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La tregua entre varias batallas

Hace justo 70 años, el 13 de febrero de 1945, comenzó el que tal vez fuera el ataque más brutal de la Segunda Guerra Mundial contra población civil. Durante tres días la Royal Air Force británica y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos descargaron unas 4000 toneladas de bombas y explosivos sobre la ciudad alemana de Dresde, un fuerte centro económico e industrial germano, provocando al menos 35 mil muertos.
Todavía hoy se discute sobre ese ataque a 12 semanas de la rendición del nazismo porque se lo considera un hecho innecesario que daría pie a denuncias por crímenes de guerra si no fuera porque quienes lo protagonizaron fueron los ganadores de la contienda. Paralelamente las tropas soviéticas avanzaban hacia Berlín, acelerando la caída del régimen nazi, lo que justifica que muchos analistas sostengan que el ataque a Dresde fue, en realidad, contra el Ejército Rojo y para marcarle la cancha a Stalin.
Cuarenta años después, la canciller alemana Angela Merkel lidera junto con el presidente francés François Hollande una verdadera cruzada para frenar las ansias armamentistas que reiteradamente se expresan desde Washington. Barack Obama señaló en estos cruciales días que si no se llegaba a un acuerdo por Ucrania estaba dispuesto a enviar armamento letal a Kiev. Curiosa definición para los productos de la industria bélica más poderosa del mundo. ¿Hay armamento que no sea letal? Salvo que hubiera aludido a algún tipo de herramienta cultural, educativa o sanitaria en forma metafórica...
El caso es que ante la negativa de Hollande y Merkel, que le habían pedido unos días más para negociar con el líder ruso Vladimir Putin, Obama se apuró en pedir al Congreso autorización para combatir al Estado Islámico (EI) por un período de tres años. "No es una autorización de otra guerra en tierra", aclaró el mandatario, pero el recuerdo de las guerras de Irak y Afganistán desmiente esta aseveración.
El gobierno de Obama a todas luces busca mostrarse activo y resuelto para enfrentar a la nueva composición del Capitolio, con una mayoría republicana en ambas cámaras que intenta aguarle una sucesión demócrata el 20 de enero de 2017. De allí que en el ámbito exterior intente estar en el centro de la escena, como lo demuestra en las áreas que están bajo control de los yihadistas del EI. Putin no le va en zaga y el martes viajó a El Cairo, donde se entrevistó con el presidente-militar Abdelfatah al Sisi, firmó acuerdos nucleares y hasta le regaló un fusil Kalashnikov, en un gesto sin medias tintas.
El acuerdo alcanzado en Minsk tras 16 horas de negociaciones al máximo nivel, mientras tanto, puede ser el inicio del camino hacia una paz permanente y duradera o el preanuncio de tormentas mayores y definitivas en el futuro cercano. Dependerá de cómo se vayan desmontando los mecanismos que llevaron a esta situación.
"No fue la mejor noche de mi vida, pero creo que la mañana es positiva porque hemos podido coincidir en los temas principales pese a todas las dificultades de las negociaciones", se sinceró Vladimir Putin ante los periodistas. Hollande y Putin consideraron que esta frágil tregua es "un alivio para Europa".
Para que no queden dudas de qué estofado se cocina en esa olla, en forma inmediata la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, anunció un crédito de 17 mil millones de dólares destinados a programa de cuatro años "para apoyar la inmediata estabilización económica de Ucrania, al igual que el conjunto de reformas emprendidas por el gobierno para restaurar un crecimiento económico firme a medio plazo y mejorar los estándares de vida de la población". Si todo marcha al gusto del FMI, habrá otro paquete de "asistencia financiera" que suma 40 mil millones de dólares.
No es un dato para descartar, cuando los organismos financieros europeos están tratando de sofrenar el fuerte rechazo que les viene desde las calles griegas. El primer ministro Alexis Tsipras intentó en Bruselas no romper con la troika pero tampoco al precio de traicionar el mandato de las urnas y el reclamo de los manifestantes, hartos de los recortes a los que Grecia es sometida desde el inicio de la crisis europea.
Los griegos desafiaron las presiones desembozadas en los medios de comunicación del continente y depositaron sus esperanzas en Syriza, una coalición de izquierda que busca resolver la enorme deuda externa con medidas calcadas de la Argentina tras el default de 2001.
A los organismos paneuropeos les resulta difícil demostrar que son demócratas consumados mientras el titular de finanzas alemán diga que no se aceptarán cambios en el programa elaborado desde Bruselas para Grecia. Algo más dispuesta se mostró Merkel, quien al irse de Belarus dijo que habría alguna solución que no lleve la sangre al río, aunque no especificó cuál. Por lo pronto dejaron todo en manos de "expertos", una forma de patear la pelota para adelante. Otra tregua al fin de cuentas.
Tsipras volvió a repetir que Alemania le debe mucho a Grecia desde la Segunda Guerra, cuando tropas nazis ocuparon el país. Se trata de un préstamo obligatorio impuesto por las tropas hitlerianas que los técnicos griegos estiman en 11 mil millones de euros actuales. Además, el reclamo por los daños causados en instalaciones y en la población civil treparía a 160 mil millones más. La mitad de la deuda actual de Grecia.
Cuando están por cumplirse 70 años del fin de la guerra, en Europa reaparecen muchos de los problemas que por siglos la llevaron al incendio. Francia y Alemania coinciden en llevar la batuta, pero Rusia vuelve a cantar presente. Si a la caída de la Unión Soviética la Unión Europea pensó que tenía el mundo a sus pies, este cuarto de siglo demostró que estaban equivocados.
Putin busca recomponer el antiguo papel que desde Pedro y Catalina venía cumpliendo el imperio zarista. Se dice que el PBI ruso es menor que el de Italia, potencia de segundo orden, y es cierto. Pero nunca fue mucho más que eso cuando los Romanov buscaban su lugar la mesa de discusiones del orden mundial. Y buen barullo que hicieron.
Esta escalada en Ucrania, conviene recordar, se produjo luego de que la alianza occidental intentara derrocar al presidente sirio Bashar al Assad, enfrascado en una guerra civil desde 2011. El que frenó la segura invasión fue Putin, quien se plantó frente a Obama para recordarle que Siria es aliada de Rusia desde tiempos de la URSS y que allí hay una base militar de Moscú. Fue después que la UE y la OTAN intentaron avanzar hacia la frontera más íntima de Rusia y apoyaron el golpe contra Víktor Yanukóvich, en febrero pasado. La otra gran base rusa está en Crimea. Parece que se estuviera hablando del siglo pasado, pero la reincorporación de la península a la Federación Rusa se produjo el 18 de marzo de 2014. El levantamiento de los rebeldes pro-rusos del este vendría a continuación.
Esta semana el presidente sirio ofreció una entrevista a la BBC. El entrevistador Jeremy Bowen comenzó el reportaje como "para romper el hielo": le preguntó si ante el avance del grupo yihadista y la pérdida de control de parte de su territorio no creía que Sira era un Estado fallido. Al Assad rechazó esa caracterización, como era de esperarse. El cuestionado mandatario sirio espera poder resistir el embate de los grupos fundamentalistas, pero quién sabe hacia dónde se encamina la situación, con tantas manos metidas en el plato.
Vistas las cosas desde este rincón del mundo, resulta interesante analizar el concepto de Estado fallido, una definición elaborada por la CIA hace 20 años para explicar la situación en diferentes naciones del mundo y justificar así una intervención "civilizadora". Son muchos los que inscriben a México en esta lista, por la violencia desatada en esa nación.
En el caso argentino, hubo quienes en el inicio de este milenio pedían a gritos que alguien de afuera viniera a resolver la endiablada crisis en la que se había caído por la convertibilidad.
Aún se recuerda a la ex secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright reclamando prácticamente una intervención externa en la economía argentina cuando era evidente que los planes pergeñados por el FMI habían llevado al fracaso. En estos días se vuelven a escuchar voces en esa misma línea tras la muerte del fiscal Alberto Nisman. Convendría mirar cómo viene la mano afuera antes de reclamar por lo que aparece de adentro.

Tiempo Argentino
Febrero 13 de 2015

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