En el mayor de los secretos, líderes mundiales están discutiendo
tratados internacionales que pueden cambiar no sólo las relaciones
comerciales entre los países sino entre los ciudadanos y las
multinacionales, con un perjuicio para las personas de a pie como no se
ha visto desde la caída del Muro de Berlín. Es tanto el misterio con que
se viene manejando el tema que los pormenores, si bien habían
trascendido, sólo se pudieron conocer con algo más de detalle a partir
de una nueva filtración del sitio WikiLeaks donde se describen aspectos
inéditos del llamado Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (TISA por
sus siglas en inglés).
Pero no es el único tratado que desvela a los que en los cinco
continentes intentan defender los derechos de las mayorías. Ayer, el
presidente Barack Obama logró que el Congreso de Estados Unidos le
apruebe el llamado fast track, o sea el permiso para negociar acuerdos
comerciales por la vía rápida. Lo destacado del caso es que esta medida,
anhelada por el presidente demócrata, fue rechazada por sus
correligionarios y en cambio alcanzó una alta adhesión entre los
republicanos. Baste decir que lo votaron 48 republicanos y 14
demócratas. El fast track se refiere a otro controvertido acuerdo que
intenta el mandatario estadounidense, el Acuerdo Transpacífico (TPP por
sus siglas en inglés). Un convenio que involucra a Estados Unidos,
Canadá, México, Japón y otras naciones de la cuenca del Pacífico y que
es resistido por militantes sindicales, sociales y políticos que
juntaron voluntades, por lo que se ve infructuosamente, para presionar a
los legisladores en contra de la sanción. Sólo tuvieron éxito con el
ala más progresista de los demócratas, pero no alcanzó.
Otro acuerdo muy cuestionado es el TTIP, el Tratado Trans Atlántico de
Comercio e Inversión, que levantó un fuerte rechazo entre los ciudadanos
de países de la Unión Europea, que perciben la pérdida de derechos
sociales que a duras penas vienen intentando mantener ante el embate de
la troika, la que con la excusa de la crisis financiera fue limando el
Estado de bienestar en todos y cada uno de los miembros de la Unión.
Estos tres tratados, como en una suerte de trabalenguas, son denominados
por los críticos como "la trinidad de los tratados T". La
característica común es que están hechos a la medida de las
multinacionales, principalmente para maximizar sus beneficios en
detrimento de la protección social de los trabajadores. Pero amenazan
también a las libertades civiles, lo que pinta un futuro poco auspicioso
para la democracia real.
El diario mexicano La Jornada, uno de los medios que publican en
exclusiva los cables de WikiLeaks, avisó que el TISA, el superdiscreto
pacto comercial que negocian desde hace dos años unos 50 países del
mundo –entre los que está México y sus socios del NAFTA y de la Alianza
del Pacífico más Uruguay y Paraguay, pero no Argentina, Ecuador, Bolivia
ni Brasil– "pretende regular de manera supranacional servicios de
salud, agua, financieros, telecomunicaciones, transparencia y
transporte". Por si fuera poco, el borrador del convenio deja de lado
todas las regulaciones previas de las naciones que lo firmen, ya sea en
cuestiones culturales, sociales y de desarrollo como ambientales. De
hecho, futuros tribunales comerciales privados tendrán facultades para
decidir "la forma en que los países regulan actividades que son
fundamentales para el bienestar social", según un análisis que publicó
WikiLeaks entre los 17 papers ventilados ahora.
El TISA se debate en las sombras entre los gobiernos de las naciones más
poderosas de la Tierra, lo que incluye a Europa en pleno, América del
Norte, la Commonwealth y Japón. No forman parte ni Rusia ni China ni la
India, las otras patas del BRICS, y quedó al margen toda África.
El otro instrumento comercial en pugna, por el que Obama y los
republicanos festejan, recibió dentro de Estados Unidos críticas airadas
de los grupos progresistas que sustentaron la candidatura del
presidente como una opción ante el más crudo neoliberalismo y ahora
descubren que le sigue los pasos al impulsor del acuerdo con Canadá y
México, Ronald Reagan.
El reverendo William Barber, de la NAACP (Asociación Nacional para el
Avance de la Gente de Color) pone el dedo en la llaga cuando recuerda
que los argumentos de Obama para que se aprobara en fast track por el
tratado Trans Pacífico son los mismos que en su momento se utilizaron
para convencer a la opinión pública de las ventajas del NAFTA, a fines
de los '80. Por eso señala dos cuestiones a tener en cuenta: "Si el
acuerdo es tan bueno como dicen, que nos muestren los detalles."
Por otro lado, "en Carolina del Norte sabemos que (con el meneado NAFTA)
hemos perdido decenas de miles de puestos de trabajo". Por eso insiste:
"¿Cuál es la letra chica del tratado? Hemos aprendido que cuando estos
acuerdos comerciales se consiguen rápido, los trabajadores se quedan con
el extremo corto de la vara." Una forma de decir que se llevan la peor
parte. Si eso dicen en Estados Unidos ni qué recordar lo que ocurrió en
México desde la firma del NAFTA con la economía popular.
La tercera T de este trabalenguas, que también es negociado en el mayor
de los secretos, levanta chispas en el "viejo continente". También ayer,
los socialistas europeos se decidieron a rectificar su aprobación al
blindaje a las multinacionales que propone el TTIP, que había quedado
firme el jueves anterior en el Europarlamento. En esa ocasión, la
derecha y los socialistas le habían dado carta blanca a que las
controversias entre inversores y estados en el marco del TTIP se sometan
a arbitraje privado. Las protestas en Bruselas esta vez dieron algún
resultado.
Entre los puntos más delicados que resaltan los opositores al tratado,
que ya realizaron varias marchas para visibilizar un tema que se
mantiene entre bambalinas en los grandes medios y en la boca de los
funcionarios públicos, figura la posibilidad de que las multinacionales
revoquen las leyes estatales que se opongan a sus designios
estrictamente economicistas. Si algo faltaba para sellar la desaparición
de los Estados-nación, este convenio es el tiro de gracia, se percibe.
Por eso los grupos antitratado se movilizan cada vez que alguien filtra
que se van a reunir las comisiones que tratan la cuestión, ya sea en el
continente o en Nueva York.
Ahora en España un grupo denominado Amigos de la Tierra hizo un enorme
Caballo de Troya inflable de seis metros de altura para prevenir por los
peligros de firmar el TTIP recorriendo el país ibérico. Así como en la
antigua Grecia los troyanos creyeron que el colosal equino de madera era
un trofeo sin saber que adentro se escondía la semilla de su
destrucción en forma de soldados griegos, ellos observan que dentro del
TTIP –al que llaman irónicamente Tratado de Troya– hay un riesgo letal.
"El tratado busca frenar las alternativas que están surgiendo a la
hegemonía económica norteamericana y europea y de sus respectivas
empresas en el comercio mundial", puntualizó la eurodiputada de Podemos
Lola Sánchez. Como para no creerle.
Tiempo Argentino
Junio 5 de 2015
Ilustró, coomo siempre, Sócrates
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