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La agenda militar de los Estados Unidos

La política exterior de Estados Unidos fue el eje del último debate entre los dos aspirantes a la Casa Blanca. El uno, que busca mantenerse otros cuatro años en el Salón Oval, parece haber ganado la contienda, lo que no implica que vaya a lograr su objetivo final el 6 de noviembre. El republicano, por una rara asimilación, terminó coincidiendo más de lo que se pensaba con los principales planteos de su contendiente. Lo que indica que más allá de las chicanas de los ultras de cada sector, lo que prima en Washington es el reconocimiento de la pérdida de hegemonía de Estados Unidos y la falta de "espaldas" para solventar nuevas guerras en pos de mantener el liderazgo que la sociedad estadounidense cree merecer como faro de la civilización.
Barack Obama es visto por el Tea Party como un debilucho sin coraje para comandar el país. Sin embargo, Mitt Romney estuvo de acuerdo en que diez años de guerra son suficientes. Sobre todo por los pobres resultados obtenidos, teniendo en cuenta que casi ocho fueron con los republicanos en el poder.
Pero el reconocimiento de que Estados Unidos ya no es lo que era no implica de ningún modo que para estas regiones las cosas vayan a ser más fáciles. Porque hay un aparato ideológico-militar-conceptual de intereses que no está dispuesto a dejar así como así sus privilegios. En ningún rincón del mundo.
Como bien señala Raúl Zibechi, analista internacional del semanario uruguayo Brecha, "el mismo día de las cruciales elecciones venezolanas, el secretario de Defensa, León Panetta, emprendió su segunda gira por la región, esta vez viajó a Perú y Uruguay, cargando bajo el brazo un documento de 12 páginas: La política de Defensa para el Hemisferio Occidental".
El dossier fue el eje del debate en la X Conferencia de Ministros de Defensa  que se realizó en Punta del Este. Allí quedaron expuestas algunas diferencias sustanciales en torno de organismos creados desde la Segunda Guerra Mundial al calor de las necesidades geopolíticas de Washington.
El documento lleva la firma del secretario de Defensa y reconoce en varios tramos que Estados Unidos "hace frente a graves desafíos fiscales en el ámbito nacional", por lo tanto lo que busca, y lo dicen con una claridad que asombra, es sostener las directivas del presidente Obama para enfrentar "responsablemente los desafíos actuales", cosa de salir "más fuertes de manera de que se preserve el liderazgo mundial de Estados Unidos". Este concepto ya había sido enunciado por el propio Obama al presentar en junio pasado lo que con pompa se denominó como una nueva doctrina de defensa, bajo el título de "Mantener el liderazgo mundial de EE UU. Prioridades para la Defensa en el siglo XXI".  Se trata de una estrategia que busca conciliar recortes presupuestarios por 400 mil millones de dólares en la próxima década, votados en el Capitolio con las aspiraciones de continuar siendo la potencia preeminente.
Lo más interesante del documento que Panetta mostró en la costa oriental es que pretenden enfrentar "los graves desafíos fiscales en el ámbito nacional" con el simple recurso de "compartir los costos y las responsabilidades de ese liderazgo mundial, incluido nuestro propio hemisferio".
En pocas palabras, queremos seguir siendo los dueños de la pelota, pero desde ahora vamos a ver cómo hacemos para que "colaboren" en pagar los gajos nuevos. Pero hablan de compartir costos a pesar del poco interés de estos gobiernos, y sobre todo porque las perspectivas que plantea el Pentágono están muy alejadas de lo que necesitan y desean los pueblos.
"El país se encuentra en un punto de inflexión estratégico, luego de una década de guerra", dijo Panetta en Uruguay. "No creo que tengamos que escoger entre la responsabilidad fiscal y la seguridad nacional", continuó, como una disculpa. Pero tanto Obama como Panetta resaltan que, a pesar de los recortes, Estados Unidos continúa teniendo el presupuesto en Defensa más grande el mundo.
Es curioso el planteo de los demócratas. Obama asumió hace cuatro años con un discurso que le valió la entrega del Nobel de la Paz en 2009, pero o bien quedó entrampado en los intereses del complejo industrial militar que tanto temía Dwight Eisenhower o en realidad no quería otra cosa que ser el policía bueno para imponer las mismas reglas de siempre por otros métodos.
La otra posibilidad es que, como dice el sociólogo estadounidense James Petras, Obama pretende hacer de la necesidad una virtud. Y ante un escenario económico imprevisible, trata de arreglarse con lo que pueda porque las arcas están exhaustas, pero no lo puede decir de modo más abierto para no alarmar a una población acostumbrada a hacer del armamentismo un culto.
En el último debate quedó claro que el tema de la economía cruza de un modo brutal la política militar de EE UU. Por eso, contra la tradicional idea de expansión territorial que tanto gustan ensalzar los republicanos, ahora entienden que puede más el bolsillo que la cartuchera del cowboy. Lo que contradice la idea que la sociedad tiene de su misión en la Tierra, que los lleva a pensar que el mundo debe agradecerles por su liderazgo. Incluso, que debe pagarles por ello.
Esa cultura les impide aceptar que está surgiendo un mundo multipolar, que también se les manifiesta en el "patio trasero" latinoamericano. Del que mucho no hablan los candidatos pero saben que lo tienen en las narices, al punto que debieron ensayar algunos avisos en un castellano muy trabajoso para ganar al electorado hispano, cada vez más imprescindible para llegar al gobierno. 
Para Zibechi, en la costa uruguaya hubo una derrota para EE UU porque Panetta no logró imponer su agenda. Pero analistas más escépticos piensan que también hubo una derrota para los intereses latinoamericanos, que no lograron imponer la otra agenda regional. Esa que intenta elaborarse desde el Consejo de Defensa Suramericana y que contradice radicalmente al Pentágono.
Para EE UU, los "nuevos desafíos" son la lucha contra la delincuencia organizada, el terrorismo y los ataques desde el ciberespacio, a lo que agregan un nuevo rol para las FF AA ante desastres naturales. Para los suramericanos, una prioridad es la defensa de los recursos naturales, para lo cual los países, en tanto que hermanos en cultura y origen, deben diseñar no una estrategia  de confrontación sino una de cooperación. Sin el tutelaje de ningún hermano mayor.
Esto se da de bruces con los intereses del Complejo Militar de EE UU, que ahora viene por el mercado cibernético, como avanzó Panetta y sin tapujos dicen los gurúes de la inversión más avezados. Es el caso de Keith Fitz-Gerald, jefe de Inversiones Estratégicas de The Money Map Press, en cuyo sitio web colgó un trabajo (http://moneymappress.com/category/trading-services/strike-force/) en el que muestra cómo multiplicar el dinero invirtiendo en lo que llama "el Complejo Ciber Militar". Según el analista económico, uno puede convertirse en magnate apostando por un mercado "explosivo sin final a la vista, con nuevas tecnologías nunca vistas antes, con billones de dólares fluyendo del Pentágono y una demanda increíble desde todos los rincones del planeta".
Son páginas y páginas con cuadros donde se ve lo que implica esa industria que apunta a desarrollos tecnológicos, pero también al control de "incursiones enemigas" en los circuitos digitales. Fitz-Gerald apoya su promesa de ganancias –que superan el 7500%, aunque parezca increíble– en declaraciones de Panetta donde compara los ataques de los hackers al riesgo de un nuevo Pearl Harbour.
El gurú no pierde ocasión de citar a Stanton Sloane, ex presidente de SRA International, una compañía del área de defensa: "El daño económico a partir de una sola ola de ataques cibernéticos en la infraestructura crítica puede exceder $ 700 mil millones. El número acumulado de 50 grandes huracanes a través de la nación al mismo tiempo." Cuando ocurrió el Katrina, murieron más de 1800 pobres de Nueva Orleans. Y no hubo tropas de salvataje.

Tiempo Argentino
Octubre 26 de 2012

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