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Miserias del mundillo financiero

Para algunos medios, Greg Smith quería emular a Jerry Maguire, el personaje que encarnó alguna vez Tom Cruise. Porque eso de que el hasta hace horas niño mimado de Goldman Sachs un día se dio cuenta de que el dinero no es lo más importante en la vida. Pero a diferencia del film de 1996, el directivo del banco más poderoso del mundo causó un terremoto con una carta de renuncia al coloso financiero enviada desde Londres y que le publicó sin recortes el The New York Times. Fue un portazo fenomenal desmenuzando la política empresaria que aplica GS con una crudeza que solo podría haber revelado alguna filtración de WikiLeaks, como esas sobre abusos militares en Irak por las que un soldado estadounidense enfrenta un juicio por traición a la patria.
En concreto, Smith –que fue director ejecutivo del negocio de derivados en Europa, Medio Oriente y África en los últimos 12 años de su vida– dice que el ambiente de trabajo en GS desde que estalló la crisis mundial es de tal opresión que “está más tóxico y destructivo que nunca”.
Smith nació en Johannesburgo, Sudáfrica, hijo de un farmacéutico y una mujer dedicada al trabajo social, hace 33 años, y apunta al corazón del problema: Goldman Sachs, hasta no hace tanto oficialmente dueña en Argentina de un 18% de las acciones del Grupo Clarín, sólo se interesa, por ganar montañas de dinero sin preocuparse por la situación de sus clientes, a los que se afana –nunca mejor utilizado el verbo– por esquilmar sin miramientos y a los que llama, despectivamente, Muppets, por la forma en que los manipula.
Los detalles de cómo se comportan los empleados del banco y la cultura que los hace crecer en la pirámide interna no resultan extraños para el público común, que alguna vez escuchó hablar sobre la responsabilidad de GS en la creación de la burbuja financiera, en el estallido de los activos derivados y en el dibujo contable que permitió el ingreso de Grecia a la Eurozona, cuyas consecuencias el país heleno habrá de pagar por varias generaciones.
Quizás tampoco suene extraño el modo en que GS se fue convirtiendo en los años locos del neoliberalismo global en el gran jugador de esa timba sin límite, con algunos de sus personajes ocupando puestos clave en los gobiernos de Europa y los Estados Unidos.
Como que Robert Rubin, Jon Corzine y John Paulson fueron importantes en el gabinete económico de Bill Clinton y siguieron vinculados a la esfera pública con George Bush y luego Barack Obama, que tiene entre sus principales guías dentro del mundillo financiero a Rahm Emanuel.
En Europa, la profundidad de la influencia de GS se verifica en que, además de armar el paquete tóxico que ahora les quema las manos, logró colocar en la reparación de los daños a algunos de sus principales directivos. Entre ellos. el premier que les fue impuesto a los griegos en noviembre pasado, Lucas Papademos, y el que tienen que soportar los italianos tras la caída de Berlusconi, Mario Monti. También es hombre de GS el presidente del Banco Central Europeo, otro italiano, Mario Draghi.
La renuncia de Smith no habla de estas cuestiones, sino que se mete en la oscura relación que mantiene con los clientes, ya sea fondos de inversión anónimos, países recónditos o individuos con nombre y apellido. Y lo dice luego de recordar quién era: una estrella entre los diez que aparecían en el video de reclutamiento para futuros empleados, que usualmente se buscan en los campus universitarios de todo el mundo. Alguien que además de alistar personalmente a muchos de los jóvenes aspirantes, los fue guiando en sus primeros pasos hacia lo que creía un paraíso encantado. Tarea de la que se sintió orgulloso, recuerda, al igual que su trabajo con “dos de los fondos de cobertura más grandes del planeta, cinco de los mayores administradores de activos de los Estados Unidos y tres de los fondos soberanos más prominentes de Medio Oriente y Asia”, con la administración de un volumen de dinero de mil millones de dólares. “Siempre he tenido el mayor orgullo en asesorar a mis clientes para que hicieran lo que creo más correcto para ellos, incluso si eso significaba menos dinero para la empresa –dijo el hombre– lo que se está volviendo cada día más impopular en Goldman Sachs.”
El renunciante anota luego algunos momentos memorables de su vida. “Cuando obtuve una beca para ir de Sudafrica a la Universidad de Stanford (…) cuando gané una medalla de bronce en tenis de mesa en los Juegos Macabeos de Israel.” Y dice que siempre supo que todo en la vida se le iba a dar “luego de un trabajo arduo, sin recurrir a atajos”. Como cuando dio sus primeros pasos en GS.
Por eso su carta de despedida suena tan desencantada. Porque dice que se venía sintiendo mal en su tarea,cuando escuchaba que muchos de sus colegas estaban totalmente ganados por esa cultura del hacer dinero a cualquier precio y trepar a como dé lugar. Algo que jugaba en contra de su forma de entender su contribución al funcionamiento de una entidad crediticia y de su lugar junto a un cliente que va a volver porque confía en sus buenos consejos. “Supe que era tiempo de irme cuando me di cuenta de que ya no podía mirar a los estudiantes a los ojos y decirles qué gran lugar era este al que venían a trabajar.”
Finalmente, Smith reflexiona en que no se necesita ser un científico espacial para entender que con una perspectiva de diez años de plazo, “un analista junior, (que hoy está) sentado tranquilamente en un rincón de la sala hablando despectivamente sobre Muppets a los que hay que arrancar los ojos para obtener diferencias no se convertirá exactamente en un ciudadano modelo”.
Amigos de Smith de su época de estudiante lo recuerdan como alguien con una sólida conducta moral. El diario neoyorquino cuenta que la renuncia cayó como una bomba en el resto de los empleados y se encargó de publicar luego la desmentida del banco. Que rechaza los cargos y señala que si hubiera algo turbio en algún recóndito departamento interno, lo investigará. Puertas adentro, explicó al personal que en un mundo de más de 30 mil personas como es el plantel de GS, “no es sorprendente que algunas personas puedan sentirse descontentas”. Otros voceros oficiosos deslizaron que en 2011 Smith ganó medio millón de dólares en su trabajo en la sucursal londinense y que alimentaba rencores porque le habían negado un ascenso.
Lo de siempre, Hollywood explicando ciertas actitudes sin escarbar demasiado en los motivos profundos.

Tiempo Argentino
Marzo 17de 2012

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