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viernes

Es el poder, Tsipras

Desde el 5 de julio pasado, cuando los griegos fueron a las urnas y mayoritariamente rechazaron los planes de ajuste que pretendían imponer los representantes del ala más dura de la troika, pasaron apenas 45 días, pero parece que hubiesen sido añares. En este lapso, tanto la imagen de Alexis Tsipras como de la coalición Syriza, que lo llevó al poder en enero pasado, se fueron diluyendo ante el resto del mundo.
El primer ministro heleno pasó de ser la esperanza de cambio en una Eurozona que no aceptaba otra salida para la crisis económica que no fuera la de ponerle fin a lo que queda de Estado de Bienestar, a convertirse en un enigma difícil de descifrar. ¿Traicionó sus principios apenas dos días después del reférendum o la mejor opción para defender a los griegos  en vista de que la cuna de la democracia occidental, como dice, es un enano luchando contra un gigante como Alemania? ¿Qué busca con la renuncia y el llamado a elecciones anticipadas, volver al gobierno con nuevo sustento electoral, aún a riesgo de destruir la agrupación que pacientemente ayudó a conformar en oposición a los partidos del ajuste?
El detonante de esta crisis, que ahora repercute al interior de Syriza y que preanuncia la ruptura del ala izquierda, fue la firma del Tercer Memorando de Entendimiento con la Eurozona. Allí se vio con mucha mayor claridad en qué consistía el renunciamiento de Tsipras tras conocerse el resultado de la consulta popular. Todo era peor de lo que parecía, y para colmo, la novedad se reveló al mismo tiempo que se informó que una empresa alemana se quedaría con 14 aeropuertos griegos. No es que una estación aérea sea el mayor símbolo del orgullo nacional, pero en un contexto de depresión y caída en picada de una economía puede ser la señal de que cada vez queda menos por defender. Y eso repercutió claramente en Syriza.
Alguien que conoce muy bien los entresijos de estos dramáticos meses,  que fue parte de su gabinete como titular del área económica, Yanis Varoufakis, detalló ayer parte de los temas ríspidos que se fueron discutiendo desde que, junto con Tsipras, se hicieron cargo de los negocios públicos, a principios de año.
En su página web, el economista señala que lo acusaron los grandes medios de no haber tenido un plan alternativo ante la eventualidad de que, como ocurrió, los alemanes, y sobre todo su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, no dieran su brazo a torcer. También le decían, indicó, que los organismos financieros del continente no sabían qué se traían entre manos en el gobierno griego.
Varoufakis detalla planes presentados en mayo y junio, que implicarían una mejora de la economía para hacerse cargo de enfrentar la voluminosa deuda pública. Y agrega: "La verdad es que ellos sabían perfectamente lo que nos proponíamos, pero nunca prestaron atención a nuestras propuestas". Y se pregunta si es que esas propuestas no tenían ningún valor o, dice, "nuestras propuestas hacían difícil para ellos admitir que la verdadera razón por la que se negaron a aceptar nuestras sensatas iniciativas era que sólo se preocupaban por humillar a nuestro gobierno y descarrilar las negociaciones?"
Varoufakis reconoció desde que presentó la renuncia, ni bien se supo el resultado del referéndum, que tal vez pecaron de ingenuos al intentar sostener planes de contingencia contra una muralla de dirigentes que no pensaban aceptar ninguna otra salida que no fuera el recorte presupuestario y de beneficios sociales para la mayoría de la población.
Tal vez esa sea la esencia de la actual tragedia griega: la lucha de los militantes de Syriza fue ideológica, pero al menos en esta etapa de Europa –y especialmente dentro de la Eurozona- la ideología ha muerto. Lo único que prima son las razones de Estado.
Y esas razones implican que la batuta para arreglar los desaguisados económicos de cualquier de los países miembros la tienen los alemanes. No sólo los miembros del gobierno, sino la mayoría abrumadora de la población que considera que los griegos, los italianos y los españoles, los europeos del sur, básicamente son poco afectos al trabajo, desordenados, dados a la molicie, y por eso están en crisis. Una crisis, reflejan los medios masivos pero no desmiente la población, arrastra a toda la región hacia situaciones límite. "Hay que ponerle fin a esta situación", repiten al unísono. "Hay que disciplinarlos", agregan insidiosos.
Esa es una forma simplista de entender esta crisis y en general del momento que vive la Unión Europea, errada a juicio de este columnista.
Otra forma es hacer un pequeño relevamiento de lo que está ocurriendo fuera de las fronteras continentales. El superdólar está arrastrando a la mayoría de las monedas fuertes a una guerra en la que salvo Estados Unidos, todos por ahora tienen mucho que perder. El euro tiene como sostén de su valor las cuentas claras y precisas y sin déficit importantes entre sus socios, así quedó establecido desde su origen. China está sufriendo en carne propia esta guerra de monedas y por eso devaluó el yuan y permitió una baja en el valor de las acciones –una forma leve de desinflar la burbuja- en la bolsa de Shangái.
Paralelamente, el gobierno de Barack Obama está apurando los acuerdos de libre comercio denominados TTIP, por las siglas en inglés de Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones. Se trata de un ALCA para los países más desarrollados, como lo es el conjunto de la UE, que haga de contrapeso para el crecimiento de China, Rusia y Brasil y el resto de las naciones que integran el BRICS.
Como en todo tratado entre países que necesitan ser pares para que no estallen las diferencias, ambos contendientes están tratando de igualarse. Cuando se creó el NAFTA en América del Norte, México era una oferta de mano de obra barata para las empresas estadounidenses y eso facilitó las cosas. Pero Europa, por ahora y a pesar de todo lo perdido en estos años, en general ofrece muchos más beneficios a sus trabajadores de los que pueden disfrutar los estadounidenses. ¿Alguien podría creer que la administración de los demócratas subiría beneficios a los propios para empardar? Basta con ver que Obama apenas logró pasar una copia ajada de su plan de Salud, al que los republicanos prometen destruir si ganan en 2017. Lo más "sensato" para todos, entonces, es igualar para abajo. Porque, además, está la competencia de la industria china, que con esta devaluación y un régimen de flotación más flexible se hace más difícil de contrarrestar.
Por otro lado, Alemania y sus socios menores de Europa muestran una actitud que parece de dureza por las formas, pero que en el fondo refleja una gran debilidad. Si como dicen los gurúes neoliberales –en Argentina era un discurso habitual durante la convertibilidad- un país tiene que "seducir" a los inversores para que apuesten por hacer negocios en ese territorio, europeos y estadounidenses se están peleando por seducir a los verdaderos dueños del mundo, que son los dueños del capital. Esos que vienen trasladando –deslocalizando se dice en aquellos sitios- empresas desde ambos distritos hacia regiones que ofrecen más ventajas, en el Oriente y especialmente en China.
En este contexto, el debate que plantea Varoufakis se torna inocente por un lado, pero estéril en lo profundo. Todos saben que los griegos de Syriza tienen razón, el caso es que de lo que se trata es de otra cosa. Y en ese juego no hay lugar ni para románticos ni para debates teóricos. "Es el poder, estúpido", parece haber entendido Tsipras, y pegó el portazo. El tema es qué espera poder hacer si logra incrementar sustancialmente el respaldo en el futuro comicio.


Tiempo Argentino
Agosto 21 de 2015

Ilustró, como siempre, Sócrates



Grecia, la historia continúa



Son muchos los que comparan al primer ministro Alexis Tsipras con el ex presidente Fernando de la Rúa. Por haber cedido a todas las imposiciones de los organismos financieros internacionales y a los caprichos del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble. Pero los integrantes de Syriza, la coalición de centroizquierda que ayudó a crear, lo ven más cercano a Carlos Menem, que llegó al gobierno con promesas de revolución productiva y terminó convertido en una "paloma de iglesia", porque –hablando con cierta elegancia- les enchastró la ropa a los fieles.
Probablemente los 39 miembros de Syriza que rechazan el nuevo paquete de ajustes que logró aprobar el miércoles Tsipras sean la versión helena del Grupo de los Ocho, por los diputados peronistas que nunca aceptaron las privatizaciones, integrado por el recordado Germán Abdala, Carlos Chacho Álvarez, Juan Pablo Cafiero y Darío Alessandro entre otros. Conviene recordar que, a nivel nacional, lo de esos legisladores fue un gesto de dignidad que sin embargo no impidió el remate el patrimonio público. El planteo de los rebeldes griegos va por ese camino. Con el ex titular de Finanzas, Yanis Varoufakis, a la cabeza de las protestas, porque estuvo en la línea de fuego en las conversaciones con los durísimos negociadores de la troika y pudo contarles las costillas a cada uno.
Esta praxis acelerada para un académico de fuste como Varoufakis, lo llevó a sostener que el ala recontradura del Eurogrupo, capitaneado por su archienemigo Schäuble, logró un triunfo a lo Pirro, por el general cartaginés que luego de una batalla ganada al costo de la vida de más de 4000 de sus hombres, exclamó: "Otra victoria como esta y estoy perdido."
Más allá de los análisis que puedan hacerse sobre las razones de Tsipras para aceptar ese feroz ajuste y de someterse a la humillación de hacerlo votar luego de ganar el referéndum donde pedía lo contrario, el bloque proalemán venció, pero no convenció, parafraseando el discurso de Miguel de Unamuno a un general franquista. Y ese éxito pasajero tiene destino de derrota futura para el proyecto europeísta. Logró apoyos para "pegarle al caído" pero enfrentado a socios como Francia e Italia, que pretenden morigerar los efectos de la crisis griega.
También el FMI mostró su distanciamiento del bloque germano, al insistir en que el plan que le obligan a cumplir a Atenas es inviable a menos que haya una quita al monto de la deuda. Lo mismo desliza ahora el director del Banco Central Europeo, una de las patas de la troika, Mario Draghi. Como toda respuesta, la canciller Angela Merkel secundó a su inefable ministro y dice que no ve con malos ojos alejar a Grecia, aunque sea temporalmente, del euro.
El Grexit es la solución que quiso evitar Tsipras, porque teme el costo político y social de implementar un bono – emulando los vernáculos patacones, o un pagaré como le recomendó Varoufakis - para que la economía funcione a pesar del euro. En este caso, el ejemplo que suele ponerse es el de Ecuador, que adoptó al dólar como moneda de circulación interna en el año 2000. Desde la llegada de Rafael Correa, académico también él, se especula con que su gobierno vuelva a tener una divisa local. Sin embargo el mandatario, que pateó el hormiguero en todos los rincones de la política ecuatoriana, sigue considerando como un riesgo muy fuerte para la sociedad salirse del dólar.
La moneda común europea surgió en enero de 1999, poco antes que la dolarización ecuatoriana y para la misma época en que el creador de la convertibilidad argentina, Domingo Cavallo, era asesor del gobierno de Abdalá Bucaram. Nació en medio de convulsiones en los mercados mundiales. Eran los tiempos del efecto Caipirinha en Brasil, del Vodka en Rusia, una ola que había comenzado en 1997 en Corea y Tailandia.
Con los años, esa romántica posibilidad de unificación europea pensada como colofón a siglos de guerras, se convirtió en un corset que aprieta a los países menos competitivos del sur del continente y atosiga a Francia e Italia, las dos naciones más industrializadas de la zona luego de Alemania.
Muchos comentarios circularon en estos días sobre la explícita humillación con que Berlín somete a Grecia. Un poco en castigo al gobierno de Tsipras porque desafió al Eurogrupo con un referéndum sobre nuevos ajustes. Y otro poco porque pretende disciplinar a los ciudadanos de otros distritos que pretendan salidas democráticas como la que intentó Atenas. Apuntan a Syriza para pegarle a Podemos en España.
El propio Varoufakis se encargó de aclarar cómo son las cosas. Dijo que en sus cinco meses de gestión conoció qué es el poder. Que cada vez que le explicaba a Wolfgang Schäuble las consecuencias de los recortes que pedía, el alemán le decía que si, que era cierto, pero que lo iban a tener que hacer igual, les gustara o no.
El germano, además, dijo que los planes económicos habían sido aprobados por anteriores gobiernos y que no podían cambiar las reglas cada vez que hay elecciones en alguno de los 19 países.
-Si es así entonces quizás tendríamos que dejar de tener elecciones- le comentó irónicamente el economista.
-Sí, esa sería una buena idea, pero muy dificultosa de poner en práctica, así que firme sobre la línea punteada o salgase del euro- dice Varoufakis que le insinuó Schäuble.
Si de nada vale una elección en los temas que pesan, y si los gobiernos apenas son administradores de lo ya establecido, poco queda del sentido profundo de la democracia. Mucho menos sentido tiene que Tsipras piense que a pesar de haberlo entregado todo aún le queda un resquicio por donde poder hacer algo fuera del libreto.
Un proceso de integración regional como el europeo tuvo como objetivo la construcción de un estado supranacional. Era federal, la suma de sus partes. La foto de hoy muestra a los alemanes saliéndose con la suya luego de dos terribles guerras perdidas, empeñados en la construcción de un supraestado unitario que pretende sojuzgar a todos los países de la Eurozona a través del control de la moneda, un fluido vital en toda sociedad capitalista.
Es lo que marcan los críticos del brutal castigo a Syriza. Que un verdadero federalismo no puede tener como solución que uno de sus miembros sufra la expulsión, aunque sea temporal. Como en aquellos juegos infantiles en los que, curiosamente, los que perdían tenían que ir "al Berlín".
Vaya un ejemplo de la época del menemismo. Funcionarios del ministerio de Economía de aquellos años comentaban que uno de los problemas de la convertibilidad era que algunas provincias no eran "viables". Esto es, que no tenían economías adecuadas para funcionar con eficiencia en un esquema de paridad con el dólar. Anotaban en esta lista a Catamarca, Formosa, el Chaco y La Rioja, entre otras. Este mismo concepto se escucha de economistas ortodoxos en relación con Grecia. Por eso la quieren echar del euro. Pero hablando sensatamente, la posibilidad de que con semejantes recortes pueda tener superávit presupuestario para algún día pagar su deuda es prácticamente nula.
Una pregunta clave si se habla de federalismo y de integración: ¿Cómo soluciona un país solidario los problemas en alguno de sus distritos? En Argentina hay una ley de coparticipación federal mediante la cual las provincias más productivas, como Buenos Aires, aportan para un pozo común que distribuye de acuerdo a un esquema de fomento a las otras. En Estados Unidos sucede algo similar. A ningún ocupante de la Casa Blanca se le ocurriría expulsar del dólar a un estado con déficit. Pueden quebrar y refinanciar sus deudas pero no quedar afuera de la Unión. Es como si en 1861 hubieran aceptado la secesión de los estados del sur. Hubieran evitado la guerra civil, pero tendrían la mitad del territorio.

Merkel y Schäuble ganaron a lo Pirro, ya se dijo. Por ahora Tsipras recibe los cascotazos y luce una imagen desgajada. Pero quién sabe cómo será el próximo capítulo de esta novela. Quien crea que la historia llegó a su fin, no tiene la menor idea del devenir.

Tiempo Argentino
Julio 17 de 2015

Ilustró Sócrates


martes

La democracia muerta en Europa

Si hay alguien que entendió claramente de qué venía el juego entre Grecia y la Eurozona fue el ex ministro de Finanzas Yanis Varoufakis. Economista y docente de prestigio en su país, Gran Bretaña y Australia, Varoufakis pronto encontró rechazo en su par germano Wolfgang Schäuble, que reclamó expulsarlo de las reuniones conjuntas. Tenía dos buenas razones: no es fácil embaucarlo porque sabe de lo que habla. Pero lo peor es que publicó en su twit todo lo que se discutía puertas adentro, y eso es particularmente irritativo para las "fuerzas oscuras" de la troika.
En un reportaje a la publicación británica New Statesman, Varoufakis tira un puñado de frases que desnudan el trasfondo que llevó al premier Alexis Tsipras a convertirse en la contracara de lo que prometía. "Los 'poderes reales' son como temías…"; "quizás los países endeudados simplemente deberíamos dejar de celebrar elecciones"; "nuestra Eurozona es un lugar muy inhóspito para la gente decente".
La pregunta que se hacen todos quienes apoyaron a Syriza y le habían dado crédito al último discurso antes del referéndum del 5 de julio es: ¿Por qué Tsipras se entregó tan rápidamente? ¿Es que no tenía opciones? Mejor aún: ¿Para qué la consulta popular?
Que la deuda griega es impagable se sabe desde hace cinco años. Las comparaciones con la Argentina del 2001 no son posibles, pero es bueno recordar cómo Néstor y Cristina respondieron ante las amenazas de los acreedores: doblando la apuesta. Así demostraron que cuando hay voluntad política se puede mucho más de lo que parece.
¿Tsipras pensó que podía correr a Schäuble con un referéndum demoledor? Para eso faltó la última puntada, doblar la apuesta. Pero pidió a Varoufakis que diera un paso al costado y después llevó al parlamento una serie de recortes que mostraban sus temores. Era muy probable que en ese contexto desde Bruselas le respondieran que no era suficiente.
A Grecia se le pide disciplina fiscal y económica. Pero en realidad se le exige simplemente disciplina, acatamiento, humillación. ¿Por qué Tsipras no aceptó ofertas de ayuda que le hizo Vladimir Putin? ¿Por qué no aceptó convites de los BRICS de hace unos días?
Grecia tiene mucho más en común con el mundo europeo oriental que con el occidental. Desde la religión ortodoxa hasta los caracteres con que escriben. ¿Es que no quería convertirse en la Ucrania del Mar Egeo? Varoufakis dice que en sus cinco meses de gestión le vio la cara al poder real. Y que esos "poderes oscuros" son como se los imaginaba. ¿Tsipras entendió que los griegos no se querían ir del euro ni de Europa? ¿Comprendió que la democracia ya estaba muerta y fue un gesto inútil convocarla hace apenas diez días?

Tiempo Argentino
Julio 14 de 2015



viernes

Otra batalla en Waterloo

El 1 de marzo de 1815, Napoleón Bonaparte desembarcó en la Costa Azul luego de escapar de la isla de Elba con el proyecto firme de recuperar el poder. No se puede decir que el emperador fuera el defensor de la Revolución Francesa que debía haber sido, pero en el contexto europeo de la época, estaba a la izquierda de las monarquías absolutistas que intentaban recobrar privilegios perdidos desde el estallido del 1789. Cien días después de llegar a París, sabedor de que la guerra contra las potencias que lo habían derrotado un año antes era inevitable, decidió pasar a la ofensiva. El 18 de junio, hace justo 200 años, terminó vencido por un ejército multinacional del Reino Unido, Austria, Rusia y Prusia al mando de Arthur Wellesley, duque de Wellington, en Waterloo, una pequeña aldea a unos 20 kilómetros al sur de Bruselas.
Bélgica era un territorio en disputa entre germanos y franceses. La creación del estado belga, en 1830, sería obra de otro británico, el vizconde de Ponsonby,  conocido en estas costas porque aquí había forzado la construcción de un estado tapón entre Buenos Aires y el Brasil, la República Oriental del Uruguay. No es casual que Bruselas sea la sede de la Unión Europea al igual que Montevideo lo sea del Mercosur, como se ve.
El célebre novelista Víctor Hugo diría que Waterloo "no fue una batalla, fue un cambio de dirección del universo". Y algo de eso ocurrió, porque tras esta nueva derrota, Napoleón se eclipsó definitivamente y las monarquías europeas pusieron en marcha los acuerdos del Congreso de Viena, que no solo trató de volver a las fronteras anteriores a la toma de la Bastilla sino que buscó repartirse el mundo entre las potencias dominantes. Era la Restauración del antiguo régimen que permitió que Fernando VII intentara recuperar para la corona borbónica las rebeldes colonias americanas. Fue entonces que para los patriotas rioplatenses la declaración de independencia comenzó a ser una necesidad. Pero esa es otra cuestión.
Toda esta introducción viene a cuento para recordar que en estos días Europa sigue debatiendo, con mayor o menor virulencia, otro tipo de restauraciones no menos dramáticas. Lo dijo claramente el primer ministro griego, Alexis Tsipras, que se defiende como gato en la leña contra los embates de la troika –Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y la Comisión Europea– para que aplique nuevas medidas de recortes para hacerse cargo de la deuda con los organismos centrales. Como se sabe, la crisis griega llevó al poder, a principios de año, a Syriza, una agrupación joven con una mirada bastante cercana al populismo latinoamericano sobre el modo de resolver el intríngulis de la crisis económico-financiera. Tsipras ganó contra el bipartidismo conservador-socialdemócrata heleno precisamente porque rompió con los moldes ideológicos que justificaban el ajuste perpetuo que somete a la ciudadanía a una suerte de retorno a la esclavitud.
Para los medios concentrados y las instituciones hegemónicas, el gobierno griego debe ser "serio" en sus propuestas de pago. Tsipras acusa al FMI por su "responsabilidad criminal" en una situación que podría arreglarse con muy poco, pero ese poco implicaría cambiar el paradigma impuesto en estos años. Una concepción del mundo que afecta sobre todo al sur de Europa, los países más afectados por la restauración neoliberal que tira por tierra con el Estado de Bienestar de la posguerra. Lo dijo claramente Chantal Mouffe, la compañera del desaparecido Ernesto Laclau, nacida casualmente en Bélgica, en un reportaje al corresponsal de Página 12. "Si la UE quisiera, el problema de Grecia, desde el punto de vista económico, podría resolverse fácilmente (…pero)  las fuerzas neoliberales que la dominan se dan cuenta de que, para ellos, el éxito de un partido como Syriza es muy grave y mortal."
Por eso también, Podemos es un grano molesto que se debe extirpar lo antes posible en España. Y si no hay más remedio que tolerar que haya llegado al gobierno en distritos clave, la cuestión es cómo hacer que fracase en la gestión cotidiana. El esquema es el mismo que se despliega en América Latina, donde en los '70 el modelo neoliberal se impuso a sangre y fuego. 
El embate contra Venezuela es un claro ejemplo. Otro tanto puede atestiguar el ecuatoriano Rafael Correa, quien viene padeciendo una escalada de manifestaciones en contra de una ley que aplicaba impuesto a las herencias y a la plusvalía. A pesar de que las retiró preventivamente para profundizar el debate, las protestas seguían escalando. Los que encabezan el rechazo son los "dueños del país", propietarios de bancos y de las mayores fortunas del país. Que aprovechan este momento para tensar la cuerda porque en unos días el Papa Francisco llegará al país en visita oficial y el presidente no querrá mostrar ante el mundo un Ecuador en conflicto.
Detalle al margen, Correa –que suele advertir sobre los riesgos de una restauración oligárquica– se recibió en la tradicional Universidad Católica de Lovaina, de Bélgica, que cumplió ya 590 años y por donde pasaron celebridades del pensamiento europeo como Erasmo y Gerardo Mercator, entre otros. Y está casado con Anne Malherbe, de nacionalidad belga.
No es casual que banqueros y magnates encabecen las protestas en Ecuador. En estos días una comisión parlamentaria argentina y el titular de la AFIP viajaron a Francia para interiorizarse de las pruebas con que cuenta el ex empleado del HSBC Hervé Falciani sobre los mecanismos de evasión fiscal que el banco desplegó en Argentina, como lo hizo en todo el mundo. Allí Stéphanie Gibaud, una ex empleada de otro banco, esta vez suizo, el UBS, también tiene mucho para contar con estos mecanismos de fuga de divisas.
El problema de la evasión no es solamente por el volumen de dinero que se escamotea al resto de la población de cada país. Es una forma solapada pero a la vez brutal de ir vaciando el poder de los Estados, quitándoles ingresos para que la única posibilidad de seguir funcionando con esas mínimas funcionesque admite el proyecto neoliberal, sea recortando beneficios sociales o recurriendo a préstamos de los mismos bancos diseñaron la ingeniería de la evasión. Un círculo perfecto en el que la Grecia de los '90 y principios del siglo XXI cayó de la mano de la vieja dirigencia. Y que ahora Syriza se niega a convalidar, con el costo que sin dudas tiene para la población que la votó pero también para la estabilidad misma de la Unión Europea y de la moneda común en particular.
Como cada año, y esta vez con mayor impacto porque se cumplen dos siglos, se reunieron en la granja de Hougoumont –donde se desarrolló la batalla de Waterloo– descendientes de los protagonistas. Se dieron la mano el príncipe Charles Bonaparte, heredero del hermano del emperador, Jerome Bonaparte, y choznos del duque de Wellington y del príncipe von Blücher Statthalter, pariente lejano en el tiempo del mariscal de Prusia cuyo apoyo fue crucial para el triunfo aliado.
Frank Samson, un abogado parisino que tiene un gran parecido a Napoleón y admira al Gran Corso, como cada año se puso el sombrero bicorne para representar con un grupo de fanáticos de la historia aquella gran batalla. Sabe que en la realidad el pequeño general de apellido italiano perdió. Pero tiene una particular interpretación sobre el tema. "En términos de la gloria y de la historia, es Napoleón quien quedó en el recuerdo de las personas, no Wellington", le dijo al The New York Times. "Napoleón, sin sombra de duda, ganó la publicidad de la posguerra y la campaña de relaciones públicas", ironizó Alasdair White, un experto inglés autor de varias publicaciones sobre las guerras napoleónicas.
Es que la batalla contra la restauración oligárquica no tiene fin. Tampoco aquellos valores de la Revolución Francesa. 

Tiempo Argentino
Junio 19 de 2015

martes

Hilos conductores

Apenas pasaron 20 días del 2015 y el mundo parece otro. No sólo en los países occidentales sino en la Argentina. Si hay un tema que cruza estas tres semanas con toda su virulencia es el del terrorismo y principalmente el extremismo islámico. Lo dramático es el modo en que se entrecruzan los discursos y la forma en que gobiernos de la pelambre menos presentable se untan de dignidad en torno de una cruzada que corre el debate acerca de las políticas de ajuste neoliberales que atraviesan el continente.

El corrimiento hacia el combate del fundamentalismo que despertó ese puñado de encapuchados que acribillaron a balazos a humoristas de la revista Charlie Hebdo en París es muy funcional al recrudecimiento de medidas restrictivas de las libertades individuales, como habíamos adelantado en la Columna Internacional del 9 de enero pasado. Al punto que el gobierno de François Hollande abrió el juego con una iniciativa para restringir el uso de las redes sociales por Internet y se adelantan medidas similares contra el libre tráfico de personas.

Pero no sólo eso. Si en España y Grecia partidos que cuestionan el modelo neoliberal vienen ganando adeptos ante su falta de respuestas a los problemas de los ciudadanos de a pie, la única solución parece ser cambiar el eje de la discusión.
Hay un viejo chiste que recuerda el esloveno Slavoj Zizek en uno de sus libros. Llega el marido a casa más temprano que de costumbre y se encuentra a su esposa con un hombre en la cama.

"¿Por qué llegaste antes de hora?", pregunta la mujer en tono agrio.

"¿Qué haces con ese señor en mi cama?", inquiere él, bastante más ofuscado.

"No me cambies de tema, yo pregunté primero", finaliza la mujer.

Algo como esto ocurre en Europa.

En vista de que la explicación de Podemos o Syiriza es más convincente, pasemos a otro tema. La gente que atacó en la revista francesa es una excusa impecable. Así, al tiempo que se inclinan peligrosamente hacia ese costado xenófobo, donde los griegos de Amanecer Dorado, los franceses del Frente Nacional o los británicos de UKIP se encuentran tan cómodos, deslizan la amenaza de que quien no esté con ellos está con el terrorismo. El domingo se verá si los griegos aceptan que votar por la izquierda prolatinoamericana que encarna Sirias, el partido liderado por Alexis Tsipras no los incluye en la lista de indeseables de la humanidad, como le dicen los dirigentes que los llevaron a la crisis.

En esa columna ya mencionada, terminábamos diciendo que con ese texto se intentaba dar un "marco a un drama que para los latinoamericanos puede sonar a extraño pero que sin dudas repercute, mal que nos pese, de este lado del Océano". Era casi de manual que el tema iba a tener consecuencias sobre los países de la región, como pasó con las leyes votadas en Estados Unidos luego de los ataques a las torres gemelas. Porque la historia demuestra que el liberalismo, esa corriente filosófica que sustenta a las libertades civiles y el respeto al individuo como fundamento social, muere irremediablemente en el neoliberalismo, una sumatoria de normas que impulsan la preminencia de los más fuertes sin el menor atisbo de humanidad.

Lo que era difícil de imaginar era hasta qué punto y con qué premura el drama que atravesó la redacción del semanario parisino iba a cruzar el Atlántico. Porque las acusaciones contra el gobierno nacional por no haber asistido oficialmente a la marcha que los mandatarios europeos fueron subiendo de tono en sectores de la oposición hasta calificarlo en algún caso de cómplice del terrorismo. Mientras tanto, las encuestas daban una mayoritaria conformidad a la gestión de Cristina Fernández, lo que desbarata la estrategia de tirar abajo las conquistas de su gobierno.

De allí a la descabellada denuncia del fiscal Alberto Nisman hubo un paso. Porque una cosa es cuestionar el intento de las autoridades por encontrar una vía para juzgar a los acusados en la causa AMIA en un acuerdo con Teherán desde lo político, y otra es acusar a la presidenta, su canciller y algunos militantes sociales de mayor o incluso nula cercanía con el oficialismo del delito de pretender encubrir a los culpables del bárbaro atentado que costó la vida de 85 personas hace más de 20 años. Es decir, sindicarlos de terroristas.

Se sabe de las relaciones del fiscal con agencias secretas de Estados Unidos e Israel, y de sus vínculos demasiado afines con oscuros personajes del servicio de informaciones nacional. Tras las filtraciones de WikiLeaks, se sabe también de sus debilidades y obsecuencias con la Embajada de los Estados Unidos. No se sabe tanto de sus razones para avanzar en una denuncia tan objetable desde el punto de vista jurídico, que es por lo que debía velar Nisman. Se desconoce también cómo llegó a ese tan trágico final del que ahora se alimentan depredadores de la peor calaña.  

Tiempo Argentino
Enero 20 de 2015