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Asturias y la contradicción latinoamericana


Fue hace 45 años y el galardón no era solo para él, sino que era un Nobel de Literatura al Boom Latinoamericano, esa explosión de voces, aromas y colores que inundó las bibliotecas del mundo en los años '60. Después de todo, Miguel Ángel Asturias Rosales (1899-1974) había estado en los orígenes de ese movimiento y había desmenuzado como nadie el realismo mágico de estas tierras.

Por eso ahora, su hijo, Miguel Ángel Asturias Amado, lamenta lo poco que se recuerda al autor de La trilogía bananera. Sobre todo en Argentina, el país donde publicó su obra, donde vivió con intermitencias desde 1948 hasta 1962 y donde completó su universo literario desde una casa en una isla del Tigre, sobre el río Sarmiento, que llamó Shangri-la. El refugio en el que se sumía los fines de semana con su esposa argentina Blanca Mora y Araujo.
De Buenos Aires se fue cuando los militares derrocaron a Arturo Frondizi. Lo habían detenido junto con una camada de intelectuales "peligrosos" para el régimen. Cuando salió en libertad no quiso repetir los avatares sufridos con la caída de Jacobo Arbenz. Su hijo es un argentino más, aunque guarda como un tesoro la memoria del laureado novelista y su amor por Guatemala.
La polémica con otro Asturias, Rodrigo, líder del grupo guerrillero Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) –quien usó el nom de guerre "Comandante Gaspar Ilom", como uno de los personajes de otra novela, Hombres de maíz, y fue uno de los negociadores de los acuerdos de paz de Guatemala en 1996– es otro capítulo de esta verdadera muestra de las contradicciones latinoamericanas.
De todo esto habló Asturias Amado con Tiempo Argentino durante más de una hora y media en su departamento cercano a la cancha de River. Decorado con obras originales de dos amigos del escritor: un cuadro de Juan Carlos Castagnino y un collage de Rafael Alberti.
"Mi padre venía de una familia de clase media guatemalteca, religiosa y tradicional. Digo esto para marcar que no provenía de un hogar pobre." Se apura Asturias Amado. Todo para contar que la joven Asturias pudo ir a la universidad. "Hizo medio año de Medicina y se metió en Abogacía." Luego describirá esta etapa en Viernes de dolores, "una referencia al viernes anterior al Viernes Santo, cuando los estudiantes salían por las calles a manifestarse contra la dictadura de entonces. Iban todos disfrazados y ahí nace una canción de protesta que se llama 'La Chalana' y de la que mi padre había sido coautor y que todavía se sigue cantando".
–¿Podría decirse que fue allí que comenzó su relación con las letras?
–Mi padre hace su tesis sobre el problema social del indio, muy cuestionada luego porque, a la usanza de lo que se planteaba entonces, ve como solución el cruce del indígena con el europeo.
–¿Proponía una mixtura social?
–Un cruce entre la raza indígena-guatemalteca-maya y otras razas europeas. En la Guatemala de ese entonces estaban muy de moda ese tipo de teorías. Incluso los liberales de izquierda, con influencia del mexicano Benito Juárez, planteaban también ese tipo de cosas. Pero mi padre se recibe, empieza a ejercer la abogacía y mi abuelo, pensando que podía correr problemas, lo manda para Inglaterra con un amigo de él. Terminó en París, donde encontró un medio intelectual muy abierto. Y ahí mismo comienza a estudiar las mitologías mayas en la Universidad de La Sorbona y luego traduce del francés al castellano el Popol Vuh, el libro sagrado maya. En París conoce a Rafael Alberti y Pablo Neruda. Cada escritor se había propuesto contar lo que pasaba en su país y él habla de lo que pasaba con la dictadura de Manuel Estrada Cabrera. Así nace El señor presidente, su obra más famosa. Luego publica Leyendas de Guatemala, con prólogo de Paul Valéry. Cuando la dictadura cae, él vuelve a Guatemala, donde se casa, nace mi hermano Rodrigo y después yo. 
–Allí es cuando comienza a participar en política.
–Con el triunfo de la revolución de 1944 hay elecciones libres por primera vez, y mi papá es nombrado agregado cultural de la embajada en México. Pero viene la separación con mi madre y él va a Buenos Aires en 1948, también como agregado cultural. Aquí la conoció a Evita y al poeta Oliverio Girondo, y consigue que la editorial Losada le publique El señor presidente.
–Con lo que comenzó su gran repercusión como escritor…
-Sí, ese libro fue un éxito. En el año 1953, le dan el premio al mejor libro editado en francés y se va a la embajada guatemalteca en Francia. Era un momento muy importante en América Latina, porque Jacobo Arbenz gana las elecciones.
–El Che Guevara estaba allí entonces.
–Exactamente. El caso es que Don Jacobo nombra a mi padre embajador en El Salvador, porque quería poner gente de confianza en los países limítrofes para evitar una posible invasión a Guatemala. Pero no lo pudieron evitar.  Mi padre estaba muy triste, nunca se imaginó que Estados Unidos iba a entrar como lo hizo, bombardeando al pueblo. Lo que más se le criticó a Don Jacobo es que no repartió las armas, los indígenas se defendieron con machetes. Su caída significó una cantidad enorme de exiliados políticos y, a partir de ahí, comienza el sufrimiento de Guatemala, que se profundiza con 30 años de una guerra civil terriblemente violenta, con miles de muertos, ciudades y pueblos destrozados, que se terminó con la firma de la paz que desgraciadamente no trajo resultados. Poca gente conoce la Revolución Guatemalteca y la posterior guerra civil, conocen bastante más la de Nicaragua y la de El Salvador.
–¿Cómo fue la situación de su padre después de caído Arbenz?
–Primero se queda en El Salvador y luego hizo un viaje por Europa con un "pasaporte de no argentino", que el país le da a personas que no tienen un país de origen y Argentina se responsabiliza por ellos. Finalmente, regresa a Buenos Aires y se integra mucho más, junto con otros escritores sudamericanos.
–Formaba parte de un sector más bien antiperonista.
–Perón fue un tema muy delicado para el guatemalteco. Cuando cae Arbenz, una de las embajadas donde más gente se refugió, además de la mexicana, fue la argentina. El Che, por ejemplo, fue a la embajada mexicana y por eso termina en México, donde conoce a Fidel Castro. Perón manda dos aviones a buscar a los que se habían refugiado en la embajada argentina. Pero muchos eran del Partido Comunista, y en una redada contra comunistas en Argentina, agarraron a un guatemalteco. Entonces, Perón ordenó que se metiera a todos los exiliados en la cárcel. Hay que tener en cuenta que el PC argentino estaba dentro de la Unión Democrática y era un furibundo opositor al peronismo. En la Conferencia de Caracas de la OEA, (el preámbulo de la invasión) todos votan en contra de Guatemala, menos tres que se abstienen, México, Argentina con Perón y Bolivia con el primer Paz Estenssoro. Hace unos días fui a conocer la Casa Rosada y entré al Salón de los Patriotas Latinoamericanos y me llenó de alegría ver que estaba Jacobo Arbenz.
–¿Qué ideología tenía su padre?
–Era un tipo de izquierda no partidario. Después de la caída de Arbenz es totalmente coherente con su posición de izquierda. Apoya a Cuba, denuncia permanentemente lo que pasaba en Guatemala y en el resto de América Latina. La Argentina es el país donde mi padre escribió y publicó la mayoría de su obra, tenía su casa en el Tigre, que la sigue manteniendo la familia de su última mujer. Amaba Argentina. Sus tres países fueron: Guatemala, por ser su país de origen; Francia, porque París fue su lugar de formación; y Argentina, donde estuvo hasta el año '62. Vivía en Libertador y Basabilbaso. Estaba cerca de la zona de librerías, de la avenida Corrientes, vivía a dos cuadras de lo de su amigo Girondo, y estaba cerca del tren que lo llevaba al Tigre.
–Borges también vivía por ahí…
–Pero no se frecuentaban. Una vez Borges, en un congreso, no quiso subir al ascensor porque estaba el "comunista" Asturias. Cuando, después de ganar el Premio Nobel, le preguntaron a mi papá qué opinaba de Borges, dijo: "No voy a hablar de los vencidos".
–¿Por qué se va de Argentina?
–Se va cuando cae Frondizi, porque lo meten preso. Frondizi cae porque Framini ganó la elección en la provincia de Buenos Aires. La noche del golpe de Estado, los militares se llevan presos a todos los intelectuales de izquierda y los meten en un barco. Muchos de ellos eran habituales de mi casa. La razzia estuvo a cargo de un general Túrolo, al que (Ernesto) Sábato le pide en una carta que libere a mi papá y le dice: "En el futuro no van a hablar de quién lo llevó preso a Asturias sino de que Asturias estuvo preso en Argentina." Cuando mi papá sale de prisión, ya no le da confianza vivir en la Argentina. Había tenido mucha participación en la famosa Conferencia de la OEA de Punta del Este, a la que va el Che Guevera. Mi padre fue el presidente de la conferencia paralela que se hace apoyando a Cuba. Mi padre conocía al Che, había ido a Cuba tres veces. Yo ya estaba en segundo año de Ingeniería y decidí quedarme. Mi padre salió sin rumbo fijo. Comenzó a vivir de charlas en universidades, muy al límite de las cosas, por supuesto. En 1966, un 1 de mayo, estando en Génova, sale a comprar el diario y se entera de que le dieron el Premio Lenin de la Paz en la Unión Soviética. Eso era algo de plata y una condecoración importante. En ese mismo tiempo triunfa en Guatemala lo que se llamó el tercer gobierno de la revolución, un amigo de la familia nuestra, Julio César Méndez Montenegro, y lo nombra embajador en París. Es otra de las grandes controversias, pero antes de aceptar habló con los grupos de izquierda y, desde París, él les dio pasaporte a todos los que estaban por allí estudiando o trabajando y que habían sido expulsados por los gobiernos militares y entonces no tenían documentación. Pero la guerra civil seguía.
–O sea que chocaba con la guerrilla del hijo. ¿Cómo se vivió eso en la familia?
–Nosotros no sabíamos nada de Rodrigo, él nunca nos involucró, no había correspondencia. Rodrigo vivió muy mal, mi hermano sufrió mucho, daban plata por su cabeza. Sé que sufrió mucho la aceptación de la embajada (ver aparte). Pero a continuación vino el premio Nobel de Literatura. Que no se lo dan por un libro sino que la Academia Sueca habla de que el Boom Latinoamericano ha sido muy impactante en el mundo y dice que el principal representante de ese boom era Miguel Ángel Asturias 
–El premio no era a él.
–No, el premio era al Boom Latinoamericano y al máximo representante. Lo que a mí me duele es que en ningún momento, cuando se habla del Boom, lo nombran a él. En la época de los militares estaba prohibido hablar de él y yo sé que es complicado como escritor, que es difícil leerlo. Pero que no se diga una palabra...
–¿Se lo respeta en Guatemala?
–No, allá sigue la misma disyuntiva de que es un escritor comunista no querido y no le dan el valor que tiene. La obra de mi padre ahí está escrita, su acción de vida fue importante, activó mucho políticamente y se comprometió bastante, con sus errores, que los tuvo, pero nunca claudicó, nunca traicionó la causa de la revolución guatemalteca. Inclusive, lo hablamos con mi hermano luego de que se firmara la paz. Yo le pregunté qué pensaba de nuestro padre y me dijo que a esta altura lo entendía. Que entendía lo que debía haber sufrido mi papá cuando él estaba en la guerrilla. Había muchas muertes en Guatemala y él pensaba que no iba a poder hacer nada desde la guerrilla.  «
Embajada y guerrilla
–¿Cómo fue ser hijo de Miguel Ángel Asturias?
–Un gran orgullo, con ventajas y desventajas o cosas tristes. No lo pude gozar como padre, porque no estuvo a mi lado en circunstancias clave de mi vida. Como todo creador, era egoísta, un trotamundos total, y eso se sufre. Pero es un gran orgullo. Me enseñó la humildad, al no haberme mezclado en la parte pública de su vida. Y además, me enseñó el amor a Guatemala.
–¿Volvió a Guatemala?
–Mientras vivió mi padre no, y mientras mi hermano estuvo en la guerra tampoco. Volví cuando mi madre se enfermó y volví a internarla y a esperar su muerte. Tenía miedo de la dictadura, por portación de apellido. Pero no por Gaspar, porque cuando se firma la paz, los militares mismos dijeron "¿cómo no nos dimos cuenta de que era el hijo de Asturias?". Porque cuando comenzaron las negociaciones se presentaban con nombres de guerra y documentos reales, y allí lo descubrieron. Otro gran orgullo es ser hermano de Rodrigo.
–¿Cuál fue el rol de su hermano, Rodrigo Asturias, en los años de la guerra civil en Guatemala?
–Él había estudiado en La Plata y cuando volvió a Guatemala se convirtió en uno de los dirigentes más importantes de la guerrilla. Se puso como nombre de guerra Gaspar Ilon, un personaje de mi padre, que en uno de sus libros libera a toda Guatemala. Mi hermano fue parte de todo el proceso que culminó en la firma de la paz. La organización que lideró tenía una base indígena y fue de las guerrillas más importantes en los '80. Murió hace siete años de un infarto. Fue candidato a presidente, no tuvo éxito en la parte democrática. Creo que la firma de la paz no ha sido positiva para la revolución guatemalteca. Los problemas que llevaron a la guerra siguen existiendo. No se resolvieron porque los acuerdos que deberían haberse convertido en leyes nunca se firmaron. Los pueblos siguen explotados 100 por ciento.
–¿Cómo vivieron el distanciamiento con su padre?
–Mi padre era embajador cuando comenzó la guerra. Muchos querían que renunciara y no lo hizo hasta que no terminó el gobierno de Méndez Montenegro. Y yo, como sabía que no era un traidor, le pregunté qué pasaba, teniendo en cuenta la situación de mi hermano. Él me dijo que Montenegro era amigo, que se había jugado por él para que lo nombraran, que le parecía incorrecto que ahora que había ganado el Premio Lenin y el Nobel le diera un portazo. Desde el punto de vista político, un absurdo, pero desde el punto de vista humano es lógico. 

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