viernes

Mani Pulite a la brasileña

La detención de los presidentes de las constructoras Odebrecht y Andrade Gutiérrez alarma a Dilma Rousseff. El embate continuo de la justicia brasileña y los medios de comunicación por el caso Petrobras no sólo pone en jaque su propia gestión, sino que apunta en forma cada vez más estrecha sobre quien debería ser su sucesor natural, Lula da Silva.

Emulando un caso que conmovió la Italia de los 90 -Mani Pulite, Manos Limpias- el juez brasileño Sergio Moro lleva adelante la Operación Lava Jato (lavado de autos), porque el proceso se inició sobre una cadena de lavaderos donde además de vehículos presuntamente se "higienizaba" dinero desviado de la petrolera de bandera. En noviembre pasado el magistrado ya había ordenado el arresto de una treintena de ejecutivos de algunas de las mayores empresas brasileñas y de dirigentes del PT y aliados.
El politólogo y sociólogo brasileño Emir Sader señaló en una columna publicada por Tiempo que "las alianzas que Lula había formulado con sectores del empresariado se han deshecho; necesitan una recomposición para que venga un nuevo ciclo expansivo de la economía".  Para la continuidad del PT, agregaría uno, es vital que se profundice esta interacción entre un sector de la burguesía brasileña y un gobierno que, a la sazón, es continuador del desarrollismo de los 50 y 60.
Esa alianza sostuvo el entramado que desde 2003 potenció una nueva era para ese país, el resto de América Latina y el planeta. No es ocioso recordar que en estos años creció ese selecto club de las potencias emergentes conocido como BRICS, que con Brasil integran Rusia, India, China y Sudáfrica.
No es casual, entonces, que estas grandes empresas que se expandieron al mundo durante este período aparezcan en el medio del ataque mediático y judicial. Ni que Marcelo Odebrecht aparezca entre rejas denunciado por corrupción, o se lo escarnezca mediáticamente por sus frecuentes visitas al palacio de Planalto -la sede de gobierno en Brasilia- y los viajes al exterior con Lula primero y Dilma después. Como que estuvo en la última visita de la presidenta a Cuba para la inauguración del Puerto Mariel, una mega obra cerca de La Habana hecha por la empresa con créditos del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil.
Si esto sólo constituyera delito ¿cuántos mandatarios del mundo no deberían estar entre rejas? Raúl Alfonsín, sin ir más lejos, se reunía regularmente con los "capitanes de la industria". En un país capitalista, la planificación del desarrollo se hace codo a codo con algún sector del empresariado. Si se cuestiona esta cercanía, todas las grandes empresas deberían ser juzgadas como corruptas, comenzando con las estadounidenses.
Las firmas involucradas en esta investigación, aparte de las dos mencionadas, son Mendes Júnior, UTC, Galvão Engenharia, Queiroz Galvão, GDK, Promon y las más conocidas de este lado de la frontera Camargo Correa –propietaria en Argentina de Loma Negra y Alpargatas- Skanska y Techint. Lo más granado de la construcción y la ingeniería, asociadas a los planes de desarrollo estatal.
Los principales acusados por violaciones de los Derechos Humanos en los 70 fueron los militares, que empuñaron las armas y manejaron los instrumentos de tortura. Pero también hay empresarios implicados. Son los que ganaron con los planes diseñados por los Chicago Boys para la región. Sin embargo, hubo empresarios que fueron torturados y despojados y que incluso perdieron la vida. Porque no se adecuaban a las nuevas reglas, porque eran burguesía, pero burguesía nacional, algo que esta etapa superior del capitalismo rechaza. ¿Será este el caso de las empresas involucradas en el escándalo de Petrobras? ¿O es una advertencia para quienes intentan desafiar al establishment global?
Porque uno de los rasgos más sobresalientes de esta causa es que solo uno de los reos podría decirse que pertenece al mundo financiero.  Alberto Youssef, el cambista acusado de lavar dinero que delató a sus socios para reducir su propia condena. ¿Estas detenciones buscan que alguno pida un trato similar para ir sobre la presidenta y Lula, de modo de enterrar al PT por varias generaciones?
Otra cuestión es la injerencia de organismos de Estados Unidos en el caso. Hasta hace poco Petrobras era la joya de la corona brasileña y la más grande de América Latina. El descubrimiento de colosales reservas bajo la capa de sal en la plataforma submarina la colocó entre las mayores del mundo. El gobierno de Lula logró aprobar una ley que le da exclusividad en la explotación de las cuencas y el 30% de los ingresos si se asocia con multinacionales. Las regalías se comprometieron para planes de salud y educación a repartir entre los diferentes estados.
Es decir que Petrobras es la fuente de financiación para los planes de reforma social del PT. Por lo tanto, pegarle a Petrobras es cortarle las piernas y su razón de ser al Partido Trabalhista brasileño, que aceptó las reglas de juego del sistema democrático pergeñado por los militares para dejar el poder en 1985. Un sistema de permanencia política inspirado en el pinochetismo y con el corset de las leyes económicas dictadas por los acólitos de Milton Friedman en la misma época.
Para llegar al gobierno, Lula tuvo que negociar con el PMDB, un partido amigo del régimen, y con el poder financiero, al que dejó el control del Banco Central y de la cartera de Economía. Que es lo que repitió Dilma, acosada por los escándalos mediáticos. Justo ella, que desde que llegó al Planalto tiró de su gabinete a cuanto funcionario apareciera denunciado, como para dar una señal de inflexibilidad con la corrupción. Pero con eso evidentemente no alcanzó.
El espionaje que reveló Edward Snowden sobre la presidenta y a Petrobras es apenas un detalle en una operación mayor de intromisión en el gigante sudamericano. El destape de negocios oscuros en el futbol que hizo el FBI es otra forma de meterse en un ámbito donde suele reinar Brasil, el pentacampeão. Pero esa es otra cuestión.
El juez Sergio Moro es un joven de 43 años nacido en el estado de Paraná que ejerce como juez federal desde 1996, cuando tenía 24 años, todo un récord. En 1998 hizo cursos de instrucción en la Harvard Law School y en programas sobre lavado de dinero que dicta el Departamento de Estado. La asociación de abogados brasileños lo quiere en la Corte Suprema en remplazo del renunciante Joaquim Barbosa. En Estados Unidos también.
Hay letrados que varias veces han cuestionado en otras causas el poco apego de Moro al Código de Ética de la Magistratura en cuanto al respeto de los derechos de los acusados y de la imparcialidad esperada a un juez. Pero seguramente sería difícil rebatir la existencia de corrupción en Petrobras.
Pero no es buen dato que su esposa sea una abogada ligada al opositor PSDB y a las petroleras foráneas, según revela Emanuel Cancella, coordinador del  Sindicato de Petroleros del Estado do Rio de Janeiro (Sindipetro-RJ) y de la Federación Nacional de Petroleros (FNP).
Moro acaba de pedir ayuda a Estados Unidos para proseguir la investigación. Paralelamente, el ex candidato del PSDB José Serra envió un proyecto de ley para cambiar la exclusividad de Petrobras en la explotación de las cuencas marinas. Por otro lado, la empresa cotiza en Nueva York desde 1994, con el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, tiene accionistas privados y por tanto le caben las generales de esas leyes que no domina el gobierno brasileño.
Acotaciones al margen: Estados Unidos no reconoce las 200 millas de mar territorial. Y cuando se anunció el hallazgo en el Pre-sal, reactivó la Cuarta Flota de Mar, disuelta en 1950 al firmarse el Tratado de Río de Janeiro de defensa continental.
¿De estas cuestiones hablará Dilma con Barack Obama este lunes? ¿El ataque de Moro es una estocada contra Dilma y para bloquear a Lula ante la falta de liderazgo opositor?  Conviene recordar que del Mani Pulite surgió la Italia de Silvio Berlusconi.

Tiempo Argentino
Junio 26 de 2015

Ilustró Sócrates 


miércoles

Alfredo Serrano Mancilla: "Chávez rompió con todos los dogmas"

Nació en Andalucía pero prefiere definirse como «cada vez más latinoamericano». De hecho, trabaja estrechamente vinculado con gobiernos de la región y reparte sus días entre Buenos Aires, Quito, La Paz y Caracas como director del Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico (CELAG). Pronto a cumplir 40 años, Serrano Mancilla tiene un doctorado en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona y un posdoctorado en la Université Laval, de Quebec, Canadá. Su último libro, El pensamiento económico de Hugo Chávez, es un intento de mostrar las raíces de uno de los gestores fundamentales de esta América Latina del siglo XXI. «El libro pretende caracterizar esa mirada heterogénea, ecléctica, casi de alquimista con que Chávez fue construyendo su pensamiento a partir de toda su vida», sintetiza Serrano Mancilla.

–¿Investigó solo la perspectiva económica del expresidente venezolano?
–La perspectiva es económica pero no como lo puede mirar la ortodoxia, sino desde una mirada amplia, desde la política, la educación, desde su propia praxis transformadora. La idea era reconstruir su pensamiento de una forma dialéctica, con su contexto latinoamericano y venezolano, pasando por su etapa inicial en un pueblo perdido del llano venezolano y esa relación especial que Chávez tenía con la gente de la calle. Desde lo que era la Venezuela de los años 60, del boom petrolero que no llegaba a esos lugares y su tránsito por la escuela militar. Eso a él le va complejizando su propio pensamiento político y económico porque va empezando a tener influencia de aquellos líderes latinoamericanos, militares nacionales desarrollistas como Omar Torrijos en Panamá, Velazco Alvarado en Perú, Juan José Torres en Bolivia y también de otros próceres históricos como Simón Rodríguez, Bolívar, Ezequiel Zamora. Lo que él define como su árbol de las tres raíces.
–¿Cuáles son las fuentes utilizadas en el trabajo del libro?
–Fui releyendo todas las biografías que hay y luego indagando en el contexto de la época, que él mismo cita. Chávez cuenta de manera anecdótica cómo descubre a John Kenneth Galbraith, uno de los economistas más influyentes del siglo XX y muy cercano a la socialdemocracia de EE.UU. Dice que paseando por Caracas se encuentra con un libro que le llama la atención. Y dice que pasó dos días de cárcel en la escuela militar porque se lo descubrieron y creían que con Economía y subversión, de Galbraith, estaba preparando algo contra el establishment del momento. Así se fue formando, de una manera muy desordenada, porque incluso tenía mucha influencia del hermano, Adán Chávez, con una formación más marxista. Chávez venía leyendo de todo: desde Georgi Plejanov, a Lenin, al Che. Me atrevo a decir que a Antonio Gramsci lo leyó de la mano de Jorge Giordani, el economista de referencia del marxismo en Venezuela, con el que pasó dos años trabajando cuando estaba preso. Luego Giordani sería, hasta hace poco, ministro y colaborador muy cercano de Chávez. En la cárcel escribe Cómo salir de este laberinto, un texto muy chiquito donde plantea cómo va construyendo su pensamiento, a partir de una alergia reactiva al neoliberalismo. Es muy interesante porque rompió con todos los dogmas de que para pensar adónde ir primero hay que pensar cómo salir del lugar donde se está. Luego le llegan todas las influencias, incluso de István Mészáros, al que lee mucho más tarde.
–Era como una esponja.
–Exactamente. Por eso rompe con la idea de un pensamiento único, homogéneo en estos líderes que han transformado realidades. Hay una frase que dijo cuando asumió en el 99: «Yo vengo aquí con un poquito de todo». Para mí refleja ese pensamiento de una manera muy virtuosa, porque lo interesante no es que venga con un cóctel, sino saber qué utilizar en cada situación. Y luego la forma en que lleva lo militar a lo económico. Él estaba muy pendiente siempre de lo táctico y lo estratégico. Decía siempre cuál era la sala situacional y cómo abordarla en lo táctico y en lo estratégico. Cualquier propuesta económica tenía que ir siempre diferenciada en esa doble dimensión. Para él lo táctico fue resolver primero el hambre y lo estratégico el horizonte hacia dónde ir.
–Además, su vida militar lo hizo conocer la realidad de cada punto del país.
–Chávez cristaliza en él la Venezuela del llano, la de la costa, la de la frontera con Colombia, de la zona de Sucre, y eso le permite ver de muy cerca las realidades sociales. En un momento él se pregunta si tenía que estar con la guerrilla o contra la guerrilla. Incluso cuenta que una vez vio en un operativo en una calle que dentro de un auto había un maletero con libros y pensó si quedárselos para leer o entregarlos y al final dio unos y se quedó con otros. Eso le permite tener una mirada sobre la práctica que no las tiene ningún teórico, sin ningún corsé económico. Cuando uno se forma en la universidad parece que solo tienes que aprender sobre una episteme. Y él tenía esa capacidad de esponja para empaparse de todo lo venezolano pero también de lo latinoamericano. Yo creo que uno de los puntos fuertes del chavismo como identidad política y económica es haber sabido actualizar el pensamiento de Bolívar en el siglo XXI. Me sorprendió cómo él había llegado el concepto de Sur, a partir de un presidente africano, Julius Nyerere, de Tanzania, en un escrito de los 80 para la ONU, Los desafíos para el sur. Chávez lo leyó y se quedó con el término.
–¿Quienes trabajaron en su gobierno en el área económica eran capaces de entender este derrotero?
–Tuvo dificultades, no todos entendían a Chávez, porque de momentos tenía virajes hacia el marxismo y luego tenía algo de socialdemócrata keynesiano, de repente era un humanista empedernido, pero podía acudir a Simón Rodríguez si quería jugar con la cuestión pedagógica o recurrir a lo bolivariano. Y eso lo hacía difícil de entender no solo a la oposición sino a la gente como el propio Giordani. Hubo economistas que fueron dejándolo en el camino, porque Chávez en 2004 da un salto adelante, utilizando un término maoísta, y plantea el socialismo del siglo XXI, que también descoloca a todo el mundo. En 1996 el peruano Jaime Bayly, un hombre de la derecha latinoamericana, le preguntó en una entrevista si en caso de ser gobierno iba a hacer control de tipo de cambio y él responde que no, pero que el tipo de cambio no podía afectar a la soberanía. Y eso desconcertaba porque lo ortodoxo te obligaba a una respuesta ortodoxa y él no lo era. Chávez decía: «Yo no nací ni marxista ni socialista de cuna», y al final fue más socialista que cualquier otro.
–Lo fue encontrando en el camino.
–Lo fue encontrando y complejizando en el camino, lo fue adaptando a la realidad venezolana y latinoamericana.
–¿Cómo analizan los académicos el pensamiento de Chávez?
–Creo que ha habido poco trabajo serio a favor o en contra de su pensamiento económico. Todo el mundo se hace experto en la economía venezolana habiendo nacido en España o en la Argentina o China y yo creo que para entender el pensamiento económico de Chávez hay que entender la economía venezolana. Él parte de una confrontación con una economía rentista exportadora, de un siglo XX con un pacto del Punto Fijo que marca la democracia en la IV República. Chávez construyó una mirada muy holística, muy integral, y eso en economía es muy mal visto. Si uno habla de educación o de cultura para abordar una política económica parece que uno no es un economista serio. Y él no creía que hubiera una política económica acertada si no venía acompañada de una explicación virtuosa. Entendía que la economía y la pedagogía iban de la mano, que no había una economía para expertos. Por eso la academia lo rechazaba. Y Chávez se reía porque él intentaba popularizar la economía para que mi mamá o su mamá la entendieran. La academia siempre te enseña que es un grupo muy reducido el que tiene la capacidad y la potestad de hacer grandes análisis eruditos, aunque luego no aciertan ninguna previsión (risas). Y el lenguaje de Chávez era muy cercano, pero con mucha rigurosidad. Él podía jugar con lo más terrenal, de la calle, y luego podía hablar del metabolismo social del capital a lo Mészáros, y esa combinación de espacio en dos dimensiones hacía difícil la crítica rápida de cualquier economista venido de Harvard. Porque Chávez había leído a Gramsci o a Kenneth Galbraith pero no por encima. Y eso le daba mucha fortaleza pedagógica.
–¿Cuáles serían los ejes de su ideario económico?
–Yo diría que uno es la jerarquía que le da a la economía del ahora, a la economía de la urgencia. Chávez pensaba que el mediano y largo plazo tenían que venir siempre y cuando se resolviera el corto plazo. Los economistas pensamos en 20 o 30 años vista, queremos el mejor modelo pero el mientras tanto no lo resuelve nadie. Chávez también tiene influencia de un argentino al que yo no conocía, Oscar Varsavsky, y de Carlos Matus, exministro de Salvador Allende. Ellos habían tratado mucho el tema de la planificación a partir de cubrir las necesidades básicas, y eso se le quedó muy impregnado. Y hay otra cuestión que es el Estado de las Misiones. Él no construye un Estado de Bienestar, no copia ni pega ningún tipo de Estado a la europea, crea un Estado de las Misiones muy sui generis que parte de una respuesta táctica a los problemas sociales y acaba consolidándose en un proyecto estratégico.
–¿Cuál sería la diferencia?
–El Estado de Bienestar pide permiso al capital, «usted tiene una tasa de ganancia tal, repártame para que yo lo pueda distribuir a las mayorías sociales». El Estado de las Misiones es más irreverente porque no le está pidiendo permiso al capital. Y el ejemplo para mí es el 2014. El año pasado cae el PBI un 3%, la inflación está por las nubes, y sin embargo el Estado de las Misiones se garantiza más del 60% del presupuesto para los derechos sociales en el país. Eso para mí es un pilar angular. Chávez plantea «por cada necesidad una misión». Al principio parecía que era como un parche, pero luego son tantos los parches y los va hilvanando tanto que arma un pilar de un nuevo Estado, del que el poder comunal participa como receptor y como actor, donde las Fuerzas Armadas ya no son solo garantes de la frontera externa sino de la frontera interior, que era algo que le había leído a Juan José Torres. Otro pilar clave es el pensamiento geopolítico. Chávez piensa que no hay una revolución nacional exitosa si no viene acompañada de una revolución supranacional. No hay forma de resistir al capital trasnacional sin alianzas grannacionales en la región, algo que tiene claro desde el minuto uno de juego. Y sabía también que pasado el período del rentismo exportador ahora hay un nuevo rentismo importador. Ahora las clases bajas consumen, se ha democratizado el acceso a los bienes básicos y al consumo pero no se democratizó el aparato productivo. Y si no resolvía eso no podía resolver el metabolismo del capital.
–¿Qué es el metabolismo del capital?
–Es cómo la economía está organizada, él lo planteaba de una forma muy sencilla: el capitalismo no se te va tan rápido, aunque tú quieras. En Venezuela primero peleó la renta en origen, la petrolera. Al perder esa batalla cuando el Estado se reapropió de los recursos petroleros, el capitalismo se quedó a discutir la renta en destino, esto es, en los bolsillos de los venezolanos, a través de las importaciones. Te pongo el producto aquí, te inflo los precios y me quedo con buena parte de la ganancia captando la renta petrolera ya no en origen sino en destino. Chávez planteaba la necesidad de cambiar ese metabolismo, esa forma en que el capitalismo se inserta en el proceso como en un cuerpo humano. A la vez, él tenía muy claro que tenía que dar un salto hacia delante porque una revolución exige, como decía, las tres R: Rectificar, Reimpulsar y Reiniciar, en esa lógica de estar en constante revolución.
–¿Cómo ve en la actualidad la situación en Venezuela?
–La muerte de Chávez indudablemente tiene un gran efecto y no solo en Venezuela. Porque muere en plena forma política y cuando tenía mucho para dar todavía. Pero dejó un legado programático, el Plan de la Patria 2013-2019, que es un poco la carta de navegación hacia el futuro. Yo quería mostrar en el libro no solo el Chávez mito sino el Chávez programático, ese estudioso que siempre marcaba el rumbo estratégico económico. Las dificultades existen y la derecha vio la oportunidad para volver a dar un asalto. Pero no entendieron que el chavismo va más allá de Chávez y está muy instalado en el sentido común de Venezuela. Es muy complicado para la oposición entender esto.
–La oposición apela al recetario que se conoce desde el ataque a Allende en Chile.
–Y tiene efectos. Hay desabastecimiento, la inflación es galopante, es duro para la sociedad. Sin embargo las encuestas siguen dando que el PSUV va a ganar por amplia mayoría en las próximas elecciones legislativas. Ellos pensaban que el año pasado iban a ganar las municipales, pero es que no miran la integralidad de la situación. Es cierto que existen todos esos problemas, pero también es cierta esa inversión social del 60% del PBI y una tasa de desempleo de menos del 6%.
–¿Cuáles son las claves para solucionar esta coyuntura?
–El gran reto pasa por lo productivo y por repensar el modo de importar. Ya se han dado pasos, se ha creado una corporación de importaciones públicas, un banco de insumos productivos. Pero Venezuela está muy respaldada por la comunidad internacional en lo económico y en lo político. No hablo del FMI, sino de la inversión china, la rusa, la brasileña, los BRICS, América Latina. Inversiones extranjeras y respaldo político. Allá van empresarios e inversores de afuera que como no son ni europeos ni estadounidenses no los miran las agencias de calificación. El problema de Venezuela no es de poder adquisitivo ni de empleo ni de capacidad de compra sino de desabastecimiento. Yo en lugar de hablar de problemas prefiero hablar de retos. Y bienvenidos los retos cuando no hay hambre, como lo reconoce la FAO al declarar a Venezuela como un territorio sin hambre. O como la ha hecho la Unesco al reconocer los planes de alfabetización.


Revista Acción
Junio 15 de 2015

Foto: Jorge Aloy


martes

Disputas judiciales

El juez Carlos Santiago Fayt tiene prestigio en ámbitos judiciales no solo por su extensa trayectoria, sino por haber mantenido sus convicciones políticas a lo largo de su extensa vida. Se jacta de haber cuestionado tanto al radicalismo yrigoyenista  como al «peronismo de Perón» en los años 50. Autor de más de 30 libros y cercano al socialismo «de Nicolás Repetto y Alfredo Palacios», fue designado en la Corte Suprema de Justicia en 1983 por el entonces presidente Raúl Alfonsín.
Tuvo épocas difíciles, cuando fue parte de una «minoría digna» que en tiempos neoliberales votó en contra desde la escandalosa privatización de Aerolíneas a los indultos dictados por el presidente Carlos Menem.
También forzó, con los años, una acordada de la Corte para que a él no le cupiera el límite de edad que establece la Constitución Nacional reformada en 1994, que impone un tope de 75 años para los ministros supremos. Nacido en 1918, Fayt tiene 97 años y repentinamente ese dato se convirtió en un tema de debate público. Ya la cuestión de su edad había merecido objeciones editoriales del diario Clarín en 1999 –en
los últimos meses del menemismo– cuando se avecinaba el recambio presidencial que llevó a Fernando de la Rúa al gobierno. Cuatro años más tarde sería Eduardo Duhalde, ungido presidente provisional tras la crisis de 2001, quien cuestionaría su insistente presencia en la Corte, ya que para entonces Fayt superaba los 82 años. El cómo y por qué ahora resurge con mayores ímpetus la cuestión etaria del decano de los miembros de la Corte es una muestra del nivel de parte de la discusión política que por estos días se expresa en la Argentina. Y el rechazo del propio Fayt a presentar la renuncia, también.
Esta Corte es lo que queda de aquel profundo y recordado cambio que inició Néstor Kirchner en mayo de 2003 ni bien llegó a la Casa Rosada con un caudal bien escaso de votos. Aun en ese escenario, forzó la renuncia de los más impresentables de la Corte de la «mayoría automática» y se abstuvo por decreto de la nominación de los futuros miembros, detalle que reservó a una suerte de concurso de antecedentes. Fue allí que se configuró un tribunal incuestionable tras el ingreso de Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni, dos prestigiosos juristas de dilatada trayectoria, que junto con Elena Highton de Nolasco y Ricardo Lorenzetti más Enrique Petracchi, que venía de la vieja guardia, le dieron brillo al tribunal.
Pero durante 2014 se estremeció el viejo edificio del Palacio de Justicia: murieron Argibay y Petracchi, y Zaffaroni renunció en un gesto de sometimiento a la Constitución por cumplir los 75 años. Para completar el cuadro, el Gobierno había renunciado voluntariamente a completar los nueve que formaban la denostada corte menemista y por ley, ante las bajas por deceso o retiro, decidió que la cifra volviera a la tradición de cinco miembros.
Las bajas simultáneas de pronto convirtieron a los estrados máximos del país en un campo de disputa territorial. Porque para nombrar nuevos miembros se necesita la aprobación de los dos tercios del Senado, algo que el oficialismo no tiene. La oposición en conjunto se comprometió entonces a no aceptar a ningún candidato que propusiera el Gobierno hasta el recambio presidencial de diciembre próximo. Una jugada que sienta un peligroso precedente, como marcaron desde sectores afines al kirchnerismo. Porque el período presidencial culmina el 10 de diciembre de 2015 y no antes. Y porque deja abierta la puerta a que el actual oficialismo, en represalia, tampoco apruebe a ningún candidato en la próxima gestión, cualquiera que sea, con lo cual el país quedaría en el futuro con un poder disminuido por meros caprichos de las dirigencias partidarias.
El Frente para la Victoria (FPV) entendió entonces que el lugar de Fayt podía ser un sitial adecuado para destrabar una situación insólita generada por una estrategia comenzada por sectores que dicen representar los valores más altos de la república. Si en lugar de un solo sillón debieran cambiarse dos, sería más probable que alguno de los sectores de la oposición –el radicalismo, por caso– aceptara negociar un puesto para cada uno.

Idas y vueltas
En este esquema habría que interpretar al apuro de Ricardo Lorenzetti en hacerse nombrar presidente del tribunal por un nuevo período con casi un año de antelación. Para colmo, con la ausencia física de Fayt pero con su firma en un documento que sin embargo lo daba como presente. Tan cuestionable fue la acordada que, luego de que el periodista Horacio Verbitsky hiciera público lo ocurrido, debieron llamar al anciano ministro para que se diera a conocer ante las cámaras para la firma de otro documento, en términos similares, en el que no hubo necesidad de tergiversar el trámite. En otro paso de esta suerte de comedia, Lorenzetti anunció que renunciaba a la presidencia pero luego fue reconfirmado.
No fue el único traspié del magistrado rafaelino, quien luego de la declaración de constitucionalidad de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual –en octubre de 2013– vio cómo los medios le daban difusión a una revelación de Jorge Lanata –que la diputada Lilita Carrió apuntaló entusiasta– que mostraba oscuros negociados cuando era socio de una gerenciadora de salud que trabajaba con PAMI, un caso que involucraba a uno de sus hijos.
El escándalo fue silenciado luego de que el hombre que preside la Corte desde 2004 fuera dando muestras de mayor flexibilidad ante artilugios legales para demorar la aplicación de dicha ley para el grupo Clarín. Como sea, Lorenzetti ya se venía alineando en la interpretación opositora del rol de la Justicia desde antes. Acaudilló el rechazo a la reforma judicial que impulsaba el Gobierno y propició la declaración de inconstitucionalidad del nombramiento de conjueces para suplir a los ministros de la Corte en caso de necesidad. Sin embargo, logró que nadie cuestionara el manejo del presupuesto judicial, que la ya mencionada reforma constitucional asigna al Consejo de la Magistratura.

Resistencias
Los entredichos con el Poder Judicial no son nuevos y seguramente el «caso Fayt» sea solo uno más en esa serie. Tras la publicación de Verbitsky en Página/12, donde se reveló que el magistrado no tendría toda la lucidez que se requiere para el cargo, la comisión de Juicio Político de Diputados aprobó
–con el rechazo de la oposición– una investigación para determinar si el juez está en condiciones de ocupar el puesto. Lo que sería el preámbulo de un juicio político.
Mientras tanto, los medios concentrados y la oposición mantienen la presión sobre los otros avances que propulsa el Gobierno, como el nuevo Código Procesal Penal. Tanto este caso puntual como el resto de las reformas a la Justicia se hallan en un enfrentamiento feroz entre quienes quieren mantener el sistema actual y quienes lo cuestionan por su carácter «monárquico». Esto es, porque son cargos de por vida, con potestades superiores a los poderes elegidos por el voto popular, y mantienen privilegios como el no pago de impuesto a las ganancias, por mencionar al más conocido.
Quienes cuestionan al Código Procesal señalan que aumenta el poder de la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó. En realidad, el nuevo sistema les da mayor poder a los fiscales, sobre quienes recaerá la responsabilidad de acusar e investigar y deja a los jueces la potestad única de juzgar. «Hay sectores de la Justicia que no quieren el cambio porque quieren tener el poder de investigar y juzgar, que no es lo que prevé la Constitución y no es lo que conviene. No quieren transparentar la Justicia», argumentó la procuradora.

Por otra parte, las marchas de protesta contra la violencia de género del 3 de junio también apuntaron contra el sistema judicial. Parte de la masiva manifestación porteña en reclamo de «Ni una menos» se acercó al frente del Palacio de Justicia para señalar a los jueces como responsables de un hecho que interpela a todos los poderes. «Los que imparten justicia deben dejar de ser garantes de impunidad y machistas», dijo la diputada por el FPV Mayra Mendoza. Las luces del edificio fueron apagadas, lo mismo que las de la plaza Lavalle. Al día siguiente Elena Highton de Nolasco convocó a las autoridades judiciales a elaborar un Registro de Femicidios en el país. Dos meses antes, por orden de Lorenzetti, se había desplazado a los miembros del Instituto de Investigaciones creado por Zaffaroni, que monitoreaba casos de conflictividad violenta, con especial atención en crímenes de género.

Revista Acción
Junio 1 de 2014

viernes

Otra batalla en Waterloo

El 1 de marzo de 1815, Napoleón Bonaparte desembarcó en la Costa Azul luego de escapar de la isla de Elba con el proyecto firme de recuperar el poder. No se puede decir que el emperador fuera el defensor de la Revolución Francesa que debía haber sido, pero en el contexto europeo de la época, estaba a la izquierda de las monarquías absolutistas que intentaban recobrar privilegios perdidos desde el estallido del 1789. Cien días después de llegar a París, sabedor de que la guerra contra las potencias que lo habían derrotado un año antes era inevitable, decidió pasar a la ofensiva. El 18 de junio, hace justo 200 años, terminó vencido por un ejército multinacional del Reino Unido, Austria, Rusia y Prusia al mando de Arthur Wellesley, duque de Wellington, en Waterloo, una pequeña aldea a unos 20 kilómetros al sur de Bruselas.
Bélgica era un territorio en disputa entre germanos y franceses. La creación del estado belga, en 1830, sería obra de otro británico, el vizconde de Ponsonby,  conocido en estas costas porque aquí había forzado la construcción de un estado tapón entre Buenos Aires y el Brasil, la República Oriental del Uruguay. No es casual que Bruselas sea la sede de la Unión Europea al igual que Montevideo lo sea del Mercosur, como se ve.
El célebre novelista Víctor Hugo diría que Waterloo "no fue una batalla, fue un cambio de dirección del universo". Y algo de eso ocurrió, porque tras esta nueva derrota, Napoleón se eclipsó definitivamente y las monarquías europeas pusieron en marcha los acuerdos del Congreso de Viena, que no solo trató de volver a las fronteras anteriores a la toma de la Bastilla sino que buscó repartirse el mundo entre las potencias dominantes. Era la Restauración del antiguo régimen que permitió que Fernando VII intentara recuperar para la corona borbónica las rebeldes colonias americanas. Fue entonces que para los patriotas rioplatenses la declaración de independencia comenzó a ser una necesidad. Pero esa es otra cuestión.
Toda esta introducción viene a cuento para recordar que en estos días Europa sigue debatiendo, con mayor o menor virulencia, otro tipo de restauraciones no menos dramáticas. Lo dijo claramente el primer ministro griego, Alexis Tsipras, que se defiende como gato en la leña contra los embates de la troika –Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y la Comisión Europea– para que aplique nuevas medidas de recortes para hacerse cargo de la deuda con los organismos centrales. Como se sabe, la crisis griega llevó al poder, a principios de año, a Syriza, una agrupación joven con una mirada bastante cercana al populismo latinoamericano sobre el modo de resolver el intríngulis de la crisis económico-financiera. Tsipras ganó contra el bipartidismo conservador-socialdemócrata heleno precisamente porque rompió con los moldes ideológicos que justificaban el ajuste perpetuo que somete a la ciudadanía a una suerte de retorno a la esclavitud.
Para los medios concentrados y las instituciones hegemónicas, el gobierno griego debe ser "serio" en sus propuestas de pago. Tsipras acusa al FMI por su "responsabilidad criminal" en una situación que podría arreglarse con muy poco, pero ese poco implicaría cambiar el paradigma impuesto en estos años. Una concepción del mundo que afecta sobre todo al sur de Europa, los países más afectados por la restauración neoliberal que tira por tierra con el Estado de Bienestar de la posguerra. Lo dijo claramente Chantal Mouffe, la compañera del desaparecido Ernesto Laclau, nacida casualmente en Bélgica, en un reportaje al corresponsal de Página 12. "Si la UE quisiera, el problema de Grecia, desde el punto de vista económico, podría resolverse fácilmente (…pero)  las fuerzas neoliberales que la dominan se dan cuenta de que, para ellos, el éxito de un partido como Syriza es muy grave y mortal."
Por eso también, Podemos es un grano molesto que se debe extirpar lo antes posible en España. Y si no hay más remedio que tolerar que haya llegado al gobierno en distritos clave, la cuestión es cómo hacer que fracase en la gestión cotidiana. El esquema es el mismo que se despliega en América Latina, donde en los '70 el modelo neoliberal se impuso a sangre y fuego. 
El embate contra Venezuela es un claro ejemplo. Otro tanto puede atestiguar el ecuatoriano Rafael Correa, quien viene padeciendo una escalada de manifestaciones en contra de una ley que aplicaba impuesto a las herencias y a la plusvalía. A pesar de que las retiró preventivamente para profundizar el debate, las protestas seguían escalando. Los que encabezan el rechazo son los "dueños del país", propietarios de bancos y de las mayores fortunas del país. Que aprovechan este momento para tensar la cuerda porque en unos días el Papa Francisco llegará al país en visita oficial y el presidente no querrá mostrar ante el mundo un Ecuador en conflicto.
Detalle al margen, Correa –que suele advertir sobre los riesgos de una restauración oligárquica– se recibió en la tradicional Universidad Católica de Lovaina, de Bélgica, que cumplió ya 590 años y por donde pasaron celebridades del pensamiento europeo como Erasmo y Gerardo Mercator, entre otros. Y está casado con Anne Malherbe, de nacionalidad belga.
No es casual que banqueros y magnates encabecen las protestas en Ecuador. En estos días una comisión parlamentaria argentina y el titular de la AFIP viajaron a Francia para interiorizarse de las pruebas con que cuenta el ex empleado del HSBC Hervé Falciani sobre los mecanismos de evasión fiscal que el banco desplegó en Argentina, como lo hizo en todo el mundo. Allí Stéphanie Gibaud, una ex empleada de otro banco, esta vez suizo, el UBS, también tiene mucho para contar con estos mecanismos de fuga de divisas.
El problema de la evasión no es solamente por el volumen de dinero que se escamotea al resto de la población de cada país. Es una forma solapada pero a la vez brutal de ir vaciando el poder de los Estados, quitándoles ingresos para que la única posibilidad de seguir funcionando con esas mínimas funcionesque admite el proyecto neoliberal, sea recortando beneficios sociales o recurriendo a préstamos de los mismos bancos diseñaron la ingeniería de la evasión. Un círculo perfecto en el que la Grecia de los '90 y principios del siglo XXI cayó de la mano de la vieja dirigencia. Y que ahora Syriza se niega a convalidar, con el costo que sin dudas tiene para la población que la votó pero también para la estabilidad misma de la Unión Europea y de la moneda común en particular.
Como cada año, y esta vez con mayor impacto porque se cumplen dos siglos, se reunieron en la granja de Hougoumont –donde se desarrolló la batalla de Waterloo– descendientes de los protagonistas. Se dieron la mano el príncipe Charles Bonaparte, heredero del hermano del emperador, Jerome Bonaparte, y choznos del duque de Wellington y del príncipe von Blücher Statthalter, pariente lejano en el tiempo del mariscal de Prusia cuyo apoyo fue crucial para el triunfo aliado.
Frank Samson, un abogado parisino que tiene un gran parecido a Napoleón y admira al Gran Corso, como cada año se puso el sombrero bicorne para representar con un grupo de fanáticos de la historia aquella gran batalla. Sabe que en la realidad el pequeño general de apellido italiano perdió. Pero tiene una particular interpretación sobre el tema. "En términos de la gloria y de la historia, es Napoleón quien quedó en el recuerdo de las personas, no Wellington", le dijo al The New York Times. "Napoleón, sin sombra de duda, ganó la publicidad de la posguerra y la campaña de relaciones públicas", ironizó Alasdair White, un experto inglés autor de varias publicaciones sobre las guerras napoleónicas.
Es que la batalla contra la restauración oligárquica no tiene fin. Tampoco aquellos valores de la Revolución Francesa. 

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Junio 19 de 2015