sábado

Manual de zonceras europeas

Extraña interpretación sobre la propiedad curativa de los fármacos, la de Guido Westerwelle, ministro de Asuntos Exteriores alemán. “Las medicinas tienen algunas veces sabor amargo, pero, justamente por ello, resultan eficaces”, fue la forma de explicarles a los griegos por qué deberían digerir los planes de ajuste y privatizaciones que proponen la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Planes que, como se dijo hasta el hartazgo, tienen como objetivo que Grecia pague puntualmente y en moneda dura sus deudas con los bancos, pero, fundamentalmente, que no siga el ejemplo perverso de los malos de la cuadra. Es decir, los argentinos, que no sólo se salieron del corset de una moneda que no emitía su banco central, sino que hizo severos recortes en el monto de su deuda externa.
Fue el Nobel de Economía Paul Krugman quien salió en defensa de estas pampas, ante los ataques que todavía algunos destilan contra el tupé de los sudamericanos para plantarse frente a los organismos internacionales. “Me sorprende que digan que Argentina no es un país serio. No veo cómo el default argentino puede ser presentado, entre todos los ejemplos posibles, como una advertencia para Grecia”, escribió en su blog del New York Times.
Pero el que coronó esta semana de reivindicaciones a la “salida argentina” fue el ex director del FMI, el francés Michel Camdessus. “Hicimos probablemente muchas tonterías, muchos errores con la Argentina”, afirmó en un encuentro con empresarios católicos en Buenos Aires el hombre al mando del Fondo durante el período de las privatizaciones y los ajustes perpetuos vernáculos.
Si Arturo Jauretche estuviera vivo, le hubiera recordado que esos “errores” no fueron fruto de tonterías sino de las zonceras que rigen en la inteligentzia económico-financiera desde hace décadas y que la crisis desatada en 2008 no hizo más que poner de relieve, mal que les pese a los “expertos” que confían en la utilidad de los remedios amargos.
Fue este criollo nacido hace un siglo en Lincoln, provincia de Buenos Aires –que de puro patriota se murió un 25 de mayo de 1974– el que explicó como nadie en qué consisten esas zonceras y a qué conducen. Tanto que con sólo releer esos textos fervorosos que escribió a lo largo de su vida cualquier mortal aprende lo que hace falta saber de economía política y hasta puede pasar por augur.
La primera de las zonceras que desarrolló en su ahora arquetípico manual –publicado en 1968– es la que él llama La madre que las parió a todas, la de Civilización y Barbarie, que explica una de las razones que justifican los usuales ataques contra los argentinos desde ambos lados de la frontera. Esta zoncera “intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo para su crecimiento según Europa y no según América”.
Esa misma sensación queda cuando se escuchan críticas contra los griegos y en modo admonitor se les habla del valor de los contratos, de la confianza en la palabra dada y de la importancia de pertenecer al primer mundo. No se les dice, en cambio, que no podrían tolerar verlos convertidos en incivilizados que osan desconocer reglas establecidas, como hicieron los rioplatenses. Y para peor, que les fuera bien.
“Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar”, anotó Jauretche, en un texto que bien podía hablar de la época en que el peronismo estaba prohibido, o del de 2001, o de esas naciones maliciosamente llamadas PIGS (cerdos) por Portugal, Irlanda, Grecia y España. Los malos de esta película que fallaron en cumplir las reglas neoliberales.
Prolífico, frontal e incisivo analista en sus últimos años, Jauretche –que venía del radicalismo yrigoyenista y adhirió al movimiento peronista el 17 de octubre– advirtió sobre las consecuencias del ingreso de la Argentina al FMI cuando la dictadura de Aramburu llamó a los técnicos de ese organismo para “sanear” la economía que había dejado Perón. “Asesorarse con los técnicos del Fondo Monetario Internacional es lo mismo que ir al almacén con el manual del comprador escrito por el almacenero”, escribió certeramente en noviembre de 1955, a dos meses del derrocamiento del gobierno peronista. Y señaló punto por punto en El Plan Prebisch: retorno al coloniaje, título premonitor si los hay, lo que habría de ocurrir de aplicarse esas medicinas.
El lector que conoce el texto sabe de lo que se habla, y el que no, reciba el buen desafío de comprobar la exactitud de lo que Jauretche vaticinaba con lo que se vivió en los años del menemismo y sobre todo en el último gobierno radical, el de Fernando de la Rúa.
“La mayor parte de nuestra industria, que se sustentaba en el fuerte poder de compra de las masas populares, no tardará en entrar en liquidación. Los argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida de todos los días. Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada...”, escribió. Hace 56 años.
Jauretche, presidente del Banco Provincia entre 1946 y 1951, describió también el rol de la banca en el esquema neoliberal. “El que maneja el crédito maneja más la moneda que el que la emite... El que maneja el crédito maneja más el comercio de exportación e importación que el que compra y el que vende... estimula determinadas formas de producción y debilita otras; establece qué es lo que se ha de producir y qué es lo que no; determina lo que puede y lo que no puede llegar al mercado con facilidades de venta, y maneja por consecuencia el consumo. El que maneja el crédito crea moneda de pago y poder adquisitivo... decide qué se produce en el país y qué no se produce, quién lo produce, cómo lo produce, cómo lo vende y cómo lo acapara, adónde lo exporta y en qué condiciones; determina las condiciones de la plaza, incide en la bolsa, todo, en una palabra”, añadió en otro jugoso tramo de ese libro.
Este apasionado polemista publicó un puñado abundante de libros que desde el título son como un guante arrojado en el rostro: Los profetas del odio; El medio pelo en la sociedad argentina; Filo, contrafilo y punta; Prosas de hacha y tiza.
“El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”, dijo alguna vez, como alentando a las tropas.
Pero también, luego de un fallido intento por reponer en el gobierno a Hipólito Yrigoyen en 1933, escribió un poema gauchesco que en su traducción al griego podría agotarse en pocos días, El Paso de los Libres, deliciosamente ambigua referencia al sitio por el que los revolucionarios radicales tuvieron que escapar de los dictadores de la primera Década Infame, prologado por Borges. Allí explica su medicina para terminar con los penares de trabajadores y de las clases marginales:

Hasta que un día el paisano
cansado ya de este infierno,
haciendo suyo el gobierno,
con solo esta ley se rija:
es pa’ todos la cobija,
o es pa’ todos el invierno.

Tiempo Argentino
Junio 25 de 2011

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