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La OEA, la Unasur y el recuerdo de los golpes

El editorial que publicaron el miércoles los diarios latinoamericanos que decidieron coincidir en una campaña contra el gobierno de Nicolás Maduro es elocuente. Por la forma, el contenido y la oportunidad. Periódicos de derecha de Argentina, Chile, Uruguay, Colombia y Brasil, tradicionalmente implicados en golpes de Estado –uno de ellos, incluso, el O'Globo brasileño, hizo un mea culpa el año pasado- emitieron esta suerte de comunicado conjunto mientras una comisión de cancilleres de la Unasur mantenía encuentros en Caracas con las autoridades democráticas y con la oposición para facilitar un diálogo que ponga fin a la ola de violencia que se ensaña con ese país.
En el texto el editorialista (¿o habrá sido una tarea colectiva?) reclama un mayor compromiso de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la crisis de Venezuela. Como se sabe, Panamá intentó forzar un llamado del Consejo Permanente de ese organismo a una reunión de cancilleres latinoamericanos. Por abrumadora mayoría los países de la región rechazaron esa demanda. Ya estaba en marcha, para entonces, un pedido de Maduro para que la Unasur hiciera un esfuerzo de acercamiento.
Unos días más tarde, la diputada de la oposición Corina Machado –"lideresa" de las movilizaciones opositoras que, según dijo explícitamente, deberían terminar con el derrocamiento del gobierno–, aceptó la invitación de Panamá para sentarse en el sitial correspondiente a ese país en otro encuentro de la OEA en Washington. Hubiera sido un buen golpe publicitario que ella lograra hablar de la situación interna de Venezuela en un ámbito que ya había decidido por mayoría no entrometerse en el asunto. Pero el horno no está para ese tipo de bollos en este momento y le negaron la posibilidad.
El ex candidato presidencial Henrique Capriles salió de inmediato a atacar a la OEA con las mismas razones que expuso el editorial de los diarios regionales: el organismo se desentiende de una crisis que atañe a uno de sus miembros. El que le respondió fue el secretario general, el chileno José Miguel Insulza. Le dijo, claramente, que "la OEA no está para poner ni sacar gobiernos".
Lo que revelan estas últimas jugadas políticas y mediáticas es de qué se está hablando cuando se habla de crisis en Venezuela. Se trata, en realidad, de la pérdida de influencia de los organismos diseñados en función y beneficio de la derecha latinoamericana y de Estados Unidos. Y si los golpes en Honduras y Paraguay demostraron que todavía tienen posibilidad de producir daño y causar escozor, no es menos cierto que es enorme el camino recorrido. Por eso la crítica de los medios y de la dirigencia ligada al establishment americano. De otro modo, ambos tienden a quedarse afuera del debate por la "cosa pública", algo a lo que no están acostumbrados y que no toleran hasta por una "cuestión de piel".
No es casual que mientras todo esto ocurría en Venezuela, en Brasil el coronel Paulo Malhaes relataba sin sonrojarse detalles escabrosos de las torturas a que sometió personalmente a detenidos durante la dictadura militar en ese país. El hombre "trabajó" en la llamada "Casa de la Muerte" de Petrópolis, cerca de Río de Janeiro, donde habrían sido asesinadas una veintena de personas y no será juzgado en virtud de la ley de autoamnistía que pergeñaron los dictadores antes de entregar el gobierno, en 1985. Pero su testimonio ante la Comisión de la Verdad creada por Dilma Rosseff tiene el valor de ser el primer reconocimiento de la barbarie, aunque Malhaes parece sentirse orgulloso de su oscuro pasado y hasta es posible que haya abierto la boca para amedrentar.
El lunes se cumplen 50 años de aquel golpe, que adelantó otras barbaries a nivel regional. Los militares brasileños venían complotando para voltear la débil democracia en ese territorio. Habían logrado desplazar a Janio Quadros, catalogado como "comunista" por haberse reunido con el Che Guevara. El sucesor, João Goulart fue derrocado también por su cercanía con la izquierda, según la versión oficial, el 31 de marzo de 1964. Pero las pruebas posteriores –aunque parezca insólito– demuestran que el golpe se produjo un día después. Sucede que en Brasil el 1 de abril es el Día del Bobo –o del Inocente- y se lo "celebra" contando mentiras que solo creería un tonto. No era una buena manera de comenzar.
Es otro dato bien conocido que Guevara representaba a Cuba en la reunión de Montevideo en 1962, cuando el gobierno de Fidel Castro fue expulsado de la OEA porque la revolución se había declarado socialista. Un encuentro con el Che también fue la excusa para sacar de la Casa Rosada a Arturo Frondizi. La resistencia sobre todo de los gobiernos argentino y brasileño a la expulsión de Cuba no logró el suficiente consenso como para evitar que se siguiera al pie de la letra el libreto que forzaba la Casa Blanca.
El dato que registra la derecha continental es que ya no se puede imponer así como así el deseo del Departamento de Estado al sur del Río Bravo. Hay una masa crítica con suficiente peso como para contrarrestar esas presiones. El remanido editorial sugiere que algunos de los apoyos que obtuvo Venezuela en la OEA se deben a que ese país entrega petróleo en condiciones beneficiosas para los países que integran Petrocaribe. Y por lo tanto exigen "pronunciarse valientemente sobre Venezuela y demostrar si quiere conservar o abdicar a su legitimidad".
Olvida el informe –o escamotea el dato– que Unasur surgió a impulso de Hugo Chávez. Y que precisamente se trata, a través de su última contribución a la integración regional, la CELAC, de avanzar hacia un club que no tenga entre sus socios a Estados Unidos ni a Canadá.  De allí la importancia simbólica que tendría un avance de la OEA contra un gobierno chavista. De allí también la importancia de detectar quiénes son los que se candidatean en Buenos Aires pero van a rendir cuentas a Washington y a la OEA.

EN EUROPA DEL ESTE. En forma paralela se viene desarrollando la crisis en Ucrania. Para completar el círculo de lo que implica un golpe blando, ayer el Parlamento de Kiev aprobó una "ayuda" del FMI por un total de 27 mil millones de dólares. A cambio, deberá aumentar las tarifas de los servicios públicos y despedir gradualmente a un 30% de los funcionarios estatales, cosa de reducir el déficit fiscal a un 2,5% hacia 2016. El paquete financiero fue previamente aprobado por el Congreso estadounidense. En Washington, el FMI no logró que pasara una reforma a su carta orgánica que permitiría mayor peso específico de los países emergentes, entre ellos China, Rusia, Brasil y la India. Los congresistas también saben de la pérdida de influencia estadounidense y se niegan a renunciar a las pocas prerrogativas que aún conservan.
Mucho se habló de los tres golpes simultáneos que apoyó Estados Unidos en estos meses: Siria, Ucrania y Venezuela. A medio siglo del golpe en Brasil es bueno recordar la cadena de asaltos al poder entre los 60 y 70. Todos ellos enlazados bajo lo que después se conoció como el Plan Cóndor, que fue una maniobra casi simultánea con otra que se desarrollaba en Europa, conocida como Operación Gaudio. Que básicamente consistía en un plan de desestabilización mediante las acciones de grupos paramilitares que apuntaba a "combatir la amenaza comunista". El plan puso en marcha una "estrategia de tensión" contra la democracia italiana, cuando el PCI amenazaba con llegar al poder en cualquier momento.
Si alguien cree que estos planes forman parte de un pensamiento conspirativo muy propio de periodistas paranoicos, sería bueno mencionar que los entretelones de la Operación Gaudio fueron revelados en octubre de 1990 por el entonces presidente del Consejo de Ministros de Italia, el fallecido Giulio Andreotti, hombre de la Democracia Cristiana. Y que un par de meses después, Gaudio recibió la condena del Parlamento Europeo.
Para aquellos que aún así cuestionan al gobierno venezolano y eligen confiar en la información que emiten los centros de difusión conservadores, es bueno señalar que la burocracia estadounidense registra todos sus actos. Y que los archivos desclasificados nunca desmintieron las sospechas sobre acciones de ese país en el exterior.
Como colofón, esta frase que el economista Jorge Beinstein publicó en un imprescindible artículo titulado La ilusión del metacontrol imperial del caos (http://beinstein.lahaine.org/?p=516).  Es el extracto de una charla que mantuvo el periodista estadounidense Ron Suskind con un asesor de George W. Bush: "La gente cree que las soluciones provienen de su capacidad de estudiar sensatamente la realidad discernible. En realidad, el mundo ya no funciona así. Ahora somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras tú estás estudiando esa realidad, actuaremos de nuevo, creando otras realidades que también puedes estudiar. Somos los actores de la historia, y a vosotros, todos vosotros, sólo os queda estudiar lo que hacemos."

Tiempo Argentino
Marzo 28 de 2014

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