martes

Hilos conductores

Apenas pasaron 20 días del 2015 y el mundo parece otro. No sólo en los países occidentales sino en la Argentina. Si hay un tema que cruza estas tres semanas con toda su virulencia es el del terrorismo y principalmente el extremismo islámico. Lo dramático es el modo en que se entrecruzan los discursos y la forma en que gobiernos de la pelambre menos presentable se untan de dignidad en torno de una cruzada que corre el debate acerca de las políticas de ajuste neoliberales que atraviesan el continente.

El corrimiento hacia el combate del fundamentalismo que despertó ese puñado de encapuchados que acribillaron a balazos a humoristas de la revista Charlie Hebdo en París es muy funcional al recrudecimiento de medidas restrictivas de las libertades individuales, como habíamos adelantado en la Columna Internacional del 9 de enero pasado. Al punto que el gobierno de François Hollande abrió el juego con una iniciativa para restringir el uso de las redes sociales por Internet y se adelantan medidas similares contra el libre tráfico de personas.

Pero no sólo eso. Si en España y Grecia partidos que cuestionan el modelo neoliberal vienen ganando adeptos ante su falta de respuestas a los problemas de los ciudadanos de a pie, la única solución parece ser cambiar el eje de la discusión.
Hay un viejo chiste que recuerda el esloveno Slavoj Zizek en uno de sus libros. Llega el marido a casa más temprano que de costumbre y se encuentra a su esposa con un hombre en la cama.

"¿Por qué llegaste antes de hora?", pregunta la mujer en tono agrio.

"¿Qué haces con ese señor en mi cama?", inquiere él, bastante más ofuscado.

"No me cambies de tema, yo pregunté primero", finaliza la mujer.

Algo como esto ocurre en Europa.

En vista de que la explicación de Podemos o Syiriza es más convincente, pasemos a otro tema. La gente que atacó en la revista francesa es una excusa impecable. Así, al tiempo que se inclinan peligrosamente hacia ese costado xenófobo, donde los griegos de Amanecer Dorado, los franceses del Frente Nacional o los británicos de UKIP se encuentran tan cómodos, deslizan la amenaza de que quien no esté con ellos está con el terrorismo. El domingo se verá si los griegos aceptan que votar por la izquierda prolatinoamericana que encarna Sirias, el partido liderado por Alexis Tsipras no los incluye en la lista de indeseables de la humanidad, como le dicen los dirigentes que los llevaron a la crisis.

En esa columna ya mencionada, terminábamos diciendo que con ese texto se intentaba dar un "marco a un drama que para los latinoamericanos puede sonar a extraño pero que sin dudas repercute, mal que nos pese, de este lado del Océano". Era casi de manual que el tema iba a tener consecuencias sobre los países de la región, como pasó con las leyes votadas en Estados Unidos luego de los ataques a las torres gemelas. Porque la historia demuestra que el liberalismo, esa corriente filosófica que sustenta a las libertades civiles y el respeto al individuo como fundamento social, muere irremediablemente en el neoliberalismo, una sumatoria de normas que impulsan la preminencia de los más fuertes sin el menor atisbo de humanidad.

Lo que era difícil de imaginar era hasta qué punto y con qué premura el drama que atravesó la redacción del semanario parisino iba a cruzar el Atlántico. Porque las acusaciones contra el gobierno nacional por no haber asistido oficialmente a la marcha que los mandatarios europeos fueron subiendo de tono en sectores de la oposición hasta calificarlo en algún caso de cómplice del terrorismo. Mientras tanto, las encuestas daban una mayoritaria conformidad a la gestión de Cristina Fernández, lo que desbarata la estrategia de tirar abajo las conquistas de su gobierno.

De allí a la descabellada denuncia del fiscal Alberto Nisman hubo un paso. Porque una cosa es cuestionar el intento de las autoridades por encontrar una vía para juzgar a los acusados en la causa AMIA en un acuerdo con Teherán desde lo político, y otra es acusar a la presidenta, su canciller y algunos militantes sociales de mayor o incluso nula cercanía con el oficialismo del delito de pretender encubrir a los culpables del bárbaro atentado que costó la vida de 85 personas hace más de 20 años. Es decir, sindicarlos de terroristas.

Se sabe de las relaciones del fiscal con agencias secretas de Estados Unidos e Israel, y de sus vínculos demasiado afines con oscuros personajes del servicio de informaciones nacional. Tras las filtraciones de WikiLeaks, se sabe también de sus debilidades y obsecuencias con la Embajada de los Estados Unidos. No se sabe tanto de sus razones para avanzar en una denuncia tan objetable desde el punto de vista jurídico, que es por lo que debía velar Nisman. Se desconoce también cómo llegó a ese tan trágico final del que ahora se alimentan depredadores de la peor calaña.  

Tiempo Argentino
Enero 20 de 2015

No hay comentarios: