"Me temo que un día los antropólogos y los historiadores pondrán su
mirada sobre nosotros y simplemente dirán que fuimos una nación
violenta, en casa y en el extranjero, que en su momento la decencia
humana ganó y la violencia cesó, pero no antes de que muchos, muchos más
murieron y el mundo se había hartado de nosotros."
La frase fue lo único que atinó a decir el documentalista y
escritor estadounidense Michael Moore en su página web, tras recordar
que conoce bien la zona de Denver, Aurora y Littleton, en el estado de
Colorado. Como que hace diez años escarbó hasta el hueso en la principal
tara de la sociedad con el film donde responsabiliza al ansia
armamentística estadounidense por la masacre en el Columbine High
School, el caso de los dos adolescentes de 17 y 18 años que el 20 de
abril de 1999 entraron con fusiles, escopetas y un revólver al colegio
secundario y acribillaron a 13 personas.
Moore es una cita casi obligada para contar esta matanza en un cine
donde se estrenaba la última de Batman, atestado de chicos y adultos,
muchos de ellos vestidos con las ropas de los personajes. Porque Aurora,
donde está el complejo de cines, está a 35 kilómetros de Columbine,
apenas a media hora en coche. Ambas ciudades pertenecen al área
suburbana de la capital de Colorado, Aurora a menos de 15 kilómetros,
Columbine, en Littleton, a 22.
En Bowling for Columbine, Moore muestra cómo el miedo, desplegado
desde los medios de comunicación, estimula la avidez de los ciudadanos
estadounidenses por el uso de armas. A tal punto que se pueden comprar
hasta en un supermercado.
Cuando habla de la violencia desplegada por EE UU en el exterior,
también Moore sabe de lo que habla, a pesar de que no hinca el dedo en
cuestiones ideológicas. Sin embargo, alberga en su web desde hace tiempo
las reflexiones de Ethan McCord
, un ex soldado
del Bravo Company 2-16, un batallón de Infantería apostado en Bagdad
protagonista de una masacre que costó la vida a dos periodistas de
Reuters que circulaban por una calle de la capital iraquí con un grupo
de hombres desarmados y que fueron rematados desde helicópteros
estadounidenses en julio de 2007, un hecho que se difundió por Youtube y
fue eje de profundos debates por la barbarie que mostraron las tropas
"occidentales".
El testimonio de McCord es espeluznante: "Recuerdo vívidamente el
momento en que el comandante del batallón entró en la habitación y
anunció nuestras nuevas reglas de combate. ´Escuchad, nuevo SOP
(Procedimiento de operación a pie) a partir de ahora, cada vez que su
convoy sea atacado por un artefacto explosivo improvisado, quiero 360
grados de rotación de fuego. ¡Deben matar a todos los [censurado] en la
calle!'."
Ethan McCord y otro soldado, Josh Stieber , horrorizados por las
implicancias de este tipo de órdenes, y luego del ataque en helicóptero
de ese 5 de abril de 2010, escribieron una carta detallando de qué venía
la invasión al país árabe. Y WikiLeaks colgó el video tomado por los
pilotos bajo el título Asesinato colateral
. Los organismos de
seguridad estadounidenses atribuyeron esa filtración y los centenares
que la siguieron al joven analista Bradley Manning, actualmente juzgado
por cargos que llegan hasta el de traición a la patria. McCord –es el
soldado que acude a rescatar a dos niños heridos– la sacó barata. Sólo
fue estigmatizado públicamente como traidor. Pero volvió a decir lo suyo
en el documental Incident in New Baghdad.
La guerra de Vietnam ya había sido prolífica en este tipo de
"excesos" y generó – o popularizó– una cultura de la barbarie que no
parece tener fin. Puertas adentro de Estados Unidos, uno de los hechos
más espantosos fue el atentado en el edificio federal Alfred P. Murrah,
en el centro de Oklahoma City, que el 19 de abril de 1995 dejó un saldo
de 168 muertos y más de 680 heridos. El responsable fue Timothy McVeigh,
un fanático armamentístico y supremacista blanco –dos conceptos que van
de la mano en aquel país–, que había sido dado de baja del Ejército por
desequilibrios mentales luego de la primera invasión a Irak, durante la
gestión de George Bush padre. Cuando fue detenido, McVeigh, que actuó
con un par de cómplices, tenía 30 años y vestía una camiseta con la cara
de Abraham Lincoln y la leyenda Sic semper tyrannis (Así a todo
tirano).
McVeigh y sus socios rechazaban una ley que se debatía entonces para
regular el uso de armas en su estado, algo que como buenos ciudadanos
interpretaban como una intolerable intromisión del Estado en la vida
privada de los estadounidenses. Según se alegó en el juicio, el joven
había quedado sensibilizado por lo que se conoció como la Masacre de
Waco. En una finca en esa localidad de Texas residía un grupo de una
secta disidente de los adventistas, los davidianos. Se los acusaba de
tener armas de uso prohibido y en un intento de requisa hubo una
balacera. Durante 51 días fuerzas federales rodearon la propiedad.
Adentro permanecieron hombres, mujeres y niños obedeciendo a su líder,
David Koresh. El 28 de febrero de 1993 hubo un incendio que, según las
autoridades, fue provocado por los propios seguidores de Koresh y, según
los sobrevivientes, por la cantidad de gases que arrojaban los
efectivos policiales. Como sea, murieron 86 personas, entre ellos una
docena de menores.
Otro incidente con supremacistas pro armamentistas se había producido
un año antes, cuando otro veterano de guerra, Randy Weaver, que fuera
Boina Verde –los comandos de élite que hacían el trabajo más sucio en
Vietnam–, convertido en extremista religioso y miembro de la asociación
Naciones Arias, se vio envuelto en una disputa judicial con un vecino
que lo denunció por posesión de armas de guerra. Los federales
irrumpieron en su establecimiento de campo en Ruby Ridge, en el estado
de Idaho y terminaron matando a su hijo de 13 años y a su esposa.
Las crónicas policiales registran, desde entonces, varias balaceras
incomprensibles para las mayorías. Una de ellas involucra a otro
uniformado, el comandante Nidal Malik Hasan, un psiquiatra de 39 años
especializado en estrés postraumático, que el 6 de noviembre de 2009
mató a 13 personas e hirió a otras 32 en la base militar de Fort Hood,
Texas.
En los otros casos hay una mayoría de episodios sucedidos en
institutos educativos. El más recordado es el de Columbine, pero también
la masacre en la Universidad Politécnica de Virginia de abril de 2007,
cuando el estudiante surcoreano Cho Seung Hui asesinó a 32 estudiantes y
profesores para luego suicidarse. En marzo de 2005, un alumno de
secundaria de 17 años del estado de Minnesota eliminó a sus abuelos y
luego fue a la escuela de Red Lake, en la reserva india de Ojibwe, para
matar a cinco compañeros y dos adultos antes de quitarse la vida.
Obama prometió más seguridad, repitiendo el discurso que Moore
critica. Ese que pretende que el mundo puede ser un lugar sin riesgos
"si las cosas se hacen como se deben hacer".
Lo que no queda claro es si entre las medidas de seguridad está la
prohibición de usar máscaras en el estreno de películas de superhéroes.
Tiempo Argentino
Julio 21 de 2012
Cuando habla de la violencia desplegada por EE UU en el exterior, también Moore sabe de lo que habla, a pesar de que no hinca el dedo en cuestiones ideológicas. Sin embargo, alberga en su web desde hace tiempo las reflexiones de Ethan McCord
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