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Cuba: doble moneda y doble estandar



Tras casi 20 años de vigencia, la doble moneda cubana tendrá su fin al cabo de un cronograma de adecuación que el gobierno de Raúl Castro pondrá en vigencia más temprano que tarde, según publicó el diario oficial Granma. No es que sea una novedad, ya que ni bien el hermano de Fidel lo remplazó en el poder, formalmente en 2008, promovió una serie de cambios en la economía y reconoció que uno de los fundamentales –pero no el único– sería terminar con el sistema bimonetario que rige en Cuba desde agosto de 1993.
Ya en julio Tiempo Argentino adelantó cuáles serían los próximos pasos en el plan de actualización económica del que la cuestión monetaria es un pilar. En una conferencia de prensa el vicepresidente Marino Murillo fue muy claro: 1) Cuba debe terminar con el sistema de precios regulados administrativamente para ir a uno regido por el mercado. 2) Hay que acabar con el subsidio a los productos para ir al subsidio a las personas. 3) La prioridad de la economía es ganar eficiencia en base a inversiones y aportes de tecnología y mercados del exterior.
Las autoridades recalcan que aggiornar el modelo económico socialista –sin perder la base revolucionaria– implica tomar medidas que no por dolorosas son menos necesarias. Lo que en todo caso están tratando es de sacrificar algo de velocidad para no perder el logro más caro a la revolución que encabezaron Fidel junto con el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Raúl Castro en 1959: la sensibilidad social. El propio Murillo lo dijo en términos bastante precisos y a modo de eslogan: "Necesitamos crear una sociedad socialista próspera y sostenible." Para lo cual, aclaró, el Estado dejará cada vez más lugar a la actividad privada en áreas donde el individuo puede ser más eficiente que la maquinaria colectiva. Ya lo viene haciendo con la creación de centenares de cooperativas en rubros donde antes había sólo emprendimientos estatales. Y le abrió el paso a varios miles de cuentapropistas que dejan empleos públicos para ganarse el pan, como quien dice, en las calles.
La doble moneda nació cuando Cuba debió enfrentar el colapso definitivo de la Unión Soviética, en 1990. Acostumbrada a un intercambio económico con el bloque socialista, la isla había generado divisas con la venta de su principal producto de exportación, el azúcar. Pero desde entonces todo fue diferente. Las relaciones ventajosas con "amigos del palo" se convirtió en lo que es el sistema capitalista: una jungla impiadosa donde priman el lucro por sobre cualquier otra consideración humana o ideológica.
Pero había un componente adicional que no es para nada desdeñable. Desde 1961 Cuba padece un bloqueo económico de la principal potencia del mundo. Los cubanos computan pérdidas económicas por el embargo estimadas sólo durante el año pasado en unos 3921 millones de dólares, un 10% más que en 2011. En el medio siglo de cerrojo a la economía cubana el daño se cifra en 1,15 billones de dólares.
Las razones de Estados Unidos para mantener y aún extender el cerco alrededor de una isla que está a 90 millas de sus costas resultan cada vez más inentendibles tanto en el exterior como para las mentes bien pensantes en el interior de su propio país. Porque hay lobbies económicos que cuentan en millones las pérdidas por no poder comerciar con Cuba. Y eso que la tienen ahí tan cerquita y ávida de comprar alimentos e insumos como de ofrecer sus productos tradicionales o las nuevas tecnologías en las que demostró estar a la vanguardia.
Con el cambio obligado de los '90, Cuba tenía dos opciones: se dejaba arrastrar hacia el modelo neocapitalista al que se encaminaron los países del este europeo o trataba de mantenerse en sus ideales socialistas a cualquier costo. Hicieron esto último y el precio que pagaron por su tozudez es incalculable. No cuantificable en términos monetarios pero mucho menos en el factor social a largo plazo. Con la aclaración que ese largo plazo es ayer, hoy, estos días, cuando toda una generación de cubanos que nació en una pobreza atravesada por diferencias que sus padres no habían conocido, comienzan a desenvolverse en la vida pública.
La política de desarrollo basada en el turismo, que se inició en los '90, llevó dólares a la isla y dislocó la hasta entonces sencilla economía local. Como consecuencia del bloqueo, el dólar no podía circular en ese país, y el auge de euros y otras monedas generó consecuencias nefastas. Fue así que las autoridades crearon una divisa convertible, el CUC, que serviría para ese mundo ligado al exterior que iba creciendo, mientras que para "el otro país" quedaba el tradicional Peso Cubano, CUB. Nacieron paralelos, uno a uno, pero en la actualidad un CUC equivale a 25 CUB. Los trabajadores "de a pie" ganan en CUBs el equivalente a no más de 25/30 CUC. Pero tienen un mercado donde circulan esos billetes y mercadería a precios acomodados a esos valores.
A eso se refieren las autoridades cuando dicen que quieren dejar de subsidiar a productos para subsidiar a personas. El déficit que ocasiona esta doble economía es inviable para el conjunto de la sociedad, y además perturba el desarrollo de nuevos emprendimientos. Cuba tiene altísimos estándares en todas las mediciones sociales y sanitarias que se encuentren, desde el nivel más bajo de mortalidad infantil del continente (menor aun a Estados Unidos y Canadá) hasta índices de educación que la colocan entre las naciones más avanzadas del mundo.
Por otro lado, un país sometido al embargo más obcecado, que no podía conseguir ni medicina y tecnología, se las tuvo que rebuscar como podía –inventar, como proponía Simón Bolívar– y ahora lidera en fabricación de cierto tipo de vacunas y de aparatos y en la formación de personal. Creó más profesionales, incluso, de los que puede sostener, por eso "exporta". A tal punto que envió médicos y educadores para alfabetizar al resto del mundo.
Profesionales cubanos viajaron especialmente para ejercer en Venezuela, Bolivia y Brasil, donde los médicos, además, tuvieron que enfrentar el lobby de los colegios médicos locales, que intentaban impedir el acceso de millones de brasileños de las zonas más pobres del país a cuidados de salud. Tras muchos cabildeos y luego de manifestaciones de Campesinos Sin Tierra que reclamaban la presencia de profesionales de la nacionalidad que fuese –en vista de que los brasileños se quejaban de los cubanos pero no se anotaron para acudir al convite– finalmente, la presidenta Dilma Rousseff ganó la partida. Los primeros galenos formados en la isla ya están trabajando en los lugares más remotos del gigante sudamericano.
Desde el punto de vista de la economía más crasa, por otro lado, se puede decir que la isla ofrece a los inversores que se atrevan, trabajadores que en valores de mercado reciben salarios mucho más bajos pero tienen una preparación óptima, lo que los hace adecuados para desempeñarse con eficiencia en cualquier desafío que se les cruce.
Empresas internacionales conocen el dato de sobra y se sumaron a compañías mixtas en áreas como la energía y la minería. Firmas brasileñas participan del proyecto de recuperación de la industria azucarera y están construyendo un megaproyecto en Puerto Mariel, que está llamado a ser un polo industrial y tecnológico de importancia regional. Hay decenas de proyectos en turismo con aportes multimillonarios de las cadenas más grandes de Europa. En algunos casos el plan consiste en puertos adecuados para cruceros de gran porte que podrían recorrer todo el Caribe.
Pero en gran medida todo plan de desarrollo sustentable para la Cuba de estos días dependerá de cómo siga la relación con su vecino más cercano e incómodo. Proyectos en danza para una explosión económica cubana hay muchos, pero los grandes inversores temen las millonarias multas que hoy por hoy pueden sufrir si se suman a la invitación del gobierno. Ni siquiera puede viajar con libertad para hacer negocios.
Los críticos de la revolución cubana sostuvieron desde siempre que la situación de ese país es consecuencia de fallas propias del socialismo real o de la insolvencia de sus dirigentes. Que el bloqueo es apenas una excusa. Los defensores del modelo comunista desafían a que se levanten las sanciones contra la isla y lo comprueben efectivamente. Sienten, con razón, que hay un doble estándar para medir el éxito de un sistema. "Si realmente piensan que no funciona ¿qué necesidad tienen de maniatarlo?", sería el planteo.
El martes que viene la Asamblea General de la ONU volverá a tratar el caso del bloqueo a Cuba. El año pasado 188 países de un total de 193 votaron contra el embargo que decretó Dwight Eisenhower en julio de 1960 como estrategia para asfixiar al gobierno revolucionario de Fidel Castro. Nada indica que esta vez los números serán diferentes y, quién sabe, no se sume algún díscolo en apoyo de la posición cubana.
El caso es cuándo esa abrumadora mayoría servirá para poner fin a tal arbitrariedad.

Tiempo Argentino
Octubre 25 de 2013

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