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El genocidio armenio y las tecnologías para matar

El 24 de abril se cumplen 99 años del inicio del genocidio armenio, cuando al menos un millón y medio de seres humanos fueron asesinados a lo largo de ocho años por el gobierno de los "jóvenes turcos", en el ocaso del Imperio Otomano. Claire Mouradian visitó Buenos Aires invitada al congreso llamado precisamente "En vísperas del centenario", que organizó el Centro de Estudios de Genocidio de la Universidad Tres de Febrero con la Fundación Memoria del Genocidio Armenio, en el Centro Cultural Borges. La académica franco-armenia es directora de investigación en el CNRS, el centro de estudios científicos francés, y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (EHESS). Autora de Cáucaso, tierra de imperios y De Stalin a Gorbachev, historia de una república soviética, Armenia, era una buena oportunidad para que Tiempo Argentino mantuviera una charla en relación con la conflictiva actualidad de la región.
–Llama la atención el título de la conferencia que dio, "El telegrama como herramienta de genocidio".
–La idea era demostrar que el telegrama que hoy es considerado como medio de comunicación de la modernidad, de un tipo de sociedad que avanza, de un tipo de administración, de organización del país, fue también el centro de la organización del genocidio armenio, lo que demuestra la modernidad del genocidio. Es una pieza que demuestra un proceso industrial en que se desarrolló esa matanza. No había cámaras de gas pero sí a través del telégrafo se transmitían órdenes y también fue un elemento útil para la desinformación.
–¿Cómo es eso?
–Había telegramas secretos, reales, encriptados, pero también otros que eran totalmente contradictorios y diferentes. Talaat Pashá, el ministro del interior turco, que dio la orden de exterminio y dirigía todo, mandaba una serie de órdenes verdaderas que luego se destruían. Y otra serie de telegramas camuflados o con desinformación. Eso es utilizado por el negacionismo para decir que no es verdad que se hubieran dado las órdenes. Sin embargo, se sabe que tanto Talaat como Enver Pashá, el ministro de Guerra, y Said Halim Pashá, el primer ministro, tenían un telégrafo en sus despachos y el sultán Abdul Hamid tenía en el palacio su propio telégrafo. 
–¿Fue la primera vez que la tecnología sirvió para la muerte masiva?
–Cada época tiene su propia tecnología disponible para la muerte. Toda tecnología puede servir para el bien o para el mal, depende de cómo se use y quién la use. Lo que muestra la historia del genocidio es que esa tecnología sirvió para ese momento en la administración del genocidio y para el ocultamiento.
–¿Cómo está hoy la situación del revisionismo en Turquía?
–Existe más bien el negacionismo. Aunque con las nuevas tecnologías, antes las autoridades podrían decir lo que querían, pero ahora está Internet y los medios masivos, y ya no es tan fácil.
–No debe ser casualidad que el premier Erdogan desdeñe y prohiba Twitter y YouTube…
–De hecho, Turquía tiene toda una serie de problemas entre los que el genocidio armenio ocupa un lugar más. Ellos tienen que resolver cuestiones con los kurdos, los drusos, los alevíes, los musulmanes, los griegos. Pero las capas intelectuales y gran parte de la sociedad civil comprendieron que hay temas de los que deben hacerse cargo. No por los armenios sino por ellos mismos, porque son temas que atañen a la democracia, es una cuestión que hace a la paz. Hay una lucha entre ellos a raíz de esa lucha y se ven progresos en la sociedad civil pero no en las instituciones. Porque el Estado gasta millones en el negacionismo, sobre todo en Estados Unidos, Francia, Argentina y la sociedad se radicaliza, por un lado muy a favor y otros muy en contra de admitir el tema.
–Pero Turquía quiere entrar en la Unión Europea.
–(Ríe) En ese caso yo pediría asilo en Argentina.
–Es que toda esa parte del Cáucaso cada tanto reaparece como un lugar inestable. Basta pensar en las implicancias de la crisis que se viene desarrolando en Ucrania.
–Esa región, así como el Medio Oriente y los Balcanes, están sufriendo las consecuencias del fin de los imperios. Al desaparecer los imperios coloniales (por el Imperio Otomano y el Zarista) y la Unión Soviética, cada uno de estos pueblos trata de encontrar su lugar bajo el sol, sus derechos. Los que perdieron, ahora quieren recuperar sus zonas de influencia. Rusia llegó al Cáucaso hace cinco siglos, desde la conquista de Kazan y Astrakán, en la desembocadura del río Volga en el mar Caspio.  Después de haberse tomado cinco siglos para conquistar esa región, no la va a abandonar en pocos años.
–Turquía fue tradicionalmente un freno para los zares.
–Sí, pero también era un imperio conquistador. Están allí los que son conquistadores con los conquistados y los que miran de afuera. Es una zona donde se cruzan muchas tensiones, entre antiguos imperios y los imperios actuales, las religiones –musulmanes, cristianos, judíos–, el Este y el Oeste, la Guerra Fría. Es una zona de identidades múltiples, no hay una identidad clara.
–Como quien dice, una suerte de choque de civilizaciones.
–Un choque contradictorio. Hay armenios de Armenia, hay armenios del Cáucaso, conquistados por Moscú en la época soviética. De hecho, hoy en Moscú hay dos millones de trabajadores armenios, pero también azeríes, los llamados "piel negra", que cuando están en Occidente se los considera rusos o soviéticos. Es una región inestable por los juegos de guerra, el ajedrez que continúa de otra manera la Guerra Fría. 
–¿Habrá alguna solución sin una guerra devastadora?
–(Ríe) Yo soy sólo historiadora, no política ni vidente. Como ciudadana, pienso que la mejor solución sería una federación, porque son pueblos complementarios con una historia en común. Pero nadie quiere una federación, tienen malos recuerdos de la época zarista, la época estalinista. La federación se asocia a la Unión Soviética y tiene terribles recuerdos. Karabagh (un enclave de mayoría armenia en Azerbaiyán) es un problema para nosotros los armenios, pero ¿quién quiere realmente la paz en Karabagh? El gobierno utiliza la cuestión armenia y azerí como un tema de la seguridad antes de las elecciones, pero no como una cuestión democrática. Los oligarcas del comercio prefieren una situación inestable por cuestión de "business", los mercaderes de armas prefieren la guerra para vender armas. Los diplomáticos prefieren un conflicto para hacer diplomacia. Los grandes poderes prefieren la inestabilidad porque hacen gerencia.
–La paz no resulta sexy.
–No les sirve ni a los comerciantes del tráfico, ni a los mercaderes, ni a los diplomáticos porque pierden su trabajo, ni los grandes políticos ni los grandes poderes. A ninguna persona le conviene, salvo al pueblo común. En la Turquía de hoy día, las jóvenes generaciones y las generaciones medias no han visto armenios. Hay 80 millones de habitantes allí y unos 50 mil criptoarmenios. En Azerbaiyán tampoco han visto armenios, y antes vivían juntos. Le cuento una historia: en 2004, mientras participaban en un curso patrocinado por la OTAN en Budapest, un oficial azerí, Ramil Safarov, asesinó con un hacha mientras dormía a Gurgen Margaryan, un teniente del ejército armenio. Fue condenado a cadena perpetua pero en virtud de convenios internacionales, Safarov fue extraditado a Azerbaiyán en 2012. Allí fue recibido como un héroe, fue indultado por al presidente Ilham Aliyev, y ascendido de grado. ¿Cómo se puede restablecer la confianza para lograr la paz de ese modo? Y la comunidad internacional es ambigua en esto. En Europa había un proyecto de Partenariado Oriental del Cáucaso, una especie de asociación económica y cultural para acercar a los países caucásicos a la Unión Europea. El plan para Azerbayán era que se convirtiera en una especie de Suiza, un país ideal. Ellos les dijeron que para resolver el conflicto con Armenia debería apelarse al derecho a la integridad territorial. Pero a Armenia le pide resolver los conflictos de acuerdo a la autodeterminación de los pueblos, ¿entonces? Armenia tiene un problema con la energía eléctrica, porque hay una central, Medzamor, cerca de la frontera con Turquía, que sufrió las consecuencias de un terremoto en 1988. Producía el 40% de la electricidad del país. Armenia está bloqueada y no consigue recibir energía pero tampoco quieren que se abra la central. Rusia ayudó a abrirla. Ahora (en diciembre pasado, al mismo tiempo que el presidente Vladimir Putin apuraba la firma de un convenio con Viktor Yanukovich lo hacía con el gobierno armenio) se cerró un acuerdo aduanero con Moscú. Iba en paralelo con el que ofrecía la Unión Europea también a Ucrania. Pero la UE no ofrecía ni dinero ni apoyo. Por otro lado, la UE, 40 años después, todavía no logró que Turquía se vaya de Chipre, y Chipre está en Europa. Y además, Armenia no tiene ni gas, ni petróleo, ni riquezas. Armenia hoy no confía ni en Turquía ni en Azerbaiyán, ¿Qué otro camino tiene?
–¿Cuál es el futuro del pueblo armenio, entonces?
–Le cuento cuál es la diferencia entre optimista y pesimista: el optimista dice "qué terrible, no podemos estar peor". El pesimista dice "pero sí, pero sí". En Armenia el pesimista aprende el turco, el optimista aprende el inglés y el realista aprende la kalashnikov (juego de palabras entre aprender y a prender, a tomar, por el fusil). Otras personas dicen que cambiarían una historia gloriosa por un mejor emplazamiento geográfico. Los armenios se mantuvieron cristianos y soportaron las invasiones de persas, medos, azeríes, bizantinos, árabes, selyúcidas, otomanos, drusos, soviéticos, y estamos ahí. A través de la historia vemos que el país se ha reducido pero la población se ha dispersado por todo el mundo. Si Armenia ha sobrevivido es porque eran pequeños reinos y no un Estado nación. Cuando cayó Nínive, el imperio asirio desapareció, mientras que Armenia, cuando caía un centro resurgía otro. Y la diáspora por un lado puede ser una perdición, porque  muchos se van asimilando y las nuevas generaciones devienen franceses o argentinos o estadounidenses. Pero también es una fuerza, porque los partidos políticos armenios se crearon en la diáspora, al igual que el primer diario armenio, que se editó en la India. «
"La idea de patria sin patria"
Oficialmente, dice Mouradian, en Armenia viven 3 millones de personas, "pero la cifra real es menor, quizás de 2,5 millones". La diáspora es, sin dudas, mayor. Hay unos 2 millones en Rusia, 400 mil en Francia, algo más de 100 mil en Argentina. 
–¿Cuál es el secreto de la sobrevivencia del pueblo armenio?
–Buena pregunta. Por un lado la religión nacional y el alfabeto y una idea nacional temprana. La fuerza que tiene la lengua es llamativa, la idea de patria sin patria. Hay gente que en lugar de la cruz colgada al cuello tiene un alfabeto. Y yo creo que la fuerza de los voluntarios es mayor que la fuerza de los mercenarios. Subsiste la idea de que hay una patria, más allá de que hayan ido alguna vez. Es más la fuerza del pensamiento que la fuerza material.  Honestamente yo no sé si el armenio va a sobrevivir, pienso que la situación es muy difícil porque es muy débil frente a los imperios. 
–¿Hay una idea de volver a la tierra prometida?
–Los que volvieron alguna vez se encontraron con que el país ideal era una cosa y el real, otra.Y muchos se van asimilando a donde nacieron.

Tiempo argentino
Abril 20 de 2014

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