viernes

El régimen de Obama y la transversalidad mundial

En una Asamblea de la ONU que, como viene sucediendo en las últimas ediciones, encuentra un bloque sudamericano unido en torno de discursos y visiones comunes –y sobre todo expresiones repletas de una sustancia que la diplomacia suele esquivar en los pliegues de las "buenas costumbres"–, Dilma Rousseff, Evo Morales, José Mujica, Cristina y en menor medida Ollanta Humala patearon el tablero internacional una vez más. Todos, con sus variantes, hicieron un efusivo reclamo para cambiar las reglas de juego en un nuevo escenario que ya no tolera la prepotencia de una nación-imperio cuya dirigencia es tan pagada de sí misma que no acepta otra versión sobre su rol en la historia que la de faro de la civilización, a pesar de que dentro de las fronteras estadounidenses se suman voces que se oponen a esta percepción egocéntrica de la historia.
Dilma, como era de prever, enfatizó que Estados Unidos había quebrado todas las reglas de juego y protestó por la violación a la soberanía brasileña al haber espiado no sólo sus secretos personales sino los de millones de compatriotas y de la empresa petrolera de bandera. Cristina volvió a hacer eje en que "no hay guerra justa, lo único justo es la paz" y pidió una solución negociada al conflicto sirio. El uruguayo, en ese tono campechano que acostumbra, dijo que cargaba sobre sus espaldas "con el deber de luchar por una patria para todos".
El más encendido fue Evo Morales, que habló un día después. El presidente boliviano pidió directamente un "Tribunal de los Pueblos" para juzgar al gobierno de Barack Obama por delitos de lesa humanidad, terrorismo de Estado e intervencionismo mercantilista, palabras más palabras menos. Y señaló la necesidad de trasladar la sede de la ONU a un país que respete, en primer lugar, las disposiciones que el organismo emite. "Estados Unidos no respeta las resoluciones de la ONU, no firma convenios importantes", especificó.
Luego de un Obama que insistió en la "excepcionalidad" de Estados Unidos "porque defiende nuestros intereses y los de otros", la voz de Evo sonó como la diametralmente más opuesta en el auditorio de la ONU en Nueva York. Sus razones tiene, ya que le tocó sufrir en persona, y siendo presidente, las mayores humillaciones que un dirigente político puede sufrir sin perder la compostura, como el desvío del avión que lo traía de Moscú, algo que el ex dirigente cocalero se encargó de recordar en el foro internacional. Por bastante menos que eso un caballero que se cuadre debe arrojar el guante a la cara del impertinente. Algo que Evo a todas luces no hizo. "No puede haber dueño del mundo, se equivocan", agregó Morales.
Paul Craig Roberts fue subsecretario del Tesoro del gobierno de Ronald Reagan y editor en el Wall Street Journal. Con una sólida carrera como economista, a los 74 años es uno de los líderes más respetados entre los llamados "paleoconservadores" estadounidenses, una corriente de pensamiento ultraliberal que apuesta a un individualismo extremo y desdeña al Estado. Por eso, entre otras cosas, rechazan aumentos impositivos y están en contra de la Ley de Salud que logró aprobar el actual presidente demócrata.
O sea, Roberts es lo más alejado de concepciones políticas como las que sostiene el MAS boliviano o el PT brasileño. De allí lo simbólico de un artículo que escribió en su sitio web , "La tiranía de Washington". Roberts dice en ese texto que "el Hubris (ops, parece que se puso de moda el término) y la arrogancia se han escapado (junto) con el 'superpoder'. (Y entonces) los Estados Unidos son denostados por todo el mundo. (…) La presidenta de Brasil denunció al régimen de Obama por la 'violación del derecho internacional' que reveló el escándalo de espionaje y el presidente boliviano está presentando una demanda contra el gobierno de Obama por crímenes contra la humanidad."
En un concepto que puede parecer tomado no sólo de Morales sino de los mandatarios latinoamericanos que lo precedieron en el estrado de la Asamblea General, Roberts agrega que "no hay diferencia entre Washington y las dictaduras que Washington atribuye a otros países". Más lapidario aún, el ex funcionario del actor Reagan considera que "el régimen de Washington ha declarado que está por encima de la ley y la Constitución y tiene el poder para detener a ciudadanos de forma indefinida y para asesinarlos sin el debido proceso legal. Estas competencias incluyen las condiciones necesarias y suficientes para ser considerada una dictadura."
Como ya se dijo, Roberts no es precisamente un izquierdista. Esto es, su filosofía de fondo es de tal modo liberal que termina postulando que cada uno se las arregle con sus propias posibilidades y sin esperar a que nadie, y en particular el Estado, venga en su ayuda. Pero también desde los sectores más progresistas estadounidenses hay voces en contra de la incursión imperial que, hoy por hoy, parece más asentada en los demócratas que en los conservadores.
Es el caso de Robert Greenwald, director y productor de cine y documentales de denuncia y activista político (sus últimos registros son Wal-Mart: el alto costo del bajo precio, de 2005; La guerra de Rupert Murdoch en el periodismo, de 2004; La E torcida: la verdad desnuda sobre Enron, de 2003), filmó hace más de un año una entrevista con víctimas de los ataques estadounidenses con drones durante un viaje a Pakistán. La producción consistía en una cobertura sobre el caso de Rafiq ur Tehman y sus dos hijos. La madre de Rafiq, de 67 años, fue asesinada por uno de estos aviones no tripulados. Los chicos, Nebila y Zibiar, de 9 y 13 años, resultaron heridos.
"La situación de Rafiq me conmovió profundamente", reseña Greenwald en una publicación que levanta el sitio Information Clearing House, "era claro que no se trataba de ninguna instancia abstracta de daño colateral. Como padre de cuatro hijos, estoy obsesionado por las historias de niños heridos o asesinados por ataques con drones", se sincera el hombre de 70 años que en 1997 dirigió a Russell Crowe y Salma Hayek en Breaking Up (presentado en Argentina como Un amor inconcluso).
Para no irse demasiado lejos, Greenwald dice que la historia de Rafiq era tan conmovedora que estaba seguro de que produciría un fuerte impacto –antibélico, se entiende– en el Congreso estadounidense. Fue así que solicitaron, junto con el abogado de la familia, visas para ir a Estados Unidos a contar sus padeceres con esas naves manejadas desde una oficina por expertos que hacen como si jugaran con una Wii o una Play Station.
"Reprieve, una organización internacional que lucha por la justicia en todo el mundo, ha estado trabajando incansablemente para obtener los documentos necesarios para que en los Estados Unidos podamos escuchar de primera mano a una familia cuyo ser querido fue asesinado por un ataque de drones", describe el cineasta.
El tema es que a Rafiq y los niños les dieron la visa, no así a su abogado, Shahzad Akbar. No es que la hayan negado, simplemente la demoran con chicanas administrativas. "Sin Shahzad, Rafiq podrá venir a Washington pero su historia nunca se oirá", resume Greenwald.
Luego agrega que el abogado viajaba regularmente a Estados Unidos y que incluso había sido consultor de la USAID. "No fue sino hasta 2010, cuando comenzó a representar a las víctimas de los drones y sus familias, cuando el Departamento de Estado comenzó a atender sus solicitudes de visa." Y allí se empezó a trabar su ingreso.
Como colofón de su tarea, Greenwald da un número de teléfono de la dependencia a cargo de John Kerry (202-647-4000, por si alguien quiere…) para demandar la visa de Shahzad. Acompaña el pedido con una mención al congresista demócrata Alan Grayson avalando la solicitud. Grayson, con apoyo de votantes de origen latinoamericano, volvió al Capitolio en representación de los ciudadanos del noveno distrito de Florida. Es un firme opositor a la intervención en Siria y a su vuelta al Congreso logró que le aprobaran la formación de un equipo con hispanohablantes.
"Vamos a tener un equipo bilingüe que nos ayudará con nuestros esfuerzos a favor de nuestro distrito, especialmente a ayudarlos con sus necesidades, ya sea (en la búsqueda) de beneficios sociales, educación, ciudadanía y salud", dijo en aquella ocasión a la agencia Efe desde su domicilio en Orlando.
De donde se ve que en el mundo va creciendo una trasversalidad inusitada que cruza a gobiernos e intelectuales de izquierda o progresistas con cultores del más crudo individualismo. Habrá que hacer una buena lectura política en consecuencia y no caer en el facilismo de creer que un demócrata con discurso neokeynesiano per se es lo mejor para el resto de la humanidad.


Tiempo Argentino
Setiemnre 27 de 2013

sábado

Carlos Núñez: Conexiones y filosofía celta

Carlos Núñez gesticula, se entusiasma, interpreta. Necesita de todo el cuerpo para darse a entender, como cuando arriba de un escenario trasciende la gaita o las flautas para expresar lo que con la música no parece alcanzarle.
Decir de este gaitero nacido en Vigo hace 42 años que es el mayor exponente del folklore de su terruño es poco. También es un inquieto buscador de puentes, de conexiones a través de las raíces celtas en Europa, pero fundamentalmente en América Latina. Tanto que pasó un largo año en la Bretaña francesa y otros tres recorriendo Brasil para descubrir que en el corazón de Sudamérica persiste el espíritu de los druidas y los magos encarnados en sonidos e instrumentos que vienen de la Edad Media, sin escalas. 
De gira por Buenos Aires en el marco de la presentación de su último disco, Discover, Núñez habló de esa historia latente en los pueblos, de sus inicios cuando adolescente con los ya míticos Chieftains, el grupo de música celta islandés con quienes se inició a los 16 años y llegó a tocar junto a los Rolling Stones, Sting, Sinead O’Connor y León Gieco.
–¿De dónde viene ese ansia por buscar puentes culturales hacia el otro lado del océano?
–Es una filosofía que la aprendí de mis maestros, los Chieftains, que seguramente es algo muy celta, de buscar las conexiones. Ellos me decían: "Carlos, no pienses sólo en tu pequeño país." Hay dos filosofías posibles: tú viajas y vas viendo: "Esto es diferente a lo mío, no me siento en casa", o la otra filosofía que es siempre buscar las conexiones. Entonces te sientes en casa en todas partes. Esa es la forma celta. 
–¿Eso lo llevó a meterse en el Brasil profundo?
–Tenía la sospecha de que Irlanda y Escocia llevaron la música celta a Estados Unidos y Canadá, y Galicia llevó la gaita a toda Latinoamérica. Brasil tuvo gaita desde el inicio de la conquista, en el 1500. Fue el instrumento que primero llegó de Europa; hubo gaiteros indígenas, gaiteros africanos y en Argentina también. Tú le preguntas a Shakira qué es una gaita y te dirá: "¡Ah, en Colombia la gaita macho y hembra!" Un venezolano te va a decir "son los ritmos del carnaval". Un mexicano, "¡Ah, gaita es un mariachi antiguo!" Y en Cuba te van a poner unos ritmos como el de la muñeira gallega, que se parecen al chamamé.
–¿El chamamé también? Algunos dicen que tiene influencias en la polca centroeuropea.
–He estado frente a frente con mi amigo el Chango Spasiuk y le he dicho: "Tócame este chamamé (tararea). Ahora vamos a ver la gaita venezolana, ahora vamos a ver este mariachi antiguo y tal", y me acabó confesando que era lo mismo. Lo que pasa es que tienen nombres diferentes, nacionalidades diferentes. Yo estoy convencido de que hay unas conexiones ahí estupendas, que la música celta está ahí. Esa gaita fue con jesuitas y franciscanos, y llevó el sentimiento de la Navidad, que eran los villancicos, y se extendió por toda Latinoamérica. Los jesuitas fueron como druidas que dejaron hacer: al africano o al indígena le dijeron "Tócalo a tu manera." No hubo una imposición de "hay que tocarlo así". Esos villancicos gallegos, tenían forma de muñeira, de gigas irlandesas.
–Se dice que los jesuitas conquistaron a través de la música.
–Hay cartas increíbles en las que escribían. "Si mandan gaitero, no habrá jefe indígena que no nos deje a sus hijos para que los eduquemos, les gusta." Hay una de Pêro Vaz de Caminha, la Carta do Achamento, del descubrimiento, de cuando los portugueses desembarcan por primera vez y le explican rey de Portugal aquel momento mágico de cuando encuentran a los indios, que no hablaban la misma lengua, no había forma de comunicarse. Entonces dice Pêro de Camina que "va un gaitero a la playa y tocó para los indios y ellos jugaban y reían y gustaban mucho de la gaita." Ellos se jactan de que ahí nació Brasil.
–Cruce misterioso de culturas.
–España realmente no es un país. La península ibérica, España y Portugal, es un campo de juego entre dos energías, la del Atlántico y la del Mediterráneo. El Mediterráneo es la guitarra, es todo ese mundo de las ciudades, esa cultura avanzada, las ciencias, las humanidades, el barroco. El Atlántico es la magia, las leyendas, la gaita, ese mundo medieval antiguo, ese no realismo del románico. Cuando de pronto se descubre América, esa guerra gaita-guitarra pasa a Latinoamérica. En los barcos iban la gaita y la guitarra: la guitarra era la modernidad, el capitalismo, las universidades, Lisboa, Madrid, Sevilla, el barroco. Y la gaita era la antigua Edad Media, los celtas, los campesinos. Cuando eso llega a Latinoamérica, ¿quién gana esa carrera? La guitarra, las grandes ciudades. Pero la gaita permanece, su alma transmutada en otros instrumentos, como el acordeón. 
–El bandoneón. 
–¿Cómo se le llama al acordeón en el sur de Brasil? Gaita. ¿Cómo se llama en el norte? Sanfona, como la antigua sanfona. El acordeón sustituyó a los instrumentos medievales, pero el repertorio y el alma siguen siendo los de los antiguos. Aparte de las músicas nacionales, hay muchas otras músicas secretas que nunca fueron valorizadas en Latinoamérica. Tiene que venir alguien de afuera para rescatarlas, como nos paso a nosotros en Galicia con los irlandeses.
–¿Cómo es eso?
–España tenía castigada a Galicia. Si tú buscas en el diccionario de la Real Academia Española el significado de "gallego", te dice "nativo de Galicia-tonto, gallego soplagaitas, tonto soplagaitas". Es un desprecio hacia ese mundo antiguo y viene de todo lo nuevo, todo lo barroco del nuevo imperio español.
–Pero España parece no haber querido mirar hacia América de una manera diferente.
–España quedó sin proyecto. España se convirtió en país sólido porque era una empresa muy rentable. La Reconquista fue echar a los moros, entre comillas. ¿Por qué los echaban? Porque eran ricos y tenían oro; todo lo que era lujo era de los árabes, entonces, ¿quién no quería estar en la Reconquista? Era el Far West pero hacia abajo. De pronto, curiosamente el mismo año que se termina la Reconquista, viene Cristóbal Colon y ¡pumba!, América. España no conquista Portugal, sino que la energía se va hacia allá. No hay nacionalismos durante la conquista de América, pero se pierde Cuba, la última colonia, y ahí empiezan los problemas y ahí si hay Cataluña, País Vasco y tal. El imperio se ha caído y se termina un matrimonio de conveniencia, quien lo sabe. ¿Existe realmente España? Lo que sí es cierto es que existió un proyecto. A España la hizo Castilla, que con su mentalidad germánica ha sido la Inglaterra de la península ibérica. Inglaterra formó el Reino Unido, y consiguió unir a los clanes de Escocia con los irlandeses, como esclavos y tal. 
–De todos los sitios donde grabaste, uno de los más extraños es Japón, donde participaste en música de animés. ¿También allí encontraste conexiones con lo celta?
–Viajando cerca de Fukushima me encontré con que ellos también llaman "rías" a esas entradas del mar donde desaguan los ríos. El japonés tiene una cultura de mar y es muy gallego. Nunca contesta con sí o no, deja que decida la naturaleza. Como el gallego, no es humanista. El humanismo no llegó a Galicia, eso viene con el barroco, con el capitalismo.
–Eso sí que es interesante. 
–El humanismo es un concepto más renacentista, es clásico greco-romano, es un concepto de las ciudades que consiste en la esperanza del hombre en el hombre, los hombres uniéndonos, forjando juntos, haciendo ciudades. En cambio el gallego no cree en el hombre.
–¿Cómo piensa?
–El gallego sólo sabe que llega el invierno y que la cosecha puede perderse. Sabe que la luna llega y que la mujer se pone de buenas o de malas y si quieres tener una buena palleta (lengüeta de caña) espera la primera luna creciente del mes de enero y ahí cortas y sacas la palleta de la gaita. El gallego es pura observación de la naturaleza. En Galicia ni siquiera el dinero es lo más importante; es el favor que yo te pido. El gallego no es como el castellano que es "sí o no, no me hagas perder el tiempo". Castilla es germánica.
–¿Todo ese mundo español está en crisis?
–Ah, pero a mí no me preocupan las crisis. Lo digo con toda la crueldad, porque la está pasando muy mal mucha gente y muchos están migrando.  Pero también es posible que los gallegos estén más preparados para esta crisis que el resto de los españoles. Los gallegos, como los irlandeses, siempre han tenido por tradición un pie preparado para salir. Pero al mismo tiempo, las crisis hacen que se tambalee el poderoso, y al tambalearse, los débiles tienen una oportunidad.  «
El perseguidor de sabios
"Una cosa que sorprende a mucha gente es que en la música celta pasamos muchas veces de una canción triste y de pronto entra la gaita: chan cha chan chan, como los irlandeses no? La balada triste irlandesa y de pronto ¡Uhuu! (grita) y empieza el ritmo. ¿Están locos, estos celtas, que pasan de la melancolía, de la saudade, de la morriña, a la fiesta? ¿A qué se deben esos cambios? No lo sé, pero es algo propio de nuestra música. Y esa melancolía fíjate tú qué cosa más curiosa: descubrimos hace poco unas músicas de Londres, que fue un centro de música celta súper fuerte en 1700, y había una publicación semanal que se llamaba Pills for Melancholy ("Píldoras para curar la melancolía"), para escoceses o irlandeses que iban a trabajar a Londres y Manchester... les estaban vendiendo la morriña en Londres, la música celta curaba la morriña. 
–¿Hay método académico en tus investigaciones, o es intuición pura?
–Me encanta rodearme de sabios. Alguien me llamó "el perseguidor de sabios", porque la gente que sabe muchas cosas te da ideas, y las ideas tienen energía potencial y eso hace que salgan cosas nuevas en la música. Muchas veces hay científicos que te cuentan cosas y otras veces las descubres por tu propia intuición. Mi intuición me decía que esas músicas que yo escuchaba en el nordeste de Brasil o Minas Gerais conectaban con nosotros, pero yo no sabía por qué. Me tardé tres años en descubrir que fue porque la gaita viajó de ese Portugal tan galaico de 1500, donde en todo el país se tocaba la gaita.
La gallega Potter
–Mucha gente, cuando escucha por primera vez música celta, dice: "Parece música country, o de película de cowboys."
–La gente muchas veces conoce porque ve en el cine, y por eso los relacionan con los cowboys o con los escoceses de las faldas, el gaitero del castillo. A veces le explico a la gente que Galicia es "Terra Meiga", Tierra de Magas –o de brujas–. En Galicia, lo de ser bruja o maga no es malo, siempre se vio como un don bueno. Entonces les digo que Harry Potter no tenía que ser chico  inglés, tenían que ser chica y gallega.
Tiempo Argentino
Setiembre 21 de 2013

viernes

Espionaje y negocios de alto vuelo



La suspensión del viaje oficial de Dilma Rousseff a Estados Unidos representa una muestra más de las dificultades que atraviesa la potencia imperial para seguir sosteniendo sus intereses omnipotentes en todo el planeta. A días de haber tenido que dar marcha atrás al intento intervencionista de Barack Obama en Siria –y de haberse tenido que digerir el brulote de Vladimir Putin de que dejen de creerse un país excepcional–, el desplante de la presidenta brasileña sonó para muchos analistas estadounidenses como una bofetada más en el ajado rostro del Premio Nobel de la Paz 2009.
Cierto es que fue una suspensión y no una anulación y que, además, fue tras un acuerdo negociado entre ambas cancillerías para no dejar demasiado desairado a nadie. Brasil exigía una disculpa estadounidense por el espionaje a la propia presidenta y a la empresa petrolera estatal. Un procedimiento que el ex agente Edward Snowden había revelado a un periodista británico residente en Río de Janeiro. Su pareja, nativo carioca, tuvo que soportar humillaciones en el aeropuerto londinense cuando volvía a su patria con documentación de Snowden para Glenn Greenwald, el corresponsal del The Guardian que aparece en el centro de esta trama.
Dilma no podía pedir menos que una retractación luego del escándalo que incluso en los medios de la derecha brasileña –que son prácticamente todos– pusieron en el tapete con una dosis de nacionalismo curiosamente exacerbado. Obama tampoco podía hacer otra cosa que emitir un documento en el que reconocía que no es el mejor momento para hacer ese encuentro, que había sido anunciado como central para su política, una visita de Estado como no habría otra en la Casa Blanca en el año. Pero de admitir culpas ni una palabra.
Los estadounidenses, es cierto, se consideran un país con características excepcionales y en su subconsciente no entra la frase "nos equivocamos". Mucho menos "se nos fue la mano". Y eso que tanto el soldado Bradley Manning como el propio Snowden pusieron el dedo en la llaga al gritar a los cuatro vientos que si fueran tan excepcionales no podrían permitir los abusos de otra invasión y de continuar espiando a la ciudadanía con la excusa de buscar terroristas.
Acotación al margen: el método no es tan efectivo, habida cuenta de la matanza que protagonizó Araón Alexis en la base de la marina más representativa de su poderío militar, a poco más de una hora de caminata de la Casa Blanca. Como sea, a los norteamericanos va a costarles muchas otras "bofetadas" como las de estas semanas adecuarse a los nuevos vientos que soplan en el mundo. Esto no implica que la caída del imperio americano está a la vuelta de la esquina pero sí que actitudes como la que tomó Dilma, impensable tras una alianza del gigante sudamericano con Washington que viene de la Segunda Guerra Mundial, se van a profundizar de aquí en más.
Por lo pronto, el gobierno de Dilma ya anunció planes para desarrollar una red de conexiones de Internet que esquive a Estados Unidos, el centro por donde pasa la mayoría de los cables en la actualidad. Como miembros del grupo BRICS, Brasil sabe que en pocos años los líderes de los países emergentes sumarán 40% de la población mundial y un PBI de 35 mil billones de dólares, el 25% mundial, mucho más que Estados Unidos y Europa. Las autoridades no se engañan al entender que el blanco del espionaje no era Brasil sino los BRICS. De hecho, Rusia y China bloquearon la intervención en Siria como miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Moscú en especial planteó una jugada para que Bashar al Assad entregue sus armas químicas y evitar así la salida bélica que ¿necesitaban? Obama y el francés François Hollande.
Con los medios que los países del grupo emergente tienen en la actualidad, se dice, en un año podrían extender una Bricsnet aprovechando tecnología china y rusa con desarrolladores informáticos indios, brasileños y hasta sudafricanos. Sería un cable que iría de Vladivostok, en Rusia; pasando por Shantou, en China; Chennai, en la India; Ciudad del Cabo, en Sudáfrica y cruzando el Atlántico, directo a Fortaleza, en Brasil. Unos 34 mil kilómetros de fibra óptica de 12,8 terabytes de capacidad, con una virtud "excepcional": no tocaría las costas estadounidenses.
Según datos que recopila Tobías Rímoli en el sitio Rebelión, en Sudamérica hay "43.552.918 servidores, mientras que en EE UU existen más de 498 millones, dentro de los que se incluyen los de Microsoft, Facebook, Twitter, Google, AOL, Yahoo!, PalTalk, YouTube y Apple". Los cables por donde circula la información cruzan territorio estadounidense. El dato clave es que el 80% del tráfico en la web originada en Latinoamérica pasa por el gran país del norte, que aprovecha la situación para justificar que espía dentro de su territorio y no afuera. Lo que oculta es que lo hace con material que no se refiere a cuestiones internas sino de otros países. Como si revisaran las cartas de un mensajero en vuelo que no tuvo más remedio que hacer una escala técnica en Nueva York, por decir algo, con el argumento de que el señor en cuestión estaba en Estados Unidos.
El ejemplo que pone Rímoli es aún más significativo: "Un mail enviado entre dos ciudades limítrofes de Brasil y Perú, por ejemplo entre Río Branco, capital de Acre, y Puerto Maldonado, va hasta Brasilia, sale por Fortaleza en cable submarino, ingresa a Estados Unidos por Miami, llega a California para descender por el Pacífico hasta Lima y seguir viaje hasta Puerto Maldonado, a escasos 300 kilómetros de donde partió".
Hace unos días el ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorin, firmó con su par argentino Agustín Rossi un documento en el que los dos países manifiestan la voluntad de luchar juntos contra ataques cibernéticos. Un eufemismo para decir que estudian medidas para evitar el espionaje estadounidense. A principios de agosto se anunció que Unasur pondría en marcha la construcción de un anillo de fibra óptica de 10 mil kilómetros alrededor de América del Sur gestionado por empresas estatales de cada uno de los países. Oficialmente se dijo que era un modo de "abaratar los costos operativos" de usar líneas que atraviesan EE UU. Pero el objetivo central es disminuir la vulnerabilidad en caso de atentados y resguardar el secreto de los datos oficiales. Se estima que en dos años ya habrá algo sustancioso para mostrar en ese terreno.
El otro tema espinoso en la relación de Brasil con Estados Unidos fue el espionaje a los archivos de Petrobrás, una noticia que se dio a conocer semanas antes de la licitación del yacimiento petrolífero Libra, uno de los mayores del mundo. La vigilancia, según la publicación brasileña Itsoé, se hizo desde la isla de Ascensión, el territorio británico de ultramar en el medio del océano Atlántico, entre Recife y Luanda, la capital de Angola, donde hay una base militar bajo jurisdicción de un comandante ubicado en Malvinas. Allí se aprovisionaron buques británicos durante el conflicto bélico de 1982 con Argentina. También allí hay una base perteneciente a Estados Unidos. Ascensión, destaca el periódico, forma parte del sistema de espionaje global Echelon, del cual además de EE UU. participan Gran Bretaña, Canadá, Nueva Zelanda y Australia.
Esa red ya había sido cuestionada en Europa a principios de este siglo por haber sacado ilegalmente información del fabricante de aviones Airbus, que perdió entonces una licitación por 6000 millones de dólares para venderle aeronaves a Arabia Saudita. El contrato lo ganaron Boeing y McDonnell Douglas. Un lustro antes, el grupo francés Thompson-CSF perdió un contrato por 1300 millones de dólares en favor de la estadounidense Raytheon. También entonces la información había salido de Echelon. Disputaban la provisión de un sistema de vigilancia satelital para monitorear la destrucción de la selva, destinado el gobierno de Brasil.
Desde Ascensión y mediante equipamientos provistos precisamente por Raytheon, con capacidad para captar 2 millones de comunicaciones simultáneas, se interceptan conversaciones telefónicas, correos electrónicos y publicaciones de las redes sociales. El punto de mira son Brasil, Argentina, Uruguay, Colombia y Venezuela.
Para agregar otro ingrediente a la mezcla, Brasil tiene demorada la compra de 36 aviones de combate por valor de unos 4500 millones de dólares desde los últimos años de gobierno de Lula da Silva. El metalúrgico había casi arreglado con el francés Nicolas Sarkozy los Rafale fabricados por la Dassault. Otro oferente es la sueca Saab, que elabora los Greppen. El tercero en discordia es el F/A-18 Super Hornet de Boeing, el preferido de los altos mandos brasileños.
Por ahora, Obama se tuvo que quedar con las ganas de hablar de esa cuestión.

Tiempo Argentino
Setiembre 20 de 2013

El costo de las palabras y el precio de la guerra



A veces una palabra en el momento oportuno, más allá de la intención explícita, puede cambiar el escenario político. Es lo que parece haber ocurrido el lunes por una simple respuesta del secretario de Estado norteamericano John Kerry a un periodista londinense, cuando casi terminaba una conferencia de prensa junto al ministro de Relaciones Exteriores británico William Hague. Venía bélico el mensaje de Kerry, que había hecho una gira para convencer a sus aliados de la necesidad de cargarse en conjunto el ataque que ya el presidente Barack Obama había decidido a Siria.
Pero cuando el reportero, quizás con una dosis de inocencia, lanzó una pregunta casi de manual –"¿Hay algo que Bashar al Assad pudiera hacer para evitar la intervención militar?"– Kerry quedó arrinconado. No sería bien visto decir que no había nada que pudiese hacer, porque quedaría como un obcecado militarista. Ensayó, como pudo, una salida de compromiso: "Seguro que sí, podría entregar todas y cada una de sus armas químicas a la comunidad internacional la semana próxima –entregarlas todas y sin retraso–, pero no lo va a hacer y además no se puede hacer." Tranquilo, se acomodó la corbata y fue al aeropuerto para, ya en Washington, ultimar los detalles del discurso que Obama daría unas pocas horas más tarde para persuadir, él, a los remisos congresales de la necesidad de que le aprobaran la acción punitiva contra Al Assad.
Rápido como pocas veces se lo vio al menos desde estas pampas, el gobierno ruso recogió el guante y el canciller Sergei Lavrov anunció que estaban de acuerdo con la ¿propuesta? de Kerry y aseguró que habían hablado con Al Assad de la conveniencia de dejar las armas químicas bajo control internacional para su posterior destrucción. El mandatario sirio, con prontitud semejante –no fuera cosa de que se le aguara el festejo de su cumpleaños 48– se comprometió a someterse a la inspección extranjera. Con lo cual se mataron más de dos pájaros de un tiro: se bajaban tensiones antes de que en Estados Unidos hubiera también un recordatorio, el del 11S, y se podía posponer la votación en el Congreso en momentos en que los números a Obama no le cerraban. Al mismo tiempo, en el fárrago de novedades se reconocía que Siria tenía armas químicas, cosa que hasta el momento estaba en la nebulosa, y se dejaba flotando la idea de que el famoso ataque con gases venenosos del 21 de agosto era perfectamente posible.
Cuando Kerry se bajó del avión el aluvión ya era indetenible y, a regañadientes, aceptó que había que dar una nueva oportunidad a la diplomacia. Rearmaron el discurso y Obama enfrentó, el martes, las cámaras de televisión con un mensaje de poco más de un cuarto de hora. Intentó ser duro y por momentos lo fue. Buscó también una dosis de racionalidad. Reconoció, en sus palabras, que los estadounidenses están hartos de guerra. También que la oposición siria es un manojo de impresentables más peligrosos de lo que podría ser incluso un Al Assad desenfrenado. "Me he resistido a los llamados a una acción militar porque no podemos resolver la guerra civil de otra nación por medio de la fuerza, particularmente luego de una década de conflicto armado en Irak y Afganistán", admitió el premio Nobel de la Paz.
Hasta que le tocó describir ese aciago día en que las imágenes de miles de personas presuntamente asesinadas con gas sarín llenaron las pantallas de televisión de todo el mundo. "Nadie rechaza que se utilizaron armas químicas en Siria. El mundo fue testigo de miles de videos, fotografías tomadas con teléfonos celulares y recuentos del ataque en los medios sociales; las organizaciones humanitarias relataron historias de cómo los hospitales estaban llenos de personas con síntomas de haber inhalado gases venenosos", se explayó luego como si ese fuera el tipo de evidencias que servirían en un juicio.
Con esa misma lógica, añadió luego que si Estados Unidos no actúa, "otros tiranos no tendrán razón alguna para pensarlo dos veces antes de adquirir gases tóxicos y usarlos. Con el tiempo, nuestras tropas se volverían a enfrentar a la posibilidad de la guerra química en el campo de batalla y les podría ser más fácil a las organizaciones terroristas obtener estas armas y usarlas para atacar a poblaciones civiles". Un razonamiento que encaja perfectamente en el imaginario estadounidense promedio de lo que es una acción de castigo: reprime el uso de armas pero no combate al productor o al comerciante.
Luego subió la apuesta para explicar que como "presidente de la democracia constitucional más antigua del mundo", lo asiste "la autoridad para ordenar ataques militares", algo a lo que afirmó haber renunciado –por esta vez– "para llevar este debate al Congreso". Pero en un inusual análisis político, reconoció: "Es cierto que algunos de los adversarios de Assad son extremistas; pero Al Qaeda solamente se volverá más fuerte en una Siria más caótica."
Ya definitivamente en clave heroica, Obama dijo que había decidido aceptar las últimas negociaciones abiertas tras las palabras de Kerry en Londres. Pero a pesar de que alguien parece haberle pedido que Estados Unidos deje de ser el policía del mundo, "cuando, con un esfuerzo modesto y con mínimo riesgo, podemos evitar que los niños mueran envenenados con gases tóxicos, y por consiguiente, hacer que nuestros propios hijos estén más seguros a largo plazo, creo que debemos actuar. Eso es lo que hace diferente a los Estados Unidos. Eso es lo que nos hace excepcionales. Con humildad, pero con determinación, no perdamos de vista esa verdad esencial."
Como es usual, terminó el mensaje con un "Que Dios bendiga a los Estados Unidos de América". No habían pasado 24 horas cuando Putin, el otrora agente de la KGB y luego de su sucesora, la FSB, le respondió mediante una carta al The New York Times donde también hace gala de un descarnado arresto de sinceridad para explicar su posición en torno del caso Siria.
Comienza Putin recordando que si bien hubo una época de guerra fría entre ambos países, "fuimos aliados una vez, y derrotamos a los nazis juntos. Las Naciones Unidas se establecieron entonces para evitar que semejante devastación vuelva a suceder". En un toque "multipolar" recuerda que "los fundadores de las Naciones Unidas entendieron que las decisiones que afectan a la guerra y la paz deben realizarse solamente por consenso", algo a lo que Estados Unidos no se opuso. Luego abunda en que "el derecho a veto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad fue consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. La profunda sabiduría de este (derecho) ha apuntalado la estabilidad de las relaciones internacionales desde hace décadas". O sea, multilaterales pero sólo para los cinco con el privilegio del no.
Más adelante asume que en Siria no abundan los "campeones de la democracia" y también él recuerda el peligro de grupos terroristas en la oposición en el país árabe. Pero insistió en que "la ley sigue siendo la ley, y debemos seguirla, nos guste o no" y advierte que actuar por fuera del organismo con sede en Nueva York "es inaceptable en virtud de la Carta de las Naciones Unidas y constituiría un acto de agresión".
Las críticas contra EE UU abundan en la polémica misiva del presidente ruso. Cataloga a la principal potencia del planeta de alguien que "confía únicamente en la fuerza bruta e improvisa coaliciones bajo el lema o estás con nosotros o contra nosotros". Pero tal vez lo más sustancioso –y seguramente irritativo en el país norteamericano– es el desacuerdo con el remate del discurso de Obama. "Es extremadamente peligroso animar a la gente a verse como algo excepcional, sea cual sea la motivación. Hay países grandes y países pequeños, ricos y pobres, los que tienen una larga tradición democrática y aquellos que todavía buscan su camino a la democracia. Sus políticas son diferentes, también. Todos somos diferentes, pero cuando pedimos la bendición del Señor, no debemos olvidar que Dios nos creó iguales."
Al mismo tiempo, el Washington Post publicaba que la CIA comenzó a entregar armas a los rebeldes sirios, tras meses de retraso. Los envíos incluyen armas de mano y municiones. El Departamento de Estado, por su parte, hizo lo propio con vehículos y equipos de comunicaciones y de asistencia médica.
Al cierre de este artículo, el sitio Cost of War (el Costo de la Guerra) que ostenta un contador segundo a segundo de los datos presupuestarios de EE UU, señalaba que desde 2001 en Afganistán se gastaron 657.778.230.650 dólares, en Irak 814.246.552.150 dólares desde el año 2003. Los contribuyentes estadounidenses pagan por su sofisticado sistema de seguridad exterior más de 36 mil dólares cada hora. En vidas, el precio era de 4883 soldados en Irak y 3272 en Afganistán. Los civiles muertos sumaban 1.455.590 en Irak. No había números de Afganistán.
No hay guerras gratuitas ni paseos "correctores" de tres días, como promete Obama. Y el riesgo en vidas y haciendas puede ser incalculable.

 Tiempo Argentino
Setiembre 13 de 2013

Obama busca liderazgo en el campo de batalla



Para muchos países –y en la lista debe incluirse a la Argentina– la actitud belicista del presidente de Estados Unidos representa una bofetada al multilateralismo. Para la dirigencia política de su propio país, es una muestra de su escaso liderazgo a nivel internacional, por lo que le pasó factura mostrándose remisa a apoyar la intervención armada en Siria. En las calles estadounidenses mientras tanto, es cada vez mayor el rechazo a una nueva aventura militar a miles de kilómetros de sus propias fronteras. Ni qué decir de lo que piensa la opinión pública mundial.
Como al pastor mentiroso de la fábula, le tocó a Obama hacerse cargo de la explicación de por qué es imperioso actuar contra el uso de armas químicas por parte de Bashar Al Assad. El relato se parece demasiado al usado cuando invadieron Irak hace diez años. Y ya nadie está dispuesto así como así a creer esos argumentos por varias razones: una de ellas es porque Obama llegó a la Casa Blanca enarbolando las banderas de giro copernicano a la gestión de George W. Bush. Pero hay más: la sociedad estadounidense repudia las bolsas negras con cadáveres de compatriotas llegando desde el campo de batalla, además de las secuelas de miles de víctimas con problemas mentales y las revelaciones que cada tanto se cuelan –desde Bradley Mannig a hoy– sobre atrocidades cometidas en Irak y Afganistán bajo el amparo de la insignia de las barras y las estrellas.
Por eso es que el plan de «castigo» al régimen sirio contemplaba inicialmente la utilización de aviones no tripulados y misiles teledirigidos. Incluso anunció que sería una incursión punitiva de no más de 72 horas, sin intención de cambiar al gobierno del oftalmólogo que asumió en 2000 tras la muerte de su padre, sino dirigida a destruir sitios estratégicos sin desembarcar soldados.
Pero la administración del Premio Nobel de la Paz 2009 está en un atolladero. Al frente de un puñado de países que sustenta a la oposición a Al Assad desde que estalló la revuelta, hace algo más de dos años, EE.UU. en la práctica terminó aliado a un grupo desordenado e incontrolable que entre los más radicalizados cuenta con miembros de Al Qaeda. Eso no impidió que durante estos meses EE.UU. y sus socios le dieran armas, pertrechos y cobertura mediática. Con todo, la situación es de virtual empate técnico. Los rebeldes no están en condiciones de derrotar a Al Assad pero tampoco el gobierno puede con ellos.
Damasco tiene como aliados a Rusia e Irán y a Hezbollah, pero no le son ajenos Venezuela, Cuba y China. Si Occidente les retira su apoyo a los opositores, serían fagocitados por las tropas leales en poco tiempo. Es una historia que ya se vio con el derrocamiento de Muammar Khadafi en Libia. Los no menos dispersos rebeldes libios necesitaron de la OTAN para terminar con el gobierno del coronel que estaba en el poder desde 1969. El problema con Siria hoy, al igual que antes Libia e Irak, es que esos gobiernos fueron regímenes laicos en un mundo lleno de tentaciones fundamentalistas. Basta con mirarse en el espejo de Egipto y el proceso abierto en Irak tras la invasión para darse cuenta del riesgo de la jugada de Obama. Además, el final de Hussein, ejecutado en diciembre de 2006, o de Khadafi, apaleado en una emboscada en octubre de 2011, seguramente es un antecedente como para que Al Assad no quiera dar el brazo a torcer. Incluso, el mandatario insistió en que si EE.UU. tiene pruebas de que sus tropas arrojaron gases letales las muestre. El líder sirio sabe que tras la invasión a Irak en 2003, el argumento necesita de evidencias incontrastables.
El secretario de Estado, John Kerry, se la había dejado servida cuando apeló a una pirueta insólita: dijo que las pruebas existen, que resultan absolutamente confiables, pero que no las podía mostrar porque eso afectaría la seguridad de Estados Unidos. Obama reforzó esta explicación recordando que él como senador no había creído en los argumentos de Bush y había votado en contra del ataque a Irak. Por lo tanto, ahora tendrían que creerle. Si él decía que había armas químicas, y que las había utilizado el gobierno de Damasco ¿cómo iban a desconfiar?
 Tablero peligroso
Como sea, la cuestión no es tanto qué ocurrirá en Oriente Medio luego de la incursión armada sino cómo se recompondrá el tablero de las relaciones internacionales. Si algo pudo comprobar Obama en estos meses es que el mundo ya no es lo que era. El multilateralismo como programa para la gestión de los conflictos internacionales es una «ideología» que encuentra cada vez más adeptos.
No es casual que entre la ocupación de Libia y la situación en Siria, EE.UU. encuentre tanta negativa a su deseo de extender sus tentáculos militares. En Libia eligió ocupar un segundo plano detrás de Francia. Tras él, se encolumnaron Gran Bretaña, el resto de la comunidad europea y sobre todo la OTAN, que fue la que manejó el bloqueo aéreo. Y también hubo anuencia de la ONU, donde el operativo contó con el visto bueno esquivo pero favorable de Rusia y China.
Ahora el organismo internacional envió expertos a analizar si se lanzaron gases venenosos y, en caso afirmativo, quién los arrojó. Y son mayoría los países que reclaman esperar el resultado de esa investigación. Argentina, que presidió el Consejo de Seguridad durante el mes de agosto, propuso que, además de contar con ese informe, se buscara una solución política de alto nivel para la situación siria. Y a la manera de la resolución de conflictos que encontró la Unasur, pidió que los cancilleres de los 15 países del consejo se instalen en Siria para encontrar un arreglo político al entuerto.
Por su parte, Moscú utilizó esta vez su poder de veto en el Consejo de Seguridad. Es que en Tartus, Siria, hay una base militar rusa. Además, el premier Vladimir Putin sabe que en última instancia lo que el Pentágono busca es instalarse en territorio sirio para terminar de rodear a Rusia con un anillo de misiles desde Europa oriental a Afganistán. Por otro lado, a nadie escapa que la provisión de gas y petróleo mediante ductos que atraviesen Siria es uno de los proyectos en ciernes para el futuro cercano. Rusia no está sola, China, que también ocupa un escaño permanente y con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, comparte el rechazo a la intervención militar.
Otro dato que inquietó a EE.UU. fue que su aliado más firme, Gran Bretaña, esta vez no estuvo de su lado. David Cameron, bastante golpeado por la crisis económica y los continuos escándalos –por su acercamiento con el vapuleado grupo Murdoch y por la manipulación de tasas con el banco Barclays– no consiguió el apoyo legislativo para «castigar» a Al Assad.
El presidente francés, François Hollande, siguiendo el ejemplo de su antecesor en la ocupación de Libia, es el más firme partidario europeo de la intervención militar en Siria. Al igual que Obama,  el socialista viró hacia posiciones cada vez más cercanas al colonialismo del siglo XIX, a pesar de que también en Francia la condena al ataque es masiva.
Tanto cambiaron algunas cosas que hasta el Vaticano decidió esta vez asumir compromisos antes de la batalla. El argentino Jorge Bergoglio emitió comunicados condenando el uso de la violencia y el comercio de armas y protagonizó una jornada de ayuno en contra de una nueva guerra.
Para desazón de Obama, el encuentro del G20 en San Petersburgo, el grupo de los países más desarrollados y los emergentes, entre los que figura la Argentina, se convirtió en un foro donde se ventiló la situación siria, más allá de que es un espacio para el debate de cuestiones económicas. Si el presidente estadounidense esperaba conseguir un apoyo explícito a su intentona, se llevó la sorpresa de que mayoritariamente le dieron la espalda.
 Amigos son los amigos
Sólo consiguió un tibio documento firmado por un puñado de países amigos que propone «una fuerte respuesta internacional a esta grave violación de las normas» por el uso de armas químicas. Si bien el texto no refiere explícitamente a operaciones militares, significó una suerte de carta blanca a Obama. Como primer fogonero, entre los firmantes está Francia, y le siguen Gran Bretaña, Australia, Canadá, Italia, Japón, Corea del Sur, Arabia Saudita y Turquía. España, como país invitado, también aprobó el respaldo.
Con ese papel en la mano y una catarata de videos donde se ven los horrores del uso de armas químicas, Obama fue a la caza de votos en el Capitolio. Según las encuestas, 6 de cada 10 estadounidenses rechazan la intervención. Ni siquiera el aniversario de los atentados del 11S logró cambiar estos datos.
La población, que mostró su hastío a las guerras votando a Obama en 2008, percibe ahora que con el demócrata nada cambió. Para peor, la revelación de que todos son espiados por organismos de seguridad con la justificación de que así se combate el terrorismo es un trago amargo que ya no están dispuestos a digerir. Ni en EE.UU. ni afuera, como le dijo la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, al mandatario en su encuentro en Rusia.
Asimismo, hay una movida internacional para pedir que le retiren el Nobel a Obama. El propio presidente admitió ante periodistas –y a confesión de parte relevo de pruebas– que él siempre había dicho que no se lo merecía. El discurso de que la suya es la última de las guerras hasta alcanzar la paz puede desencadenar consecuencias imprevisibles en Oriente Medio, a poco de anunciarse la vuelta al diálogo entre palestinos e israelíes.

Revista Acción
Setiembre 1 de 2013