lunes

Entre copa y copa

George W. Bush no quedará en la historia por su coeficiente intelectual. Pero además de algunas guerras iniciadas con mentiras de patas demasiado cortas, dejará algunas anécdotas que, por lo desmesuradas, terminaron por reflejar la época que protagonizó como el 43º presidente de los Estados Unidos. Una de ellas viene a cuento en estos afiebrados días que padece su sucesor, el demócrata Barack Obama. Fue hace exactamente tres años, cuando la crisis financiera daba sus primeros, despiadados coletazos, y el ex mandatario iniciaba el plan de salvataje para las grandes instituciones bancarias a punto de quebrar por el estallido de la burbuja inmobiliaria.
En ese clima tenso, que mucho se parece al que se vive en Washington por estas horas, durante un acto privado en Houston, Texas, Bush dijo, seguro de que se habría cumplido su pedido de off the record: “Wall Street se emborrachó y ahora tiene resaca.”
Bush, conocido antes que como hijo de un presidente que aspiraba a pasearse también por los jardines de la Casa Blanca, por sus problemas con el alcohol, abundó ante los asistentes a la charla, que lo rodeaban jocosos: “La cuestión ahora es cuánto tardará (la plaza financiera) en recuperar la sobriedad y no intentar manejar estos instrumentos financieros complicados.” Se refería al modelo de inversión que había llevado a la crisis. Pero leída a la distancia la frase –que originó un escandelete mediático en ese momento–, suena casi como una premonición.
Porque pasó tanta agua debajo de los puentes que ahora, cuando desde todos los rincones del planeta se miran con expectativa los escarceos entre republicanos y demócratas para evitar un default de la principal economía del mundo, los bancos se anotaron en primera fila para exigir “cordura” a la dirigencia política estadounidense.
El planteo –que coincide en pinceladas gruesas con la nueva directora del FMI, Christine Lagarde– dice que “las consecuencias de la inacción serían fatales: para nuestra economía, para nuestro ya debilitado mercado laboral, para las condiciones financieras de nuestras firmas y familias y para el papel de liderazgo económico de Estados Unidos en el mundo”. La advertencia fue emitida por el Financial Services Forum, una organización que nuclea a los principales bancos de ese país y que fuera muy activa también cuando percibió que todo se caía y necesitaba colaboración estatal para salir indemnes. “Las tasas para cualquier prestatario aumentarían, el valor del dólar bajará, los mercados de acciones y de préstamos entrarían en turbulencias”, insisten los banqueros. Después añaden que una situación semejante no haría sino empeorar la ya complicada situación económica. “En vista de estos peligros muy reales, los responsables de las decisiones políticas deben corregir nuestro curso político financiero (…) para recuperar la confianza de los mercados (…) y crear nuevos puestos de trabajo”, amenazan.
El Financial Services Forum es una institución que junta las cabezas de los cuatro jinetes Wall Street como los llama el periodista y escritor estadounidense Dean Henderson. Allí se reúnen para hacer lobby los CEO de Goldman Sachs (cuándo no), Lloyd Blankfein; de JP Morgan, Jamie Dimon, junto con directivos de Citigroup y el Bank of America, entre otros.
El propio Henderson, en Big Oil & Their Bankers in the Persian Gulf (Las grandes compañías petroleras y sus banqueros en el Golfo Pérsico), recuerda que “una combinación de la desregulación y de fusión-manía (durante los años ’90) ha dejado a cuatro megabancos al tope del gallinero financiero. De acuerdo a Global Finance, en 2010 ellos son el Bank of America (con depósitos por 2,2 billones de dólares), JP Morgan Chase (con 2 billones de dólares), Citigroup (1,9 billones de dólares) y Wells Fargo (1,25 billones de dólares).”
En tiempos de la resaca de la que habló Bush, la Reserva Federal (FED) aportó tras apuradas votaciones en el Capitolio, 700 mil millones de dólares al sistema financiero para subsidiar a los gigantes del sector inmobiliario, los paraestatales Fannie Mae, Freddie Mac o el Bear Sterns, que pasó a manos del JP Morgan Chase.
“Esto sólo es el principio de la crisis”, acertó entonces Joseph Stiglitz. El Nobel de Economía sostiene que la crisis nació como consecuencia de una “mala gestión” de la administración republicana y de la Reserva Federal, que no supervisó debidamente el sistema financiero y –otra vez la parábola etílica– “emborrachó a Wall Street con liquidez antes de la crisis”. Sin dejar de lado “la guerra de los tres billones de dólares”, como llamó a la aventura bélica en Irak.
La línea de tiempo de ese proceso es interesante. Toda esta inyección monetaria se produjo luego de la quiebra del cuarto banco estadounidense, el Lehman Brothers, el 15 de setiembre de 2008. Luego, el Bank of America se quedó con otro caído, el Merrill Lynch. Tres días más tarde, Bush anunció el rescate multimillonario, y las bolsas de todo el mundo alcanzaron subidas récord.
Una semana después, el 22 de septiembre, la Fed aprobó la conversión del Goldman Sachs y el Morgan Stanley de bancos de inversión a bancos comerciales, lo que en teoría permite a las autoridades ejercer una mayor regulación sobre las entidades.
Pero por eso de que es muy difícil salirse de las adicciones, al cabo de poco más de un año, y con un nuevo ocupante en el Salón Oval, surgió otro escandalete cuando se conocieron los balances de los mismos bancos que se suponía debilitados por la crisis. Que a fines del 2009 habían pagado unos 144 mil millones de dólares en primas y bonificaciones a sus ejecutivos. En consideración a las ganancias obtenidas en ese ejercicio.
La polvareda fue tan grande que desde algunos rincones de la burocracia estatal se iniciaron investigaciones sobre los bancos cuestionados. Así fue que la Comisión del Mercado de Valores de EE UU (SEC, por su siglas en inglés) abrió una demanda contra Goldman Sachs por haber escondido información a sus inversores sobre los productos que estaban ofertando, que no eran otra cosa que las hipotecas tóxicas, y perdieron millones.
La cosa no duró mucho y en julio del año pasado, Goldman llegó a un acuerdo extrajudicial. Solucionó el problema pagando 500 millones de dólares de multa (una bicoca, dado los montos de los que se habla) y todos en paz. Hace algunas semanas, la SEC acordó con JP Morgan la devolución de 106 millones de euros a inversores que también habían sido damnificados por la información errónea que recibieron.
El procurador general del estado de Nueva York, Eric T. Schneiderman, también inició una investigación, aunque en el foro penal, contra el Bank of America, el Goldman Sachs y Morgan Stanley por sus operaciones inmobiliarias. Funcionarios judiciales de otros estados están negociando arreglos amplios con los grandes bancos sobre lo que en inglés se conoce como el foreclosuregate, por los posibles fraudes con hipotecas que pueden dejar a millones en la calle a raíz de maniobras con créditos pedidos de buena fe.
Huffington Post dio detalles sobre una auditoría federal al Bank of America, el JP Morgan Chase, Wells Fargo, Citigroup y Ally Financial, también sobre el espinoso tema de las hipotecas.
Como es usual en los Estados Unidos, bien pudiera terminar todo en convenios entre abogados sin llegar a presentarse ante los jueces. Por eso de que siempre es mejor un mal acuerdo que un buen juicio, sobre todo para la reputación de los bancos. Arreglos que se suelen cerrar con un whisky en las rocas.

Tiempo Argentino
Julio 30 de 2011

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