sábado

Los platos rotos de la boda

La premura del presidente francés Nicolas Sarkozy para designar al frente del FMI a su ministra de Finanzas obedece más a la desesperación por salvar la ropa que a un crudo nacionalismo. Un dato para apuntalar esta conjetura es que el interino del FMI, el estadounidense John Lipsky, está mostrando las garras en Europa. En concreto, según revela el diario británico The Guardian, presionó fuertemente para que Alemania alcanzara un acuerdo para rescatar a Grecia por segunda vez en un año, ante el peligro de que la crisis contagie al resto del continente y cruce el Atlántico. El otro es que los bancos franceses son los más expuestos ante un posible default helénico.
En este marco, España suda la gota gorda por las amenazas de que “los mercados” pongan contra las cuerdas definitivamente al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Por ahora, la dirigencia política y empresarial se mantiene en sus trece de que en la península todo está bien, salvo ese pequeño detalle de la explosiva situación griega, que castiga a los hispanos aumentando las tasas para nueva deuda.
En un editorial del diario El País, titulado sin tapujos “Para salvar el euro”, se insiste en que “la estabilidad política y económica europea depende de un pacto urgente sobre Grecia”. Para el matutino, todavía cercano al oficialismo y fuerte defensor del expansionismo español sobre América Latina en los ’90 –de la mano de las privatizaciones de empresas públicas impulsadas por el FMI en esos años de fulgor neoliberal– la indecisión europea “está poniendo en peligro la estabilidad financiera de la Eurozona y, como un efecto secundario grave, la solvencia de otros países europeos, como es el caso de España, que se enfrentan a un nuevo episodio de crisis de deuda.” La línea argumental es: las cosas tienden a mejorar y “casi todo el problema se resume en un nombre: Grecia”.
Sin embargo, va quedando al desnudo hasta qué punto España está en bancarrota desde que estalló la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos, en 2008. Ahora se supo que la deuda de las comunidades autónomas y los municipios es mucho mayor de lo que inicialmente se había establecido. Para lo cual los ajustes diseñados hasta ahora resultarán insuficientes.
Por eso los ministros de Trabajo de la UE le piden que complete la reforma del sistema de negociación colectiva y que apure una nueva reforma laboral que, bajo la excusa de reducir la desocupación –del 20,7%, la más alta de la UE y el doble de la media comunitaria– y generar empleo para los más jóvenes, modifique a la baja los derechos de los trabajadores. El objetivo, dice el organismo supranacional, debe ser “garantizar que el crecimiento salarial refleje mejor la evolución de la productividad, así como las condiciones a nivel local y de empresa y dar a las compañías suficiente flexibilidad para adaptar internamente las condiciones de trabajo a los cambios en la situación económica.”
Para los argentinos, es música conocida con un final predecible. El problema es que todas las medidas que aprueban los líderes de la UE (lo que digan Sarkozy y la alemana Angela Merkel, en la práctica) junto con el provisorio mandamás del FMI, apuntan no sólo en una dirección que en estas costas se probó equivocada, sino que se disponen con el deliberado propósito de impedir en la península griega una solución a la argentina. Por eso tratan por todos los medios de que Atenas no provoque un default de la deuda y se salga del euro.
De todas maneras, según un trabajo de la cadena británica BBC, son muchos los analistas advertidos que de hecho la deuda griega es impagable, más allá de los nuevos paquetes de rescate. “Los mercados ya dan por descontado una dura suspensión de pagos. Para ellos, del 50% al 70% del dinero ya está prácticamente perdido”, dice el estudio.
El periódico madrileño, en tanto, explica en otro artículo las razones que llevaron a la crisis en la cuna de la civilización occidental. “La banca europea dispone del 81% de la deuda pública griega, y en especial las entidades francesas y alemanas tienen una mayor exposición”, un dato que no es nuevo. Pero a continuación agrega que “Standard & Poor’s ha rebajado la nota de solvencia de Grecia hasta CCC, dejándola ligeramente por encima de la calificación de impago efectivo”. En esta ubicación destaca, “la calificación de Grecia pasa a ser la peor de todos los países del mundo examinados” por la evaluadora de riesgos estadounidense.
Lo que no explica tanto el presuntuoso informe es que S&P nada dijo en su momento de las oscuras maniobras del banco Goldman Sachs, la entidad que, según reveló en su momento el estadounidense The New York Times, ayudó desde 2001, mediante una complicada ingeniería financiera, a que Grecia –que recién se incorporaba a la zona euro– pudiera burlar la disciplina económica de la Eurozona dibujando impúdicamente los balances presupuestarios. Y con el aval del banco – socio en Argentina del Grupo Clarín– pudo endeudarse hasta niveles disparatados, con entidades que creen a rajatabla en la mano invisible de los mercados y confían en ese puntal de Wall Street que es el Goldman.
Entre las maniobras detectadas en un informe que ahora investiga un fiscal de Nueva York, Grecia pactó con el GS alterar el tipo de cambio al que se firmaban los préstamos de modo que, en realidad, recibía más dinero para gastar –una lluvia de millones de euros– del que nominalmente figuraba como deuda emitida. La UE no detectó el desfase porque no fiscalizaba esos contratos. También creía en la mano invisible.
Ayer, el primer ministro socialista, Georgios Papandreu, modifico su gabinete con la esperanza de calmar las aguas, en vista de que el Parlamento se le pone reacio para aprobar la venta total de lo que queda del país para pagar deudas. Como nadie quería agarrar la papa caliente de la cartera de Economía, puso en ese lugar uno de los últimos soldados fieles que le van quedando, Evangelos Venizelos, hasta ahora titular de Defensa. Un abogado constitucionalista que gusta de la buena mesa y que, dicen, “hará lo que tiene que hacer”.
Enfrente tendrá que vérselas con los indignados griegos, los aganaktismenoi, que hace semanas vienen reuniéndose en la Plaza Syntagma (de la Constitución) para buscar salidas algo más democráticas a la crisis. Según Yorgos Mitralias, fundador del Comité Griego contra la Deuda (www.contra-xreos.gr) que se propone investigar el origen de la deuda, la venta masiva de empresas y propiedades públicas no reducirá la exposición del país, pero además será algo así como “vender la platería de la familia sólo para tener que alquilarla nuevamente a la hora de la cena”. Por eso, no se extraña de que los jóvenes, que rechazan toda cercanía con los partidos políticos –y con razón, dadas las circunstancias– gritan cosas como “No debemos nada, no vendemos nada, no pagamos nada”, pero también “Na figoun oloi”. Que se vayan todos.
Según la tradición, en las fiestas de casamiento griego se rompían platos en señal de alegría y desprendimiento. La costumbre se mantiene en los restaurantes de la diáspora griega. Allí aseguran que esta ceremonia, el kefi, es un homenaje al que baila zebékiko o el tsamiko.
Se ve que los aganaktismenoi no quieren pagar los platos de un baile al que no fueron invitados.

Tiempo Argentino
Junio 18 de 2011

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