En pocas horas las urnas van a confirmar el veredicto sobre varios
destinos, todos ellos de influencia planetaria. Como para demostrar que
la globalización es ineludible. En Europa, como hace poco más de un mes,
griegos y franceses tienen en sus manos la posibilidad de cambiar el
rumbo de austeridad forzada por un esquema neoliberal que la dirigencia
continental se resiste a modificar a pesar de los resultados sobre la
población. El riesgo para el establishment es que los comicios
determinen el embate final sobre el euro.
En Egipto, la población va al cuarto oscuro con la certeza de que los
militares hicieron todo para forzar la voluntad popular ante un
resultado que podría no favorecer los intereses de una casta que desde
hace décadas cauterizó toda posibilidad democrática en una región clave
para el mundo árabe y el Medio Oriente. Pero las primeras presidenciales
en la historia del Egipto moderno son también la expresión más palpable
del rumbo en el que culminó la primavera árabe en ese país: de una
sociedad que buscaba consolidar la democracia a un régimen –apoyado por
Estados Unidos– que intenta perpetuarse por todos los medios, con el
riesgo de que de ese modo no haga otra cosa que fortalecer a una
oposición que por ahora no tiene otra alternativa que la asociación
islámica Los Hermanos Musulmanes, con su variante más o menos moderada
que encarna Mohamed Mursi.
De todos los escenarios, tal vez el más calmo, sea el de los franceses,
que pueden refrendar un fuerte poder legislativo para que el flamante
presidente socialista François Hollande pueda poner en marcha sus
promesas electorales sin las trabas que obviamente le presentaría una
mayoría derechista. Es bueno recordar que el primer mandatario
socialista de la V República, François Mitterrand, no tuvo esa ventaja
durante sus 14 años de gobierno, y en una parte sustancial de su
gestión, incluso, debió dirigir el país en cohabitación con el
conservador Jacques Chirac.
Ahora, el UMP, de Nicolás Sarkozy, apunta a convencer a los sectores más
conservadores del electorado de que el mejor negocio sería no dejarle
la mayoría al PS. Con el viejo argumento de que no es bueno que un
partido gobierne sin control parlamentario de la oposición. Y a los
grupos más extremistas, asociados al Frente Nacional de los Le Pen, les
pide que no dividan el voto para no entronizar a la izquierda, palabra
fatal en esos ambientes.
El tema será ver si convencen a ciudadanos que no pasaron por los
centros electorales en la primera ronda de las legislativas y si eso
podrá inclinar de alguna manera la balanza. Normalmente los franceses
dicen presente en las generales y son más esquivos en las parlamentarias
o regionales. Para elegir a Hollande, la asistencia estuvo en torno del
80%, pero el domingo pasado hubo 10 millones de votantes que
prefirieron un domingo en familia. Habrá que ver qué hacen hoy y sobre
todo cómo lo hacen.
Las mayores presiones, sin embargo, se depositan en las espaldas de los
griegos, acusados en todos los rincones de los medios europeos de ser la
oveja negra del continente y de poner en riesgo a todo el andamiaje
armado en torno de la moneda común desde 1999.
Por supuesto que la chicana es una excusa, pero le viene bien al
gobierno español para descargar parte de sus propias culpas en el
desbarajuste sobre el euro. El vendaval de críticas –Christine Lagarde,
la directora gerente del FMI, los acusa de vagos y poco dispuestos en su
conjunto a pagar impuestos– también les sirve a los alemanes para
justificar la dureza con que exigen recortes y ajustes permanentes con
la esperanza de que sus bancos recuperen parte del dinero que se esfumó
en turbias cuentas de la península helénica.
Para el partido izquierdista Syriza, un serio aspirante a quedarse con
la mayoría, las increíbles presiones de esta semana, tanto en los
mercados como en los medios de toda Europa, no son más que una obscena
extorsión sobre los ciudadanos para que apoyen a los partidos del ajuste
y no a Alexis Tsipras, quien promete renegociar los términos leoninos
de los acuerdos con la troika del Banco Central Europeo, el FMI y la
Comisión Europea. Los voceros del partido, por ejemplo, recordaron que
parte del dinero que aparece en las cuentas griegas se diluyó en
negociados, que otra parte fue para la compra de armamento que producen
precisamente los países que figuran como acreedores y que otra porción
sustancial son groseros dibujos financieros.
Es decir, que se proponen investigar el origen de la deuda para pagar
sólo la que fuera legítima. Tsipras, además, negó que entre sus planes
estuviera la idea de salirse del euro y suele tener bien presente en sus
discursos la forma en que los gobiernos de América Latina se pararon
frente a la voracidad de las entidades crediticias. Lo que recuerda
bastante a la posición que en su momento encarnó el ecuatoriano Rafael
Correa, quien llegó al gobierno con un plan de sacar a su país del dólar
pero luego terminó reconociendo que las dificultades para escapar del
cepo monetario serían peores. Tsipras se permitió bromear con que si
alguien debiera salirse del euro tendría que ser Alemania, a quien acusa
de haber digitado un orden monetario perjudicial para países como
Grecia y sus compañeros del PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España).
Más allá de estas cuestiones, lo que en realidad se dirime en estos
tres comicios clave es el alcance de la democracia en tiempos de la
globalización cuando los intereses a favor de un resultado no aparecen
como demasiado inclinados a aceptar la voluntad popular y utilizan los
medios a su alcance para torcerla.
Tiempo Argentino
Junio 16 de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario