasil “no puede estar del lado del neoliberalismo ni enorgullecerse del ‘nuevo’ Código Forestal, o de abreviar los procesos de licenciamiento ambiental para acelerar algunas grandes obras”.
Sousa Santos, docente en las universidades de Coimbra (Portugal) y Madison (EE UU) desgranó, de paso, su visión sobre la crisis global, inscripta según dijo en la “macroirracionalidad capitalista” que lleva a la deconstrucción de la democracia. “El capitalismo no necesita más de ella y promueve soluciones como las ‘democraduras’ tecnocráticas de Italia y Grecia.”
Al mismo tiempo, en Guatemala el general Efraín Ríos Montt escuchaba a una jueza acusarlo de genocidio y otros delitos de lesa humanidad. El militar gobernó poco más de un año tras un golpe de Estado en 1982 y está acusado de permitir u ordenar homicidios, violaciones y torturas durante el tiempo que ocupó la presidencia. A pesar de que Ríos Montt, de 85 años, se negó a declarar, la jueza Carol Patricia Flores encontró elementos suficientes para probar los crímenes de que se lo acusa y ordenó su arresto domiciliario.
Mientras tanto, el subsecretario de Derechos Humanos de Ronald Reagan, Elliot Abrams, confirmaba que su gobierno sabía del plan sistemático de sustracción de niños de la dictadura argentina. No necesitó decir que también sabía de la barbarie que por esa época la CIA desplegaba en Centroamérica.
No eran democraduras, como sostiene Sousa Santos, para imponer el sistema neoliberal. Eran brutales dictaduras genocidas. Para sostener un modelo como el que ahora se cae a pedazos en Europa.
Tiempo Argentino
Enero 28 de 2012
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