En las últimas décadas, y de la mano de dictaduras violentas y crisis
económicas igual de sanguinarias, España y Portugal se habían convertido
en la meca soñada para millones de latinoamericanos y africanos que
buscaban un destino mejor.
Pero la rueda dio otra voltereta y ya en diciembre pasado el primer
ministro portugués, Pedro Manuel Passos Coelho, escandalizó a las mentes
bien pensantes cuando en un discurso frente a docentes planteó que
buscaran oportunidades en Brasil o Angola para escapar de las
austeridades y el desempleo que afectan a los jóvenes mejor preparados.
La ola de indignación no se hizo esperar. Sobre todo desde que los
gobiernos de Angola y Brasil respondieron que todo bien con la madre
patria, pero que no necesitan educadores, al menos en forma inmediata.
Con más del 36% de desocupados entre los menores de 24, Portugal tiene
una de las tasas más altas de desempleo juvenil del continente. A
caballo de la crisis, la tasa en esta franja etaria creció en forma
alarmante desde el 9,6% que había en el 2000, y a partir de los ajustes
ordenados por Bruselas tras el rescate de 78 mil millones de euros del
año pasado, las perspectivas no son precisamente halagüeñas para los
lusitanos.
El problema para Passos Coelho fue haber puesto en palabras una certeza
que sospechaban hasta los menos avispados. De hecho, según estadísticas
no oficializadas del ministerio de Relaciones Exteriores de ese país,
unos 120 mil portugueses se fueron a otras tierras durante el 2011.
Datos recogidos por el periodista Mario Queiroz señalan que según la
Secretaría Nacional de Justicia de Brasil, “los pedidos de residencia
permanente de portugueses pasaron de 276.703 a 328.856 entre diciembre
de 2010 y junio de 2011, y también se concedieron visados para trabajos
temporarios, estudios e investigaciones. En tanto, según cifras de 2010,
Angola registró 91.900 portugueses que fijaron residencia en la que fue
la mayor colonia portuguesa en África”.
Las encuestas muestran que los más ávidos por irse son jóvenes de 25 a
34, con un porcentaje mayor de mujeres. Pero como resumió João Peixoto,
un investigador del Instituto Superior de Economía y Gestión (ISEG)
–citado por Queiroz– para emigrar “no basta que estemos mal aquí,
también es necesario que tengamos donde ir”. Y eso no siempre resulta
fácil.
La crisis cala tan hondo en Portugal que el 25 de abril pasado, los
protagonistas de la Revolución de los Claveles se negaron a celebrar el
38º aniversario de aquella heroica sublevación que derrocó a la
dictadura más antigua de Europa en 1974, como protesta por el rumbo que
viene tomando la dirigencia política desde que estalló la crisis
financiera en 2008.
Esa gesta revolucionaria había sido protagonizada por una camada de
jóvenes capitanes que, hartos del estancamiento al que la dictadura
había sometido al país desde finales de la década del 20, se alzaron en
armas para imponer la democracia. Entre las primera medidas del gobierno
revolucionario del '74 estuvo la convocatoria a elecciones libres, y
además se autorizó el regreso de miles de exiliados políticos –como el
socialista Mario Soares, luego referente ineludible del proceso
institucional, y el comunista Álvaro Cunhal– y se otorgó la
independencia a las colonias esparcidas por África y algunos enclaves en
Asia.
Aquellos viejos líderes militares y el propio Soares, ya retirados
todos, instauraron el Día de la Libertad como recuerdo vivo de lo que
querían para su patria en un acto que tradicionalmente se celebró en la
Asamblea de la República. Pero esta vez decidieron no acudir en rechazo
de la "dictadura de los mercados financieros" que enluta al país. El
coronel Vasco Lourenço, uno de los principales líderes de aquella
revuelta, leyó en la Plaza Rossio el manifiesto “Abril no desarma”, en
el que sostuvo que "la línea política seguida por el actual poder
político ha dejado de reflejar el régimen democrático heredero del 25 de
Abril, configura otro ciclo político que está en contra de (aquellos)
ideales y valores". Soares adhirió diciendo que "el gobierno actual está
destruyendo el Estado de Bienestar que comenzó a construirse en 1974”.
En la misma semana en que el gobierno conservador de Mariano Rajoy
anunciaba el recorte más brutal desde la instauración de la democracia
en España –tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975– también
la única salida que ofrece el gobierno parece ser el aeropuerto, en una
vuelta de campana a lo que ocurría por estas regiones hace diez años
apenas, como irónicamente aún refleja el lema de la revista Barcelona
(la solución europea para los problemas argentinos).
Lo había adelantado el presidente del gobierno de Canarias Paulino
Rivero, cuando aconsejó a los jóvenes que cambien “su actitud
conformista” y copien el ejemplo de sus abuelos, que “nunca tuvieron
ningún obstáculo para hacer la maleta y emigrar”. En estos días, lo
secundó el ministro de Educación español, José Ignacio Wert, quien en
una visita al centro de formación de Mercedes Benz en Sttutgart declaró
que “la fuga de cerebros” de jóvenes españoles que emigran para trabajar
en países como Alemania “nunca puede considerarse un fenómeno negativo”
y que “una sociedad global” no le debe tener miedo a semejante éxodo.
“Ni siquiera creo que haya que llamarlo fuga de cerebros. El hecho de
que haya jóvenes con capacidad y voluntad de movilidad, que dominen
idiomas extranjeros, que tengan la voluntad de salir fuera, que quieran
ensanchar sus horizontes profesionales, nunca puede considerarse un
fenómeno negativo”, insistió.
Estudios de un think tank perteneciente al grupo Santander indican que
en el año 2011 había un millón de egresados universitarios desocupados,
en un contexto en que más del 50% de los menores de 24 no encuentra
empleo, con título o sin él, números que duplican la media europea. Fue
así que en el primer trimestre del año optaron por el exilio 132.535
personas –27.004 españolas y 105.531 de otras nacionalidades– según las
Estimaciones de la Población Actual de España difundidas por el
Instituto Nacional de Estadística (INE). Los lugares elegidos para
escapar de la crisis fueron, según estudios de consultoras privadas,
México, Brasil, la Argentina, Panamá, Alemania, China, la India. Y
también, por supuesto, los Estados Unidos.
Hacia allí, por ejemplo, irían los más de 700 cubanos anticastristas que
llegaron a España con el gobierno del socialista José Luis Zapatero en
el marco de un programa que ofrecía una salida “democrática” a
disidentes del gobierno de La Habana y sus familiares que querían irse
de la isla. Ahora se encuentran que los recortes también los dejan a
ellos en la calle y sin siquiera los beneficios de un mínimo estado
benefactor.
Otra que no manda a decir las cosas es la diputada del PP Andrea Fabra,
quien fue tomada por una cámara cuando en medio del discurso de Rajoy
explicando el tijeretazo gritó, desaforada, un "que se jodan", que
atronó en toda España. Ella jura que no se refería a las víctimas de los
temerarios recortes sino a los socialistas que abucheaban al presidente
del gobierno. Pero nadie le cree.
Tiempo Argentino
Julio 14 de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario