lunes

Locura criminal

Mohamed Merah nació en Francia y era hijo de inmigrantes argelinos (como Zinedine Zidane, acotación al margen). Tenía antecedentes como simple ratero de poca suerte hasta que, luego de una breve temporada en prisión, según una versión sobre su vida, se le dio por ir a Afganistán y Pakistán, donde también habría estado entre rejas. De allí, de acuerdo a informes que ahora desempolvan los investigadores, vino convertido en un duro salafista e intransigente militante de Al Qaeda dispuesto a todo. Pero quedó como un criminal sin demasiada sustancia que masacró, en una mezcla indigesta de ideología radical y locura homicida, a soldados musulmanes que defendían la bandera francesa, a chicos de una escuela judía y a un rabino.

Las autoridades francesas no tienen respuestas demasiado profundas para explicar este horror. Podrían hablar de la crisis económica y social que desde años golpea sobre todo en las primeras generaciones de hijos de emigrantes, sobre todo del norte de África. O de extremismos enfermizos en un continente atravesado por una cruza de culturas, como no se veía desde hace siglos. Para lo que le podría venir como anillo al dedo el caso del noruego Anders Behring Breivik, que asesinó a 77 personas en julio del año pasado, con un perfil igualmente intoxicado de ideología y delirio, aunque de otra clase social y de otra composición racial.
Pero el eje del debate se inclinó a las responsabilidades de los que comandan los destinos de un país sumergido en el último tramo de la campaña presidencial. Por lo pronto, así como en Noruega las agencias gubernamentales disponían de información que podría haber llevado a adelantarse a lo que se proponía el rubio Breivik –según la lectura fácil del diario del lunes por supuesto–, también en el caso del franco-argelino su ficha personal lo hacía candidato a algún disparate. Por lo que trascendió, ni bien el joven de 23 años cayó baleado desde el balcón de su casa, el FBI tenía a Merah en una lista negra como un peligroso mujaidin que fugó de una prisión de Kandahar, al sur de Afganistán, para reaparecer en Francia. “Tenemos constancia documental de que ingresó bajo nuestra custodia en 2007 por colaborar con los insurgentes, pero no podemos precisar con exactitud cuándo se fugó”, declaró el director del presidio, Ghulam Farouq. El funcionario fue desmentido por un portavoz de la provincia afgana, Zalmai Ayubi, quien habló de una confusión de nombres en los papeles oficiales.
El discurso oficial ahora pide endurecer leyes y defender la actuación policial. Nicolas Sarkozy lo planteó así, deseoso de mostrarse operativo ante la crisis. El empuje en las encuestas ante el socialista François Hollande lo justifica, pero en este esquema de respuesta fácil, las fuerzas de seguridad, se sabe, deberían extremar precauciones ante cualquier sospecha, sin importarles que se pierdan libertades civiles.
En un trabajo publicado por Global Research, el think tank canadiense, James Tracy analiza la noción de represión elaborada por Sigmund Freud en función de los grandes dramas que estremecen a una sociedad, como sin dudas lo es la matanza de Toulouse en la Francia actual. Tracy explica que las experiencias de vida colectivas quedan registradas en el inconsciente “y aquellas que son especialmente inquietantes y socialmente inadmisibles, son voluntariamente suprimidas para emerger más tarde como neurosis”. El estudioso registra sobre todo el cambio en la sociedad estadounidense luego de los atentados del 11 de setiembre de 2001, donde las grandes mayorías aceptaron la pérdida de gran parte de las garantías constitucionales con la excusa de la seguridad pública. Y le agrega luego el detalle no menor de que la sociedad quedó tan conmovida como con el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy, el 22 de noviembre de 1963.
Es que el caso de Merah tiene características que recuerdan a Lee Harvey Oswald, el solitario “asesino oficial” de Kennedy. Un joven de origen humilde de Nueva Orleans que primero se enroló como marine pero luego terminó emigrando a la Unión Soviética, donde estuvo seis años y se casó con una rusa. Envuelto en el misterio, un buen día vuelve a Estados Unidos con su nueva familia y aparece metido en una conspiración que años después Oliver Stone reflejaría una obra monumental como su JFK, basada en las investigaciones del fiscal Jim Garrison. Oswald siempre negó haber disparado desde un edificio en Dallas contra Kennedy, y juró que no tenía nada que ver con el asunto, que era un perejil. Pero daba el perfil conveniente –¿o cayó en una trampa muy bien elaborada?– para cerrar el caso ante la opinión pública a pocas horas de un magnicidio que perturbó a la nación. Oswald fue asesinado dos días más tarde por un hombre vinculado a la mafia, durante un traslado. Tenía 24 años.
Casualmente en Kandahar se registró un hecho que en otro marco debería haber generado la misma sensación de horror. Allí el 11 de marzo fueron asesinados 17 civiles a manos de un efectivo de los EE UU en un demencial raid nocturno por los alrededores de su cuartel de Panjwai. Las tropas occidentales ocuparon Afganistán como primera reacción de la gestión George W. Bush por los atentados a las torres gemelas. La excusa fue perseguir a Al Qaeda y sobre todo ponerle fin a la vida de su líder Osama bin Laden, finalmente eliminado durante la administración Barack Obama.
El sargento estadounidense Robert Bales fue acusado de aquellas 17 muertes y espera en una base de Kansas el juicio por el que podría ser condenado a la pena de muerte.
El diario The New York Times, en una biografía bastante detallada, sindica al militar como un hombre de 38 años, casado, con dos hijos y una residencia familiar en Lake Tapps, Washington, muy comprometida por una hipoteca. Que llegó a Afganistán en diciembre pasado, pero es veterano de Irak, donde perdió en combate parte de un pie y fue malherido en la cabeza. Este es uno de los argumentos de su abogado defensor para hablar de problemas mentales. “Él no recuerda nada de lo ocurrido”, afirma John Henry Browne.
El diario neoyorquino encuentra que Bales dijo haberse alistado en el Ejército luego del 11-S como una contribuir con la patria. Sin embargo, venía de fracasar como asesor financiero, había sido enjuiciado por fraude, y se salvó por poco de terminar preso, aunque perdió la licencia para trabajar en ese rubro. Incluso fue acusado de haber intentado abusar de una mujer en un bar de Tacoma para la misma época.
Hay sospechas de que el soldado que actuó en aquella noche trágica no iba solo. Pero su defensor confía en que no podrán sustanciarle cargos: “No hay escena del crimen, no hay ADN, no hay confesión. Va ser un caso difícil de demostrar para el gobierno.” También ahora se investiga si Merah actuó en solitario o formaba parte de una organización terrorista. O si simplemente fue otra víctima de un ataque de locura criminal, la explicación más sencilla y a mano para estos casos.

Tiempo Argentino
Marzo 25 de 2012

sábado

Miserias del mundillo financiero

Para algunos medios, Greg Smith quería emular a Jerry Maguire, el personaje que encarnó alguna vez Tom Cruise. Porque eso de que el hasta hace horas niño mimado de Goldman Sachs un día se dio cuenta de que el dinero no es lo más importante en la vida. Pero a diferencia del film de 1996, el directivo del banco más poderoso del mundo causó un terremoto con una carta de renuncia al coloso financiero enviada desde Londres y que le publicó sin recortes el The New York Times. Fue un portazo fenomenal desmenuzando la política empresaria que aplica GS con una crudeza que solo podría haber revelado alguna filtración de WikiLeaks, como esas sobre abusos militares en Irak por las que un soldado estadounidense enfrenta un juicio por traición a la patria.
En concreto, Smith –que fue director ejecutivo del negocio de derivados en Europa, Medio Oriente y África en los últimos 12 años de su vida– dice que el ambiente de trabajo en GS desde que estalló la crisis mundial es de tal opresión que “está más tóxico y destructivo que nunca”.
Smith nació en Johannesburgo, Sudáfrica, hijo de un farmacéutico y una mujer dedicada al trabajo social, hace 33 años, y apunta al corazón del problema: Goldman Sachs, hasta no hace tanto oficialmente dueña en Argentina de un 18% de las acciones del Grupo Clarín, sólo se interesa, por ganar montañas de dinero sin preocuparse por la situación de sus clientes, a los que se afana –nunca mejor utilizado el verbo– por esquilmar sin miramientos y a los que llama, despectivamente, Muppets, por la forma en que los manipula.
Los detalles de cómo se comportan los empleados del banco y la cultura que los hace crecer en la pirámide interna no resultan extraños para el público común, que alguna vez escuchó hablar sobre la responsabilidad de GS en la creación de la burbuja financiera, en el estallido de los activos derivados y en el dibujo contable que permitió el ingreso de Grecia a la Eurozona, cuyas consecuencias el país heleno habrá de pagar por varias generaciones.
Quizás tampoco suene extraño el modo en que GS se fue convirtiendo en los años locos del neoliberalismo global en el gran jugador de esa timba sin límite, con algunos de sus personajes ocupando puestos clave en los gobiernos de Europa y los Estados Unidos.
Como que Robert Rubin, Jon Corzine y John Paulson fueron importantes en el gabinete económico de Bill Clinton y siguieron vinculados a la esfera pública con George Bush y luego Barack Obama, que tiene entre sus principales guías dentro del mundillo financiero a Rahm Emanuel.
En Europa, la profundidad de la influencia de GS se verifica en que, además de armar el paquete tóxico que ahora les quema las manos, logró colocar en la reparación de los daños a algunos de sus principales directivos. Entre ellos. el premier que les fue impuesto a los griegos en noviembre pasado, Lucas Papademos, y el que tienen que soportar los italianos tras la caída de Berlusconi, Mario Monti. También es hombre de GS el presidente del Banco Central Europeo, otro italiano, Mario Draghi.
La renuncia de Smith no habla de estas cuestiones, sino que se mete en la oscura relación que mantiene con los clientes, ya sea fondos de inversión anónimos, países recónditos o individuos con nombre y apellido. Y lo dice luego de recordar quién era: una estrella entre los diez que aparecían en el video de reclutamiento para futuros empleados, que usualmente se buscan en los campus universitarios de todo el mundo. Alguien que además de alistar personalmente a muchos de los jóvenes aspirantes, los fue guiando en sus primeros pasos hacia lo que creía un paraíso encantado. Tarea de la que se sintió orgulloso, recuerda, al igual que su trabajo con “dos de los fondos de cobertura más grandes del planeta, cinco de los mayores administradores de activos de los Estados Unidos y tres de los fondos soberanos más prominentes de Medio Oriente y Asia”, con la administración de un volumen de dinero de mil millones de dólares. “Siempre he tenido el mayor orgullo en asesorar a mis clientes para que hicieran lo que creo más correcto para ellos, incluso si eso significaba menos dinero para la empresa –dijo el hombre– lo que se está volviendo cada día más impopular en Goldman Sachs.”
El renunciante anota luego algunos momentos memorables de su vida. “Cuando obtuve una beca para ir de Sudafrica a la Universidad de Stanford (…) cuando gané una medalla de bronce en tenis de mesa en los Juegos Macabeos de Israel.” Y dice que siempre supo que todo en la vida se le iba a dar “luego de un trabajo arduo, sin recurrir a atajos”. Como cuando dio sus primeros pasos en GS.
Por eso su carta de despedida suena tan desencantada. Porque dice que se venía sintiendo mal en su tarea,cuando escuchaba que muchos de sus colegas estaban totalmente ganados por esa cultura del hacer dinero a cualquier precio y trepar a como dé lugar. Algo que jugaba en contra de su forma de entender su contribución al funcionamiento de una entidad crediticia y de su lugar junto a un cliente que va a volver porque confía en sus buenos consejos. “Supe que era tiempo de irme cuando me di cuenta de que ya no podía mirar a los estudiantes a los ojos y decirles qué gran lugar era este al que venían a trabajar.”
Finalmente, Smith reflexiona en que no se necesita ser un científico espacial para entender que con una perspectiva de diez años de plazo, “un analista junior, (que hoy está) sentado tranquilamente en un rincón de la sala hablando despectivamente sobre Muppets a los que hay que arrancar los ojos para obtener diferencias no se convertirá exactamente en un ciudadano modelo”.
Amigos de Smith de su época de estudiante lo recuerdan como alguien con una sólida conducta moral. El diario neoyorquino cuenta que la renuncia cayó como una bomba en el resto de los empleados y se encargó de publicar luego la desmentida del banco. Que rechaza los cargos y señala que si hubiera algo turbio en algún recóndito departamento interno, lo investigará. Puertas adentro, explicó al personal que en un mundo de más de 30 mil personas como es el plantel de GS, “no es sorprendente que algunas personas puedan sentirse descontentas”. Otros voceros oficiosos deslizaron que en 2011 Smith ganó medio millón de dólares en su trabajo en la sucursal londinense y que alimentaba rencores porque le habían negado un ascenso.
Lo de siempre, Hollywood explicando ciertas actitudes sin escarbar demasiado en los motivos profundos.

Tiempo Argentino
Marzo 17de 2012

Cuestión de consensos

Parece que Juan Manuel Santos quiere cambiar la historia. Y luego de un pasado como disciplinado personaje de la derecha colombiana, fue poco a poco torciendo el rumbo. No hacia posiciones de izquierda, pero al menos en el sentido de una más decidida sensatez política. Algo que le granjea desconfianzas entre conservadores y liberales que no entienden de qué juega. Sin embargo, en su viaje a Cuba terminó de virar en un hombre escrupuloso que puede llevarse bien con tirios y troyanos del continente. Lo que no es poco, teniendo en cuenta que Colombia es el mayor aliado de los Estados Unidos en esta parte del mundo –con ingentes cantidades de dinero en “ayuda” militar– y que Santos es considerado como el “nuevo mejor amigo” del venezolano Hugo Chávez.
Como buen anfitrión, el hombre se vio en la necesidad de explicar al vecino “inconveniente” del barrio por qué no lo iba a invitar a una fiesta que se organizaba en su casa. Cuestiones de “consenso”, le dijo a Raúl Castro. Lo mismo le repitió a Hugo Chávez, cuando lo abrazó en su centro de internación. El bolivariano, como se sabe, impulsa la presencia de los cubanos en la Cumbre de las Américas que se celebra el mes próximo en Cartagena de Indias y como integrante del ALBA apoya un boicot al encuentro en caso de una negativa.
Finalmente, el canciller cubano agradeció públicamente la gestión de Santos para que la reunión presidencial expresara verdaderamente la unidad de todos los países y no el deseo caprichoso de Washington. Cosa que Bruno Rodríguez Parrilla se encargó de dejar bien en claro. “Cuba nunca pidió ser invitada a ninguna de las llamadas Cumbres de las Américas. Se limitó a responder que, de ser invitada en igualdad de condiciones y con plenos e iguales derechos, actuaría con apego a los principios y a la verdad, con todo respeto, como hace siempre.” A renglón seguido, dijo que no querían convertir a la isla en una piedra en el zapato de los asistentes. Y todos en paz.
La primera Cumbre de las Américas, convocada por la Organización de Estados Americanos fue en 1994, en pleno Consenso de Washington, con el objetivo de “resolver los problemas del continente”. Participan 34 países americanos, pero desde el vamos fue excluida Cuba. La razón era que la isla había sido expulsada de la OEA en 1962. La excusa entonces fue que había adherido públicamente al marxismo-leninismo, lo que según los dirigentes de entonces, “es incompatible con el Sistema Interamericano y el alineamiento (de Cuba) con el bloque comunista quebranta la unidad y solidaridad del hemisferio”.
Pero las cumbres –que se pretendieron una continuidad histórica del Panamericanismo nacido con las revoluciones latinoamericanas de 1810 y fomentado luego desde Simón Bolívar a José Martí– no eran más que una preparación para conformar un mercado común de Alaska a Tierra del Fuego. No por casualidad el primer encuentro fue en Miami, cuna de la derecha hispanoamericana más radicalmente pro estadounidense.
Sin embargo, a medida que las ideas neoliberales fueron dejando el tendal de miseria y destrucción –con la crisis argentina como el mayor exponente de esa tragedia social– los gobiernos surgidos en el siglo XXI intentaron dejar de lado tanto el consenso neoliberal como la sumisión a la Casa Blanca.
Mucho tuvo que ver Chávez con este derrotero. Pero fundamentalmente Néstor Kirchner, que en la famosa Cumbre de las Américas de Mar del Plata, en 2005, como anfitrión de un encuentro donde se suponía que iba a plasmarse definitivamente el ALCA, articuló con el venezolano y el brasileño Lula da Silva la forma de sepultar ese mercado común que sólo prometía más hambre y devastación. Ante las narices de George W. Bush, que comenzaba su segundo mandato, esta vez sí refrendado en las urnas y no como la primera vez, en que sólo pudo llegar al Salón Oval mediante el fraude en las urnas de Miami.
Lo que siguió fue un notable avance en la integración regional y un fuerte posicionamiento de los países latinoamericanos frente a los deseos imperiales, tanto de Bush como luego de Obama, que en la Cumbre de 2009, en Trinidad-Tobago, cuando recién asumía su gestión, prometió nuevas relaciones con el “patio trasero”.
Para ese entonces, la exclusión de Cuba alcanzaba un rechazo casi unánime entre los asistentes, la Unasur era una realidad palpable y se estaba gestando la CELAC, una organización creada con el deliberado propósito de armar una fiesta en la que no serían invitados ni los Estados Unidos ni Canadá. Y que nació a fines del año pasado en Caracas.
La trabajosa unidad de la región intentó mostrar los dientes cuando el golpe de estado en Honduras, apenas dos meses después de aquel encuentro de los presidentes con Obama. Y tal como se había hecho con Cuba hace 50 años, se expulsó al gobierno de facto hondureño de la OEA. Si lo de Cuba no era democrático, al decir de los disciplinados a Washington, no tendría por qué serlo un gobierno surgido del derrocamiento de un presidente elegido constitucionalmente, al que se sacó del país en pijamas. A cambio de volver a aceptar nuevamente a Honduras en la OEA, los países del continente votaron dejar sin efecto la expulsión de Cuba. Con lo que se reparó en parte una deuda histórica con los cubanos.
En ese 2009 también se fue tensando la relación del entonces presidente colombiano, Álvaro Uribe, con Chávez, por la instalación de nuevas bases militares en su territorio. Uribe, un hombre servil a los designios estadounidenses, casi produce un enfrentamiento bélico un año más tarde, a poco de dejar su cargo en manos de su ex ministro de Defensa.
Si bien Santos tuvo un actuación bastante ominosa en la incursión de tropas colombianas en territorio ecuatoriano para matar al entonces número uno de las FARC, Raúl Reyes, Uribe intuía que una “guerrita” con el “dictador” Chávez obligaría a que el futuro gobierno siguiera un rumbo más ligado a la Casa Blanca. Pero la intervención del secretario de la Unasur, el argentino Kirchner, fue decisiva para salvar la paz y fomentar, de paso, esa nueva amistad que, por lo que se ve, ninguno quiere perder.
El colombiano –que viene de una familia poderosa, propietaria en su momento del grupo que editaba el influyente diario El Tiempo, y está ligado a héroes de la independencia y algún presidente del siglo XIX– prometió que va a luchar en Cartagena por la inclusión de Cuba en los futuros encuentros vecinales y por ponerle fin al bloqueo económico a la isla, que ya cumplió medio siglo.
Funcionarios estadounidenses insistieron hace unos días en que Cuba no cumple con los requisitos que se exigen para estar en la Cumbre. “Ellos no se ajustan a la definición de los países democráticos”, afirmó la secretaria de Estado Hillary Clinton. Un portavoz de la ministra de Estado de Canadá para el continente, Diane Ablonczy, declaró a su turno que “Cuba no cumple con las condiciones democráticas unánimemente adoptadas en la Cumbre de las Américas de 2001 (en Quebec)”.
Por ahora esa unanimidad (consenso) da para que Cuba no se haga presente en Cartagena. Pero todo indica que no será por mucho tiempo. En todo caso, otras fiestas esperan a los países latinoamericanos. Sin esos vecinos tan molestos del norte.

Tiempo Argentino
Marzo 10 de 2012

Los dìas contados

"El presidente sirio tiene los días contados”, comentó al pasar Barack Obama, quien confía en que Bashar al Assad no tardará mucho en caer, entre otras razones, porque el gobierno estadounidense “está trabajando” para acelerar las definiciones. Obama no tuvo más remedio que mencionar el detalle de que la oposición siria está fuertemente dividida y que no sabe cómo evitar la oposición de Rusia y China a una solución bélica, como se hizo en Libia, con aquella escalada que en sus tramos finales implicó el bloqueo aéreo y los ataques de la OTAN.
El presidente estadounidense, que espera renovar su mandato en noviembre próximo, evaluó en una entrevista publicada ayer que “Siria es un país muy grande, muy sofisticado y más complicado que Libia”, pero se mostró convencido de que finalmente podrá, con sus aliados europeos –Francia y Gran Bretaña, como antes–, imponer un nuevo gobierno “pacífico, estable y representativo”.
Si es por mirarse en el espejo libio, una comisión investigadora de la ONU concluyó que, tanto las fuerzas leales al coronel Muammar Khadafi, como los insurrectos libios junto con efectivos de la OTAN, cometieron crímenes de guerra durante los combates que se desarrollaron hace un año en las arenas norafricanas. Los khadafistas, dice el informe presentado ayer,“ejecutaron y torturaron hasta la muerte a miles de prisioneros civiles, por lo que constituyen delitos de lesa humanidad”. Pero a renglón seguido indica que los llamados rebeldes “ejecutaron y torturaron hasta la muerte a leales a Khadafi y a supuestos mercenarios que no eran miembros del Ejército. Durante el conflicto armado, esto (también) constituye un crimen de guerra.”
Las voces críticas de esta salida para la crisis en Siria apuntan datos que inscriben las acciones militares dentro de un programa más delicado y trascentente. La periodista Felicity Arbuthnot, quien conoce como pocos el conflicto de Irak, no tiene dudas de que el plan que le tocó encabezar a Obama viene de lejos y destaca que uno de los principales estrategas de esta solución es el teniente coronel retirado Ralph Peters.
A los 60 años, Peters es un personaje importante en el mundo de la seguridad global estadounidense. Obtuvo sus primeros galones en las bases de EE UU en Alemania, donde llegó a ser un especialista en la Unión Soviética, para terminar su carrera como jefe adjunto de Inteligencia del Estado Mayor. Además de haber escrito numerosos libros de estrategia militar que lo convierten en una voz influyente dentro y fuera del Pentágono, es también autor de novelas de espionaje bajo el seudónimo Owen Parry. Entre ellas figuran Bravo Romeo, El soldado perfecto, La guerra después del Armagedón, Nuestros simples regalos: cuentos de la Guerra Civil, Los rebeldes de Babilonia y el Club de los oficiales.
Peters elaboró en 2006 –cuando Obama era apenas una promesa de los demócratas para retornar a la Casa Blanca– un mapa del Asia en un intento por rediseñar las fronteras hasta alcanzar, explicó, una paz duradera pero por sobre todas las cosas, conveniente para Washington. Si bien su trabajo se basa en planes que desde hace un siglo dibujaron el desguace del entonces Imperio Otomano, lo presentó como un modo de resolver actuales situaciones de inestabilidad perpetua en esos confines que llamó Fronteras Sangrientas.
Propone, entre otras cosas, dividir Irak en dos naciones, una chiíta y otra sunnita. Y crear dos nuevos países sobre la base de pueblos que ancestralmente luchan por constituirse en un Estado. Uno de ellos es Beluchistán, con parte del territorio de Pakistán, Irán y Afganistán. El otro, el Kurdistán, implicaría tomar parte de Irán, Irak y Turquía. Para la zona mediterránea, plantea un Israel dentro de las fronteras de 1967, mientras que aumenta la superficie de Líbano y Jordania, convirtiendo a Siria en un país sin salida al mar.
Peters, que ha publicado en los diarios más grandes del país, tiene una columna en el New York Post y es analista en Fox News. El hombre no es de andar callándose las cosas y en un artículo de 1997 para la revista de la Escuela de Guerra de Estados Unidos escribió: “No habrá paz. En todo momento del resto de nuestras vidas, habrá múltiples conflictos en formas cambiantes en todo el mundo. Los conflictos violentos dominarán los titulares, pero las luchas culturales y económicas serán más constantes y en última instancia más decisivas. El papel de las fuerzas armadas de Estados Unidos será de hecho mantener el mundo seguro para nuestra economía y abierto para nuestro asalto cultural. Con ese fin, cometeremos una buena cantidad de asesinatos.” El lema de Peters es “si no puedes ganar limpio, gana sucio” (If you cannot win clean, win dirty).
En otra oportunidad consideró explícitamente la necesidad de que los militares utilicen su arsenal contra los periodistas. Su argumento fue que “aunque parezca impensable ahora, las guerras del futuro pueden requerir la censura, bloqueos informativos y, en última instancia, los ataques militares contra los medios de comunicación partidistas”.
Peters, quien aparece en cables filtrados por WikiLeaks incitando directamente al homicidio del creador de ese sitio, Julian Assange, piensa también que “las fronteras internacionales nunca son completamente justas. Pero el grado de injusticia que infligen a quienes ellas obligan a reagruparse o a separarse, crea una enorme diferencia, con frecuencia la diferencia entre libertad y opresión, tolerancia y barbarie, imperio de la ley y terrorismo, o incluso entre paz y guerra.”
Uno de los admiradores del prolífico estadounidense es, en el mundo hispanohablante, Rafael Bardají, cercano al Partido Popular español y miembro de dos fuertes think tanks de la derecha, la Fundación para el análisis y los estudios sociales (FAES) y el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES). Bardají, quien fue asesor del ex presidente de gobierno José María Aznar, piensa que “la lógica radical de la revolución de los asuntos militares nos conduce, no sólo a una nueva faz de la guerra, sino a una nueva guerra, la guerra de la información, con su peculiar campo de batalla, el ciberespacio, y donde las batallas se librarán con virus y software, no con cañones y balas”.
Según Bardají, “Peters sabe muy bien que los soldados reales, de carne y hueso, no los cibersoldados de bata blanca y salas oscuras, son los que se están enfrentando a oponentes también reales en diversas partes del mundo. De hecho (sabe que tal vez) las armas burdas, como el machete, sean poco elegantes comparadas con un misil de crucero o un láser cegador, pero matan igualmente.” Experto también el cuestiones bélicas, el español, sin embargo, no muestra la hilac ha tanto como su mentor: “en un ambiente donde la ley y el orden son inexistentes, donde la distinción entre población civil y combatiente clara no es, ni mucho menos, donde el enemigo luchará con sus armas, normalmente sucias, y no con las limpias y sofisticadas, las preferidas por nuestras fuerzas armadas, será el entrenamiento y la capacidad de aguante lo que marque la diferencia real, no la mayor o menor precisión de las armas”.
Las palabras de Obama no parecen vagos testimonios de ocasión. En verdad, a como están las cosas, pocos apostarían por la continuidad de Al Assad. Pero pocos también estarían en condiciones de augurar un período de paz y respeto por la vida humana en la región. La situación de constantes conflictos entre chiítas y sunnitas en Irak tras el retiro del grueso de las tropas estadounidenses y la denuncia de la ONU en Libia muestran que quien pensaba en tiempos mejores no tiene mucho para festejar.

Tiempo Argentino
Marzo 3 de 2012