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El voto de Vargas Llosa

El ballottage entre el ex teniente coronel de artillería Ollanta Moisés Humala Tasso y la licenciada en Administración de Negocios por la Universidad de Boston, Keiko Sofía Fujimori Higuchi, sorprende por el tendal de alianzas forzadas que compromete y la forma en que obliga a los peruanos a tomar posición de cara a un futuro que en lo macroeconómico es prometedor, pero en el plano político amenaza con fuertes sacudidas.
Por lo pronto, y mientras desde Montevideo el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ya no duda en darle su voto al ex militar nacionalista –luego de haber dicho que la segunda vuelta sería para elegir entre un cáncer terminal o el sida–, en Lima los centros financieros mostraban sus resquemores con una baja en la Bolsa de Valores que acumulaba un 9% en la semana.
Las razones del escritor peruano, que está viniendo a Buenos Aires para participar en la Feria del Libro luego de una explosiva controversia por sus posturas fuertemente derechistas, muestran un poco en detalle su propia visión del mundo, pero también de cientos de miles de sus conciudadanos.
Urgido a optar entre un hombre al que todavía se “acusa” del pecado de mantener vinculaciones políticas con Hugo Chávez y de querer redistribuir ingresos o la hija de un ex presidente preso por corrupción y delitos de lesa humanidad, Vargas Llosa dijo: “que gane Keiko Fujimori significaría la resurrección de una de las dictaduras más crueles y más corrompidas que hemos tenido en la historia”. Sobre Humala, en cambio, se limitó a señalar que su “esperanza es que eso que dice sea cierto, y que esa nueva actitud que dice haber adoptado sea una realidad que confirme con acuerdos concretos que nos permita votar por él a quienes no queremos que de ninguna manera se desplome un sistema que trae buenos resultados a Perú”.
Con “lo que dice Humala” se refiere a la renovada postura del más votado en la primera vuelta. Que cada día se muestra más moderado en su discurso, cosa de captar los votos de las clases que más se beneficiaron con estos años de bonanza que colocaron a Perú entre los países con más alto crecimiento en todo el mundo, muy cercano a la mismísima China. Lo que no dice Keiko –pero circula como muy posible y para nada descabellado– es que de ganar el ballottage indultaría a su padre, de quien fue primera dama a los 19 años luego de la escandalosa separación de la pareja presidencial.
Ya en 2006, Humala había ganado por un porcentaje similar en la primera ronda electoral (un 30,61% contra el 24,3 % de Alan García). Pero terminó perdiendo por el 52,2% a 47 y monedas. El domingo pasado obtuvo el 31,7% contra el 23,5% de Keiko. Lo que implica que la relación de fuerzas en Perú sigue igual, aunque cambie la cara del oponente al nacionalismo de izquierdas que representa Humala. Quien está decidido a no repetir los errores que lo dejaron a las puertas de la Casa de Pizarro, la sede del gobierno en Lima, hace cinco años.
De allí el intento por adherir al modelo de Lula da Silva y el cambio en la vestimenta, más formal ahora. Para alejarse lo más posible del sambenito de que el venezolano le paga la campaña, de que quiere modificar la Constitución y de que es un enemigo de la libre iniciativa privada, ansioso por estatizar todo lo que se mueva.
Rápido, el tercero en la discordia electoral, el millonario Pedro Pablo Kuczynski (PPK), ex ministro de Economía de Alejandro Toledo, llamó a los dos contendientes a firmar un compromiso de seis puntos, que contempla entre otras cosas el respeto de la Carta Magna, el mantenimiento de la economía de mercado y el rechazo de la corrupción y la impunidad, bajo el argumento de que los dos “tienen antecedentes preocupantes para la democracia”. Humala y Keiko visitaron a PPK y le dieron la mano, amigables, pero todavía no hay definición sobre posibles acuerdos electorales con ninguno.
Alejandro Toledo, que más que lidiar con el resto de los candidatos tuvo que competir con su antiguo colaborador por las preferencias del mismo sector socioeconómico, se muestra más cerca del ex militar. “Si se eliminan ciertos parámetros del plan de gobierno de Humala ya estamos muy cerca, ya que no se necesita hacer una alianza, sino trabajar juntos por la democracia”, dicen en el entorno del ex académico en las universidades de Stranford y Johns Kopkins que ya fue presidente y combatió con la misma dureza que Humala a Alberto Fujimori, a quien sucedió en el año 2001.
Como parte de este tenso y largo intermedio –la segunda vuelta será el 5 de junio– se van perfilando otras estrategias de cambio de imagen. Por lo pronto, los dos postulantes cambiaron a sus voceros. En ambos casos por exabruptos.
Martha Chávez, portavoz de Keiko, se tuvo que ir luego de que en una entrevista televisiva defendió abiertamente al gobierno de Alberto Fujimori. No ahorró elogios ni para sus aspectos más oscuros.
Humala renovó su equipo de prensa luego de que Carlos Tapia se trenzara en una áspera disputa con una periodista televisiva, a quien acusó estentóreamente de fujimorista, luego de haber descalificado ferozmente a los candidatos que quedaron afuera del ballottage.
En otro giro en medio de la campaña –aunque no se sabe a quién puede beneficiar– se entregó sorpresivamente, y luego de diez años en la clandestinidad, el ministro de Economía de Alberto Fujimori.
Juan Carlos Hurtado Miller, autor del sanguinario plan de ajuste neoliberal practicado en los '90 en Perú, está acusado de peculado, asociación ilícita y colusión desleal, y se sometió a la justicia luego de haberse escabullido por una década. Y también sorpresivamente fue dejado en libertad con la excusa de que ya tiene 70 años, y que juró acudir a los llamados del tribunal que lo juzga. El hombre se hizo conocido luego de haber sido filmado cuando Vladimiro Lenin Montesinos, el temible jefe de los servicios de espionaje fujimorista, le entregaba 300 mil dólares para financiar una campaña a la alcaldía limeña en 1998. Montesinos fue condenado a 25 años por tráfico de armamento y violaciones a los Derechos Humanos.
Lo que resulta interesante de este momento de decisiones, con todo, es la postura de Vargas Llosa, que tiene doble nacionalidad peruano española y reside en Madrid desde 1990, tras haber perdido en segunda vuelta con Fujimori. La relación del exquisito novelista con los Humala, una suerte de Kennedys andinos, viene de lejos. Como que el patriarca, Isaac Humala, un abogado que de joven dirigió una célula marxista-leninista, tenía entre sus adherentes universitarios al propio Vargas Llosa, que lo retrató como un personaje folklórico en su atrapante Conversación en la catedral.
Don Isaac fomentó una ideología que desde el comunismo enraizó en un indigenismo radical. De allí que la mitad de sus ocho hijos tienen nombres incaicos: Pachacutec, Ima Sumac, Cusicollur, Antauro y Ollanta. Todos tuvieron su grado de participación política y dos de ellos –Ulises y Antauro, sentenciado a 25 años en 2009 por la toma de una comisaría– fueron candidatos, aunque luego tuvieron graves diferencias que los alejaron, quizás, definitivamente.
El único que quedó en carrera fue Ollanta. “El guerrero que todo lo mira”, en quechua. El mal menor, para el autor de La tía Julia y el escribidor.

Tiempo Argentino
Abril 16 de 2011

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