miércoles

Evo demorado en VIena o cuando el enemigo es el ciudadano

El bloqueo ilegal al vuelo que llevaba de vuelta a su patria al presidente boliviano Evo Morales figura ya entre las mayores infamias cometidas en las relaciones internacionales en tiempos de paz. Pero no hizo más que poner sobre el tapete una realidad incómoda, indignante y atroz pero de la que conviene hacerse cargo porque es representativa de esta época en que la potencia imperial decidió que las leyes no existen y que solo caben las acciones que se deciden en Washington, sin derecho a la queja. Lo peor del caso es que esa potencia tiene una serie de satélites que cumplen a pie juntillas sus directivas con el rostro henchido de dignidad sin que la vergüenza les haga bajar la vista.
Entre esos satélites figuran los países otrora colonialistas que le negaron el descenso a la aeronave oficial de Bolivia -Francia, Portugal, España e Italia- que dicen haber “comprado” la versión de que el ex contratista de la CIA Edward Snowden viajaba oculto en el avión que transportaba a Evo Morales.
A esta altura es obvio que una torpeza semejante no se comete en estos días. Como se dice en la calle, esa justificación es “para la gilada”. De lo que se trató fue de escarmentar el desafío que los gobiernos latinoamericanos representan en este momento no solo para Estados Unidos sino también para la vieja Europa, que no tolera la mirada altanera de sus antiguos súbditos en momentos en que la economía se les cae a pedazos y temen una explosión social. Y para eso nada mejor que humillar a un presidente indígena de un país que por razones históricas siempre estuvo a la vanguardia en los reclamos por nuevas relaciones con los poderes centrales. Pero cuya población mayoritariamente originaria hasta no hace tanto ni siquiera podía caminar por la misma vereda que los descendientes de europeos.
Evo Morales llegó al poder en 2006 como el presidente número 85 en el convulsionado territorio del Altiplano. Y desde ese momento encaró el proceso revolucionario más profundo desde que Simón Bolívar fuera ungido con la banda presidencial en forma honorífica luego de la declaración de la independencia, en 6 de agosto de 1825. Es un dato de peso recordar que si en los 180 años anteriores al triunfo de Morales hubo 84 mandatarios -34 de ellos de facto- eso quiere decir que cada uno duró un promedio de 172 días en el cargo. Cuando termine este período, en 2015, Morales será el que más tiempo se mantuvo en el gobierno, nueve años, apenas detrás del general Andrés de Santa Cruz, que permaneció desde 1829 hasta 1839, en condiciones bien diferentes.
Lo primero que hizo Morales fue una nueva Constitución, que creó el Estado Plurinacional de Bolivia. Una Constitución de raíces indigenistas que reconoce la existencia de 36 nacionalidades dentro del territorio del país. Lo que los bolivianos lograron en términos de profundización de sus valores ciudadanos no lo habían conseguido jamás. Eso sin contar las cifras reales de los avances en el plano económico. El dirigente aymara, además, consiguió que su país –a pesar de que cada tanto aparece alguna demanda expresada fervorosamente en las calles– goce de un período de estabilidad institucional inaudito.
Snowden, el mal llamado "topo" de la agencia de inteligencia de Estados Unidos, está demorado en algún lugar de un aeropuerto moscovita a la espera de un país que le dé asilo. En los últimos años son cada vez más regulares los casos de funcionarios públicos estadounidenses relacionados con la inteligencia y la seguridad que filtran información a los medios y terminan convertidos en enemigos públicos. Cuando Snowden decidió "prender el ventilador" ante el británico The Guardian y el estadounidense The Washington Post, comenzaba el juicio al soldado Bradley Manning, procesado por una serie de delitos que podrían dejarlo de por vida en prisión, entre ellos, violación de la Ley de Espionaje y ayuda al enemigo. La acusación sostiene que brindó información a los talibanes y agentes de Al Qaeda, aunque en realidad entregó archivos que salieron publicados en la Web y el periódicos de todo el mundo.
En una habitación de la Embajada de Ecuador en Londres, el creador de Wikileaks –el sitio que presentó la información flitrada por Manning– espera el salvoconducto que le permita viajar al país sudamericano. Julian Assange es un civil que difundió información que él no consiguió en un medio de acceso público. La persecución en su contra es por una causa de contenido sexual tras una denuncia de dos mujeres ligadas a la CIA hecha en Suecia. Y que las autoridades suecas, como pasó con la operación contra Evo Morales, decidieron creer con entusiasmo.
En Ecuador se produce una situación similar a la de Bolivia tras la llegada de Rafael Correa al gobierno, también en 2006. Correa, a diferencia de Morales, que fue dirigente cocalero, es un especialista en economía con los mayores galardones recibido en la Universidad belga de Lovaina y doctorado en la de Illinios, Estados Unidos. Católico convencido, conoce la realidad indígena porque participó como voluntario en una misión salesiana en Zumbahua, provincia de Cotopaxi. Una vez en el poder, también dio vuelta como una media a su país con una nueva constitución que institucionalizó lo que llama la Revolución Ciudadana. La vía ecuatoriana para la construcción del socialismo del siglo XXI, como señala, con base en la cultura ancestral de los Andes.
Es que de construir ciudadanía se trata. Por eso el brasileño Lula da Silva insiste con frecuencia en que la oligarquía de su país no tolera que un metalúrgico haya triunfado allí donde ellos no pueden mostrar éxitos. Que un tornero, un colectivero como Maduro o un cocalero como Morales amplíen los valores ciudadanos es un problema para los poderes constituidos, porque los desafía a que cristalicen en hechos lo que en palabras repiten desde la revolución francesa.
Por eso resulta inesperada y difícil de combatir esta ola que en Estados Unidos tiene varias décadas de personajes que cuestionan las ansias de control y vigilancia del estado. Sobre todo porque no surge de sectores de la izquierda –con muy poco peso allí– sino de personajes inclinados más bien a la derecha. Snowden no es un adalid del socialismo sino un joven con espíritu patriótico que quiso enrolarse en los Boinas Verdes, la tropa de élite que en Vietnam cometió las mayores tropelías en nombre de los valores occidentales. Pero fue rechazado y se convirtió en un "nerd" apasionado por la tecnología. Sin embargo, al mismo tiempo adhirió a los grupos libertarios de Estados Unidos, que jamás apoyarían una sociedad igualitaria, pero tampoco soportan la intromisión del gobierno en sus vidas privadas. Por eso apoya a Ron Paul, el líder de este sector, representante republicano por el 14 distrito de Texas que sostiene a rajatabla las ideas económicas de los popes del neoliberalismo a ultranza encolumnados en la escuela austríaca, como Friedrich Hayek, Murray Rothbard y Ludwig von Mises.
 De allí la dificultad para encuadrar la actitud de Snowden. Para la senadora demócrata Dianne Feinstein el joven cometió un "acto de traición a la patria". Son muchos en el gobierno los que piensan igual. El problema es que lo que hizo Snowden fue divulgar operaciones secretas de su gobierno que según consideró, afectan la intimidad de las personas y no tienen ninguna justificación ética y estratégica. ¿A qué enemigo le dio información? ¿A los medios de prensa que la publicaron? ¿A la ciudadanía que se enteró oficialmente de lo que circulaba como teorías simplemente conspirativas? ¿El enemigo es la ciudadanía?
Estas preguntas no figuran en el debate de los involucrados en el bloqueo aéreo a Evo. Con lo cual parece que brindar protección a un ciudadano amenazado por un estado es un acto punible, pero no vigilar los movimientos de los ciudadanos comunes. El caso revela el doble discurso cuando no la hipocresía de los gobiernos europeos que unos días antes se rasgaban las vestiduras por la publicación de las filtraciones de Snowden –qué otra cosa podían hacer ante una opinión pública azorada por la información, siendo que ellos conocen la trama de la novela desde la investigación del Europarlamento por el sistema Echelon en el año 2000- y terminaron siendo serviles a Washington.
En relación con Obama qué más se puede decir. Luego de ganar el premio Nobel de la Paz en 2009 no sólo no desarmó la cárcel de Guantánamo, sino que terminó por legalizar el sistema de asesinatos selectivos en cualquier parte del mundo y la vigilancia global, amparado en leyes secretas que se consolidaron después del 11S y que nunca cuestionó. En esta segunda gestión, a pesar de algunos contratiempos si se quiere menores, lanzó una contraofensiva en todo el planeta. Ayudado por los países europeos pero también por la demora de algunos latinoamericanos remisos a tomar partido porque parecen no haber comprendido el mensaje que se quería transmitir con Evo. Que el enemigo, más allá de las palabras grandilocuentes, es el ciudadano. Y que ese no es un mensaje ni de izquierdas ni de derechas, como sí entendió Snowden.

Tiempo Argentino
Julio 6 de 2013

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