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Los dìas contados

"El presidente sirio tiene los días contados”, comentó al pasar Barack Obama, quien confía en que Bashar al Assad no tardará mucho en caer, entre otras razones, porque el gobierno estadounidense “está trabajando” para acelerar las definiciones. Obama no tuvo más remedio que mencionar el detalle de que la oposición siria está fuertemente dividida y que no sabe cómo evitar la oposición de Rusia y China a una solución bélica, como se hizo en Libia, con aquella escalada que en sus tramos finales implicó el bloqueo aéreo y los ataques de la OTAN.
El presidente estadounidense, que espera renovar su mandato en noviembre próximo, evaluó en una entrevista publicada ayer que “Siria es un país muy grande, muy sofisticado y más complicado que Libia”, pero se mostró convencido de que finalmente podrá, con sus aliados europeos –Francia y Gran Bretaña, como antes–, imponer un nuevo gobierno “pacífico, estable y representativo”.
Si es por mirarse en el espejo libio, una comisión investigadora de la ONU concluyó que, tanto las fuerzas leales al coronel Muammar Khadafi, como los insurrectos libios junto con efectivos de la OTAN, cometieron crímenes de guerra durante los combates que se desarrollaron hace un año en las arenas norafricanas. Los khadafistas, dice el informe presentado ayer,“ejecutaron y torturaron hasta la muerte a miles de prisioneros civiles, por lo que constituyen delitos de lesa humanidad”. Pero a renglón seguido indica que los llamados rebeldes “ejecutaron y torturaron hasta la muerte a leales a Khadafi y a supuestos mercenarios que no eran miembros del Ejército. Durante el conflicto armado, esto (también) constituye un crimen de guerra.”
Las voces críticas de esta salida para la crisis en Siria apuntan datos que inscriben las acciones militares dentro de un programa más delicado y trascentente. La periodista Felicity Arbuthnot, quien conoce como pocos el conflicto de Irak, no tiene dudas de que el plan que le tocó encabezar a Obama viene de lejos y destaca que uno de los principales estrategas de esta solución es el teniente coronel retirado Ralph Peters.
A los 60 años, Peters es un personaje importante en el mundo de la seguridad global estadounidense. Obtuvo sus primeros galones en las bases de EE UU en Alemania, donde llegó a ser un especialista en la Unión Soviética, para terminar su carrera como jefe adjunto de Inteligencia del Estado Mayor. Además de haber escrito numerosos libros de estrategia militar que lo convierten en una voz influyente dentro y fuera del Pentágono, es también autor de novelas de espionaje bajo el seudónimo Owen Parry. Entre ellas figuran Bravo Romeo, El soldado perfecto, La guerra después del Armagedón, Nuestros simples regalos: cuentos de la Guerra Civil, Los rebeldes de Babilonia y el Club de los oficiales.
Peters elaboró en 2006 –cuando Obama era apenas una promesa de los demócratas para retornar a la Casa Blanca– un mapa del Asia en un intento por rediseñar las fronteras hasta alcanzar, explicó, una paz duradera pero por sobre todas las cosas, conveniente para Washington. Si bien su trabajo se basa en planes que desde hace un siglo dibujaron el desguace del entonces Imperio Otomano, lo presentó como un modo de resolver actuales situaciones de inestabilidad perpetua en esos confines que llamó Fronteras Sangrientas.
Propone, entre otras cosas, dividir Irak en dos naciones, una chiíta y otra sunnita. Y crear dos nuevos países sobre la base de pueblos que ancestralmente luchan por constituirse en un Estado. Uno de ellos es Beluchistán, con parte del territorio de Pakistán, Irán y Afganistán. El otro, el Kurdistán, implicaría tomar parte de Irán, Irak y Turquía. Para la zona mediterránea, plantea un Israel dentro de las fronteras de 1967, mientras que aumenta la superficie de Líbano y Jordania, convirtiendo a Siria en un país sin salida al mar.
Peters, que ha publicado en los diarios más grandes del país, tiene una columna en el New York Post y es analista en Fox News. El hombre no es de andar callándose las cosas y en un artículo de 1997 para la revista de la Escuela de Guerra de Estados Unidos escribió: “No habrá paz. En todo momento del resto de nuestras vidas, habrá múltiples conflictos en formas cambiantes en todo el mundo. Los conflictos violentos dominarán los titulares, pero las luchas culturales y económicas serán más constantes y en última instancia más decisivas. El papel de las fuerzas armadas de Estados Unidos será de hecho mantener el mundo seguro para nuestra economía y abierto para nuestro asalto cultural. Con ese fin, cometeremos una buena cantidad de asesinatos.” El lema de Peters es “si no puedes ganar limpio, gana sucio” (If you cannot win clean, win dirty).
En otra oportunidad consideró explícitamente la necesidad de que los militares utilicen su arsenal contra los periodistas. Su argumento fue que “aunque parezca impensable ahora, las guerras del futuro pueden requerir la censura, bloqueos informativos y, en última instancia, los ataques militares contra los medios de comunicación partidistas”.
Peters, quien aparece en cables filtrados por WikiLeaks incitando directamente al homicidio del creador de ese sitio, Julian Assange, piensa también que “las fronteras internacionales nunca son completamente justas. Pero el grado de injusticia que infligen a quienes ellas obligan a reagruparse o a separarse, crea una enorme diferencia, con frecuencia la diferencia entre libertad y opresión, tolerancia y barbarie, imperio de la ley y terrorismo, o incluso entre paz y guerra.”
Uno de los admiradores del prolífico estadounidense es, en el mundo hispanohablante, Rafael Bardají, cercano al Partido Popular español y miembro de dos fuertes think tanks de la derecha, la Fundación para el análisis y los estudios sociales (FAES) y el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES). Bardají, quien fue asesor del ex presidente de gobierno José María Aznar, piensa que “la lógica radical de la revolución de los asuntos militares nos conduce, no sólo a una nueva faz de la guerra, sino a una nueva guerra, la guerra de la información, con su peculiar campo de batalla, el ciberespacio, y donde las batallas se librarán con virus y software, no con cañones y balas”.
Según Bardají, “Peters sabe muy bien que los soldados reales, de carne y hueso, no los cibersoldados de bata blanca y salas oscuras, son los que se están enfrentando a oponentes también reales en diversas partes del mundo. De hecho (sabe que tal vez) las armas burdas, como el machete, sean poco elegantes comparadas con un misil de crucero o un láser cegador, pero matan igualmente.” Experto también el cuestiones bélicas, el español, sin embargo, no muestra la hilac ha tanto como su mentor: “en un ambiente donde la ley y el orden son inexistentes, donde la distinción entre población civil y combatiente clara no es, ni mucho menos, donde el enemigo luchará con sus armas, normalmente sucias, y no con las limpias y sofisticadas, las preferidas por nuestras fuerzas armadas, será el entrenamiento y la capacidad de aguante lo que marque la diferencia real, no la mayor o menor precisión de las armas”.
Las palabras de Obama no parecen vagos testimonios de ocasión. En verdad, a como están las cosas, pocos apostarían por la continuidad de Al Assad. Pero pocos también estarían en condiciones de augurar un período de paz y respeto por la vida humana en la región. La situación de constantes conflictos entre chiítas y sunnitas en Irak tras el retiro del grueso de las tropas estadounidenses y la denuncia de la ONU en Libia muestran que quien pensaba en tiempos mejores no tiene mucho para festejar.

Tiempo Argentino
Marzo 3 de 2012

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