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Sergio Coronado, diputado por la alianza EELV-PS: "En Francia hay incomprensión de lo que ocurre en América Latina"


Sergio Coronado nació cuando Salvador Allende comenzaba su experiencia de socialismo a la chilena. Y tenía tres años cuando el golpe militar terminó con la democracia en Chile. Su familia decidió entonces escapar de Osorno para intentar una nueva vida en Bariloche, donde el pequeño hizo la escuela primaria. En 1982 un nuevo exilio llevó a los Coronado a Francia.
Hoy, a los 42 años, Sergio Coronado es diputado en el Parlamento francés por la alianza Europa Ecología los Verdes y el Partido Socialista (EELV–PS)  en representación de los franceses residentes en América Latina y el Caribe. De paso por Buenos Aires, habló con Tiempo Argentino de cómo es ser "un latinoamericano representando a dos mundos". Y de cómo son esos mundos vistos desde una perspectiva de izquierda pero también ecologista.
"Todos los representantes de izquierdas de Europa están encabezados por el liderazgo socialista. Es una interpretación diferente, una lírica política distinta. Uno de los problemas que tiene la izquierda francesa socialdemócrata es que enfrenta la crisis de manera bastante "tradicional y ortodoxa".
–Precisamente, desde aquí se ve que el PSOE por ejemplo acudió a soluciones que no difieren del neoliberalismo, aunque es cierto que Hollande plantea una perspectiva diferente.
–No sé lo que sería si toda la izquierda estuviera en el gobierno. Yo recuerdo que (Jean–Luc) Mélenchon cuando era mucho más joven, a comienzos de la década pasada, tenía que lidiar con las mismas críticas a la izquierda. Lo que yo no veo, hoy en día, es una capacidad colectiva de la izquierda, porque construye pocos elementos de análisis y soluciones que se alejen de los estándares liberales clásicos.
–¿A quiénes ubica dentro de la izquierda?
–A la izquierda que gobierna o que tenga algún tipo de representación parlamentaria o que pretenda gobernar. La problemática es diferente para una izquierda que busque el poder político el día que haga la revolución… esa es una izquierda testimonial. A pesar de todo, hay que tener la capacidad de reagrupar y reunir a todas las izquierdas posibles.
–¿A qué se debe que esa izquierda de la que hablamos reaccione frente a los problemas económicos con los esquemas de la derecha?    
–Hablo de Francia. En primer lugar, al aggiornamiento que hizo en los años '80, con la vuelta de la austeridad, que no se ha cuestionado mucho ni se interrogó sobre si había otra opción. En esa época hubo una pequeña crisis política con la salida del Partido Comunista pero ellos siguieron apoyando al gobierno vigente. Entonces, no hubo enfrentamientos ni críticas a una orientación política que le daba la espalda a los trabajadores y a los asalariados. Se debe también que la izquierda francesa tiene pocas relaciones con el mundo del trabajo y el sindicalismo que, en Francia, hay un sindicalismo débil.
–¿Por qué esa debilidad? ¿Es de ahora o viene de antes?
–Hubo una separación entre una izquierda sindical, que no quiso tener relación con la política
–¿Quería ser aséptica?
–Aséptica e hipócrita, porque la CGT tenía relaciones con el PC y con los socialistas. Ese alejamiento impidió que se lleve a cabo una reflexión común, como en Inglaterra lo hubo a veces, y que significó derrotas para el movimiento sindical.
–En Gran Bretaña hay un Partido Laborista que en Francia no lo hubo.
–No, no lo hubo nunca. Y pasó también que, después de la Segunda Guerra, los partidos laboristas y los socialdemócratas occidentales tuvieron relaciones más estrechas con los sindicatos en los países en los que el PC era más débil. Eso, más la obediencia absoluta a Moscú, imposibilitó la relación entre la izquierda comunista y el movimiento obrero. Y eso marcó también a la izquierda global actual y no solamente la europea, sino también la latinoamericana, a la que está muy lejos de integrar realmente. Por ejemplo, cuesta integrar en el análisis global la dimensión ecológica de las crisis. Lo vemos con Brasil. Lula sacó 25 millones de personas de la pobreza, pero prestó poca atención a la situación del Amazonas, la política energética, las crisis urbanas brasileñas, que son impresionantes. Yo no sé si se puede decir que uno lleva una política a favor del pueblo cuando se hipotecan los recursos o se impida un desarrollo sustentable.
–¿En Brasil se sienten más cercanos a Marina Silva?      
–Hasta cierto punto, porque tuvo una campaña bastante reaccionaria en lo que se refiere a la mujer, al aborto, a las minorías. En Europa la izquierda se constituyó con una dimensión laica, mientras en América Latina lo religioso es muy fuerte. Para la totalidad del progresismo francés, la izquierda tiene y debe de ser laica.
–¿Y con Evo Morales?
–Francia fue un país que miró mucho a Latinoamérica a finales de los '60 y comienzos de los '70, y lo realmente extraño es que, en estas últimas décadas, en las que este continente estabilizó sus sistemas democráticos, los intelectuales de Francia dejaron de mirar e interesarse.
–Da la impresión de que los intelectuales franceses se ponen en un nivel de superioridad cuando vienen a América Latina.
–Yo hablo del período inmediatamente posterior a la Revolución Cubana. Ahí hubo reconocimiento y no superioridad. El intelectual francés viene a ver los cambios que se están dando e, incluso, observa con admiración y cierta inocencia lo que sucede. Pero sí pienso que hay una incomprensión de los cambios políticos que están ocurriendo en esta época en Latinoamérica.
–Eso sucede con la forma en que se ve a Hugo Chávez, por ejemplo, que no es muy diferente de la mirada que tiene la derecha latinoamericana.
–Sin dudas que hay una parte de la izquierda francesa que no le interesan proyectos como el de Chávez.
–Mélenchon vino con otra actitud cuando estuvo en la Argentina.
–Sí, vino con otra postura. Me interesa que entre lo europeo y lo latinoamericano exista una relación real, ni de superioridad, ni folklórica ni antropológica. Lo que ha pasado en Latinoamérica es que hay varias izquierdas pero lo interesante es que lograron ir uniéndose.
–También hay mucha izquierda testimonial que tiene una crítica despiadada contra gobiernos progresistas.     
–Sí, pero lo que yo veo es que en cada país hay una especificidad. En Bolivia, la cuestión indígena tiene una importancia fundamental, el concepto de Pachamama. Y así cada país tiene sus particularidades, como en Ecuador, en la Argentina, en Brasil. Lo notable es que esas experiencias lograron dialogar, a nivel continental, y con la Unasur construir un bloque compacto en su heterogeneidad. La crítica que les hago a todos estos gobiernos, menos al de Bolivia, es la indiferencia con el tema del medio ambiente. «

Los argen-galos


–¿Qué características tiene la comunidad francesa que vive en la Argentina?
–Más del 70% de los 17 mil franceses que viven aquí, se sienten también argentinos e involucrados y comprometidos con lo que ocurre en el país. No tienen una visión de exterioridad con la Argentina. Esto me sirvió a mí para ser elegido porque me crié en Bariloche y tenía una relación con este país. Me vieron como parte integrante y no como el tipo que viene de París sin entender nada. Mi función como diputado por el exterior es representar a los franceses que viven en esta parte del mundo y, también, facilitar la relación entre los dos países, que tienen vínculos desde hace mucho tiempo. 
 

El difícil trago de aceptar quién enseñó a torturar





Cómo se explica el apoyo que tiene la ultraderecha en Francia?
–El discurso de (Jean Merie) Le Pen se inscribe en una historia francesa colonial y poscolonial, donde el tema de la dominación, de la presencia francesa en África nunca fue digerido ni debatido. El 17 de octubre de 1961, hubo una masacre contra los argelinos que se manifestaban en Francia por la independencia de su país. Hollande, después de tantos años, lo único que logró decir es que reconocía el hecho pero no dio el verdadero paso que era reconocer la responsabilidad del Estado, de las instituciones y llevar a juicio a los culpables. No llegó a hacer lo que hizo Jacques Chirac (presidente entre 1995-2007), de reconocer la responsabilidad de las autoridades y el Estado francés en la deportación de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
–Esperar que reconozcan su responsabilidad en la represión durante las dictaduras en el Cono Sur, sobre todo en la Argentina y Chile, les va a costar más aún.
–Conozco bien el tema porque nosotros, con Marie-Monique Robin (autora de Escuadrones de la Muerte, la escuela francesa y El mundo según Monsanto) trabajamos el tema y porque como diputado impulsé un pedido en los congresos de Chile, Argentina y Uruguay para que se pueda tener acceso a los archivos que testimonian la responsabilidad de la escuela de guerra francesa en la represión.
–Hace poco se puso una placa recordando ese tema en el edificio del Ministerio de Defensa argentino y la embajada francesa protestó.
–Vamos a tratar de retomar y de recuperar ese tema. Pero volviendo a Le Pen, el tema del 11 de septiembre de 2001 vino a darle cuerda a la cuestión argelina y musulmana. En Francia, hay una presencia de una inmigración de los países de África del norte integrada hasta ahí. Hay una incapacidad de ver que ya el mundo no funciona como antes y los franceses ya no son esos blancos católicos de ojos claros que nacieron en una ciudad de provincia y llegaron a París para ver si les iba mejor. Todo eso le da un electorado propio a la extrema derecha de Le Pen y también hay una dificultad de la izquierda de proponer una alternativa política consistente a la crisis económica. La ocupación del espacio público es muy importante también, movilizarse y dar la batalla en ese sentido. Tenemos una deuda social muy fuerte, cómo se logra reindustrializar y generar trabajo pero cuidando el medio ambiente son tareas pendientes. «


Tiempo Argentino
Noviembre 18 de 2012 

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