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Europa se revoluciona con las ansias independentistas de Escocia y Cataluña

La autonomía que tiene Escocia bien se la podrían envidiar otras regiones que buscan la independencia, como es el caso de Cataluña sin ir más lejos. Tiene su propia bandera, su sistema legal y en los certámenes deportivos sale a la cancha con sus propios equipos. Podría pensarse que ahora va por más y desde el continente americano se le podría decir para cuándo la república. Pero este no es el caso. Lo que buscan los escoceses –al menos por ahora– es quizás un lugar en las Naciones Unidas y la Unión Europea y dejar de responder a las órdenes de Westminster. Pero ni hablar de salirse de la monarquía. "Es una costumbre milenaria", se justifican incluso los más adelantados ideológicamente. "Sería algo así como Canadá o Australia", explican.
El Acta de Unión de 1707 fue el acuerdo por el que ambas monarquías decidieron marchar juntas a la construcción de un imperio, como se encargó de formar la reina Victoria en el siglo XIX. Pero las dos naciones ya compartían monarcas desde un siglo antes. De manera que Isabel II y la dinastía Windsor pueden respirar tranquilos.
Británicos al fin, los escoceses no parecen estar en un clima preindependentista como se solía hacer en otras épocas no tan lejanas. Épocas que incluso acostumbraban terminar en guerras feroces. Nada que ver con la historia de William Wallace: las calles siguen tan despejadas y las paredes tan limpias como antes. Apenas algún que otro sticker en las ventanas. Un "Sí" en medio de la cruz de San Andrés blanca sobre fondo celeste de la bandera escocesa. O un simple "No thanks" (No, gracias) en rojo. En las plazas y parques más céntricos algúna mesa con folletos y un puñado de jóvenes con una bocina amplificadora que vocean su oferta.
El partido del primer ministro Alex Salmond no llega a ser de esa derecha que se podría identificar con el nacionalismo, pero tampoco de izquierda. Defiende el estado de bienestar (un concepto muy en disputa por estos días en las tenidas que hay en los medios) pero no habla de otros planes para el reparto de la fortuna derivada de un control total de los hidrocarburos. Tampoco dice cómo se haría. Sí plantean que en una Escocia independiente no habría lugar para armamento nuclear, como pretende mantener la OTAN.
En la derecha tradicional, que se encuentra contenida en los conservadores, la opción es clara por el No. Pero también adhiere a esta propuesta el Partido Comunista, que no es muy grande, pero tiene su influencia. Su posición es que para la clase obrera británica, es mejor dar pelea desde un país unido como hasta ahora, que la división no es beneficiosa para el movimiento obrero.
Los movimientos socialistas, enrolados en el Partido Socialista, también de escasa adhesión, proponen en cambio el voto por el Sí. Dicen que es clave para ellos el modelo de ajuste que Londres decide desde Margaret Thatcher y que Westminster aprueba sin importar el partido con el que se llegue a Downing Street 10, la residencia del primer ministro. De hecho, este partido es un desprendimiento del laborismo de los inicios del gobierno del laborista Tony Blair.
A la visita a Edimburgo para hacer campaña por el No del líder laborista Ed Milliband, que sucede a la del ex premier Gordon Brown, se le suma la de Nick Clegg, demócrata liberal y aliado del gobierno, y del conservador primer ministro David Cameron. Llegan justo para la Diada catalana, la celebración de la caída de Barcelona ante las tropas borbónicas tras 14 meses de sitio durante la guerra de la Secesión española, el 11 de septiembre de 1714. Desde Escocia ese acto que se supone multitudinario, es visto con mucha atención. Ni qué decir de lo que esperan los catalanes del 18 de setiembre, teniendo en cuenta el rechazo de Madrid a aceptar al referéndum anunciado para el 9 de noviembre.

Tiempo Argentino (desde Edinburgo)
Setiembre 9 de 2014

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