Habrá terminado la carrera política del ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez por un molesto exabrupto? ¿Será su repentina y urgente caída, como algunos arriesgan, un indicio de que se avecinan tiempos difíciles para el Frente Amplio, de cara a la renovación presidencial en 2014? ¿O es que Vázquez es el representante de otras épocas para la izquierda latinoamericana que ya no tienen lugar en los tiempos que corren hoy día en el continente?
Estas y otras preguntas comenzaron a circular en ambas márgenes del Plata luego de que el primer presidente de la coalición que las fuerzas progresistas uruguayas pacientemente fueron construyendo desde el verano de 1971, removiera las habitualmente tranquilas aguas que circulan entre ambos territorios.
El incidente, como se recordará, ocurrió durante un encuentro en el Colegio Monte VI, de Luis Cavia y Santiago Vázquez, en Montevideo.
Era una charla sobre “el arte de gobernar” para un puñado de alumnos y egresados de esa prestigiosa institución. Al ciclo habían asistido en distintas oportunidades Jorge Battle, Luis Alberto Lacalle y dirigentes políticos de pelambre tan diversa como Pedro Bordaberry y Eleuterio Fernández Huidobro, hijo de dictador cívico-militar uno, ex tupamaro el otro.
No había razones para negarse a asistir a la conferencia, habrá pensado Vázquez cuando recibió la invitación.
Poco importaba que la escuela fuera una institución de carácter religioso. La esposa de Tabaré, María Auxiliadora Delgado San Martín, es, después de todo, una ferviente católica, al punto de haber insistido para representar a su país como primera dama en las exequias del Papa Juan Pablo II, en representación de su marido, a semanas de que el FA tomara el gobierno por primera vez en su historia, destronando al tradicional bipartidismo uruguayo. Tampoco pareció relevante que fuera el único colegio ligado abiertamente al Opus Dei.
Es más, cuentan algunos de los asistentes a la charla, que se lo veía tranquilo y despreocupado a Vázquez. “El clima se prestó para entrar en confianza, hacer chistes y tener un diálogo ameno, por lo que Tabaré se sintió descontracturado”, señaló Augusto Dell’Ava a un portal montevideano.
El hombre quería explicarse lo inexplicable, por eso señaló que en el momento culminante de la exposición –que como no podía ser de otro modo– estaba siendo grabada por algún celular, Tabaré no midió sus palabras. Sonaría extraño que un político no tenga la certeza de que siempre alguien en algún lugar está registrando lo que ocurre por un medio electrónico. Así son las cosas en estos días. Pero cada tanto aparece una inconveniencia que sorprende al público ávido de sincericidios.
El caso es que Tabaré cometió su gran error de la noche, como analizaba Manrique Salvarrey, oriental de Treinta y Tres, con un rico historial en las luchas políticas de su patria que se espera decida publicar algún día. Porque mencionar aquellos momentos críticos del corte del puente internacional en Gualeguaychú y decir que su gobierno tomó como hipótesis de conflicto una posible guerra con la Argentina es una desmesura entendible en el marco de los protocolos del buen gobierno al uso en las escuelas del Opus Dei.
Pero señalar que llamó a la ex secretaria de Estado Condoleeza Rice para que le avisara al presidente George W. Bush de que si las cosas se complicaban le iba a pedir ayuda, es demasiado.
Para ponerlo más claro: que un gobernante de izquierda aceptara haberle pedido a principios de 2007, año y pico después del No al Alca de Mar del Plata, unas palabras de apoyo, es políticamente suicida. Aunque George W. dijera simplemente que Uruguay es amigo y socio de los Estados Unidos, cosa que en esta orilla entendieran que había espaldas para aguantar cualquier presión sobre la pastera Botnia. No en ese momento.
Como tampoco podía ser de otro modo, al otro día el tosco video con las palabras rasposas pero contundentes de Tabaré circuló por la Web y los canales de televisión se engolosinaron con una nueva escalada verbal de un oriental contra los “occidentales”.
Todos recordaron el antológico “los argentinos son una manga de ladrones, del primero al último” de Jorge Batlle. Pero incluyeron malamente a un José Mujica haciendo pullas sobre la “porteñada” que año a año invade Punta del Este, más algunas perlitas del actual presidente sobre características destacadas de peronistas, radicales y dirigentes rurales.
Mujica es el mismo que estableció una relación de profunda amistad con la presidenta Cristina Fernández al punto de haber firmado una serie de acuerdos de relevancia hace un par de meses que los grandes medios ningunearon con titulares del tipo: “Cristina y Mujica hablaron de un Mundial y de un tren binacional” (Clarín del 3 de agosto). Cuando habían dado la puntada final para poner en marcha la conexión ferroviaria entre los dos países por sobre el dique de Salto Grande luego de tres décadas. Y se habían puesto de acuerdo para organizar un campeonato mundial en conjunto.
Con cierta ironía se dice que los más grandes artistas argentinos suelen ser uruguayos, al igual que los jugadores, que pasan de inmediato a la categoría de “rioplatenses”. Pero claro, está ese pequeño problema cada vez que juegan once con la blanquiceleste contra once con la celeste plena sobre el verde césped. Y allí, por un par de horas, no hay amistad que valga.
¿Qué mejor muestra de hermandad que organizar en conjunto un campeonato mundial? Y más para el Bicentenario uruguayo. Mujica acostumbra decir que la Argentina es el único país donde los uruguayos no se sienten extranjeros. Uruguay, también, es el único país donde los argentinos no se sienten extranjeros. Y al que siempre se vuelve.
En cuanto a eso de porteñada… a quien escribe, recorriendo la tradicional feria de Tristán Narvaja, en Montevideo, le tocó observar la división que hacía un vendedor callejero en las cajas de cartón reforzadas con cinta de plástico donde exhibía discos de vinilo al público comprador: Clásico, Tango, Folklore, Porteñada. En este insólito rubro incluía “long plays” de Palito Ortega, de Sandro, de Violeta Rivas.
Pero el problema no es la porteñada, ni el despropósito de Tabaré, sino la posición que reflejan las palabras del ex mandatario y el espíritu de gran parte del establishment en las dos orillas. Porque en una frase inoportuna resurgió el relato de enfrentamientos imposibles, de guerritas ridículas, parafraseando al humorista Santiago Varela, entre países que –como recuerda Mujica– fueron paridos por el mismo vientre.
Este tipo de enfrentamientos suelen resaltarse también con Brasil, otro socio en el Mercosur y la Unasur, por disputas comerciales. Son controversias que, más que peleas reales y definitivas, evidencian la voluntad de quienes cuentan la historia de que la región no sea más que un rosario de naciones mezquinas, desconfiadas, individualistas, que no pueden caminar juntas. Lo contrario de lo que se viene construyendo en estos años, a pesar del freno que en su momento significó el conflicto por las pasteras.
Un conflicto que trabajosamente argentinos y uruguayos fueron echando al olvido porque, entre otras aberraciones, hubiese sido una guerra por intereses ajenos.
Tiempo Argentino
Octubre 15 de 2011
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