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Relaciones empastadas en el Mercosur

Otra vez los destinos de argentinos y uruguayos se vuelven a cruzar en Holanda. No será como en aquella lejana final de las Olimpíadas de Ámsterdam del 13 de junio de 1928 en que el equipo oriental derrotó en el desempate por 2-1 al argentino, sellando una primacía en el fútbol rioplatense que se coronaría dos años más tarde con el primer Campeonato Mundial en Montevideo, en el histórico Centenario, que no por casualidad tiene una tribuna popular bautizada precisamente Ámsterdam.
Tampoco tiene las mismas características que aquella primera controversia por la instalación de la pastera finlandesa Botnia en Fray Bentos, que terminó en un fallo en el Tribunal Internacional de la Haya de abril de 2010 con un saldo que pretendió ser salomónico: los uruguayos no habían estado del todo bien al no informar sobre lo que estaban haciendo en la otra orilla del río Uruguay, pero los locales no habían podido demostrar que la planta contaminaba en los términos planteados en la presentación.
Hace tres años y medio la cuestión se resolvió bastante amigablemente luego de 1326 días de clausura del puente internacional por voluntad de los vecinos de Gualeguaychú, que protestaban contra la instalación del emprendimiento multinacional en la costa del departamento uruguayo de Río Negro. Ahora, los entrerrianos plantean una marcha para quejarse por la ampliación de la producción celulósica anunciada por José Mujica "con todo el dolor del alma" por las consecuencias que puede tener su decisión en la relación privilegiada que mantiene con Argentina y en particular con Cristina Fernández. Algo que, bueno es decirlo, le costó muchas críticas de propios y ajenos en su país.
También de este lado del río se siente dolor en el alma por un intríngulis que termina enfrentando a dos pueblos hermanos –"nacidos de la misma placenta", suele recordar Mujica– por un gambito que beneficia a la pastera UPM, sucesora jurídica de la que inició el proyecto hace un par de años.
La ONG uruguaya Guayubirá fue una de las principales cuestionadoras del proyecto forestal-papelero de la ROU desde que se puso en marcha, a principios de siglo. Aportó mucha de la data que sirvió a los gualeguaychenses para iniciar los debates y presentar batalla contra el monstruo que estaba creciendo al otro lado del río. En sus últimos trabajos, la ONG destaca que según la firma Botnia, "la capacidad de producción de la planta de pulpa es de aproximadamente 1.000.000 de toneladas". Pero añade que tras reiteradas denuncias de que la planta UPM estaría produciendo mucho más de lo autorizado, el titular de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA), Jorge Rucks, "explicó que la empresa tiene un tope anual de un millón de toneladas pero que igualmente, se estableció un margen determinado por los niveles de productividad, pudiendo llegar hasta 1.111.200 toneladas/año".
El dato adicional es que desde 2011 viene presionando para que le autoricen aumentar su producción a 1,3 millones de toneladas de celulosa. La amenaza latente es que de no hacerlo debería dejar a miles de obreros sin trabajo. Una verdadera extorsión para un gobierno como el del Frente Amplio, de raigambre progresista, con dirigencias que no se pueden dar el lujo de renunciar a sus banderas tradicionales ni dejar en la calle a nadie.
Para forzar los acontecimientos, interpretan con buen criterio los ambientalistas uruguayos, UPM inauguró en abril de 2012 un mega-vivero "en las afueras de la ciudad de Guichón, donde se producen alrededor de 20 millones de plantines de eucaliptos al año". Los retoños demandan mayor producción a medida que crecen, lo que para el imaginario social se traduce obviamente en fuente de trabajo y bienestar.
Más allá de esta cuestión puntual, lo cierto es que la fábrica cerró a mediados de septiembre en una parada anual de mantenimiento programada pero deslizó que de no haber respuesta a su reclamo de extensión productiva no abriría en los términos usuales, esto es una quincena más tarde.
Es difícil no asociar esta medida a presiones a ambos gobiernos: al de Mujica para advertirle que quizás se podría comprar un conflicto social si la parada se demoraba; al argentino para que en el medio del proceso eleccionario acepte minimizar el problema y no se meta en un enfrentamiento internacional.
El problema no es para la empresa, que finalmente fue autorizada a un incremento en la producción que no será como la que piden (en la práctica representa apenas unas 90 mil toneladas más de las que hoy producen) pero que es una primera línea que aspiran a ir corriendo a lo largo de futuras gestiones presidenciales. La complicación es tanto para los gobiernos de Montevideo y Buenos Aires, que agregan una cuestión más en la abigarrada lista de disputas normales entre socios de un proyecto de integración, como para la construcción de un modelo de convivencia sudamericana que vino para quedarse. Y que para colmo se resolverá en una instancia judicial como la de La Haya que no pertenece a Latinoamérica, otra cuenta pendiente para la conformación de una Patria Grande.
El Mercosur, malherido tras el golpe contra Fernando Lugo en Paraguay, sufre así otro embate, que cuesta trabajo entender como casual y sólo centrado en el interés económico de la papelera finlandesa. El lunes, la presidenta Dilma Rousseff se reunió con el mandatario paraguayo Horacio Cartes en Brasilia. Tras su primera gira presidencial por Buenos Aires, el empresario intenta ahora recomponer relaciones con la principal potencia sudamericana. Tanto Cristina como Dilma reclaman la vuelta de Paraguay al Mercosur, donde fue suspendido a raíz de la interrupción democrática. El nuevo gobierno paraguayo, a su vez, coquetea con la Alianza del Pacífico y hace pagar caro el ingreso de Venezuela, decidido sin la aprobación del establishment de esa nación.
La llegada de Cartes al Palacio de los López solucionó un problema institucional, pero no la cuestión de fondo tanto en Paraguay como en la región. Si bien Cartes no es lo mismo que el Partido Colorado, que le prestó su estructura para llegar al poder, no deja de ser un representante de la derecha. Más aún, de una nueva derecha, como lo entienden los integrantes de la Regional Sur del Foro de San Pablo que visitaron Asunción la semana pasada. El detalle de los horrores que encontraron en su recorrida por algunas de las cárceles paraguayas es un muestrario de iniquidades que amerita un artículo de fondo posterior.
En un acta levantada in situ, representantes de delegaciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay en el foro paulista mostraron su preocupación por la criminalización de la lucha política y social en el Paraguay, la violación de los derechos laborales y las persecuciones a aquellos que aspiran a ejercer su legítimo derecho constitucional a la sindicalización, "así como por los asesinatos selectivos de dirigentes sociales y de izquierda en la zona Norte del Paraguay, la reciente aprobación de la Ley de Militarización y su aplicación atentatoria contra los Derechos Humanos (… y las) arbitrarias detenciones y persecuciones a dirigentes campesinos, especialmente a aquellos que fueron detenidos en el marco de la masacre de Curuguaty".
Los miembros del foro propusieron en esta ocasión recomendar el ingreso a ese ámbito de debate a partidos del progresismo paraguayo como el Movimiento Patriótico Popular, el Revolucionario Febrerista, el Frente Amplio, Participación Ciudadana y Unidad Popular. Cosa de consolidar un sector que hasta la llegada de Lugo al poder era apenas testimonial y ahora representa la única esperanza de cambio de cara al futuro.
En otro tramo del documento elaborado en Asunción, se recomienda que José Gaspar de Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López sean considerados como héroes de la independencia del Paraguay y de América Latina, "así como al período de sus gobiernos, desde 1811 a 1870, como la primera revolución radical exitosa en América Latina, con verdadera autonomía del Imperio de la época". Un avance también para esta nueva izquierda latinoamericana, que tratará la cuestión en el próximo encuentro del Foro en San Pablo, en febrero de 2014.
Mientras Paraguay, más allá de Cartes, no vuelva con todos sus provechos al Mercosur, la organización regional estará herida en un ala. Si argentinos y uruguayos no están a la altura de las circunstancias en el conflicto por la planta de UPM, se puede decir que volar será directamente imposible. Las pasteras y la represión contra los actores sociales continuarán como si nada hubiera ocurrido en esta década de construcción popular mientras no se les pongan límites.
El desafío es demostrar que a pesar de tantos escollos, se puede cimentar una institución que no sólo sirva a empresarios e inversores sino a la población ávida de un trabajo digno y un proyecto de vida sustentable.

Tiempo Argentino
Octubre 4 de 2013

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