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Una comisión que no debería no funcionar

No es casual que el primer viaje de la flamante presidenta chilena sea a Buenos Aires y Brasilia. Es cierto que comparte 5300 kilómetros de frontera con la Argentina y que Brasil es la potencia económica regional. Pero no es menos cierto que en los últimos cuatro años esos parámetros fueron los mismos y Sebastián Piñera hizo poco y nada para acercarse a los vecinos del Mercosur. Más bien aceleró el impulso para desarrollar lazos "neoliberales" con la Alianza del Pacífico, ese grupo más afín a la estrategia del Departamento de Estado puesto en marcha el 28 de abril de 2011, esto es, el presente griego con el que Alan García le entregó el poder a Ollanta Humala, justo dos meses más tarde.
Es interesante observar las movidas políticas de estos días en América Latina para comprender mejor el momento que vive la integración regional. Y también desempolvar algunas cuestiones que por sabidas no viene mal tener presentes, por eso de que el negocio de los medios es sacarlas de contexto para mostrarlas como hechos puntuales e irrelevantes.
El domingo pasado, Colombia fue a las urnas para elegir al nuevo Parlamento. El que debería aprobar eventuales acuerdos de paz con las FARC, que aceptaron sentarse a una mesa de diálogo con el gobierno de Juan Manuel Santos ante un pedido muy fundamentado de Hugo Chávez. Venezuela y Colombia estuvieron a punto de trenzarse en una guerra unas semanas antes de que Álvaro Uribe entregara la banda presidencial a Santos. Si no llegaron a las armas fue por la intervención de Néstor Kirchner, por entonces secretario general de la Unasur, que logró acercar a Santos y Chávez, desde entonces dos nuevos mejores amigos, según palabras del líder bolivariano.
Uribe, como el peruano García, le quiso dejar un presente griego muy difícil de digerir a Santos, que la oportuna reacción regional pudo evitar a tiempo. Uribe se presentó este domingo como candidato a senador. Las encuestas lo daban como ganador seguro de su banca, cosa que ocurrió. Pero aspiraba a un resultado importante para, desde su escaño, controlar el Congreso y desde allí trabar cualquier acuerdo pacifista y, de paso, condicionar la reelección de Santos este 25 de mayo. Ante el resultado puesto, Uribe no tuvo mejor idea que denunciar fraude.
Un triunfo rotundo o más o menos impactante de Uribe hubiese significado, además, una muy mala noticia para Venezuela, que tiene también una larga frontera común, de 2200 kilómetros. Como ocurre entre todos los países de la región, ese confín no es un verdadero límite, ya que a través de esa línea cruzan bienes y haciendas, al punto que hace un par de meses, ambos gobiernos firmaron acuerdos para perseguir el contrabando. Pero también cruzan paramilitares que se inmiscuyen en la crisis que desató la oposición derechista venezolana.
Santos mantuvo una posición de una relativa ambigüedad en torno al conflicto vecinal. No salió a defender a todo trapo a Nicolás Maduro, y habló elípticamente de mantener el diálogo entre las partes y respetar a las instituciones. Pero en la reunión de la OEA de la semana pasada en Washington, apoyó la posición mayoritaria a favor de respaldar la democracia y el espacio de diálogo que abrió el gobierno. Lo que levantó las esperables quejas de Uribe. En Perú, por haber adoptado una posición igualmente intermedia, García acusó a Humala de estar pagando las deudas de su campaña con Chávez. Ambos "ex" aspiran a una intervención que nadie aceptaría por estos lados.
Mientras tanto, en Chile asumía Bachelet y se conformaba una comisión de cancilleres de Unasur para que "acompañe, apoye y asesore en un diálogo político amplio y constructivo para recuperar la convivencia pacífica en Venezuela". Coincidieron los ministros de Relaciones Exteriores en que este comité fue propuesto a pedido del gobierno de Maduro y que de lo que se trata es de buscar una salida a una crisis que atenta contra la democracia y la Constitución. Y como dijo Bachelet, que no se aceptarán golpes de estado en esta parte del mundo. Que lo haya dicho la hija de una víctima de la dictadura pinochetista, que recibió la banda presidencial de la hija del mandatario constitucional que murió antes que dejar el poder en manos de golpistas y criminales, algo significa.
A Juan Domingo Perón, conocedor del alma humana tanto como de las mañas de la política, se le atribuye una frase que dejó huella: "Cuando quieras que algo no funcione, creá una comisión." Sin embargo, la realidad del Mercosur desmiente ese aserto. La Unasur nació como un deseo de los presidentes que coincidieron en el poder en 2004 –fundamentalmente Chávez, Kirchner y Lula da Silva–, pero su nacimiento se oficializó el 23 de mayo de 2008. Por una cuestión orgánica –se quiso crear una instancia que tuviera el mayor consenso–, sólo alcanzaría estatus institucional cuando al menos nueve de los parlamentos de los 12 países lo hubiesen refrendado. Y eso ocurrió recién en marzo de 2011, cuando lo ratificó Uruguay. Luego lo harían Colombia y Paraguay.
Unasur era como quien dice un sello de goma cuando Bachelet se hizo cargo de la primera presidencia pro témpore del organismo. En ese 2008, la Argentina padecía el embate de la Mesa de Enlace, que el 12 de marzo había desensillado con la primera reunión para oponerse a las retenciones móviles. Paralelamente, el gobierno de Evo Morales sufría la embestida de la derecha de la Media Luna Fértil del Oriente, que buscaba directamente la secesión de los ricos territorios donde ahora fructifica la soja.
Como resultado de las protestas contra Evo –al que descalificaron básicamente por ser el primer presidente aymara en la historia de un país mayoritariamente indígena–, el 11 de setiembre hubo una matanza de campesinos en la localidad de El Porvenir, cerca de Cobija, la capital de departamento de Pando. Grupos ultraderechistas habían atacado la sede de las oficinas del Instituto de la Reforma Agraria donde estaban depositados los títulos de propiedad de los campos. Eliminando los registros, se demoraba la política de repartir tierras estatales a campesinos pobres. Tierras que la oligarquía sojera aprovechaba para su usufructo.
Ese 11 de setiembre hubo una marcha de campesinos que fue baleada y apaleada, tanto por efectivos policiales como por paramilitares. El gobierno local estaba –como en el resto del Oriente boliviano– en manos de la derecha, a través del prefecto Leopoldo Fernández. En la matanza cayeron 20 campesinos y otros cinco fueron desaparecidos. El gobierno de Evo ordenó detenerlo una semana más tarde, cuando los testimonios indicaban la responsabilidad de las autoridades de Pando por haber ordenado parar la marcha a como diera lugar, o por no haber hecho nada para impedir la masacre.
De más está recordar lo que se publicó sobre la detención del mandatario departamental. La sensación generalizada era que se venía un golpe en Bolivia. El problema es que para voltear al gobierno se necesita de las fuerzas armadas, y los uniformados ya habían dado muestras de que no querían más aventuras golpistas. Por otro lado, en este caso puntual podría haber implicado terminar fomentando una secesión, cosa que ningún militar habría aceptado.
Rápida de reflejos, Bachelet estrenó su cargo poniéndose en contacto con los demás presidentes e impulsó la creación de una comisión investigadora de lo que se llamó la Masacre de Pando. Al frente de ese organismo, y a sugerencia de Cristina Fernández, se nombró a Rodolfo Mattarollo, un militante por los Derechos Humanos desde la dictadura de Alejandro Lanusse que luego tuvo que exiliarse en Francia y posteriormente participó en investigaciones sobre delitos de lesa humanidad en varios países del mundo, con organismos dependientes de la ONU. En diciembre de ese año, Mattarollo, que fue acompañado por expertos de nueve países, entregó el informe donde se corroboraban las denuncias previas y se indicaba al gobierno de Evo Morales la necesidad de investigar a fondo. "La comisión expresa la convicción intelectual y moral según la cual el 11 de septiembre de 2008, en la localidad de Porvenir  y otros sitios de Pando, Bolivia, se cometió una masacre", sentenciaba el documento, de 63 páginas.
La situación en Venezuela se asemeja mucho. Otro Leopoldo, López, fue detenido acusado de instigar las guarimbas, esas marchas violentas que ya se cobraron 28 víctimas. Cada una de esas vidas perdidas, la prensa concentrada se las imputa al gobierno, aún cuando entre las víctimas hay no pocos chavistas. La derecha boliviana se quedó sin argumentos y casi sin posibilidades políticas luego de aquel ataque. Con que esta comisión creada bajo la indudable influencia de Bachelet repita el accionar de su antecesora, también desmentirá la frase que se atribuye a Perón.
Por lo pronto, la presión mediática se acelera por estas horas y también las emboscadas criminales. Y es que mucho más que el gobierno nacional se juega en las calles venezolanas.

Tiempo Argentino
Marzo 14 de 2014

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