"América del Sur se encuentra necesaria e inexorablemente en el centro de
la política externa brasileña. Y el centro de esa política externa está
en el Mercosur. A su vez, el núcleo de esa política brasileña en el
Mercosur debe ser Argentina. La integración debe ser el objetivo más
claro, constante y vigoroso de las estrategias políticas y económicas
tanto de Brasil como de la Argentina.” El autor de esta frase es uno de
los diplomáticos e intelectuales más importantes no sólo de Brasil sino
de toda Latinoamérica. Al mismo tiempo es seguramente quien más sabe y
más participó en ese proceso de integración, una tarea hecha fuera de la
exposición pública, por lo que pocas veces lo alcanzaron los fogonazos
de los flashes. Ese hombre, Samuel Pinheiro Guimarães, ocupaba el cargo
de Alto Representante del Mercosur desde principios de 2011 y fue el
arquitecto de la unidad regional desde hace más de 20 años. Y el jueves
se fue dando un portazo de la cumbre de Mendoza tras presentar su
renuncia en la que desliza la falta de apoyo a su gestión de los
distintos gobiernos.
Pinheiro Guimarães, en efecto, fue el principal gestor del acuerdo que
en 1985 firmaron los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney, conocido
como Declaración de Foz de Iguazú, que diera luego origen al Mercosur.
Ese convenio, alcanzado cuando la Argentina y Brasil estaban saliendo de
las dictaduras más tenebrosas en su historia, fue al decir de los
especialistas que conocen de la cuestión, un intento de integración
mucho más profundo que el que se terminó plasmando en el Tratado de
Asunción de 1991. Principalmente porque las asimetrías entre los dos
colosos sudamericanos no eran tan grandes como luego del paso del
neoliberalismo por estas costas, y por lo tanto la unidad no podía dejar
tantos jirones por arreglar. “Los dos tenían industria de aviación y
aeroespacial y avanzaban paralelamente en tecnologías más
desarrolladas”, señalan.
Pero la realidad manda y finalmente el Mercosur nació en tiempos de
Fernando Collor de Melo, expulsado del gobierno por corrupto luego de un
juicio político, y Carlos Menem, por entonces adalid de las políticas
del FMI y el Consenso de Washington. Ese proceso noventista dejó como
saldo un mercado común algo escuálido para la integración entre los
pueblos sudamericanos, con insistentes reclamos de los centros de poder
de cada lado de las fronteras para sacar los pies del plato y ensayar
acuerdos comerciales bilaterales. El dato a tener en cuenta es que se
vivían los tiempos en que George W. Bush presionaba para la firma del
ALCA, los acuerdos que pretendían establecer un mercado común desde
Canadá hasta Tierra del Fuego.
Tras la llegada de Lula da Silva y Néstor Kirchner al poder, en 2003,
una nueva estrategia común se desplegó en el tablero regional. Y el
Mercosur, que había estado sirviendo para que el comercio se fuera
primarizando en beneficio de la industria paulista, volvió a beber de
sus orígenes y creció nuevamente la influencia en Itamaraty de ese
diplomático paulista cercano al PT que ahora está por cumplir 73 años.
Con Pinheiro Guimarães retornaron los proyectos de integración a todos
los niveles, desde el comercio más ínfimo, hasta la cooperación
industrial y militar y la participación en proyectos culturales comunes.
Los libros escritos por este profesor de la Universidad de Brasilia y
del Instituto Rio Branco, donde se forman las élites de la cancillería
brasileña, son toda una señal del cariz de su pensamiento y sus líneas
de acción: Quinientos años de periferia, Desafíos brasileños en la era
de los gigantes, Perspectivas Brasil y Argentina.
Profundo conocedor de la historia de los países de la región, es un
estudioso del pensamiento continental de Perón, a quien por otro lado le
reconoce el esfuerzo hecho desde 1945 para unir a la región. Pero el
proyecto ABC llegó a concretarse y tras el suicidio de Vargas en 1954
vendría el golpe de Estado de 1955 que corrió varios casilleros para
atrás la idea de una Patria Grande verdaderamente panamericana.
Otro teórico de la integración brasileño, Luiz Alberto Monis Bandeira,
resaltó el papel de Pinheiro Guimarães en los ’90 alertando sobre el
riesgo de profundizar las políticas neoliberales. “Con mucha lucidez y
claridad en su obra Quinientos años de periferia, Samuel Pinheiro
Guimarães acentúa que el Estado fue y continuará siendo el principal
actor en el escenario internacional, a pesar de los argumentos sobre su
gradual desaparición y sustitución por organizaciones no gubernamentales
y empresas para el académico de Itamaraty, no puede ser más clara.
“Brasil y la Argentina, los dos países más industrializados de la región
y los dos mayores mercados, son su fuerza motriz. Como en 1953 predijo
Juan D. Perón, que defendía la unión aduanera entre Argentina, Brasil y
Chile (ABC), indudable que realizada esta unión, caerán a su órbita los
demás países sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación
de un nuevo agrupamiento y probablemente no lo podrán realizar en
manera alguna, separados o junto, sino en pequeñas unidades.”
El portazo de Pinheiro Guimarães es una alerta sobre la forma si se
quiere displicente con que los dos principales socios del Mercosur están
tratando la coyuntura, que en su intento de evitar que la crisis global
cruce las fronteras, descuida notorios y preocupantes desequilibrios
regionales. Diferencias que repercuten en el interior de los estados
menores, como Uruguay y Paraguay, para preocupación de los sectores más
decididamente integracionistas de cada lado. En el caso uruguayo, esos
desequilibrios son fuente constante de críticas al gobierno de José
Mujica, a quien “acusan” de ser pro argentino.
Inequidades similares conspiraron en Paraguay para que la derecha más
recalcitrante se calzara la vestimenta –falsa e hipócrita– del
paraguayismo para abortar el avance inevitable del proceso integrador.
En un país con una larga tradición de aislacionismo y desconfianza de
los vecinos que lo destruyeron entre 1865 y 1870, esa raíz puede servir
para clavar definitivamente una estaca en el corazón del Mercosur. Y ese
es entonces el principal riesgo de la hora.
En el relatorio que acompaña a la renuncia, el ex Alto Representante del
Mercosur lo dice con claridad. “El proceso de integración está sujeto a
desequilibrios y tensiones que resultan de los dislocamientos
económicos provocados por la eliminación de barreras comerciales y el
aumento de la competencia (… por lo tanto) es necesario el
reconocimiento enérgico de las asimetrías” para eliminar esas
diferencias en pos de un camino común destinado al beneficio de todos y
cada uno de los miembros de este selecto club.
Pinheiro Guimarães lo había escrito ya en el año 2008 en uno de sus
textos académicos: “Es necesario e indispensable que todos los
organismos de la estructura burocrática de los estados brasileño y
argentino comprendan el desafío que enfrentan en este inicio del siglo
XXI, que comprendan la visión estratégica de los presidentes Néstor
Kirchner y Luiz Inacio Lula da Silva y contribuyan, así, a realizar la
faceta gloriosa de la profecía de Juan Domingo Perón: El siglo XXI nos
encontrará unidos o dominados.”
Tiempo Argentino
Junio 30 de 2012
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