El inicio de conversaciones de paz entre el gobierno de Juan Manuel
Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fue
recibido con aprobación por todos los gobiernos latinoamericanos y
europeos. La única voz discordante fue la del ex presidente Álvaro
Uribe, un enamorado de la eliminación física del oponente como método
para desarticular una lucha interna que ya lleva más de medio siglo.
Dos veces presidente (2002-2010) y el puntal más firme del Pentágono en
esta parte del planeta en décadas, acusa de traidor a Santos y señala
que el diálogo sólo beneficiará al venezolano Hugo Chávez en medio de su
campaña reeleccionista y "luego de haber sido cómplice de las
guerrillas".
"Para hacerse publicidad electoral, lavarse la cara y aspirar a la
reelección quiere aparecer como el promotor de la paz en Colombia, es un
tremendo engaño", despotricó Uribe en un reportaje al diario chileno La
Tercera. Para el ex mandatario colombiano, Santos comete varios
errores al privilegiar el diálogo. "El gobierno va a esta mesa de
negociaciones con una seguridad debilitada y al terrorismo con
recrudecimiento (…) empiezan la negociación sin exigirle un cese
verificable de actividades criminales (y además) ¿Van a negociar el
narcotráfico con el principal cártel del narcotráfico del mundo como son
las FARC?"
Para tratar de entender semejante disgusto contra su sucesor en el
gobierno colombiano convendría adentrarse un poco en la controvertida
historia personal del hombrecito que dirigió los destinos de ese país
hasta hace dos años y que en sus ocho años de gestión apeló a todas las
triquiñuelas posibles para cumplir su voluntad, al nivel de un chico
caprichoso pero bendecido por los poderosos de turno.
Hijo de una de las mayores fortunas de Medellín en su momento, Uribe
Vélez pasó por los mejores colegios con medalla de oro y realizó cursos
en Harvard y Oxford, como corresponde a quienes aspiran a un destino
dirigente en sus países. Comenzó su vida política desde muy joven, y ya a
los 28 obtendría el cargo que más satisfacciones debe de haberles
dejado a sus parientes y favorecedores, al decir de sus críticos y sobre
todo de informes de la DEA, el organismo estadounidense para el combate
del tráfico de drogas. Es que entre 1980 y 1982 Álvaro Uribe Vélez fue
director de la Aeronáutica Civil durante la presidencia de Julio César
Turbay. Desde allí se encargaba de otorgar licencias para la
construcción de aeropuertos y autorizaba el patentamiento de aeronaves a
empresas y particulares.
Era un puesto clave para alguien que quisiera beneficiar al mejor
negocio para un colombiano de esos años. El transporte de sustancias
ilícitas necesita de pistas de aterrizaje convenientes y aparatos
medianamente legalizados.
Otro agregado a su currículum: las familias Uribe y Vélez tienen lazos
de parentesco con los Ochoa, pero además, Álvaro se encargó en sus
inicios de estrechar vínculos con Pablo Escobar Gaviria. Todos sus
parientes también participaron de estas relaciones. Luego estas
amistades se convirtieron en salvavidas de plomo. Sobre todo desde que
su padre, Alberto Uribe Sierra, fuera asesinado en un confuso incidente
al bajar del helicóptero Hugues-500, con matrícula HK 2704X, en la finca
Guacharacas, de Antioquia, el 14 de junio de 1983.
El hombre, de 47 años, era criador de caballos y un fuerte hacendado,
aunque fue acusado por los zares de la droga de haber sido el primer
narcotraficante en la historia de ese país. Como sea, oficialmente cayó
baleado por efectivos de las FARC cuando resistió un intento de
secuestro, una interpretación que no comparten organismos como la DEA.
Uribe Sierra había dejado tantas deudas que sus herederos tuvieron que
salir a vender gran parte de las propiedades para quedar al día. La
piedra en el zapato, sin embargo, fue el helicóptero. Que estaba en la
mira del ministro de Justicia de Belisario Betancur, Rodrigo Lara
Bonilla, desde que a principios de marzo de 1984 policías nacionales y
agentes de la DEA allanaran la mayor factoría de cocaína de la selva
colombiana, Tranquilandia, un complejo de 19 laboratorios con 8 pistas
de aterrizaje en la zona de Caquetá.
Lara Bonilla solía lamentar que la sociedad colombiana estuviese tan
imbricada con el comercio de narcóticos, y como ejemplo solía mencionar a
Uribe Vélez y a su padre Uribe Sierra. Y en Tranquilandia apareció la
famosa nave, que los deudos del criador de caballos todavía tenían a su
nombre pero no alcanzaron a explicar por qué había volado hasta esa
lejana región del sur colombiano.
Pocos días después del hallazgo, el 30 de abril, el ministro caía
atravesado por una ráfaga en un barrio del norte de Bogotá. Lo
masacraron dos sicarios que iban en una moto Yamaha DT 175. Lara
Bonilla pertenecía al Nuevo Liberal, el partido que había fundado con
Luis Carlos Galán Sarmiento. Este punto es importante para entender el
drama que viven los colombianos desde hace décadas. Porque el 18 de
agosto de 1989 también sería asesinado Galán Sarmiento, por entonces
candidato a la presidencia. Galán Sarmiento era hijo de Mario Galán,
otro destacado dirigente liberal que había sido perseguido luego del
asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Testigo privilegiado de ese
momento histórico fue el joven estudiante cubano Fidel Castro, que lo
tiene como un hito de su aprendizaje político. El crimen es el principal
antecedente para el nacimiento de los grupos armados.
Andando el tiempo, en 2002, Uribe Vélez llega a la Casa de Nariño con un
abrumador 52,8% de votos. El enfrentamiento con las FARC fue desde ese
día feroz. Hasta que en 2004, dos publicaciones de Estados Unidos que no
pueden ser caratuladas de izquierdistas (Newsweek y El Nuevo Herald)
publicaron documentos desclasificados de la DEA de 1991 con un listado
de personajes de la vida colombiana vinculados con el narcotráfico. Una
especie de quién es quién en el que el puesto 82 le cabe a Uribe Vélez, a
quien el organismo estadounidense define como "un político colombiano
dedicado a la colaboración con el Cártel de Medellín en los más altos
niveles (…) Su padre fue asesinado por su conexión con los traficantes
de narcóticos (…) Uribe es un cercano amigo personal de Pablo Escobar
Gaviria", el que fuera capo máximo del Cártel de Medellín.
Los papeles fueron obtenidos por la National Security Archive, una ONG
financiada por la Carnegie Corporation, la MacArthur Foundation y la
Fundación Ford. Claro, la publicación no es inocente, ya que cuestiona a
Uribe porque como senador se había opuesto a la extradición de los
zares de la droga a Estados Unidos. Pero se ve que hizo tanto efecto
como para que siendo presidente solidificara sus lazos con las políticas
más regresivas de Estados Unidos hacia la región.
En el camino, Uribe se enfrentó con los gobiernos populares de sus
alrededores con una visión del mundo fanatizada como tan sólo pueden
hacer los recién conversos. Su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos,
autorizó en marzo de 2008 la incursión ilegal en tierra ecuatoriana que
terminó con la vida del líder guerrillero Raúl Reyes, metiendo a su país
en un brete diplomático con el gobierno de Rafael Correa.
Tenía todo listo para dejarle una perla al mismo Santos, su sucesor,
cuando semanas antes de entregar el poder, en 2010, potenció al límite
sus hostilidades con Chávez, acusándolo de proteger a las FARC. El
conato bélico fue abortado por el entonces secretario de Unasur, Néstor
Kirchner, en un acuerdo tan duradero que para muchos es el eje en que
Santos se apoyó desde que llegó al gobierno.
Por eso no extraña que el solo anuncio de que Santos abría negociaciones
en Oslo y luego en La Habana pusiera los pelos de punta a Uribe, quien
en el reportaje al diario chileno le recordó que "en buena parte del
electorado lo votó para que continuara unas políticas, las nuestras, que
él se comprometió a continuar".
Cualquier acuerdo de paz exitoso deja sin uno de los principales
argumentos a las bases que Estados Unidos desplegó en un territorio como
el de Colombia, donde menos podría esperarse una anuencia con
Washington. Como que se están por cumplir cien años de que el
presidente Theodore Roosevelt forzara la secesión de la provincia de
Panamá para construir allí el canal que le dio el decisivo control del
comercio marino a la nueva potencia imperial.
Para la gran mayoría de la población el tema pasó al olvido y Uribe no
tiene la menor intención de revisar esa cuestión. Será porque nació un 4
de julio. El día de la independencia de Estados Unidos.
Tiempo Argentino
Setiembre 8 de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario