sábado

Europa, entre Merkozy y el Rubicón

Merkozy es la humorada con que los medios franceses y británicos bautizaron a los acuerdos no escritos pero bien explícitos que identifican a los mandatarios de Alemania y Francia, Nicolás Sarkozy y Angela Merkel frente a la crisis. Así como Reaganomics definía a las medidas neoliberales que el ex presidente de los Estados Unidos impulsó en su gestión, el término sintetiza la más cruda e impiadosa disciplina fiscal que quienes realmente deciden en Bruselas imponen a los demás socios de la Unión Europea.
En el caso de la canciller germana, con un país que es el verdadero motor de Europa y un déficit fiscal inferior al tope del 3% del PBI, se trata simplemente de trasladar el rígido espíritu con que los teutones manejan sus variables económicas al resto de los 27 miembros de la UE. Pero el pacto fiscal encuentra rechazo en las demás sociedades, al punto que el triunfo del socialismo en Francia podría trastocar definitivamente la estrategia de austeridad ensayada en los últimos tres años y fundamentalmente desde la caída de Grecia.
En cuanto al actual presidente francés, se dice con bastante picardía que su alianza ideológica con Merkel no es otra cosa que una forma de posicionar a su país, que no puede mostrar a los mercados la misma puntillosidad macroeconómica. Algunos, incluso, deslizan que Sarkozy defiende la dureza en las cuentas públicas para hacer creer que Francia es como Alemania, cosa de que nadie raspe el maquillaje y vea que, en realidad, está más cerca de España e Italia.
El tema vuelve a circular desde el domingo, entre otras razones, porque parece que los franceses no le terminan de creer a Sarkozy y el socialista François Hollande se encaminaría al triunfo el próximo 6 de mayo.
El plan de Hollande no es novedoso, sino que más bien retoma tímidamente la plataforma del socialismo, que en medio de la debacle europea fueron abandonando los anteriores gobiernos de España (José Luis Rodríguez Zapatero) y Grecia (Giorgios Papandreu). Más que seguir a rajatabla el pacto fiscal “merkozyano”, el candidato francés dijo que lo primero que hará en caso de ganar es convocar a un encuentro continental para rediscutir los acuerdos fiscales paneuropeos. También propone un paquete de medidas de estímulo y solidaridad, mediante la creación de eurobonos. Y que el Banco Central Europeo preste directamente a los Estados y no a los bancos, cosa de administrar los recursos, contemplando más las necesidades colectivas que el beneficio particular.
Hollande pretende bloquear la ratificación del tratado de estabilidad presupuestaria –trámite que aún deben efectivizar 25 países– para torcerle el brazo al empecinamiento alemán. “Me he reunido con varios jefes de Estado europeos y no son muchos los que están contentos con la situación económica. Así que no estoy solo”, se despachó el candidato ante el diario económico Handelsblatt.
Ni lerda ni perezosa, Merkel le respondió secamente en un reportaje con los diarios del grupo Westdeutsche Allgemeine Zeitung que el pacto fiscal “no es negociable”. El portavoz del gobierno alemán, Steffen Seibert, salió luego a aclarar definitivamente de qué hablan en Berlín. “El crecimiento es el segundo pilar” de las medidas contra la crisis que se tomaron en la zona euro, pero antes se deben seguir los pasos ya señalados de austeridad presupuestaria hasta alcanzar el equilibrio fiscal, el primer pilar obviamente.
En el cruce, también metió baza Guido Westerwelle, ministro de Relaciones Exteriores alemán. “Todo el mundo debe saber que lo que hemos acordado en Europa para superar la crisis de la deuda ha sido pactado y se mantiene. No dependerá de los resultados electorales”, indicó.
 “Los gobiernos negocian por sus países, no para ellos”, concluyó, en claro mensaje a Hollande.
“Los planes de austeridad de Merkel y Sarkozy están arruinando a Europa, con un interés egoísta y no solidario”, le replicó Arnaud Montebourg, diputado en la Asamblea Nacional de Francia y representante especial del candidato socialista para la elección presidencial.
Es que otro tema que sobrevuela el intercambio de pólvora entre funcionarios germanos y los voceros del PSF se relaciona con el libre tránsito de personas a través de las fronteras europeas. Un asunto que se vuelve candente en la medida en que grandes capas de la sociedad europea comienzan a ver a los extranjeros como parte del problema económico que los sumerge en la pobreza. “Merkozy” también había acordado suspender durante un mes los viajes internos sin pasaporte para contener los  “flujos extraordinarios” de inmigrantes. Con lo cual el pedido de solidaridad de Hollande y Montebourg se entiende bastante mejor.
Y también resulta más claro que a cinco días del triunfo en primera vuelta, las encuestas muestren a Hollande a la cabeza con el 54% contra el 46% de Sarkozy, con ligeras variantes según la consultora. Y que esta cifra casi se repite entre los votantes de la ultraderechista Marine Le Pen, del xenófobo Frente Nacional. Datos que, sin dudas, son la envidia del PSOE, que no pudo retener el gobierno en noviembre pasado, y que llevó al secretario general de ese partido, Alfredo Pérez Rubalcaba, a considerar que “la suerte de la economía española se juega en Francia”.
Son muchos los que piensan que este 6 de mayo los europeos están en la misma encrucijada que Julio César en el año ’49 antes de Cristo sobre si cruzar o no el Rubicón. Y esperan que como el líder romano, se llenen los pulmones diciendo “alea jacta est” (la suerte está echada) para poner fin a una oscura época signada por los ajustes perpetuos.

Tiempo Argentino
Abril 28 de 2012

El estabalishment y la oligarquía

Hay una escena memorable de un film no menos destacado de Oliver Stone, JFK, que relata la investigación del fiscal Jim Garrison (Kevin Costner) sobre la oscura trama detrás del asesinato del presidente John Kennedy, ocurrido el 23 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas. Un impecable Donald Sutherland interpreta a un militar de alto rango que pide ser llamado simplemente X, para no dar detalles que podrían comprometerlo. Míster X –que luego se sabría, era el coronel Fletcher Prouty, entonces jefe de Servicios Especiales y el principal enlace entre la CIA y el Pentágono– le cuenta a Garrison qué se esconde detrás del magnicidio, e involucra a las agencias de inteligencia y las cúpulas militares de Estados Unidos, como ya venía comprobándolo Garrison.
Sorprendido por la revelación, Costner-Garrison le dice a X-Sutherland que no se imaginaba lo peligroso para el establishment que había sido Kennedy (“I never realized Kennedy was so dangerous to the establishment”). Lo interesante del  subtítulo que se dio en la Argentina es que por “establishment” traducían “oligarquía”.
Establishment es una palabra cuya aplicación para definir a la red de individuos que conforman los centros oficiales del poder se atribuye al periodista británico Henry Fairlie, quien parece haberla usado por primera vez en la revista The Spectator en 1955. “Es también toda la matriz de relaciones oficiales y sociales dentro de la cual se ejerce el poder”, explicaba Fairlie, que créase o no llegó a tener su cuarto de hora de fama por el hallazgo, pronto utilizado en todo el mundo como sinónimo de “los que mandan”.
En Ensayo sobre el subdesarrollo, Latinoamérica, 200 años después, el nicaragüense Augusto Zamora Rodríguez hace un repaso de este bicentenario en los países que se independizaron de la España monárquica desde 1810. El hombre, cabe aclarar, suele escribir para medios españoles, es profesor de Derecho Internacional en la Universidad Autónoma de Madrid y, para agregar una cuota de color a la cosa, es embajador de Nicaragua en España.
La tesis de Zamora Rodríguez es que nuestros países fueron conformados por dirigencias oligárquicas más que por un verdadero establishment. Para lo cual aplica una diferenciación que hace el economista de Harvard Lester Thurow, en La guerra del siglo XXI, entre oligarquía (oligarchy) y establishment.
“La meta fundamental de un establishment es asegurar que el sistema funcione, de modo que a la larga el país tenga éxito. Un establishment confía en que si el sistema funciona y el país va bien, sus miembros prosperarán personalmente”, dice Thurow. Por el contrario, “una oligarquía es un grupo de individuos inseguros que acumula fondos en cuentas bancarias secretas. Como creen que deben atender siempre a su interés personal inmediato, no los atrae la idea de invertir su tiempo o su esfuerzo en mejorar la prosperidad del país a largo plazo. Dicho francamente, no confían en que, si el país tiene éxito, ellos lo tendrán.” 
Más adelante, agrega Zamora Rodríguez, Thurow analiza cuestiones tan cotidianas como la política fiscal. “Si una oligarquía diseña un sistema impositivo, montará el sistema de modo que ella pague el mínimo impuesto posible.” El establishment, en cambio, rebajará sólo en último término sus propios impuestos. El embajador de Managua en Madrid añade que la oligarquía no duda en anteponer sus propios intereses a los del país.
Algo de todo esto se juega en estos momentos desde la decisión de nacionalizar la petrolera YPF. Y los medios argentinos tanto como los españoles, con sus honrosas excepciones, respondieron como mandan los manuales… de la más cruda oligarquía mundial. “La medida que tomó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner viola todos los principios de las relaciones internacionales entre países serios y respetuosos del orden”, es más o menos el mensaje. Y amenazan con las peores calamidades por semejante desafío al statu quo.
No es la primera vez que el país soporta este tipo de vendavales. Porque desde la declaración del default en 2002 hasta la quita de la deuda que decidió el gobierno de Néstor Kirchner, la Argentina se convirtió en poco menos que la encarnación del mal. A pesar de lo cual, no pueden entender el soberbio crecimiento y la disminución en la brecha de la desigualdad desde aquellas decisiones soberanas. Peor aún, no se las quieren explicar porque eso significaría violar los preceptos que una oligarquía que se precie guarda celosamente: a la Argentina no le puede ir bien porque eso implicaría un pésimo ejemplo para el resto de las naciones. En pocas palabras, una tesis inaceptable para los dueños del mundo. Esa trama de intereses financieros, mediáticos y militares de la misma categoría de la que hace casi 50 años eliminó a JFK.
Hay, sin embargo, analistas que como Joshua E. Keating, en Foreign Policy, le dan un marco más razonable al tema YPF. “Aunque la compra hostil por parte del Estado de una empresa de 7700 millones de dólares ha causado un inmenso escándalo –escribe Keating– este tipo de nacionalizaciones tiene precedentes, en especial en Latinoamérica. Al día de hoy, las compañías petrolíferas de propiedad estatal, muchas de las cuales se constituyeron mediante adquisiciones hostiles como la de Argentina, controlan el 85% de las reservas mundiales de petróleo y el 55% de la producción.” Y a continuación recomienda el mejor modo de expropiar en beneficio del país.
Este editor asociado de FP recuerda los antecedentes de expropiaciones en ese mercado tan sensible a lo largo de la historia. Desde las setentistas de Irak y Libia, hasta las más actuales en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Rusia. Desde la de México en 1938, que desató un enfrentamiento entre la Standard Oil y el presidente Lázaro  Cárdenas, hasta la del primer ministro Mohamed Mossadeg en el Irán de los cincuenta. Que le costó el golpe de estado organizado por la CIA en 1954 para reponer al Sha Rehza Pahlevi. El Míster X de la película de Stone se ufana de haber participado en ese golpe mediante el cual la Anglo-Iranian Oil Company terminó cobrando 70 millones de dólares de entonces por la expropiación.
Otro detalle que anota Keating es el golpe contra Chávez hace diez años –que apoyó el gobierno del PP de José María Aznar– que pretendía devolver a sus cargos a la cúpula de PDVSA, una oligarquía burocrática que el gobierno bolivariano había desplazado un par de meses antes.
Eduardo Galeano recuerda en uno de sus textos más bellos aquella guerra entre Bolivia y Paraguay a la que puso fin una negociación del canciller argentino Carlos Saavedra Lamas, por la que ganó el Nobel de la Paz, en 1936. “Los dos pueblos más pobres de América del Sur, los que no tienen mar, los más vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa. Escondidas entre los pliegues de ambas banderas, la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del Chaco.”
Ahora el gobierno español, que aceptó sin chistar los recortes a diestra y siniestra a que la obliga su pertenencia a la Unión Europea, tomó como causa nacional la defensa de Repsol, la tenedora de las acciones mayoritarias de YPF. Y pretende que las instituciones que representan al establishment mundial acudan en su defensa. Desde la propia UE hasta el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Grupo G-20.
El problema es que a algunas de esas oficinas devenidas en defensoras de la oligarquía internacional la Argentina ya no tiene que rendirles cuentas y de otras, como el foro de los 20 países más desarrollados del mundo, España es invitada permanente pero no forma parte. Porque no siempre se puede pertenecer.

Tiempo Argentino
Abril 21 de 2012

La orquesta del Titanic

Le faltaba poco al británico Joseph Bruce Ismay para cumplir 50 años y estaba en su mejor momento. Presidente de una de las líderes en el transporte marítimo mundial, a bordo de la maravilla técnica más grande construida jamás por el ser humano, que le iba a devolver la supremacía en los mares de todo el mundo, ¿qué más podía pedirle a la vida?.
El RMS Titanic, el orgullo de la White Star Lines, era un buque monumental que nunca podría hundirse, construido en un momento muy particular para una Europa que mostraba varias décadas sin guerras y cuyas clases privilegiadas ostentaban una prosperidad sin límites, sustentada en los imperios de ultramar (para quien los tenía) y la bonanza del libre mercado y de la globalización. El transatlántico era, entonces, una especie de Arca de Noé del siglo XX que albergaba en su interior a 1364 pasajeros y 860 tripulantes. Estaban representadas todas las clases sociales: desde los ricos muy ricos de las cubiertas A y B, hasta los asalariados más humildes que atendían las máquinas y oficiaban de personal de servicio, en la cubierta F.
Ismay, hombre elegante y de bigote tipo manubrio de bicicleta, había nacido en Lancashire, Inglaterra. Heredero de una familia de armadores de barcos, se subió al RMS Titanic al mediodía del 10 de abril de 1912 en el puerto de Southampton para alojarse en el más lujoso de los camarotes, el B-52, al lado de la escalera de la primera clase.
Comandaba el transatlántico el también inglés capitán Edward John Smith, heredero, en cambio, de una gran pobreza –padre alfarero, madre costurera– pero de sólida fe metodista, nacido en Stoke-on-Trent 62 años y cuatro meses antes. Había comenzado su carrera como simple aprendiz en la línea de los Ismayl y escaló en base a perseverancia y sentido del deber, en una carrera que lo llevó a la cumbre en aquel viaje que los medios del momento resaltaron como impactante.
Cuenta la historia que el Titanic era fruto de un desafío de Ismay para destronar a su competidora más importante, la Cunard Line, que había botado dos soberbios transatlánticos poco antes y se llevaba las palmas en el recorrido desde Europa hasta Nueva York, la frutilla del postre de cualquier negocio de navegación. El caso es que aquel mediodía las expectativas estaban depositadas en ese conglomerado de almas que disfrutarían de un momento especial. Un pequeño paso de un puñado de hombres en el contexto de un gran paso para la humanidad, podría decirse, parafraseando al primer hombre en pisar la Luna, Neil Armstrong.
Ismayl contempló los avatares de la partida por el ojo de buey, sin mucho contacto con el resto del pasaje. Cuatro días después, estaba a punto de dormirse cuando sintió un gran alboroto en los pasillos y se abrigó apenas para salir a averiguar qué ocurría. También fue despertado a las apuradas el capitán Smith, que había dejado a cargo a su primer oficial, de apellido Murdoch. El capitán supo desde el primer momento que el choque con el iceberg había averiado seriamente a la nave. Ismay aparentemente quiso creer que las bombas de achique podrían evitar la catástrofe. El empresario tenía, de todas maneras, un dato de importancia crucial: no habría botes suficientes para salvar a todos. Si bien no se violaba ninguna disposición vigente entonces, había salvavidas para no más de 1100 personas y en el transatlántico había más de 2200.
A la hora de la verdad, y a pesar de que la orquesta, como dice la leyenda, seguía tocando para que el pánico no corriera por el interior del buque, Ismay se subió a un bote desplegable C junto con otro pasajero de primera clase, William Carter, otro ricachón, pero de Filadelfia, y se lanzaron al mar. Todos lo recuerdan como el primero en escapar y en salvarse. Y también que ni se dio vuelta para no mirar lo que ocurría en el Titanic. Cargó el resto de su vida con el brulote de ser un cobarde y egoísta hasta su muerte, en 1937.
Smith, mientras tanto, pasó sus últimos minutos llamando con un altavoz a los que escapaban en los botes. Pudieron haberse salvado muchos más, pero los salvavidas partían antes de que se llegaran a completar, por lo que fueron rescatados apenas 707 náufragos. Smith, cumpliendo a rajatabla con el precepto de que un capitán debe hundirse con su barco, se quedó en la cubierta y terminó en el fondo del mar en ese paraje perdido del Atlántico norte, camino a Nueva York.
La metáfora del Titanic no es nueva para ilustrar la crisis económica que sacude a Europa y los Estados Unidos, curiosamente la misma línea que cubría la White Star, empresa que finalmente se fusionó con su archirrival en 1934 para desaparecer ambas en 2005 a manos de la Carnival Corporation. También es un buen ejemplo de cómo funciona el sistema capitalista. Como recuerda el bloguero gallego José Ramón Fernández de la Cigoña en , se salvó el 62% de los pasajeros de primera clase, el 41% de los de segunda y el 25% de la tercera. Entre los menores –apunta este administrador de empresas de Vigo– la realidad no fue mejor, y muy a pesar de eso de “mujeres y niños deben primero”, de tercera clase murieron el 66% de los chicos, mientras que la mortandad entre los de la primera fue de sólo el 3%.
El presidente Barack Obama, que va por la reelección, volvió a desempolvar su viejo proyecto de que los ricos paguen más impuestos. Algo a que los republicanos se oponen fervientemente. Aun cuando un multimillonario, Warren Buffet, demostró fehacientemente que él, con toda su fortuna, aporta menos al fisco que su secretaria. Del otro lado del océano la crisis sigue golpeando a España y a la quebrada Grecia. En ambos países la desocupación entre los menores de 25 años es de más del 50%. Es decir, que son más los jóvenes desempleados que los que tienen trabajo.
Dicen que el capitán Smith sabía que navegaba aguas turbulentas, por la gran cantidad de hielo que flotaba en el camino elegido. Pero que el oficial a cargo no pudo ver la cercanía del iceberg fatal porque había olvidado los prismáticos en el puerto.
En el Atlántico norte de estos días también hay un problema de visión a corto plazo. Y mientras la orquesta sigue tocando en cubierta, cada vez más cerca de otro iceberg, quizás piensen que Europa no se puede hundir nunca.
Resulta incomprensible por qué razón desechan el ejemplo de países que salieron de encrucijadas similares, como la Argentina. Podría pensarse que olvidaron el largavistas en algún puerto. O que las clases ricas saben dónde están los salvavidas y cómo ubicarse a tiempo. Porque siempre hay millones de Smith que hacen el trabajo heroico. O secretarias que pagan los impuestos.

Tiempo Argentino
Abril 14 de 2012