El uruguayo Pepe Mujica está aguantando los pelotazos, dicho en
sus términos, como si fuera un enano de kermese. Porque la política en
Uruguay es así de feroz en estos tiempos. Por eso tuvo que salir por
enésima vez a defender la relación con la Argentina ante el embate de la
derecha, entronizada sobre todo en los partidos tradicionales, el
Colorado y el Blanco, desplazados del protagonismo desde el triunfo del
Frente Amplio en 2005. Para decirlo de un modo más claro: Mujica
enfrenta un escenario tan hostil como el presidente paraguayo Fernando
Lugo, con la sustancial diferencia de que el FA es una fuerza política
con un programa progresista desde hace más de 40 años, lo que impide un
golpe como el que sufrió el ex obispo hace poco más de un mes. Pero el
perfil de quienes voltearon a Lugo no difiere demasiado de los que se
abalanzan sobre el ex guerrillero oriental. Como que lo atacan con un
concepto de soberanía que choca con cualquier intento de integración
regional. Y con el mismo fervor cuestionan el ingreso de Venezuela al
Mercosur para no ceder ante el mal, personificado en el presidente Hugo
Chávez.
Mujica deberá ahora arreglar con Cristina Fernández el entuerto sobre
el dragado del Río de la Plata en torno a la isla Martín García, un
proyecto de importancia fundamental para la navegación de gran calado
hacia las costas uruguayas. El tema se embarró –por usar una metáfora
muy al tono– tras declaraciones del ex embajador en la Argentina,
Francisco Bustillo, que deslizaban una sospecha de corrupción a favor de
una empresa holandesa. Apenitas unos días antes de que este martes
Venezuela ingrese formalmente al organismo de comercio regional en el
encuentro presidencial de Brasil. Muy oportuno jaque a la integración
aprovechada por los sectores conservadores de la prensa oriental y de
los legisladores, incluidos algunos que forman parte del FA, esto hay
que decirlo, para interpelar al canciller Almagro durante alrededor de
12 horas con dardos afiladísimos.
En un encuentro con la Unión de Exportadores de Uruguay, Mujica ya
había lanzado una catarata de sus frases más campechanas para explicar
su posición sobre su relación con nuestro país:"Cada vez que tenemos
bronca y pelea con Argentina, perdemos." "¿Qué quieren que haga,
pincharle el ojo (al gobierno argentino)?". "Tenemos que negociar como
quien está en una palangana: moviéndose para un lado y para el otro."
Luego especificó que su objetivo es defender el trabajo de los
uruguayos, muchos de ellos dependientes de las inversiones de argentinos
al otro lado del río. "A alguno le va a parecer que somos giles, pero
si alguien tiene otra receta que nos la den, porque parece que las
relaciones fueran cuestiones de guapos, que hay que golpearse el pecho
como en un mostrador. Y no se puede defender el trabajo de la gente
así." Para rematar con un lapidario: "Si me tengo que tragar sapos y
culebras por la gente, lo hago", que despertó las críticas más voraces
entre las almas más conservadoras del Uruguay.
Almagro, que desde que en Mendoza se aprobó la suspensión de Paraguay
y el ingreso de Venezuela al Mercosur viene trastabillando en su
relación con los medios y ante sectores de su propia coalición más
afines al vicepresidente, Danilo Astori, tuvo que hacer de tripas
corazón y aguantar los trapos desde el Senado. Una confrontación que
sirvió más bien para demostrar que la construcción de un proyecto común
latinoamericano es algo más difícil que soplar y hacer botellas, en
palabras de San Martín.
"Lugo había aprobado el ingreso de Venezuela a Mercosur antes de que
se iniciara el juicio político que culminó con la destitución de su
gobierno", contó el canciller en la Cámara Alta. Pero la derecha le
endilgó que el Senado paraguayo aún no había aceptado ese paso, algo que
sin lugar a dudas vino demorando una decisión que ya estaba tomada
desde que en 2005 en Mar del Plata los gobiernos de Néstor Kirchner,
Lula da Silva y Chávez encabezaron la rebelión contra el ALCA que
sepultó al sueño imperial de un mercado común desde Alaska a Tierra del
Fuego.
"Es necesario quitarse el fantasma de Chávez de la cabeza, porque los
regímenes políticos pasamos y los países quedan. No podemos ser tan
idiotas de dejar el emporio de la energía afuera", insistió Mujica, con
argumentos que suelen convencer a empresarios más afectos a ver el
Mercosur exclusivamente como una posibilidad de negocios. Así, el
mandatario uruguayo anotó en su cuenta de almacenero que desde 2001 el
comercio con Venezuela creció a un ritmo anual del 30 por ciento. "El
20% del petróleo que consume Uruguay se lo compra a Venezuela y le vende
la carne más cara que a Europa", prosiguió. Luego sentenció: "No es que
Venezuela entre al Mercosur, es el Mercosur el que entra en Venezuela,
porque es un país de carácter estratégico en América Latina."
En un trabajo publicado en la Rede Brasil Atual, una publicación
sindical brasileña, Tadeu Breda y João Peres señalan que con Venezuela,
el Mercosur es una entidad que suma 270 millones de habitantes con un
PBI total de 2,8 billones de dólares. "Cuando nació el Mercosur, en
1991, el intercambio entre los cuatro países sumaba 2,3 billones de
dólares, en 2011 llegó a 27,8 billones", dice el artículo.
"Para Brasil –explica André Reis da Silva, profesor de Relaciones
Internacionales de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul–
Venezuela es un mercado importante porque no tiene industria. Si sumamos
eso a una crisis financiera global, no hay más que beneficios a las
economías más industrializadas del bloque."
"La crisis global nos obliga a conocernos más, a integrarnos más",
destacó Chávez ante una delegación brasileña de la que formaba parte el
asesor en Asuntos Exteriores de la Presidencia de Brasil, Marco Aurelio
García, y el secretario ejecutivo del Ministerio de Desarrollo de
Industria y Comercio Exterior de ese país, Alessandro Texeira.
En el cónclave, realizado este jueves en Caracas, brasileños y
venezolanos trataron un primer gran paquete de negocios conjuntos a
partir del ingreso pleno en el Mercosur. Ya se identificaron 230
productos que se pueden comenzar a exportar "muy pronto", señaló Chávez.
"Brasil es un mercado gigantesco, la sexta economía del mundo y con el
ingreso de Venezuela al Mercosur se abre un abanico de oportunidades. Es
un mecanismo entre hermanos, flexible, no con un imperio", resaltó el
mandatario. Por eso destacó el "júbilo" que le produce este "punto de
inflexión histórico" para los sudamericanos.
En aquella publicación brasileña, Nildo Ouriques, del Departamento de
Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de
Santa Catarina, explica la entrada de Venezuela en el marco de un
proceso de cambios en el bloque. "Nacido de la transición a la
democracia y en medio de una ola de acuerdos de libre comercio
internacionales, el Mercosur pasa de ser (en estos últimos años) una
pieza de resistencia al neoliberalismo a la construcción de una utopía
completa de la integración latinoamericana."
Falta ahora que ese nacionalismo de cuño retrógrado y ese patriotismo
de estancia que sirve apenas para dirimir quién es más guapo se
convierta en una apuesta al crecimiento junto con los vecinos. Así se
fue construyendo la Europa común, esa que ahora padece las consecuencias
de ese neoliberalismo a ultranza pero que supo limar diferencias de
idiomas, de culturas y las heridas de varias guerras para construir una
región sin fronteras. Una dificultad que los latinoamericanos no
tenemos.
Tiempo Argentino
Julio 28 de 2012
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