sábado

Integración y paciencia estratégica en el Mercosur




Si uno se guiara por lo que deslizan los medios hegemónicos, la relación entre Argentina con Uruguay y Brasil pasa por uno de sus peores momentos y la prueba más evidente es el cruce por una frase poco feliz del  presidente José "Pepe" Mujica y la suspensión del proyecto minero de Vale do Rio Doce en Rio Colorado. Un par de incidentes más en una larga lista de situaciones conflictivas entre los tres países, normalmente con base en diferencias económicas.
En el caso de empresas oriundas del gigante sudamericano, dicen que ya no toleran  las "incertidumbres derivadas de medidas proteccionistas, presiones inflacionarias, restricciones cambiarias y limitaciones a las remesas al exterior que comienzan a asfixiar la disposición a invertir en el país vecino", según un artículo de la Agencia Estado, subsidiaria del conservador  O Estado de São Paulo, uno de los principales fogoneros de un Mercosur destinado a ser un simple tratado de comercio sin apetencias de integración regional. El diario sustenta, claro, la posición de la poderosa central patronal del principal eje industrial en América del Sur, la FIESP, Federación Industrial del Estado de San Pablo que se queja de trabas aduaneras, lo mismo que los emprendedores orientales.
No es casual que ante estos nuevos cimbronazos que involucran a empresas privadas que protestan contra medidas económicas del gobierno argentino sea el ex presidente Lula da Silva quien salga a poner paños fríos, con la contundencia que solía tener durante su gestión. "No sé quién está haciendo críticas al Mercosur, porque esas críticas no tienen ningún sostén, ni teórico, ni económico, ni social. Nunca hemos tenido una situación, yo diría, tan importante en el Mercosur. ¿Tenemos divergencias? Tenemos divergencias, como las tienen en cualquier bloque, como tiene divergencias cualquier alianza comercial", minimizó el ex dirigente metalúrgico en una entrevista con el diario uruguayo La República, previa a su visita para la inauguración de un seminario en Montevideo y también al micrófono indiscreto que incineró a Mujica.
Las cifras exceden cualquier comentario: en 1991, el año de su fundación, el comercio entre las cuatro naciones originales fue de 4100 millones de dólares y para el 2012 la cifra había trepado a 62 mil millones. En el mismo período, las inversiones brasileñas en Argentina pasaron de los 9000 millones de dólares y representan el 10% de la inversión extranjera directa (IED) de Brasil en el exterior. En la última década, incluso, los mayores grupos económicos de ese país tomaron el control de grandes conglomerados industriales nacionales. Entre ellos figuran la cementara Loma Negra, la cervecera Quilmes, la siderúrgica Acindar y el frigorífico Swift, por mencionar apenas  los grupos más emblemáticos.
El caso del textil Coteminas refleja un poco la cara opuesta a la de firmas como la Vale. Fundada por José Alencar, quien fuera vicepresidente de Lula en sus dos períodos, se quedó con la nacional Grafa –otro emblema de la industria nacional de otras épocas– y amplió las instalaciones en una fábrica de artículos de cama, de mesa y baño en Santiago del Estero que le sirvió para duplicar las ventas en Argentina. Ahora analiza otra inversión de 40 millones de dólares para seguir creciendo.
"El problema cambiario y de restricciones es un problema muy difícil. Una de las formas de evitarla es reinvirtiendo en el país", declara el actual presidente da Coteminas, Josué Gomes da Silva, a la misma Agencia Estado, que añade a continuación una frase sugestiva: "el empresario admite que el problema de las remesas no es trivial, pero dice que continúa obteniendo un buen margen para sus productos".  
Jorge Vasconcelos, miembro del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea, el think tank que catapultó a la fama al dos veces ministro de Economía Domingo Cavallo, propone solucionar los altercados entre los socios del Mercosur apelando a las viejas enseñanzas de los jesuitas que poblaron la región hace 400 años. Otra mirada llamativa viniendo de un sector ligado a la gran industria, en este caso de Córdoba, y al neoliberalismo cavallista.
A eso mismo apunta Lula desde Montevideo cuando asegura que ahora falta crear una cultura de integración en América Latina que vaya más allá del comercio. "Tenemos que definir en nuestra cabeza qué es esa integración que queremos. ¿Es copiar el modelo de la Unión Europea? ¿Es construir algo nuevo? ¿Qué tiene en mente cada dirigente?", desafía el creador del PT. Que sin detenerse en minucias, avanza en una propuesta de "perfeccionar la participación del sector social en las decisiones del Mercosur, es decir, fortalecer el Mercosur sindical, fortalecer el Mercosur social".
Es cierto que falta una gran organización sindical regional que fomente intercambios y políticas gremiales sobre problemas que son comunes. ¿O las empresas no tienen asentamientos regionales, ya sea las multinacionales vernáculas o las trasnacionales basadas en Europa, Japón o Estados Unidos, como las automotrices y las electrónicas?
Pero también falta avanzar más en temas cruciales como la educación, la sanidad, la tecnología y la ciencia. ¿O es que el dengue no es una enfermedad común que ataca en Paraguay, el sur de Brasil, Uruguay y la Argentina? Los científicos se quejan amargamente de que de su tarea es evaluada mediante cánones establecidos con la vista puesta en otros horizontes, en otros paradigmas. Sin ir más lejos, se exige que los trabajos sean publicados en revistas "de alto impacto". ¿Cómo se determina ese impacto? Por como repercute en los países centrales, de donde son originarias esas revistas. No hay una publicación regional que avale los trabajos relacionados con las propias problemáticas, como sería encontrar una vacuna contra el dengue. O el mal de Chagas. O los efectos del glifosato en los cultivos que son la base del comercio internacional de los cuatro fundadores del Mercosur.
Buenos Aires y La Plata sufrieron estos días decenas de pérdidas de vidas humanas y daños materiales incalculables por una tormenta que las autoridades no dudaron en atribuir el cambio climático. En setiembre pasado vientos de más de 100 kilómetros por hora produjeron nueve muertos y destrozos considerables en Uruguay, parte de la Mesopotamia, el sur de Brasil, Paraguay y el este de Bolivia. Si verdaderamente hay un cambio climático –y los especialistas no dudan en que esto es así– ¿no será hora de que los gobiernos pongan en sus agendas al clima como uno de sus objetivos? Al mismo tiempo, también sería hora de que los ciudadanos exijan a sus elegidos que no sólo resuelvan el problema de las inundaciones con inversiones en infraestructura, sino que le impongan la necesidad de destinar dinero y recursos para que los científicos que estudian el problema, sobre todo en los dos países más grandes, como Argentina y Brasil, aúnen esfuerzos e información para que sus trabajos se conviertan en políticas públicas y no terminen meramente en papers para publicar.
Seguirán los cimbronazos entre empresarios argentinos, uruguayos y brasileños. Es parte de la naturaleza de las relaciones humanas y de la lucha por encontrar otros paradigmas. Pero hace años que las políticas de Estado en estas regiones se basan en el concepto de "paciencia estratégica". Itamaraty sabe que para que Brasil crezca necesita de una fuerte sociedad con Argentina y con el resto de Latinoamérica, lo que implica aceptar que los rioplatenses tengan un desarrollo industrial más adecuado a sus necesidades de dar empleo a la población.
En Montevideo se acepta que cada tanto alguna decisión económica afecte intereses de uruguayos como Argentina entiende exabruptos presidenciales, como ya ocurrió en tiempos de Jorge Batlle y Eduardo Duhalde, o la instalación de pasteras en la otra orilla. También en Itamaraty se terminan atemperando los reclamos sectoriales. Pero no es la mirada "perdonavidas" de un águila que no se dedica a cazar moscas. Argentina también, como recuerda el analista Juan Gabriel Tokatlian, adopta la paciencia estratégica al respetar un acuerdo de no proliferación nuclear y verificación recíproca con un país que tenía menos desarrollo en ese área. O entiende las razones para que tropas militares se extiendan en la Triple Frontera para vigilar el narcotráfico. O deja pasar la demora en la puesta en marcha del Banco del Sur mientras Brasil firma acuerdos para la creación de un banco de desarrollo con los países del grupo BRICS.
En 20 días se define cómo sigue el destino del Mercosur, luego de las elecciones en Venezuela y Paraguay. Un comicio íntimamente ligado con el otro. El senado paraguayo demoró el ingreso de Venezuela por su oposición acérrima a Hugo Chávez y tras el golpe a Fernando Lugo, Asunción quedó temporalmente fuera del organismo de integración. Muerto Chávez y elegido otro presidente en Paraguay, el Mercosur encara una nueva etapa de paciencia estratégica.

Tiempo Argentino
Abril 6 de 2013

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