Los vientos que soplan en el mundo
Las palabras de Barack Hussein Obama resonaron en la Universidad
egipcia y el eco se extendió a todo el mundo. "He venido a El Cairo para
buscar un nuevo comienzo entre los Estados Unidos y los musulmanes de
todo el mundo, un nuevo comienzo basado en el interés mutuo y el respeto
mutuo, y en la verdad de que América y el Islam no son realidades
excluyentes (sino que) debemos compartir los principios que nos son
comunes –los principios de la justicia y el progreso, la tolerancia y la
dignidad de todos los seres humanos." Fue a principios de junio de 2009
y Obama recién había llegado al gobierno montado en un puñado de
promesas de cambio que el tiempo fue opacando.
Estos cuatro años de gestión del primer presidente no blanco en la
historia de Estados Unidos, sin embargo, mostraron pocas modificaciones
de peso en la política exterior de la potencia imperial. Lo que dejó un
sabor amargo entre quienes apoyaron a Obama desde el sector más
progresista de la sociedad en 2008. Sobre algunas de estas lamentaciones
hincó el diente Clint Eastwood en la Convención Republicana de Tampa,
Florida, que ungió la fórmula Romney-Ryan para suceder al demócrata.
Aunque claro, entre las facturas que le pasó el director cinematográfico
no figura el incumplido cierre de la cárcel de Guantánamo.
A pesar de todas las críticas que se le hace desde todos los sectores
–tanto de la derecha más cerril como de los "radicals"– algún día tal
vez se le compute a su favor que la llamada Primavera Árabe es una
consecuencia de la iniciativa de Obama. Una iniciativa que se plasmó en
la tierra de los faraones –y como quien dice en las narices del todavía
hombre fuerte Hosni Mubarak– con su ya famoso discurso.
Como sea, el flamante presidente egipcio, Mohamed Mursi, ya dio la
nota cuando pateó el tablero cuando ganó una elección que se le mostraba
hostil. Surgido en medio de las desconfianzas del establishment
internacional y con una debilidad propia de una transición pergeñada
para salvar los intereses de los militares egipcios, Mursi quiere dar
señales de que piensa hacer de Egipto una referencia inevitable a la
hora de encarar la problemática árabe.
Por lo pronto, y luego de una entrevista con la secretaria de Estado
Hillary Clinton en El Cairo, desplazó de un plumazo a los uniformados
que intentaban sofocar su gestión, y acto seguido salió al mundo a
mostrarse en su nuevo rol.
Su primera visita fue a Arabia Saudita, donde llegó con tono
conciliador. No es para menos: desde que el régimen de Mubarak se fue
anquilosando en una estructura corrupta que se aprovechaba de las
ventajas de una relación privilegiada con Estados Unidos, Egipto había
dejado de intervenir en las decisiones importantes en su vecindario. El
papel lo fue ocupando el reino de la dinastía Saud, que no se
caracteriza por ser un paraíso de la libertad y los derechos civiles,
pero garantizó un seguimiento sin fisuras a las políticas de Washington
durante décadas.
En la sureña ciudad portuaria saudí de Jeddah, Mursi planteó ante el
rey Abdullah sus intenciones en torno de la estabilidad regional.
"Nuestras discusiones fueron fructíferas y constructivas, y en el
interés de Egipto, de Arabia Saudita y de los pueblos de la región", le
contó a los periodistas que lo esperaban a la salida de la reunión.
La segunda pasada por Migraciones del mandatario surgido de las filas
de los Hermanos Musulmanes fue en Beijing. En la capital china, el
ingeniero y docente universitario egipcio se reunió en el Palacio del
Pueblo, frente a la histórica plaza de Tiananmen, con el primer ministro
Wen Jiabao y el vicepresidente, Xi Jinping. Seguramente haciéndose eco
del discurso de Obama, que en aquel lejano 2009 señaló su voluntad de
aportar a la creación de dos estados "en los que palestinos e israelíes
vivan en paz y con seguridad", China y Egipto firmaron un documento en
que apoyan la creación del Estado palestino. Pero también hablaron de
negocios y de la forma en que Beijing podría ayudar al crecimiento del
país árabe, ávido de capitales para reducir la pobreza y la inequidad en
grandes capas de su población.
De allí se fue a Irán, donde se desarrolló el encuentro de los Países
No Alineados (NOAL). Egipto ejercía la presidencia del organismo y
debía entregarla a Irán. Era una prueba de fuego para Mursi, quien
fustigó al gobierno de Siria y dio un fuerte respaldo a la oposición a
Al Assad, a la que interpreta como la expresión de las protestas
sociales contra regímenes similares a las que lo depositaron a él mismo
en el poder. Lo que obviamente despertó las críticas más feroces en
Damasco.
El apoyo a la revolución en Siria, sostuvo Mursi, es "un deber moral y
una necesidad política y estratégica". Del encuentro en Teherán también
participó el secretario general de la ONU, el coreano Ban Ki-moon, a
pesar de los cuestionamientos de Israel y Estados Unidos, quienes le
advirtieron que Irán habría de utilizar su presencia para su beneficio
político particular.
Ban, en cambio, aprovechó la cumbre para decirle a los gobernantes
iraníes –en su propia tierra– que negar el Holocausto resulta
inaceptable para el organismo internacional. Más aun, que "alegar que
otro Estado miembro de ONU, como Israel, no tiene el derecho a existir o
describirlo en términos racistas no sólo es totalmente equivocado, sino
que socava los principios que nos hemos comprometido a defender".
En Tampa, mientras tanto, las críticas hacia la política exterior de
Obama, a la que los duros del partido consideran timorata, no dejaron de
extenderse dentro de un partido que busca apoyo en las elecciones de
noviembre para un retorno a aquel mundo que construyeron los Bush desde
la caída de la Unión Soviética. Romney, sin ir más lejos, había asumido
fuertemente la defensa del estado judío en su gira a Israel en julio
pasado.
"La paz viene de la fuerza", exageró en la Convención republicana la
ex secretaria de Estado Condoleezza Rice, en un mensaje desafiante
contra Rusia y China, a los que acusó, entre otras cosas, de bloquear
iniciativas de paz en Siria. El ex candidato presidencial John McCain,
quien perdió contra Obama en 2008, no quiso quedarse atrás y destacó que
su país lideró "desde la vanguardia, jamás desde la retaguardia. Esto
es lo que hace a EE UU una nación excepcional: no se trata sólo de
quiénes somos, es el récord de lo que hemos hecho". Otra muestra de cómo
la ostensible disminución de la influencia estadounidense en el resto
del mundo puede repercutir en los futuros comicios.
En otra señal de los vientos que soplan en el mundo, también hizo pie
en Beijing la canciller alemana Angela Merkel. La líder conservadora,
se dijo oficialmente, intentaba calmar "la inquietud" china sobre la
zona euro, cuando por primera vez en décadas las estadísticas muestran
una mengua en el crecimiento del país asiático. El premier Wen Jiabao le
prometió que seguirán invirtiendo en la Unión Europea, firmó contratos
para comprar 50 aviones Airbus y para la apertura de plantas
industriales de Volkswagen y EADS, fabricante de artilugios de defensa,
en tierra china.
Merkel, finalmente, se fue tranquila.
Tiempo Argentino
Setiembre 2 de 2012
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