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El régimen de Obama y la transversalidad mundial

En una Asamblea de la ONU que, como viene sucediendo en las últimas ediciones, encuentra un bloque sudamericano unido en torno de discursos y visiones comunes –y sobre todo expresiones repletas de una sustancia que la diplomacia suele esquivar en los pliegues de las "buenas costumbres"–, Dilma Rousseff, Evo Morales, José Mujica, Cristina y en menor medida Ollanta Humala patearon el tablero internacional una vez más. Todos, con sus variantes, hicieron un efusivo reclamo para cambiar las reglas de juego en un nuevo escenario que ya no tolera la prepotencia de una nación-imperio cuya dirigencia es tan pagada de sí misma que no acepta otra versión sobre su rol en la historia que la de faro de la civilización, a pesar de que dentro de las fronteras estadounidenses se suman voces que se oponen a esta percepción egocéntrica de la historia.
Dilma, como era de prever, enfatizó que Estados Unidos había quebrado todas las reglas de juego y protestó por la violación a la soberanía brasileña al haber espiado no sólo sus secretos personales sino los de millones de compatriotas y de la empresa petrolera de bandera. Cristina volvió a hacer eje en que "no hay guerra justa, lo único justo es la paz" y pidió una solución negociada al conflicto sirio. El uruguayo, en ese tono campechano que acostumbra, dijo que cargaba sobre sus espaldas "con el deber de luchar por una patria para todos".
El más encendido fue Evo Morales, que habló un día después. El presidente boliviano pidió directamente un "Tribunal de los Pueblos" para juzgar al gobierno de Barack Obama por delitos de lesa humanidad, terrorismo de Estado e intervencionismo mercantilista, palabras más palabras menos. Y señaló la necesidad de trasladar la sede de la ONU a un país que respete, en primer lugar, las disposiciones que el organismo emite. "Estados Unidos no respeta las resoluciones de la ONU, no firma convenios importantes", especificó.
Luego de un Obama que insistió en la "excepcionalidad" de Estados Unidos "porque defiende nuestros intereses y los de otros", la voz de Evo sonó como la diametralmente más opuesta en el auditorio de la ONU en Nueva York. Sus razones tiene, ya que le tocó sufrir en persona, y siendo presidente, las mayores humillaciones que un dirigente político puede sufrir sin perder la compostura, como el desvío del avión que lo traía de Moscú, algo que el ex dirigente cocalero se encargó de recordar en el foro internacional. Por bastante menos que eso un caballero que se cuadre debe arrojar el guante a la cara del impertinente. Algo que Evo a todas luces no hizo. "No puede haber dueño del mundo, se equivocan", agregó Morales.
Paul Craig Roberts fue subsecretario del Tesoro del gobierno de Ronald Reagan y editor en el Wall Street Journal. Con una sólida carrera como economista, a los 74 años es uno de los líderes más respetados entre los llamados "paleoconservadores" estadounidenses, una corriente de pensamiento ultraliberal que apuesta a un individualismo extremo y desdeña al Estado. Por eso, entre otras cosas, rechazan aumentos impositivos y están en contra de la Ley de Salud que logró aprobar el actual presidente demócrata.
O sea, Roberts es lo más alejado de concepciones políticas como las que sostiene el MAS boliviano o el PT brasileño. De allí lo simbólico de un artículo que escribió en su sitio web , "La tiranía de Washington". Roberts dice en ese texto que "el Hubris (ops, parece que se puso de moda el término) y la arrogancia se han escapado (junto) con el 'superpoder'. (Y entonces) los Estados Unidos son denostados por todo el mundo. (…) La presidenta de Brasil denunció al régimen de Obama por la 'violación del derecho internacional' que reveló el escándalo de espionaje y el presidente boliviano está presentando una demanda contra el gobierno de Obama por crímenes contra la humanidad."
En un concepto que puede parecer tomado no sólo de Morales sino de los mandatarios latinoamericanos que lo precedieron en el estrado de la Asamblea General, Roberts agrega que "no hay diferencia entre Washington y las dictaduras que Washington atribuye a otros países". Más lapidario aún, el ex funcionario del actor Reagan considera que "el régimen de Washington ha declarado que está por encima de la ley y la Constitución y tiene el poder para detener a ciudadanos de forma indefinida y para asesinarlos sin el debido proceso legal. Estas competencias incluyen las condiciones necesarias y suficientes para ser considerada una dictadura."
Como ya se dijo, Roberts no es precisamente un izquierdista. Esto es, su filosofía de fondo es de tal modo liberal que termina postulando que cada uno se las arregle con sus propias posibilidades y sin esperar a que nadie, y en particular el Estado, venga en su ayuda. Pero también desde los sectores más progresistas estadounidenses hay voces en contra de la incursión imperial que, hoy por hoy, parece más asentada en los demócratas que en los conservadores.
Es el caso de Robert Greenwald, director y productor de cine y documentales de denuncia y activista político (sus últimos registros son Wal-Mart: el alto costo del bajo precio, de 2005; La guerra de Rupert Murdoch en el periodismo, de 2004; La E torcida: la verdad desnuda sobre Enron, de 2003), filmó hace más de un año una entrevista con víctimas de los ataques estadounidenses con drones durante un viaje a Pakistán. La producción consistía en una cobertura sobre el caso de Rafiq ur Tehman y sus dos hijos. La madre de Rafiq, de 67 años, fue asesinada por uno de estos aviones no tripulados. Los chicos, Nebila y Zibiar, de 9 y 13 años, resultaron heridos.
"La situación de Rafiq me conmovió profundamente", reseña Greenwald en una publicación que levanta el sitio Information Clearing House, "era claro que no se trataba de ninguna instancia abstracta de daño colateral. Como padre de cuatro hijos, estoy obsesionado por las historias de niños heridos o asesinados por ataques con drones", se sincera el hombre de 70 años que en 1997 dirigió a Russell Crowe y Salma Hayek en Breaking Up (presentado en Argentina como Un amor inconcluso).
Para no irse demasiado lejos, Greenwald dice que la historia de Rafiq era tan conmovedora que estaba seguro de que produciría un fuerte impacto –antibélico, se entiende– en el Congreso estadounidense. Fue así que solicitaron, junto con el abogado de la familia, visas para ir a Estados Unidos a contar sus padeceres con esas naves manejadas desde una oficina por expertos que hacen como si jugaran con una Wii o una Play Station.
"Reprieve, una organización internacional que lucha por la justicia en todo el mundo, ha estado trabajando incansablemente para obtener los documentos necesarios para que en los Estados Unidos podamos escuchar de primera mano a una familia cuyo ser querido fue asesinado por un ataque de drones", describe el cineasta.
El tema es que a Rafiq y los niños les dieron la visa, no así a su abogado, Shahzad Akbar. No es que la hayan negado, simplemente la demoran con chicanas administrativas. "Sin Shahzad, Rafiq podrá venir a Washington pero su historia nunca se oirá", resume Greenwald.
Luego agrega que el abogado viajaba regularmente a Estados Unidos y que incluso había sido consultor de la USAID. "No fue sino hasta 2010, cuando comenzó a representar a las víctimas de los drones y sus familias, cuando el Departamento de Estado comenzó a atender sus solicitudes de visa." Y allí se empezó a trabar su ingreso.
Como colofón de su tarea, Greenwald da un número de teléfono de la dependencia a cargo de John Kerry (202-647-4000, por si alguien quiere…) para demandar la visa de Shahzad. Acompaña el pedido con una mención al congresista demócrata Alan Grayson avalando la solicitud. Grayson, con apoyo de votantes de origen latinoamericano, volvió al Capitolio en representación de los ciudadanos del noveno distrito de Florida. Es un firme opositor a la intervención en Siria y a su vuelta al Congreso logró que le aprobaran la formación de un equipo con hispanohablantes.
"Vamos a tener un equipo bilingüe que nos ayudará con nuestros esfuerzos a favor de nuestro distrito, especialmente a ayudarlos con sus necesidades, ya sea (en la búsqueda) de beneficios sociales, educación, ciudadanía y salud", dijo en aquella ocasión a la agencia Efe desde su domicilio en Orlando.
De donde se ve que en el mundo va creciendo una trasversalidad inusitada que cruza a gobiernos e intelectuales de izquierda o progresistas con cultores del más crudo individualismo. Habrá que hacer una buena lectura política en consecuencia y no caer en el facilismo de creer que un demócrata con discurso neokeynesiano per se es lo mejor para el resto de la humanidad.


Tiempo Argentino
Setiemnre 27 de 2013

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