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Mariano Rajoy en el laberinto del ajuste

La llegada de Mariano Rajoy al gobierno hace justo un año estuvo enmarcada en ese proceso de caída libre, que se inició con la explosión de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos pero que repercutió de un modo letal en la península, habida cuenta de que el modelo que el neoliberalismo presentaba como exitoso se basaba en la cultura «del ladrillo» con fines especulativos. Y al estallar la burbuja nada había detrás de qué agarrarse.
El PSOE, que había tenido notorios avances en materia social con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa en 2004, se fue enmarañando en soluciones a la crisis financiera pergeñadas en Bruselas que terminaron por poner en controversia hasta las raíces del Estado de Bienestar que representaba el socialismo democrático ibérico.
Hubo una semana clave en su gestión, con una cadena de hechos simbólicos que dejaron entrever el futuro español: a mediados de mayo de 2010, el principal grupo de medios, propietario del diario El País, uno de los emblemas de la España posfranquista, dejaba su mayoría accionaria en manos de un grupo inversor con capitales de Estados Unidos. El anuncio se hizo el mismo día en que el juez Baltasar Garzón era suspendido por el Supremo Tribunal a raíz de su intento de juzgar los crímenes del franquismo y Zapatero anunciaba el primer recorte presupuestario para reducir el déficit fiscal. Fue como un tiro en el pie.
Un año más tarde las protestas y el incremento en la desocupación lo obligaban a adelantar los comicios. Que fijó para el 20 de noviembre: justo el día en el que se cumplían 36 años de la muerte del Caudillo. Ganó, como todos los pronósticos anunciaban, el líder del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy, quien asumió su cargo el 21 de diciembre, con promesas de llevar adelante un plan económico que sacara al país de la encrucijada. Un regalo de Navidad que finalmente luego de un año demostró no sólo que era un programa de recortes sin fin, sino que además, tenía como trasfondo la restauración conservadora de España.


Todo peor
En este año de gestión, las variables de la economía no paran de empeorar, a lo que se suman las respuestas que van tomando diferentes sectores de la sociedad ante las escasas perspectivas en un plazo previsible. Así, las calles de las principales ciudades del país son el reflejo de las tensiones que se acumulan. De manera que, entre reclamos de discapacitados por los recortes en el sistema sanitario y una votación que podría encaminar hacia un referendo independentista en Cataluña, terminaba el período para un amplio y «generoso» blanqueo de capitales que, como suele suceder, beneficiaba largamente a los que evadieron sus responsabilidades fiscales en detrimento de los que o no tienen más remedio que pagar los impuestos o consideran que es una obligación moral hacerlo, que no son pocos en ninguna parte del mundo.
En tal sentido, incluso, el gobierno de Rajoy tocó –a pedido de Bruselas– una de las variables que desencajó otro clavo en la maquinaria económica. Aumentó el IVA de 18 a 21%, lo que repercutió negativamente en el índice de precios de setiembre. Por ley, el gobierno tenía que incrementar las jubilaciones y pensiones en una cifra equivalente, pero no lo hizo «por cuestiones presupuestarias».
El IVA es más fácil de cobrar que otros impuestos porque en algún momento de la cadena económica siempre hay alguien que termina aportando, por más mecanismos de evasión que se inventen. Por otro lado, reducir ingresos a los jubilados es casi un deporte para economistas neoliberales, como bien lo saben los retirados argentinos que lo padecieron en tiempos no tan pretéritos. El problema, como marcaron los dirigentes de las dos principales centrales obreras españolas, Comisiones Obreras (CCOO) y la UGT, es que con una desocupación que supera holgadamente el 25% y mantiene a casi 5 millones de personas sin trabajo, hay miles de familias que viven del sueldo del jubilado.
A todo esto se suman los recortes, en general en el sistema de salud, que pusieron primero la mano en el bolsillo de los beneficiarios porque obligan a un copago de servicios que hasta abril eran gratuitos, y se dejaron afuera del sistema de protección a extranjeros e ilegales. Con decir que hasta las ambulancias de los traslados deben pagarse no hace falta agregar mucho más. De allí la masividad de la manifestación de discapacitados que el 3 de diciembre llenó las calles céntricas de la capital española en reclamo por lo que también ellos perdieron en este año.


Regiones alzadas
Pero no sólo de variables económicas se trata el modelo que viene desarrollando el Partido Popular desde que recuperó el poder a fines del año pasado. Así es que a principios de diciembre la noticia era el rechazo de Cataluña al proyecto de reforma educativa que lleva adelante Madrid de la mano del ministro José Ignacio Wert, que mediante la reforma de la ley educativa, con el archiconocido propósito de adecuar la enseñanza a un mundo que necesita jóvenes preparados en nuevas especializaciones, impone como idioma prioritario el castellano en todo el país.
Sobre llovido mojado: a pocos días de una elección clave en Cataluña que abre paso –aunque no tan velozmente como pretendían sus impulsores– a un referendo independentista, el remarcado centralismo madrileño se parece bastante a una provocación. La región más rica de España sufre recortes y la sociedad protesta porque aporta casi el 20% de los ingresos totales de de la administración central y recibe un poco más del 14%. Según la perspectiva catalana, allí reside el colosal déficit que llevó a la región a pedir salvataje a Madrid y a ser la segunda región más endeudada del país.
La ola independentista podría arrastrar al País Vasco, que tiene viejos reclamos independientistas aunque no tan teñidos de aroma impositivo porque logró en su momento lo que se llama el sistema de concierto, que le permite recaudar y girar al gobierno central una cuota para la coparticipación. Para el resto de las comunidades, el sistema es más parecido al argentino: el Estado nacional recauda y luego distribuye. Con el adicional de que lo hace con un prudencial retardo, que se alarga mucho más en tiempos de crisis.
Tampoco para Rajoy son buenas épocas en política exterior. Al principio de su gestión, el canciller José Manuel García-Margallo declaró con un tono nacionalista que el nuevo gobierno iba a luchar por el Gibraltar español. El peñón es para España una espina clavada en el corazón de su orgullo. Y a pesar de tratados y acuerdos que permitieron construir una organización como la Unión Europea, al igual que en Malvinas, los británicos se niegan a hablar de soberanía con sus vecinos amparados en el Tratado de Utrecht de 1713. El ímpetu nacionalista de García Margallo a poco del tercer centenario de aquella afrenta se fue opacando a medida que el primer ministro, David Cameron, también buscó untarse de una pátina patriótica en medio de ajustes presupuestarios ordenados desde Bruselas y con la mano rigurosa de los alemanes. Así que un viaje oportuno del príncipe Eduardo de Inglaterra y su esposa, Sophie Rhys-Jones, sirvió para apaciguar las cosas y sólo quedó el reclamo de que los pescadores españoles puedan seguir su faena en aguas que los ingleses consideran suyas, como hasta entonces.


Cuestión de códigos
La recuperación argentina de la petrolera YPF también fue un golpe al orgullo herido de los españoles. Al menos así lo entendieron los medios de comunicación y el gobierno, que primero amenazó con las peores consecuencias por el desafío. Pero andando el tiempo la temperatura fue bajando tanto en los despachos oficiales como en la ex compañía matriz, Repsol, que ahora decidió hacer reclamos económicos más que imponer trabas políticas. Mucho no pueden alardear los empresarios hispanos en vista de la detención del que fue el titular de la principal cámara patronal del país, nada menos que por lavado de dinero y ocultamiento de bienes para evitar hacerse cargo de millonarias deudas de su empresa Marsans. Gerardo Díaz Ferrán fue en su momento presidente de la privatizada Aerolíneas Argentinas y tanto de este lado del Atlántico como del otro, siempre tuvo micrófonos a mano para protestar por el «despojo» al que lo habría sometido el gobierno argentino cuando nacionalizó la compañía de bandera sin pagarle nada en retribución, argumentando que el español había vaciado la línea de bandera.
Cierto es que la España que tomó Rajoy no estaba en su mejor momento. De otro modo la derecha no se habría alzado con el triunfo electoral aquel 20N. Pero el PP no hizo más que empeorar los índices económicos, con lo que justificó la aplicación de una política de shock que aceleró el desguace del Estado de Bienestar y abrió la posibilidad de terminar de destruir todo lo que de progresismo dejó Zapatero tras su paso por la presidencia del gobierno. Además lo hace con verdadero deleite.
Por ahora el PP no puso el foco en la reforma de la ley del aborto, una de las promesas electorales, ni en el matrimonio gay. Pero sí reformó el Código Penal para endurecer aún más las de por sí impiadosas penas (que para los delitos más graves pueden llegar hasta 40 años). Además, introduce la figura de la «Prisión permanente revisable», que en teoría permite reducir condenas a cadena perpetua, pero luego de haber pasado no menos de 25 años entre rejas.
Añade luego la llamada «Custodia de seguridad», una medida por la que se suman hasta 10 años más de prisión a un preso que haya cumplido su condena cuando el tribunal sentenciador crea que se trata de un individuo de «especial peligrosidad».
Mientras tanto, y a pesar de que crece exponencialmente la cantidad de víctimas de desalojos por deudas hipotecarias impagas (ya hay más de 350.000 familias que lo perdieron todo en estos 4 años) no hubo acuerdo para cambiar la legislación que reglamenta la dación en pago, es decir, que el banco o el acreedor se quede con la propiedad del deudor, que de este modo se liberaría de su compromiso. Esto es, si al momento de entrar en mora la propiedad vale menos que cuando el incauto la compró, la diferencia se le sigue computando como deuda. En una sociedad con crisis laboral, eso significa que deberá pagar hasta el fin de sus días.


Revista Acción
Diciembre 15 de 2012

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