Desde Beijing
PRIMERA PARTE
China avisa. Y si ya superó en producción industrial a Estados
Unidos, durante más de un siglo el principal fabricante mundial de casi
todo, ahora promete alcanzar la autosuficiencia en la producción
agrícola en un par de años. Al menos eso se desprende de las metas del
último programa quinquenal.
En cualquier otro país del mundo cabría la sospecha de si esas
proyecciones se cumplirán. En el caso chino, desde que en 1978 el
gobierno de Deng Xiaoping abrió la economía a la iniciativa privada, las
tasas de crecimiento del país y de cumplimiento de las planificaciones
fueron lo suficientemente altas como para colocar a China a la cabeza
del mundo desarrollado, incluso mucho antes de lo esperado. Tanto que
Beijing es hoy un paso inevitable para los líderes políticos mundiales y
los popes financieros en medio de una crisis global de inciertas
conclusiones.
Que China sea autosuficiente es un dato no menor, sobre todo para
economías como las latinoamericanas, que en los últimos años encontraron
en el gigante asiático al comprador ideal para sus productos agrarios.
De hecho, el gobierno de esa nación calcula que en los próximos cinco
años el intercambio con la región treparía a los 40 mil millones de
dólares sólo en agricultura.
La cifra fue revelada en Beijing por el subdirector general de
Cooperación Internacional del Ministerio de Agricultura, Xie Jianmin, en
una exposición ante un grupo de periodistas latinoamericanos –entre los
que estaba Tiempo Argentino– especialmente invitados a conocer de
primera mano los avances de China en la materia.
Convertida ya en el principal socio comercial de naciones como la
Argentina y Brasil, pero también de Chile y Perú, el cálculo menos
optimista dice que en breve el 10% del intercambio bilateral entre
Latinoamérica y China será en este rubro. Y que la región concentrará el
20% del comercio agrícola de China con el resto del planeta.
Xie se esperanzó en que los precios de los granos tiendan a bajar, ya
que atribuyó el incremento notable de los últimos meses, no solamente a
la sequía en Estados Unidos sino a una "reacción exagerada y a la
especulación de los mercados". Para explicar mejor su punto de vista, el
funcionario señaló que las medidas de proteccionismo que algunos
gobiernos aplican para asegurarse el abastecimiento interno no fueron
tan profundas como antes. "Tengo información de que Rusia descartó la
posibilidad de imponer restricciones a sus exportaciones agrícolas”,
añadió Xie.
De allí que las cifras puestas sobre la mesa en el moderno edificio de
la capital china aparezcan en el fondo en una advertencia en el marco de
mercados altamente inestables con cotizaciones que se disparan a las
nubes ante la menor brisa desfavorable. Así fue que Xie recordó algunos
indicadores que revelan la importancia que se ven obligadas a tener en
cuenta las autoridades chinas sobre el factor agrario: China es hoy por
hoy el país más poblado de la tierra, con poco más de 1300 millones de
habitantes (ver aparte), esto es, el 21% de la población mundial. Sin
embargo, a pesar de ser el cuarto país en extensión del planeta, tiene
apenas el 9% de la superficie cultivable, lo que le da un promedio per
cápita de tierra de 0,092 hectáreas, el 40% del promedio mundial.
Durante años, la explotación de la tierra fue un problema para China. La
cuestión se hizo particularmente complicada luego de la revolución del 1
de octubre de 1949, cuando nace lo que se conoce como la Nueva China,
cuando Mao Zedong y el Partido Comunista toman el poder. Porque en ese
lapso pocas veces la producción campestre alcanzó para satisfacer las
necesidades del resto de la población. Hasta que a la muerte del líder
comunista, en 1975, se abrieron vientos de cambio para el sistema de
propiedad y aprovechamiento de los recursos. Que formalmente aparecen en
1978, con la apertura de la economía impulsada por Deng, pero que en
realidad se vislumbraban desde que en 1972 Mao y el entonces presidente
estadounidense Richard Nixon sellaron un acuerdo que conformó una
amistad hasta entonces inconcebible entre los dos países.
En el caso de las zonas costeras de China, la apertura significó el
salto al desarrollo más formidable en la historia de la humanidad, con
tasas de crecimiento que rondaron un impresionante 10% durante varios
años.
Pero este crecimiento, que disminuyó fuertemente la pobreza, se hizo a
expensas del traslado de población de zonas agrarias a las nuevas
ciudades que se construyen en forma acelerada. China, una nación
esencialmente agraria, hizo la experiencia de urbanización más acelerada
del género humano, al llevar un promedio de 20 millones de personas de
la vida rural a la urbana. Aun así, hoy tiene la mitad de sus habitantes
viviendo en el campo. A pesar de que todavía el índice de construcción
es asombroso y visible por cuanta parte del territorio quiera recorrer
el visitante.
De hecho, entre los objetivos estratégicos del gobierno para el área
agrícola en el próximo quinquenio, uno es la seguridad alimentaria, que
incluye la soberanía en cuanto a la producción agraria en condiciones de
sanidad adecuadas. El otro es aumentar el bienestar de los pobladores
rurales, como para "fijar" su residencia en áreas agrícolas y que no se
vayan a buscar mejores oportunidades a las ciudades, donde como se
entenderá crearían un problema social de consecuencias nefastas.
Para mostrar la forma en esta sociedad enmarcada en un sistema comunista
pero con amplias facilidades para la iniciativa privada es que el
gobierno invitó a la prensa latinoamericana. Tiempo Argentino fue uno de
los pocos que tuvo el privilegio de hacer el recorrido. «
Como el INTA, pero a escala enorme
La propiedad de la tierra en China es colectiva. Puede decirse
entonces que no pertenece al Estado, pero tampoco a los particulares.
Con 121 millones de hectáreas cultivables pero un nivel de desarrollo
alocado que implica la urbanización acelerada y la creación de parques
industriales que le quitan un promedio de 200 mil hectáreas anuales al
campo, la explotación de la poca tierra que queda es no sólo un desafío
sino una necesidad imperiosa. Y según reconocen funcionarios del
gobierno, la producción no se caracterizó por sus altos rendimientos
durante el período más ortodoxo de la revolución comunista. En los 20
años que fueron de 1958 a 1978, los granjeros recibían una paga de
acuerdo al trabajo realizado en los campos, y el gobierno compraba
compulsivamente y fijaba los precios de acuerdo a evaluaciones alejadas
de las cotizaciones o los costos de producción.
Desde la apertura económica, se implementó un sistema de propiedad
colectiva pero cada grupo familiar tiene un derecho de gestión, que es
transferible y heredable. Se cambió también en esa época el modo de
venta de los productos, y los productores, que no sólo pueden asociarse
para crear unidades de explotación más racionales, ahora venden de
acuerdo a precios de mercado y siguiendo la cadena de distribución más
conveniente. Incluso a compañías o cooperativas que se dedican a la
distribución.
Se formalizaron también cooperativas que, en el caso de las zonas más
apropiadas para el cultivo de granos y que se van mecanizando a un
ritmo inusitado, implican también la creación de otros emprendimientos
colectivos asociados de conductores de la maquinaria. De este modo, los
ingresos de los trabajadores del campo treparon de unos 4000 yuanes al
año a cerca de 10 mil. Cien yuanes equivalen a poco más de 73 pesos
argentinos a la cotización oficial.
Una de las granjas que visitó el contingente de periodistas
latinoamericanos fue el complejo de Hailaer, unas 3000 hectáreas en la
Mongolia interior, una región autónoma que linda con Rusia, donde se
creó también un centro de investigación para el desarrollo de nuevas
técnicas de producción y el mejor y más racional aprovechamiento de los
fertilizantes y el agua, otro bien escaso en el país asiático.
En cada rincón de China hay laboratorios especializados de mayor o menor
dimensión. Además, existe una Academia de Ciencias Agrarias que tiene
un conglomerado de centros de investigación sobre cada uno de los
cultivos y producciones del campo a nivel federal. Una suerte de INTA,
creado también en 1957, pero de dimensiones estratosféricas.
Cuenta con centros especializados en el desarrollo de semillas, en
biotecnología, en sanidad y desarrollo animal, vegetales, flores,
hidroponía y piscicultura. Tienen incluso un Instituto de la Batata.
El pico argentino
A pesar del control de la natalidad que se aplica desde 1979
–planificación familiar, como lo bautizó el gobierno–, el crecimiento
poblacional es por ahora indetenible en ese país. Las estimaciones más
fundamentadas calculan que la población recién se "estabilizará" hacia
2040, con un total de cerca de 1600 millones de habitantes. Más allá de
ese número corre riesgo tanto la alimentación como la provisión de agua y
hasta la eliminación de los residuos.
Ahora, indican en los centros académicos, nacen 17 millones de bebés por
año y la tendencia es a un crecimiento de la edad promedio de la
población, a caballo de mejoras en la alimentación y la atención
sanitaria de grandes capas de la población. La cifra total de habitantes
que tiene China, por lo tanto, es siempre un número fluctuante.
Actualmente, se comentaba en los corrillos del grupo de periodistas que
recorrió la región agropecuaria del Noreste, son "1300 millones y pico"
de habitantes. El pico, unos 40 millones, es la población total de la
Argentina.
Tiempo Argentino
Setiembre 9 de 2012
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