viernes

Otra batalla por los medios

Hugh Grant pasó a la fama por un par de películas románticas y un affaire con una profesional del sexo en su automóvil hace ya 17 años, que enturbió, en parte, su imagen de muchacho bueno para presentárselo a una hermana. Tal vez ese affaire le haya dejado el lastre de que en cualquier momento podría haber noticias escandalosas para publicar en diarios sensacionalistas o le tocó en suerte estar en la lista porque sí nomás. El caso es que el protagonista de la entretenida Notting Hill fue uno de los 800 personajes a quienes una organización integrada por periodistas del diario británico News of the World y agentes corruptos de Scotland Yard les interceptaba llamadas telefónicas para pescar alguna información noticiable.
El escándalo estalló a mediados de 2011, cuando se publicó que entre las víctimas de esta práctica obscena había una chica de 13 años que había sido raptada y que sus familiares pensaban que estaba viva porque regularmente la casilla de mensajes de su celular aparecía vacía. Incluso la policía pensaba que la muchachita seguía con vida. Pero resultó que los codiciosos profesionales del dominical del grupo Murdoch seguían publicando novedades de un caso que ya estaba clausurado porque la muchacha había sido asesinada.
Cuando se inició la investigación, Grant era otra víctima, seguramente menos escandalosa, pero con la suficiente indignación como para testimoniar en cuanto estrado le tocó en suerte y como para aceptar un cargo directivo en la ONG Hacking Off (algo así como "pinchados") que lucha contra este tipo de oscuras formas de conseguir información confidencial (http://hackinginquiry.org/).
Ahora que el juez Brian Leveson presentó un informe de 2000 páginas sobre el caso (ver página 23), elaborado a lo largo de 16 meses de investigaciones y cientos de entrevistas –incluso al primer ministro David Cameron– Grant puede seguramente tomarse un respiro. Aunque todavía falta el tramo más espinoso del asunto, porque el magistrado recomienda fervorosamente extremar las regulaciones sobre los medios escritos en un país que se jacta de tener la más extensa tradición en libertad de prensa de Occidente.
No es que ya no hubiera controles, porque hay un comité, el Press Complaints Commission (Comité de Quejas de la Prensa) que establece códigos de autorregulación. Y de hecho esta investigación sería la sexta desde 1945 sobre prácticas reñidas con la ética en los diarios británicos. Pero Leveson pide que las autoridades tomen cartas en el asunto y ejerzan su liderazgo para crear algún tipo de organismo que no quede en manos del gobierno ni del Estado, pero que tampoco quede en manos de los propios responsables de los medios, como hasta ahora.
Levenson lo dice clarito: se debe impedir que más ciudadanos resulten víctimas de "un comportamiento de la prensa que, a veces, sólo admite la definición de indignante". Para lo cual pide “un sistema realmente independiente y efectivo de autorregulación con obligaciones hacia la población" que además deberá salvaguardar la libertad de expresión de cualquier interferencia gubernamental. Leveson va más allá y sostiene que la prensa actuó hasta ahora "como si nunca hubiera existido" un código de conducta, algo inaceptable en vista del daño causado en la "vida de personas inocentes", puntualiza.
No debe ser casualidad que en las últimas semanas la BBC apareciera en el centro de otros escándalos. Que comenzaron cuando se difundió una investigación sobre decenas de denuncias de pedofilia contra uno de sus presentadores estrella de los años 60, Jimmy Savile, que murió apaciblemente el año pasado a los 85. El caso provocó una catarata de renuncias en la cúpula de la BBC.
Hace unos días un programa periodístico del canal público de Gran Bretaña –uno de los productores de contenidos televisivos más prestigiosos del mundo sino el que más– le atribuyó solapadamente actitudes también reñidas con la moral a un ex parlamentario conservador. El canal salió luego a disculparse y el director a cargo de la programación dimitió oportunamente tras poco más de 54 días en el cargo. Había remplazado a otro funcionario acosado por el tema Savile.
La BBC cumplió 90 años el 14 de noviembre y durante su carrera, aparte del rol durante la guerra, ostenta como un logro haber sido independiente de los partidos políticos, sustentada mediante un impuesto que paga la población. Además de la indudable calidad de su programación, mucha de la cual puede verse a través del canal Encuentro y muy esporádicamente en canales privados, también se enorgullece de haber resistido los embates neoliberales que desde Margaret Thatcher vienen presionando para su privatización.
Por eso no extraña la guerra que desde siempre mantiene en su contra precisamente Rupert Murdoch, el millonario australiano que está en el centro del debate por los horrores de la prensa escrita desde el diario que tuvo que cerrar luego del escándalo. "El desastre de la BBC procura a Cameron una oportunidad de oro para reorganizar apropiadamente la gran emisora pública", tuiteó el magnate golpeado por las barbaridades de su multimedios, News Corp. "Demasiado grande", "demasiado de izquierdas", "demasiado cara", publicó sin ruborizarse el Sun, otra joya de Murdoch.
Mehdi Hasan recordó en la versión británica de The Huffington Post que en el Daily Telegraph un columnista se horrorizó por la "verdadera tragedia de manchar el nombre de un hombre inocente", en referencia al legislador erróneamente mencionado en el programa Newsnight. "Esos informes han sido los más crueles, repugnantes e idiotas de los perpetrados por el News of the World".
Sin embargo, los defensores de la televisión pública salieron en su defensa con el mismo ardor.
"Los derechistas del Reino Unido no están desaprovechando la crisis que azota a la BBC y su estrategia es tan descarada como es cínico y oportunista –protesta Hasan–: ampliar y exagerar los pecados de la odiada Beeb (como se conoce a la BBC popularmente) mientras tranquilamente se minimizan los crímenes de sus amigos News Corp.
Leveson parece que la tiene clara cuando al presentar su profuso informe en el centro de conferencias "Queen Elizabeth II" de Londres criticó la “muy estrecha” relación entre los políticos y los medios de comunicación en los últimos 20 años y la catalogó de "perjudicial".
El debate en el Reino Unido en torno a la regulación de los medios y el ataque a la televisión pública recién comienza, porque lógicamente hay muchos que a pesar de los escándalos se oponen a cualquier tipo de injerencia externa en el negocio de la prensa privada. Similitudes con estas pampas al margen, mientras tanto siguen atacando sin miramientos a la BBC. En Escocia, sin embargo, aparecieron acusaciones contra el primer ministro Alex Salmond, quien aseguró que no impondrá ningún tipo de controles a la prensa. Acorde con las necesidades de Murdoch, lo acusa la oposición, ya que según parece acordó apoyar su reclamo de independencia en el referéndum de 2014 desde sus medios locales.
No será tan atractivo como espiar la intimidad de Grant, pero puede ser mucho más lucrativo a largo plazo para ambos.

Tiempo Argentino
Noviembre 29 de 2012

domingo

Una trabajosa tregua

Al cabo de cualquier acuerdo, en el terreno de que se trate, conviene que las dos partes se vayan ganadoras. Eso recomiendan los expertos en negociaciones, cuando ironizan sobre las ventajas de que "el otro se salga con la mía". Cuando de situaciones bélicas se trata, que los dos bandos se atribuyan el éxito no suele ser tan común y al menos para los expertos, incluso puede resultar sospechoso. Por eso, y aun teniendo en cuenta la fragilidad del cese el fuego entre el gobierno israelí y Hamás luego de una semana de ataques en la Franja de Gaza, aparecen también elucubraciones sobre quién ganó qué cosa y quién perdió tras esta nueva escalada de violencia en Medio Oriente. Más allá del dato inapelable de que las pérdidas que realmente valen son las vidas humanas que quedaron truncas.
Conviene entonces hacer un repaso de cómo se llegó a este acuerdo que coloca al presidente egipcio Muhamad Mursi en el centro de la escena como garante de un pacto que se ofrece como duradero en la convulsionada región y a Estados Unidos como "sponsor" de un proceso "apaciguador" que resulta inédito.
Porque como señalan muchos analistas, incluso en Israel, este convenio del que se jactaron Mursi y la secretaria de Estado Hillary Clinton, es algo así como el epílogo de la Operación Plomo Fundido, que dejó un saldo en vidas humanas diez veces superior a este Pilar de Defensa, que empezó el 14 de noviembre pasado. Y es que aquella incursión que acompañó los últimos días de la gestión de George W. Bush y la llegada a la Casa Blanca de Barack Obama –entre diciembre de 2008 y enero de 2009– significó un llamado de atención para el presidente entrante acerca de cómo venían las cosas en un área tan sensible para el mundo pero particularmente para Estados Unidos, como aliado de Israel.
Poco después de ocupar el Salón Oval, el mandatario demócrata mostraría su deseo de cambiar la relación que Washington venía sosteniendo con el mundo árabe y dio su conocido Discurso de El Cairo, en que tuvo el inusual gesto de tender una mano a esa región hostil a la potencia imperial. Posteriormente comenzaría la llamada Primavera Árabe que, entre otros frutos, sacó del poder justamente a la dirigencia militar egipcia que lo escuchó aquella vez.
Fue así que un islamista moderado asumió el poder en El Cairo y provocó, al menos, inquietud acerca de cómo pensaba moverse en el delicado tablero regional. ¿Iba a mantener los acuerdos de Camp David o se iba a inclinar por viejos amigos más radicalizados de los Hermanos Musulmanes o aún más allá? ¿Qué rol pretendía para sí y para su país?
Hace unos días Obama obtenía su reelección ante un candidato como el republicano, que había dado mayores muestras de compromiso con la causa israelí. Y la expectativa crecía, sobre todo porque la situación en Siria, lejos de mostrar un horizonte cercano, aparenta extenderse en una guerra civil de baja intensidad, trabada porque la oposición no encuentra la forma de derrocar al presidente Bashar al Assad y tanto China como Rusia no se muestran dispuestos a apoyar una expedición como la que ayudó a voltear a Muhamad al Khadafi en Libia. Y además, es inminente una votación en Naciones Unidas para aceptar como observador al Estado Palestino.
No es un dato menor que en Israel también se acercan elecciones generales, adelantadas por Benjamín Netanyahu para enero próximo. Ese detalle, explicaron fuentes de Tel Aviv, podría representar un recrudecimiento de los ataques con misiles desde Gaza hacia territorio israelí, sobre todo en el sur del país. Por lo tanto, aseguraban, debían dar una fuerte señal de fortaleza en momentos tan delicados para el país. No son pocos los opositores a Netanyahu que vieron en Pilar de Defensa una operación principalmente política destinada a fortalecerlo frente a los comicios.
En todo caso, tras un compromiso laboriosamente trabajado por Mursi, que llegó a pedirle colaboración a la presidenta Cristina Fernández, el gobierno israelí mostró como un triunfo que Hamás hubiera prometido poner fin al lanzamiento de cohetes hacia Israel. Lo dijo Netanyahu ante las cámaras de la televisión junto con su ministro de Defensa, Ehud Barak, y el canciller, Avigdor Lieberman, las tres patas de la coalición gobernante. "En este momento, lo correcto para el Estado de Israel es aprovechar esta oportunidad de un cese del fuego prolongado", dijo. Fue Barak quien mantuvo la posición más optimista: "Hamás y la Jihad Islámica recibieron un doloroso golpe", decenas de líderes y altos comandantes resultaron muertos y el sistema antiaéreo Cúpula de Hierro mostró su eficacia con  400 intercepciones a cohetes palestinos, enumeró a su turno.
El titular de Defensa, según los entretelones de una reunión de gabinete que cuenta Barak Ravid en el diario Haaretz de Israel, mantuvo siempre una posición proclive al acuerdo tras la visita de Clinton a Tel Aviv. Y lidió con el canciller Liberman, partidario de ir a fondo en Gaza. "Podemos posponer la propuesta egipcia –habría dicho Ehud Barak en el cónclave ministerial– y avanzar hacia una precaria incursión en Gaza, pero finalmente vamos a terminar igual."
Cuando el líder de Hamás, Jaled Meshal, tuvo que explicar el acuerdo –un documento no firmado en realidad - dijo en cambio que la "entidad israelí" sufrió una "derrota táctica" y tuvo que ceder a "las condiciones de la resistencia palestina". Más aún, anotó en el haber a su demanda de aflojar las restricciones al movimiento de bienes y personas a través de los pasos fronterizos de Gaza. Hamas, en la práctica, también consiguió finalmente el reconocimiento como actor político en Gaza, pero tendrá que demostrar su capacidad de gobierno con el cumplimiento real del cese de hostilidades.
Israel está en condiciones de ganar una guerra con Gaza, porque la diferencia en equipamiento y en preparación militar es abrumadoramente demoledora en su favor. Pero hace tiempo venía perdiendo en la política. No aporta adeptos a su causa cerrar los pasos fronterizos o impedir le llegada de buques por mar para la provisión de alimentos o insumos. Porque además, eso puede ser una justificación para los ataques con misiles. Así lo entendió Barak al decir que "si luego de este acuerdo Hamás continúa disparando, tendremos la legitimación internacional para una incursión terrestre".
Ambos sectores parecen haber aceptado que, como decía Charles-Maurice de Talleyrand, aquel diplomático francés que representó a su país durante el período napoleónico y la restauración monárquica, "nunca estar solo, jamás estar aislado, no importa lo poderoso que se sea. Eso es toda la política exterior".
Pero fundamentalmente, tras décadas de conflicto amplias capas de la sociedad están mostrando su cansancio en ambos lados de la frontera, donde surgen iniciativas tendientes a construir lazos entre palestinos e israelíes. Por aquello que ya decía el viejo Heródoto en Grecia, de que "nadie puede ser tan insensato de preferir la guerra a la paz, porque en la paz los hijos entierran a sus padres, mientras que en la guerra, son los padres los que entierran a sus hijos". 

Tiempo Argentino
Noviembre 22 de 2012

lunes

Sergio Coronado, diputado por la alianza EELV-PS: "En Francia hay incomprensión de lo que ocurre en América Latina"


Sergio Coronado nació cuando Salvador Allende comenzaba su experiencia de socialismo a la chilena. Y tenía tres años cuando el golpe militar terminó con la democracia en Chile. Su familia decidió entonces escapar de Osorno para intentar una nueva vida en Bariloche, donde el pequeño hizo la escuela primaria. En 1982 un nuevo exilio llevó a los Coronado a Francia.
Hoy, a los 42 años, Sergio Coronado es diputado en el Parlamento francés por la alianza Europa Ecología los Verdes y el Partido Socialista (EELV–PS)  en representación de los franceses residentes en América Latina y el Caribe. De paso por Buenos Aires, habló con Tiempo Argentino de cómo es ser "un latinoamericano representando a dos mundos". Y de cómo son esos mundos vistos desde una perspectiva de izquierda pero también ecologista.
"Todos los representantes de izquierdas de Europa están encabezados por el liderazgo socialista. Es una interpretación diferente, una lírica política distinta. Uno de los problemas que tiene la izquierda francesa socialdemócrata es que enfrenta la crisis de manera bastante "tradicional y ortodoxa".
–Precisamente, desde aquí se ve que el PSOE por ejemplo acudió a soluciones que no difieren del neoliberalismo, aunque es cierto que Hollande plantea una perspectiva diferente.
–No sé lo que sería si toda la izquierda estuviera en el gobierno. Yo recuerdo que (Jean–Luc) Mélenchon cuando era mucho más joven, a comienzos de la década pasada, tenía que lidiar con las mismas críticas a la izquierda. Lo que yo no veo, hoy en día, es una capacidad colectiva de la izquierda, porque construye pocos elementos de análisis y soluciones que se alejen de los estándares liberales clásicos.
–¿A quiénes ubica dentro de la izquierda?
–A la izquierda que gobierna o que tenga algún tipo de representación parlamentaria o que pretenda gobernar. La problemática es diferente para una izquierda que busque el poder político el día que haga la revolución… esa es una izquierda testimonial. A pesar de todo, hay que tener la capacidad de reagrupar y reunir a todas las izquierdas posibles.
–¿A qué se debe que esa izquierda de la que hablamos reaccione frente a los problemas económicos con los esquemas de la derecha?    
–Hablo de Francia. En primer lugar, al aggiornamiento que hizo en los años '80, con la vuelta de la austeridad, que no se ha cuestionado mucho ni se interrogó sobre si había otra opción. En esa época hubo una pequeña crisis política con la salida del Partido Comunista pero ellos siguieron apoyando al gobierno vigente. Entonces, no hubo enfrentamientos ni críticas a una orientación política que le daba la espalda a los trabajadores y a los asalariados. Se debe también que la izquierda francesa tiene pocas relaciones con el mundo del trabajo y el sindicalismo que, en Francia, hay un sindicalismo débil.
–¿Por qué esa debilidad? ¿Es de ahora o viene de antes?
–Hubo una separación entre una izquierda sindical, que no quiso tener relación con la política
–¿Quería ser aséptica?
–Aséptica e hipócrita, porque la CGT tenía relaciones con el PC y con los socialistas. Ese alejamiento impidió que se lleve a cabo una reflexión común, como en Inglaterra lo hubo a veces, y que significó derrotas para el movimiento sindical.
–En Gran Bretaña hay un Partido Laborista que en Francia no lo hubo.
–No, no lo hubo nunca. Y pasó también que, después de la Segunda Guerra, los partidos laboristas y los socialdemócratas occidentales tuvieron relaciones más estrechas con los sindicatos en los países en los que el PC era más débil. Eso, más la obediencia absoluta a Moscú, imposibilitó la relación entre la izquierda comunista y el movimiento obrero. Y eso marcó también a la izquierda global actual y no solamente la europea, sino también la latinoamericana, a la que está muy lejos de integrar realmente. Por ejemplo, cuesta integrar en el análisis global la dimensión ecológica de las crisis. Lo vemos con Brasil. Lula sacó 25 millones de personas de la pobreza, pero prestó poca atención a la situación del Amazonas, la política energética, las crisis urbanas brasileñas, que son impresionantes. Yo no sé si se puede decir que uno lleva una política a favor del pueblo cuando se hipotecan los recursos o se impida un desarrollo sustentable.
–¿En Brasil se sienten más cercanos a Marina Silva?      
–Hasta cierto punto, porque tuvo una campaña bastante reaccionaria en lo que se refiere a la mujer, al aborto, a las minorías. En Europa la izquierda se constituyó con una dimensión laica, mientras en América Latina lo religioso es muy fuerte. Para la totalidad del progresismo francés, la izquierda tiene y debe de ser laica.
–¿Y con Evo Morales?
–Francia fue un país que miró mucho a Latinoamérica a finales de los '60 y comienzos de los '70, y lo realmente extraño es que, en estas últimas décadas, en las que este continente estabilizó sus sistemas democráticos, los intelectuales de Francia dejaron de mirar e interesarse.
–Da la impresión de que los intelectuales franceses se ponen en un nivel de superioridad cuando vienen a América Latina.
–Yo hablo del período inmediatamente posterior a la Revolución Cubana. Ahí hubo reconocimiento y no superioridad. El intelectual francés viene a ver los cambios que se están dando e, incluso, observa con admiración y cierta inocencia lo que sucede. Pero sí pienso que hay una incomprensión de los cambios políticos que están ocurriendo en esta época en Latinoamérica.
–Eso sucede con la forma en que se ve a Hugo Chávez, por ejemplo, que no es muy diferente de la mirada que tiene la derecha latinoamericana.
–Sin dudas que hay una parte de la izquierda francesa que no le interesan proyectos como el de Chávez.
–Mélenchon vino con otra actitud cuando estuvo en la Argentina.
–Sí, vino con otra postura. Me interesa que entre lo europeo y lo latinoamericano exista una relación real, ni de superioridad, ni folklórica ni antropológica. Lo que ha pasado en Latinoamérica es que hay varias izquierdas pero lo interesante es que lograron ir uniéndose.
–También hay mucha izquierda testimonial que tiene una crítica despiadada contra gobiernos progresistas.     
–Sí, pero lo que yo veo es que en cada país hay una especificidad. En Bolivia, la cuestión indígena tiene una importancia fundamental, el concepto de Pachamama. Y así cada país tiene sus particularidades, como en Ecuador, en la Argentina, en Brasil. Lo notable es que esas experiencias lograron dialogar, a nivel continental, y con la Unasur construir un bloque compacto en su heterogeneidad. La crítica que les hago a todos estos gobiernos, menos al de Bolivia, es la indiferencia con el tema del medio ambiente. «

Los argen-galos


–¿Qué características tiene la comunidad francesa que vive en la Argentina?
–Más del 70% de los 17 mil franceses que viven aquí, se sienten también argentinos e involucrados y comprometidos con lo que ocurre en el país. No tienen una visión de exterioridad con la Argentina. Esto me sirvió a mí para ser elegido porque me crié en Bariloche y tenía una relación con este país. Me vieron como parte integrante y no como el tipo que viene de París sin entender nada. Mi función como diputado por el exterior es representar a los franceses que viven en esta parte del mundo y, también, facilitar la relación entre los dos países, que tienen vínculos desde hace mucho tiempo. 
 

El difícil trago de aceptar quién enseñó a torturar





Cómo se explica el apoyo que tiene la ultraderecha en Francia?
–El discurso de (Jean Merie) Le Pen se inscribe en una historia francesa colonial y poscolonial, donde el tema de la dominación, de la presencia francesa en África nunca fue digerido ni debatido. El 17 de octubre de 1961, hubo una masacre contra los argelinos que se manifestaban en Francia por la independencia de su país. Hollande, después de tantos años, lo único que logró decir es que reconocía el hecho pero no dio el verdadero paso que era reconocer la responsabilidad del Estado, de las instituciones y llevar a juicio a los culpables. No llegó a hacer lo que hizo Jacques Chirac (presidente entre 1995-2007), de reconocer la responsabilidad de las autoridades y el Estado francés en la deportación de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
–Esperar que reconozcan su responsabilidad en la represión durante las dictaduras en el Cono Sur, sobre todo en la Argentina y Chile, les va a costar más aún.
–Conozco bien el tema porque nosotros, con Marie-Monique Robin (autora de Escuadrones de la Muerte, la escuela francesa y El mundo según Monsanto) trabajamos el tema y porque como diputado impulsé un pedido en los congresos de Chile, Argentina y Uruguay para que se pueda tener acceso a los archivos que testimonian la responsabilidad de la escuela de guerra francesa en la represión.
–Hace poco se puso una placa recordando ese tema en el edificio del Ministerio de Defensa argentino y la embajada francesa protestó.
–Vamos a tratar de retomar y de recuperar ese tema. Pero volviendo a Le Pen, el tema del 11 de septiembre de 2001 vino a darle cuerda a la cuestión argelina y musulmana. En Francia, hay una presencia de una inmigración de los países de África del norte integrada hasta ahí. Hay una incapacidad de ver que ya el mundo no funciona como antes y los franceses ya no son esos blancos católicos de ojos claros que nacieron en una ciudad de provincia y llegaron a París para ver si les iba mejor. Todo eso le da un electorado propio a la extrema derecha de Le Pen y también hay una dificultad de la izquierda de proponer una alternativa política consistente a la crisis económica. La ocupación del espacio público es muy importante también, movilizarse y dar la batalla en ese sentido. Tenemos una deuda social muy fuerte, cómo se logra reindustrializar y generar trabajo pero cuidando el medio ambiente son tareas pendientes. «


Tiempo Argentino
Noviembre 18 de 2012 

viernes

Locomotoras de la civilización

Los dos países económicamente más poderosos de la tierra ya eligieron a la cúpula que habrá de gobernarlos en los próximos años. En el caso de EE UU hasta 2017; en China hasta 2023. Entre uno y otro año, el país asiático se convertirá en la primera potencia económica, lo que plantea la posibilidad de que también lo intente en el plano militar, con lo que se produciría más temprano que tarde eso que muchos analistas temen: un choque de dos trenes de alta velocidad cargados de material inflamable.
China fue eje del debate presidencial en Estados Unidos entre el demócrata Barack Obama y el republicano Mitt Romney. Para la percepción popular, la producción industrial que antes se hacía dentro de las fronteras ahora, mediante maniobras oscuras y perniciosas, se trasladó a Asia con el consiguiente perjuicio para los trabajadores nativos. Pero gran parte de las colosales ganancias de las multinacionales radicadas en paraísos fiscales o en territorio estadounidense se justifica por esa producción en China. Algo que Romney no ignora porque una de las firmas que administraba su fondo de inversiones tomó ese rumbo para ganar más dinero.
Es que el "problema chino" es y será cada vez más una variable determinante en el marco de las políticas imperiales estadounidenses.
No es casual que el año pasado el factótum del acercamiento entre China y Estados Unidos que llevó a cabo el presidente Richard Nixon en 1971, Henry Kissinger, hubiera publicado un extenso volumen, On China, donde trata de mostrar las características de esa cultura tan extraña para los occidentales. El ex secretario de Estado de EE UU –estratega, por lo demás, de los golpes de estado en Latinoamérica en los ‘70- hace un esfuerzo importante para tratar de mostrar a sus lectores el modo de abordar la relación que desde hace 40 años fue pacífica y hasta se diría que cooperativa y que, según teme, podría desmadrar hacia enfrentamientos letales en los que Estados Unidos llevaría las de perder.
Kissinger --que participó en todos los encuentros previos a la cumbre ente Nixon y Mao, negoció la letra chica de los acuerdos y fue desde entonces hombre de consulta para empresas y dirigentes políticos estadounidenses– es también el artífice de los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra de Vietnam, con el beneplácito innegable del gobierno comunista chino. Y si bien su posición sobre la historia de la cultura china levantó críticas de sinólogos con sobrados antecedentes académicos, no es menos cierto que su visión de las cosas tiene relevancia para entender qué puede ocurrir entre las dos potencias.
Otros expertos, como el argentino Jorge Malena en su libro La construcción de un país grande, coinciden con el ex hombre fuerte de la política estadounidense en que para entender a China es necesario comprender que se trata de una cultura con 4 mil años de historia sin interrupciones. Una cultura que durante gran parte de ese período fue la más avanzada y rica de la humanidad y que además, lo sabía y se lo hacía entender al resto de los países de un modo convincente.
Por empezar, el nombre con que los chinos designan a su país, 'zhongguo', significa literalmente Nación del Centro. (
中国, donde el primer caracter es fácil de reconocerse como algo atravesado al medio con un eje, mientras que el segundo representa al poder imperial encerrado en un marco, que sería la frontera).
Fue común escuchar estos días que Estados Unidos no nació para ser segundo (esto explica por qué cada estadounidense considera que su patria debe estar a la cabeza del mundo), lo que prima facie podría terminar en el temido choque. Sin embargo, los analistas suelen marcar algunas diferencias entre ambas concepciones del mundo. Tal vez Kissinger llegó más lejos cuando asimiló los juegos-ciencia más difundidos en Oriente y en Occidente a una forma de ser. Y encontró que en el ajedrez la estrategia consiste en aplicar toda la fuerza en derrotar al rey contrario. Eliminarlo o lograr que renuncie, en cierto modo, pone fin al juego y señala a un ganador.
En cambio, en el wei qi, más conocido por su nombre japonés, go, se trata de rodear al adversario, dejarlo sin aire, hasta que no se pueda mover. Eliminarlo quitaría la posibilidad de seguir el juego, que eventualmente puede durar días. Y donde por la dificultad en establecer ventajas territoriales, muchas veces no es sencillo declarar un ganador.
Esta tesis no encuentra tantos adeptos en las academias como las que indican que la China actual abreva en tres influencias poderosas: la de Confucio, la de Sun Tzu y la del maoísmo, la versión china del marxismo leninismo.
Confucio, un filósofo que vivió en el siglo V antes de Cristo, sentó la idea de que un gobernante debe inspirar respeto más que recurrir a la fuerza bruta para ejercer su liderazgo. Y ese respeto se logra con la virtud, a la que en forma bastante difusa se detalla bajo tres aspectos: uno de ellos es el Li, algo así como las normas de conducta, los ritos que hacen que cada uno sepa lo que debe hacer para estar en su sitio y lograr las manifestaciones de respeto que le corresponden. Otra condición es el Yi, que consiste en procurar a cada uno lo que le corresponde, como un acto de justicia. Pero el más importante es el Ren, que suele traducirse como benevolencia o magnanimidad, el deseo de querer bien al resto de la humanidad. El equivalente al "no hagas a los demás lo que no quisieras que te hagan a tí".
La otra gran influencia es el estratega Sun Tzu, conocido por su libro El Arte de la Guerra, que suele recomendarse en estos lares incluso para clases de marketing. Y que tiene como uno de sus pilares la frase "el mejor general es el que gana una guerra sin disputar ninguna batalla". Para los académicos la historia china es otra fuente donde desentrañar la lógica que aplican sus líderes y entender sobre qué bases reaccionarían en situaciones límite.
Y en tal sentido señalan que a lo largo de su extensa historia -que se inicia con la dinastía Xia en 2017 a de C.- el territorio chino fue invadido por extranjeros en dos oportunidades, y en las dos dejaron una familia imperial a cargo de los destinos del país. Los mongoles Yuan dominaron entre 1279 y 1378. Los manchú colocaron a la dinastía Qing en 1644 que culminó en 1911, con la República. Lo interesante es que podrían definirse como dirigencias que tomaron el poder pero no tuvieron más remedio que, en un país tan extenso y tan poblado, dejar el manejo del estado a la burocracia local, que mantenía el legado confuciano y obedecía a la cultura tradicional. El resultado fue que ambas dinastías extranjeras terminaron "chinificadas", absorbidas por la cultura china, al punto que hoy día Manchuria y una parte importante de Mongolia integran el territorio chino.
La famosa muralla fue una muestra del modo en que combatían a los pueblos bárbaros. Con artilugios defensivos y no de ataque bélico. El dato no es menor si se tiene en cuenta que, como marca Malena, el uso de fuerza militar siempre fue un último recurso cuando no funcionaba la política de seducción o de enfrentar a bárbaros con bárbaros –la vieja técnica de dividir para reinar-, y en cuatro milenos de existencia no se computan más que 46 intervenciones armadas fuera de las fronteras.
Estados Unidos –que a su manera se defiende de los bárbaros del sur del Río Bravo con una muralla en su frontera con México- en los 236 años de su historia independiente hizo al menos 52 incursiones armadas en América Latina y otras 40 en el resto del mundo, incluyendo dos guerras mundiales, los golpes de estado amañados en su patio trasero y la ocupación más reciente de territorios que rodean a China y también a Rusia en el continente asiático.
Ahora que ganó la reelección, Obama viajará a Tailandia, Camboya y Myanmar, los bordes naturales de China. Y enfrenta un soberano escándalo entre los más altos cargos militares en Afganistán. Un aquelarre con ribetes adolescentes que involucra a mujeres acosadas por mails y misterios de alcoba mezclados con secretos de estado. No tanto si se piensa que tropas de EE UU se ven envueltas regularmente en brutales violaciones a los Derechos Humanos. Lo que lleva a pensar en las virtudes que pueden mostrar estos líderes para llevar adelante los valores de la civilización.
Cuando ayer se anunció oficialmente la designación de Xi Jiping –algo que estaba decidido desde hace meses– el nuevo líder chino dijo que va a luchar por "el deseo de la gente a una vida mejor". En la línea de la sociedad "modestamente acomodada" que pretendía Deng Xiaoping cuando inició la Apertura, hace 32 años, Xi también recordó que el PCCh "enfrenta muchos desafíos"; entre ellos el de la lucha contra la corrupción, algo ya señalado por Hu Jintao.
Es que en China también se cuecen habas que no le gustarían a Confucio.


Tiempo Argentino
Noviembre 16 de 2012

La fiesta está por comenzar

Hay fiestas que pasado un tiempo inicial de resplandor, de promesa, decaen. No se sabe bien si por eso de la química entre las personas, o porque a veces las preocupaciones le ganan al deseo de pasarla bien. Como sea, nunca falta el optimista que en algún momento grita un esperanzado "!Lo mejor está por ocurrir!" y con un brindis intenta despabilar el ambiente.
Algo de eso ensayó el presidente Barack  Obama en el discurso con el que celebró que se había ganado el derecho a otros cuatro años en la Casa Blanca. "Lo mejor está por ocurrir", dijo en medio de los aplausos de quienes lo rodeaban con la esperanza certera de que sí, lo mejor tendría que venir ahora definitivamente. Porque si es por los cuatro años transcurridos desde que los demócratas volvieron al Salón Oval, no es tanto lo que tendrían por aclamar.
Obama, el primer presidente no blanco en la historia de Estados Unidos, llegó con toda la promesa de cambios pero poco a poco se fue diluyendo en un intento vano por aunar detrás de su proyecto a quienes lo habían votado, pero también a los que jamás lo hubieran aceptado en ese cargo por razones ideológicas y también raciales.
Rodrigue Tremblay, un economista canadiense que dicta clases en la Universidad de Montreal, da en el clavo cuando asegura que "en 2008 Obama dio la impresión de que quería ser todas las cosas para todas las personas. Esperaba que los republicanos en el Congreso dejarían de lado el bipartidismo y le ayudarían a gobernar por consenso".  Ese error, que el académico atribuye a una suerte de  espíritu naif en el demócrata, lo llevó a desperdiciar, por supuesto, esos 100 primeros días de mandato  claves para establecer una línea de acción. Y a dejar en manos de los republicanos, que antes como ahora mantienen el control de la Cámara baja, la llave para aprobar las medidas más profundas que pretendía encarar. Así fue que la ambiciosa reforma a la ley de salud, un legado maldito de la gestión de Richard Nixon contra el Estado de Bienestar, sufrió tantas modificaciones para resultar aprobada que casi se pareció a una renuncia a los principios que la habían sustentado.
Tremblay, en un trabajo publicado por Global Research, señala otras "tibiezas" en las acciones de Obama, y por las que terminó dejando las cosas como estaban en un área tan sensible como la economía, a la espera de un consenso que nunca vino y que tampoco podría esperarse de opositores imbuidos del pensamiento retrógrado del Tea Party.
"Fue persuadido por sus asesores para nombrar como secretario del Tesoro a Timothy Geithner, un portavoz de los grandes bancos de la Reserva Federal de Nueva York, y volvió a nombrar a Ben Bernanke como presidente de la Fed, incluso después de que se hubiera demostrado que Alan Greenspan y Bernanke habían contribuido en gran medida a la creación de la burbuja inmobiliaria en 2001-2005 y a la subsiguiente debacle financiera que siguió", dice el analista. Tremblay recuerda también que Obama eligió a Rahm Emanuel, "un ex empleado de Goldman Sachs", como su jefe de Gabinete. "Rodeado de personajes que habrían encajado fácilmente en el republicano George W. Bush, la administración Obama no se movió sensiblemente de las políticas puestas en marcha por el gobierno anterior", sintetiza lapidariamente.
Para no caer en una impostura, o temeroso de levantar tormentas que no podría luego dominar, Obama prefirió esa línea en lugar de seguir el consejo de economistas demócratas que le pedían tomar el toro por las astas e intervenir más drásticamente en el embrollo de los bancos insolventes que habían generado la crisis, se habían enriquecido con ella y de hecho continuaron llenando los bolsillos de los accionistas en este lapso.
Mientras tanto, el propio Obama y su proyecto de cambios pagaban el costo político de no hacer nada diferente y de su consecuencia más dramática de cara a sus electores, como fue un crecimiento nulo de la economía del país y un índice de desocupación "empecinado", como lo tildan en Estados Unidos.
Uno de los datos relevantes de esta elección fue que durante la campaña, Obama debió enfrentar la acusación de que justamente su talón de Aquiles había sido la economía. Y no pareció muy convencido de responder que los republicanos habían iniciado la crisis y habían sido un palo en la rueda desde el primer día. Que no habían apoyado ninguna de sus iniciativas para reactivar la economía, que no aceptaron que los ricos paguen más ni que los pobres tengan derechos.
En algún momento de los debates presidenciales, muchos se quedaron como aquel personaje de Caro Diario, la película de Nanni Moretti, en la que el protagonista le reclama al eurocomunista Massimo D´Alema en un debate con Silvio Berlusconi: "Di alguna cosa, responde cualquier cosa, algo de izquierda, reacciona, por favor."
¿Obama habrá aprendido la lección para esta segunda oportunidad y ya no confiará en un gesto de benevolencia de los republicanos para que le facilite las cosas?
La buena noticia de estos comicios, vistos desde estas acaloradas regiones, es que a pesar de todo, Obama pudo ganarle a un discurso monolítico en contra del ascenso de los de abajo. Y que lo hizo, como bien apuntan los analistas más sesudos, con la misma alianza que lo había llevado al gobierno: hispanos, afrodescendientes, mujeres, pobres y las clases medias más avispadas. Y si no le ganó a la gran prensa en el sentido de que la mayoría de los diarios masivos apoyó su continuidad, sí derrotó a los medios electrónicos, alineados detrás de un discurso reaccionario liderado por la cadena Fox, que no dudó en recurrir a la diatriba y la mentira con tal de arrimarle algún punto a Mitt Romney.
 Ante el éxito de audiencia que suelen tener ese tipo de programas, era lícito pensar que podrían tener una mayor repercusión electoral. Que no haya ocurrido es una buena señal. Que de todas maneras haya logrado semejante apoyo-50% del electorado- no lo es tanto, porque eso indicaría una partición mucho más grave en la sociedad estadounidense.
Y este es el otro punto que desde acá parece importante de resaltar. Como señala el analista canadiense, Obama quiso lograr un consenso imposible. Porque sabía –y sabe- que intentar cambios en una sociedad demasiado cómoda en la imagen que tiene de sí misma y con instituciones más bien destinadas a impedir los avances sociales, es cuando menos una tarea de cíclopes. Y quizás vislumbre –como ya lo han comprobado los gobiernos sudamericanos y especialmente el argentino- que si se quiere hacer una tortilla no hay más remedio que romper algunos huevos. Lo que implica tomar partido por un sector de la sociedad.
Es esperable que un demócrata haga honor a su tradición y se juegue por los más vulnerables. Pero inevitablemente eso lo llevará a enfrentarse duramente con la parte reaccionaria de su sociedad, como ocurre en este lado del mundo y es evidente justo cuando las cacerolas vuelven a reclamar en contra de los cambios.
Obama debe enfrentar el discurso obcecado del Tea Party. Pero jugando con eso de que party también puede ser traducido como "fiesta", podría decirse que si realmente Obama quiere que lo mejor ocurra, no tendrá más remedio que remover el avispero y hacerse cargo de las consecuencias.
Hay millones que lo volvieron a votar en Estados Unidos -y muchos más que lo hubieran hecho desde el exterior- ansiosos de que se decida a cocinar tortilla. Tiene otros cuatro años para intentarlo.

Tiempo Argentino
Noviembre  9 de 2012