El pronóstico de la consultora británica Centre for Economics and Business Research (CEBR) es demoledor: “El euro apenas tiene una entre cinco posibilidades de sobrevivir”. El informe, publicado a mediados de mes, cuando los líderes europeos –a pesar de las fuertes tormentas de nieve– transpiraban para calmar a los mercados con el anuncio de nuevos blindajes para superar la crisis económica, no alcanzó una gran difusión, pese al panorama que pinta sobre este nuevo cumpleaños de la moneda que nació el 1° de enero de 1999.
El documento, incluso, aporta algunos datos que mucho recuerdan un fin de año nefasto para la Argentina. “Para salvar la moneda única, el nivel de vida tendría que caer más de un 15% en las economías más débiles de la Eurozona (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España), el gasto público un 10% adicional y sus respectivos gobiernos tendrían que ceder parte de su soberanía económica a Bruselas (sede comunitaria). Asimismo, la UE debería ampliar el Fondo de rescate, dotado con 750 mil millones de euros, y el PBI alemán crecer más de un 3% anual durante los próximos cuatro años para soportar el rescate de países.”
Como conclusión, el paper señala que las reducciones en los niveles de vida necesarios para que el corset monetario continúe vigente “es mayor al que el Reino Unido tuvo que enfrentar en la Segunda Guerra Mundial”. El cálculo, que figura en la última edición de Perspectivas Económicas Globales del Servicio de Perspectivas del CEBR, pone en duda la capacidad del euro para poder soportar semejante contracción.
Para el premio Nobel Joseph E. Stiglitz –que hace unos días le dijo a la presidenta Cristina Fernández que suele poner como ejemplo de lo que hay que hacer frente a la crisis la experiencia argentina–, Europa nunca respetó las pautas necesarias para que la moneda única pudiera funcionar. “Y sigue sin hacerlo”, insiste el profesor de la Univesidad de Columbia. “La eliminación de barreras legales para el movimiento de trabajadores creó un mercado laboral único, pero las diferencias lingüísticas y culturales hacen que la movilidad laboral al estilo norteamericano resulte inalcanzable”, añade el polémico ex funcionario del FMI.
“Es más, Europa no tiene manera de ayudar a aquellos países que enfrentan problemas serios”. Como ejemplo, Stiglitz pone el caso de España, con una tasa de desempleo del 20% entre los adultos y el doble entre los jóvenes. Lejos de solucionar la crisis, que elevó el déficit fiscal al 11%, la respuesta concertada de las autoridades continentales es la reducción presupuestaria, con lo que el desempleo aumentará, inevitablemente. “Conforme su economía se ralentiza, la mejora de su posición fiscal puede ser mínima”, evalúa Stiglitz. O sea, mucho costo social para tan poco beneficio.
“El euro fue un experimento interesante, pero como el casi olvidado mecanismo de tipo de cambio (MTC) que lo antecedió y se desintegró cuando los especuladores atacaron la libra británica en 1992, carece del respaldo institucional necesario para que funcione”, es la conclusión del economista estadounidense.
Alemania y Francia, los países que llevan la voz cantante dentro de la UE y tienen las llaves que conducen al euro,
coinciden en que la salida a la encrucijada pasa por la unión fiscal, lo que conlleva la pérdida de soberanía nacional. La respuesta institucional va en consonancia con esta propuesta. Y según se entusiasmó el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durão Barroso, la crisis no hace más que acelerar la creación de un súper Estado “en 10 años”. La promesa es el rescate a manos de los grandes.
“Nadie en Europa será dejado solo. Nadie en Europa será dejado caer. Europa sólo se consigue unidos”, dijo claramente la canciller alemana Angela Merkel en Bundestag. Su ministro de Finanzas, Wolfgang Schaeuble, recordó a su turno otra crisis argentina, cuando el país salió de la “tablita cambiaria”. “Aquellos que apostaron su dinero frente al euro no tendrán éxito... el euro no va a fallar. El euro nos beneficia a todos y lo vamos a defender”, parafraseando al efímero ministro de la dictadura, Lorenzo Sigaut, quien en 1981 aseguró que “el que apuesta al dólar perderá”, un clásico en los pronósticos errados.
Pero al margen de estos augurios, muchos analistas se preguntan si es posible que Alemania y Francia puedan crear un súper Estado para salvar el euro. Y es ahí donde se cruzan las especulaciones con las insólitas derivaciones de una crisis a la que nadie ve fin.
Porque ahora, para salvar al euro, aparecen miradas que enfocan hacia China. Después de todo, la potencia emergente financió los desbalances fiscales de los Estados Unidos comprando bonos con sus monumentales excedentes económicos. Confían, por lo tanto, en que el gigante asiático utilice algo de sus enormes reservas para la compra de bonos de Grecia, Irlanda, Portugal o España, los que más están padeciendo la crisis económica. China dispone de casi un billón de dólares en bonos del Tesoro estadounidense y anunció que podría comprar bonos por hasta 5000 millones de euros.
Lo que ocurrirá en los próximos días quizás tenga el espíritu de un regalo de cumpleaños venido de Oriente para el euro, que nació formalmente con el primer minuto de 1999. Este 1º de enero, además, se producirá el ingreso de Letonia al selecto grupo de la Eurozona, con una celebración que servirá para hacer marketing político en torno al deseo de “pertenecer” que sigue generando la moneda común. Aunque los letones ya han expresado que no tienen interés en ese emblema, y a pesar de que la realidad indica que va a ser complicado poder sostener en el tiempo un signo monetario que hace agua por todos lados. Incluso puede pensarse que el eje de las discusiones pase en 2011 del plano económico al terreno político, y lo que esté en terapia intensiva no sea sólo la divisa comunitaria sino la unidad de los 27 países que integran la UE.
Habrá muchos argentinos para quienes todo este embrollo suene a reparación histórica, luego de años de padecer el escarnio de los “expertos” internacionales sobre las posibilidades de la sociedad para enfrentarse con su destino. Y de haber pasado la prueba de salir airosa, como registró Stigiltz.
Tiempo Argentino
Diciembre 26 de 2010
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