No sabemos cómo murió. Y hay que investigarlo”, se plantó el portavoz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la Naciones Unidas, Rupert Colville, después de que los funcionarios del área observaran por tevé esos últimos minutos en la vida del ex hombre fuerte de Libia, Muammar Khadafi. Colville añadió que todo les había resultado “muy intranquilizador”.
Amnistía Internacional también pidió una investigación seria e imparcial sobre la muerte del raïs, contrastando las imágenes que quedaron grabadas en los celulares de algunos de los milicianos que estuvieron en el refugio donde fue capturado Khadafi con la versión oficial que dieron las autoridades del Consejo Nacional de Transición, que se erigió en protagonista de los alzamientos contra el régimen de Trípoli.
Más allá de las certezas de que el coronel fue ejecutado sumariamente, quizás por algún exacerbado opositor, el que aparece como jefe del CNT, Mustafá Abdel Jalil, dio una lacónica explicación sobre el operativo en Sirte. “Hemos estado esperando este momento por mucho tiempo.”
Las últimas imágenes conocidas muestran el cuerpo sin vida de Khadafi, torso desnudo y ensangrentado, echado sobre un colchón en el piso del freezer de un centro comercial en Misurata. Se dijo que permanecerá allí hasta que inspectores de los organismos internacionales hagan su revisión y den el visto bueno –o eventualmente fustiguen– las acciones de los milicianos y de los nuevos jefes del gobierno provisorio.
Mientras tanto, desde todos los rincones del planeta, aparecen voces de beneplácito por la eliminación del hombre que gobernó durante 42 años en el país norafricano. Y otras que cuestionan severamente la política emprendida por la OTAN y los Estados Unidos de invadir países considerados enemigos y deshacerse de personajes molestos sin reparar en leyes y normativas internacionales en vigencia.
En los Estados Unidos se anotaron prolijamente esas divergencias. El que lo explica es Ben Feller, de la agencia Ap: “La doctrina del presidente Barack Obama para encarar a los enemigos de los Estados Unidos acaba de superar otra prueba con la muerte del dictador libio Muammar Khadafi y, para él, es otra convalidación de su política en materia de seguridad internacional.”
El mensaje para la sociedad sería que Washington, desde que está en el gobierno el primer presidente interétnico, puede hacer este tipo de operativos militares a un costo político, por lo que se está percibiendo, muy beneficioso. Lo que a esta altura conforma una doctrina, definida en términos de un “estilo Obama”, que consistiría lisa y llanamente en “despachar enemigos sin embarcar a los Estados Unidos en una guerra”. Cualquiera podría haberlo dicho más alto, pero no más claro. El vicepresidente Joe Biden fue todavía más preciso: “Es una receta más de cómo encarar al mundo a medida que avanzamos más allá de lo hecho anteriormente.”
Por esa razón, se especula, Obama se presentó triunfal en los jardines de la Casa Blanca para informar sobre la muerte de Khadafi, en un año donde ya se sacó de encima a Osama bin Laden y a otros dos líderes de Al Qaeda sin despeinarse.
En un sistema presidencialista tan acotado como el de los Estados Unidos, donde las relaciones exteriores son prácticamente el único ámbito en el que el Ejecutivo puede tomar decisiones sin encontrarse con la férrea oposición parlamentaria, estos son los únicos momentos de disfrute de Obama.
En coincidencia con el compañero de fórmula del demócrata, Aaron Miller, quien fuera asesor de política internacional de media docena de secretarios de Estado, subrayó la importancia si se quiere económica de la doctrina Obama, que implica una “inversión relativamente de bajo costo para los Estados Unidos”.
El habitualmente bien informado analista Leslie Gelb, del influyente Council on Foreign Relations (CFR), teme en cambio que a largo plazo esta estrategia repercuta en forma negativa sobre la continuidad del mandatario en 2012. “La gente va a empezar a debatir si debemos o no estar jugando este papel en la eliminación de los dictadores, y pronto se dará cuenta de que esta política está llena de contradicciones.” Como que por ejemplo, la dinastía saudita es también una dictadura “¿Vamos a entrar y ayudar a acabar con ellos?”, se pregunta insidiosamente Gelb.
“Yo diría la primera lección que aprendimos en Libia es que la OTAN funciona, que rápidamente podemos concretar una estrategia real y efectiva para apoyar, en este caso, las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”, terció el comandante supremo aliado de las tropas de la organización atlántica en Libia, el almirante estadounidense James Stavridis, un personaje con un gran futuro dentro en el sistema de defensa de los Estados Unidos.
Más allá de críticas puntuales a la colaboración que recibió de algunos países que forman la OTAN, que no estuvieron de acuerdo con la intervención y por lo que desliza Stavridis lo hicieron notar, el marino –apasionado de Facebook y Twitter– destacó que “la OTAN tiene un papel que desempeñar en el mundo, ese tipo de papel para el bien, y creo que seguiremos haciéndolo”.
Pero la crisis económica no perdona y los mismos que adhieren a la política exterior de Obama, que incluso suena a más radical de lo que prometen los Tea Party, sospechan que a menos que cambien algunas variables en el bolsillo de los estadounidenses, el presidente se las verá difíciles para continuar en el Salon Oval por otro período.
Por lo pronto, a un día de la muerte de Khadafi, los republicanos le bloquearon la “primera pieza” en el andamiaje preparado para el plan de creación de empleo por casi medio billón de dólares anunciado hace unas semanas.
La cosa es así: como la oposición es reacia a darle la firma, los demócratas decidieron enviar el proyecto en partes. Ayer debía aprobarse un primer tramo de 35 mil millones para que los estados más castigados por la crisis contraten maestros, policías y bomberos que habían despedido meses atrás. Pero ni ese tramo pasó el veredicto del Capitolio.
El líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, fue lapidario al explicar el rechazo: “El presidente quiere poner impuestos permanentes a unos 300 mil propietarios de negocios en los Estados Unidos para luego usar ese dinero en rescatar a ciudades y estados que no pueden pagar sus cuentas.”
En Europa, donde los mandatarios aplaudieron a manos rojas este desenlace en Libia, tampoco están mejor y las agencias calificadoras son las que cumplen el rol de los malos de la película. Ahora, la vieja y conocida Standard & Poor´s dijo que si todo se sigue desbarrancando, la deuda de Italia podría perder dos grados y la de Francia caería uno.
Pero además, franceses y alemanes muestran cada vez más abiertamente sus desacuerdos entre ellos y con el resto de los países de la Eurozona para encontrar una salida a la debacle generalizada.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, que esperaba recuperar protagonismo con su decidida participación en el operativo en Libia y el nacimiento de su hija con Carla Bruni, tampoco tiene mucho para mostrar ante un electorado que parece inclinarse cada vez más a votar un sucesor socialista.
En España, el país más castigado por la crisis después de Grecia, el oficialismo espera refrendar en las urnas alguna recuperación luego de que los separatistas de ETA anunciaran el fin de la lucha armada.
En la guerra y el amor, dicen, todo vale. Pero para algunas batallas hay límites.
Tiempo Argentino
Octubre 22 de 2011
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